El presente ensayo analiza desde una
perspectiva ecocrítica una novela de anticipación publicada en Francia en el
año 2005, cuyo relato refleja escenarios futuros en los que la actual crisis
ecológica ha llegado a extremos insostenibles. Un mundo en el que nada ni nadie
ha sido perdonado; en el que las infraestructuras del planeta han quedado
reducidas a la nada: estaciones, puertos, aeropuertos, carreteras,
electricidad, comunicaciones, todo ha dejado de funcionar. Nada ha resistido al
terrible poder destructivo del agua. Es el relato de lo que podría ser en un
futuro no muy lejano nuestra historia; historia reducida a “Tristes remolinos,
historia modelada y remodelada por el Agua, por la furia de las aguas…” (Verlomme
2005: 11).[2]
Dicho futuro parece ser el resultado de continuar con la lógica del crecimiento
económico y consumismo constante de los recursos en el marco de una biosfera
limitada. Así, el ensayo pone de manifiesto el modo en que la novela supone una
crítica a la insostenibilidad del mundo presente e invita al lector a
cuestionar nuestro futuro como especie. Como sugiere Patrick D. Murphy en su
obra Environmentalism, la ecocrítica
y la ciencia ficción tienen el potencial de iluminarse mutuamente (373).
Además, en general, en la ciencia ficción abundan las descripciones detalladas
de la naturaleza, de ahí que existan un significativo conjunto de obras de
ciencia ficción medioambiental y ecológica (380).
Los indicadores del planeta se están
tornando en rojo, o según la novela “más bien en azul”. En el relato las islas
y las tierras más bajas desaparecen, las fronteras se modifican bajo la acción
de las aguas, causando la llegada de enormes flujos de expatriados y refugiados
medioambientales. La situación política y humanitaria es crítica (48). En la
actualidad, no es algo inhabitual escuchar noticias relacionadas con
inundaciones provocadas por las subidas del mar en diferentes zonas del planeta.
El caso quizás más relevante es el de Bangladés, donde cada año, alrededor de
100.000 personas tienen que huir ante la creciente subida del mar. Un mapa del
Banco Mundial muestra lo que podría ocurrir con las áreas de cultivo de arroz
de Bangladesh si el nivel del mar subiera tan sólo un metro.[3]
Suponiendo que esto ocurra a finales de este siglo, cerca de 17 millones de bangladesíes
se verían forzados a emigrar, hacia el interior o hacia otros países. Pero no
solo en Oriente, también en Occidente las consecuencias serían terribles. Según
el informe anual sobre el Cambio Climático que acaba de publicarse a comienzos
de 2015 (Building the Knowledge Base for Climate Resiliency), la ciudad más
poblada de los Estados Unidos, New York, sufrirá un aumento de las aguas de
1,82 metros y un incremento de 7 grados de temperatura a finales de este siglo.[4]
Miguel Delibes de Castro nos recuerda que al menos cien millones de personas
viven actualmente en el mundo por debajo de un metro de altura sobre el nivel
del mar (98).
No se puede entonces seguir hablando de
ciencia ficción, ya que este problema se ha convertido en una realidad. Según
un estudio liderado por la Universidad Nacional de Australia y publicado en la
revista Proceedings of the National
Academy of Science, el aumento que el nivel del mar ha sufrido
en el pasado siglo no ha tenido precedentes en los últimos 6.000 años. Tras
analizar los cambios del nivel del mar de los últimos 35.000 años, los autores
concluyen que desde hace 6.000 años hasta ahora nunca se había producido una
subida tan alta como la que se ha experimentado en el siglo XX (20 cm). Según
los científicos, este incremento es debido al aumento de la temperatura media
global que ha provocado el deshielo de los polos y la expansión térmica de los
mares y océanos. El hielo polar comenzó a derretirse hace 16.000 años, para
estabilizarse hace 8.000 años. Sin embargo, en el último siglo el ritmo de
deshielo se ha acelerado debido al rápido aumento de las temperaturas ligado a
la actividad humana, especialmente a la industrialización.
Hugo Verlomme, escritor francés con más de
una treintena de obras publicadas y consagradas al mar (ficción y documental),
está muy implicado en la protección de los océanos y ha estudiado a lo largo de
su vida los excesos asociados a la degradación de los ecosistemas. Retoma en
esta novela, L’eau est là, el
fenómeno de la subida del nivel del mar. La novela fue finalizada sólo unos
meses antes del terrible maremoto del 26 de diciembre de 2004 - que azotó las
costas de Indonesia y de Malasia, Tailandia, Myanmar, Bangladesh, la India, Sri
Lanka y las islas Maldivas, llegando a cruzar el océano hasta el litoral
africano en Somalia y Kenia. En ella nos presenta un mundo desolado por
terribles inundaciones, en el que el nivel del mar no cesa de subir: ríos
desbordados, lagos repletos que amenazan con reventar presas, desprendimientos
de terrenos, etc. La naturaleza y más concretamente el elemento líquido parece haber
tomado el control del planeta. El agua, famosa molécula H2O a quien le debemos
la vida sobre la Tierra puede ser tan vital como destructiva. Al comienzo de la
novela, el agua destruye: el agua no conoce fronteras, lo engulle todo a su
paso. Las casas desaparecen bajo las olas y los acantilados se desmoronan ante
los océanos. El agua parece recuperar sus derechos. Lento, pero seguro, el
océano avanza. Las ciudades costeras se vacían. Incitados por el miedo, los
habitantes emigran hacia tierras más altas del interior. Pero nada de esto es comparable
con lo que anuncian dos importantes y conocidos investigadores: la llegada de
un inminente maremoto que amenaza a millones de personas.
La originalidad de esta novela es que
presenta varios protagonistas e historias paralelas que acaban confluyendo. Por
un lado, encontramos a Sol, profesor especialista en fenómenos meteorológicos
oceánicos, creador de una nueva disciplina, la vagologie, el estudio de las olas en todas sus formas. Tiene como
misión navegar mar adentro con su velero y reparar el Nalu2, un medidor de olas que puede confirmar o refutar la llegada
del inminente maremoto. En su viaje, Sol descubre tres embarcaciones amarradas
al medidor repletas de refugiados climáticos que han perdido sus tierras, islas
que han desaparecido por la subida del nivel del mar. En una de estas
embarcaciones se encuentra Estrella, una mujer especial que transforma la
misión de Sol en un viaje iniciático, en el que la muerte y el nacimiento se
entrelazan. Pero el destino hace de las suyas: tres jóvenes refugiados de las
embarcaciones roban el velero de Sol, que va a encontrarse solo a bordo del medidor
de olas a la deriva con Estrella y su recién nacido como pasajeros.
Por otro lado, Anouman, un hombre santo y
ermitaño que vive en la montaña. Emprenderá igualmente un viaje para
encontrarse con el mar. Sus orígenes son todo un misterio sin desvelar. Nada
más nacer fue hallado en la playa por unos pescadores y los monjes de un
monasterio cercano cuidaron de él. En su viaje será acompañado por Sève, una
chica un tanto extraña pero que decide seguirlo porque su mayor deseo es poder
ver el mar con sus propios ojos. Y por último dos hermanos, Mara y Cassidy, que
están a punto de perder la casa familiar situada en un acantilado frente al
mar. Todos estos personajes están unidos o lo van a estar por la fuerza de las
circunstancias. Los personajes se encuentran así viviendo la misma perspectiva
de un fin del mundo en diferentes lugares y el lector sigue estos eventos a
medida que la novela avanza. Y mientras, en las entrañas de los abismos, un
gigantesco maremoto se prepara… El amor todopoderoso arrastra a los nuevos
amantes hacia lugares recónditos y desconocidos donde se juega el futuro del
mundo. Hugo Verlomme mantiene el
suspense hasta el final del relato ¿el océano engullirá la tierra o el amor conseguirá
cambiar el mundo? El mar parece tener en la novela la última palabra.
1. EL
MAR ¿UN ENTE CON VIDA PROPIA?
Nuestro siglo será oceánico o no será
(Verlomme 2005: 48)[5]
A
lo largo de la historia, los humanos hemos observado el cielo buscando indicios
que nos mostrasen la presencia de otras formas de vida inteligentes. Pero
quizás hayamos estado mirando en la dirección equivocada. Una forma de vida
inteligente, no humana, mucho más desarrollada que la nuestra, podría existir
aquí mismo, en la Tierra. Nuestro vasto océano representa la última frontera de
este planeta. Los científicos ya no enfocan sus estudios en “qué es el océano”,
sino en “quién es el océano”. Podríamos describirlo como una creatura
misteriosa, diferente completamente a toda forma de vida conocida hasta ahora,
con un cuerpo que mide miles de kilómetros, un corazón que late cada mil años y
un sistema inmunitario que sería capaz de borrar, si quisiera, toda presencia
de vida en la tierra. Poseedora incluso de un cerebro. El vasto océano ¿podría
ser una creatura capaz de pensar? Si es así ¿qué piensa de nosotros, los
humanos?
Numerosos son los
científicos que actualmente apoyan esta teoría que presenta al océano como una
creatura pensante, un superorganismo que se autorregula. Algo que nos recuerda
la teoría de Gaia de James Lovelock.[6] Lovelock contempla la Tierra como
“un sistema autorregulado que surge de la totalidad de organismos que la
componen, las rocas de la superficie, el océano y la atmósfera, estrechamente
unidos como un sistema que evoluciona”. La teoría afirma que este sistema tiene
un objetivo: “la regulación de las condiciones de la superficie para que sean
lo más favorables posible para la vida que en aquel momento pueble la Tierra (2009:
235). Pero en qué se basan actualmente los científicos para saber si algo está
vivo. Esta es una cuestión que ha hecho correr no ríos, sino mares de tinta a
lo largo de los siglos. Para los filósofos desde Descartes la respuesta era “Yo
pienso, luego yo existo”. Sin embargo, los biólogos avanzan criterios
diferentes, criterios que podrían revelar una nueva forma de vida.
Todas las creaturas vivas poseen un
metabolismo: conjunto de reacciones químicas que tienen lugar dentro de las
células de los organismos vivos, las cuales transforman energía, conservan su
identidad y se reproducen. Todas las creaturas del planeta están dotadas de un
metabolismo, desde las algas unicelulares hasta los mamíferos. El
océano está repleto de organismos vivos que llevan a cabo constantemente estas
reacciones. Sin embargo, el océano es considerado más como una enorme fábrica
de reciclaje, que como un organismo vivo. Algunos elementos en el océano son
reciclados cientos de veces, ya que pasan de un organismo a otro, perpetrando
con ello la vida. Pero un examen más exhaustivo de este sistema de reciclaje
del océano confirma lo que para el profesor Tyler Volk es ya una evidencia: las
cifras no encajan.[7] La vida
en el océano está basada en el reciclaje de los nutrientes esenciales como el
carbono, el fósforo, el azote y el azufre, a través de un proceso de vida y de
muerte. Es un sistema de reciclaje casi perfecto. Tyler ha calculado
precisamente su eficacidad y la tasa de reutilización de esos nutrientes. Su
estudio revela que los elementos necesarios para la vida en el océano no son
reciclados al 100%. El cálculo muestra que el ciclo bioquímico en el seno del
océano no es perfecto. El océano necesita elementos nuevos, elementos químicos
esenciales para la vida. Para Tyler Volk, ese reciclaje imperfecto es la prueba
de que el océano es un sistema gigante de vida, posee un metabolismo. Al igual
que cualquier creatura, el océano se nutre a través de los ríos.
Para Hugo Verlomme, el océano es también
una creatura viva, que posee además una consciencia. El protagonista de la
novela, Sol, pasa jornadas enteras en el mar junto a su profesor mentor,
participando en misiones oceanográficas, con el fin de comprender mejor el
funcionamiento del océano como organismo vivo que además posee la capacidad de
pensar (89), dotándolo igualmente de algo parecido a la inteligencia (134).
Sol tuvo la
extraña sensación de que esa inmensidad azul le llamaba, como si un espíritu
tan grande como el océano respirara a través de él. Su mirada estaba fija en un
remolino de mármol, a la estela del medidor de olas. No veía más que esto. Cada
molécula del océano estaba en movimiento constante, lleno de energía. Una
verdad superior se encontraba en esta sencilla constatación. Cuanto más se
acercaba, Sol más sentía que el océano era un organismo vivo, no como un
conjunto de criaturas, de elementos mezclados, sino como una sola entidad
oceánica. Esta entidad estaba presente en las olas, en las nubes, en la lluvia,
en la nieve, en los ríos... El remolino de espuma no tenía nada de un tortuoso
arabesco, se organizaba para dibujar un ojo profundo y tranquilo que se dirigía
directo hacia Sol. Percibió un aura de infinita confianza tras el haz ciclópeo
que sondeaba las profundidades de su alma, y una fuerza universal más allá de
la comprensión. Acababa de acariciar el alma del mar. (242)[8]
A través de una nueva disciplina que él
mismo ha inventado, la vageologie,
Sol enseña a sus estudiantes los grandes preceptos de lo que denomina “la
oceanología intuitiva” (91), ciencia que se contrapone a la oceanografía
clásica, ya que estudia el tema de manera transversal, tanto la teoría como la
práctica. De ahí que para comprender mejor las olas, Sol se haya tenido que convertir
en surfista, submarinista, historiador, viajero, matemático, físico,
meteorólogo, navegante et incluso filósofo. Como él mismo nos explica, todos
los aspectos de las olas le interesan, tanto las estadísticas como las obras de
arte (146). Encontramos en este personaje ciertos rasgos propios del autor.
Al igual que Sol, Hugo Verlomme está
convencido de que las olas que atraviesan los océanos son portadoras de mensajes
(90). Estas
olas gigantes, que provocan sentimientos de miedo pero también de placer, están
reescribiendo en cierto modo nuestra historia. En este tiempo de cambio
climático, mientras aumenta progresivamente el nivel del mar y los
mega-huracanes desatan los océanos, las olas golpean a nuestras puertas y
remodelan la línea de nuestras costas. Tanto en el mar como en las playas vemos
como los equipos de surf se multiplican y el número de aficionados a estas
prácticas es cada vez mayor; cada día la humanidad se está acercando un poco
más al océano. Recientes estudios sobre olas extremas llegan a conclusiones que
pueden conducir a consecuencias incalculables para nuestra visión del mundo o
nuestra seguridad, e incluso convertirse en una fuente inestimable de energía
renovable. Este es el mensaje que Hugo Verlomme trata de infundir: “Nuestro
siglo será oceánico o no será” (48).[9]
En su obra más reciente, publicada en junio del 2014, Les vagues mode d’emploi, Hugo Verlomme nos da las claves para
comprender las consecuencias socio-económicas que el cambio climático está
provocando en el paisaje humano y geográfico del planeta.
En L’eau
est là, el escritor aboga por la reconciliación entre el mundo marino y el
humano. No debemos considerar el mar como un futuro enemigo sino como un
aliado. Para ello propone una posible solución: “oceanizarse”, es decir, abrir
nuestras mentes hacia el mar y preparar a la humanidad ante este fenómeno. A
Sol le gustaba evocar las palabras de su profesor-mentor y amigo Aloÿsus
Delafuente. Éste había comprendido que no era necesario esperar a que el nivel
del agua aumentase, sino que, de algún modo, teníamos que adelantarnos. Es
decir “oceanizar” poco a poco a la humanidad, para que esté mejor armada ante
el inminente retorno del mar (17). Así lo explica Sol:
La humanidad debe
"oceanizarse", decía, y no aferrarse como un montón de cangrejos a
las últimas rocas surgidas. Venimos del mar y a él volveremos... Pero ahora que
la subida del nivel del agua se convertía en una realidad, los Terrícolas no parecían
afectados por una sabiduría oceánica; en su lugar, daban la espalda al mar para
refugiarse en la tierra. (40)[10]
En una entrevista dada a un periódico
regional francés Hugo Verlomme retoma esta misma idea y critica las pocas
políticas marítimas que se están realizando, no solo en Francia, sino en todo
el mundo: “No podemos ir contra el mar, tenemos que vivir con él. Esto
significa volver a dar, en algunos lugares, el espacio tampón que siempre ha
existido. En la antigüedad, las gentes nunca construían en la línea de costa”[11].
Y es que la playa es un lugar natural que nos protege de las embestidas del
océano. Hugo Verlomme no es partidario de construir en ella ningún tipo de
edificio que ponga en peligro esa conexión natural entre el océano y la
humanidad. De ahí que critique esos “sueños más salvajes generados por esta
maravillosa costa de oro, la especulación, la construcción, el turismo, las
playas, el surf, el oro azul, esta huida ante las olas provocaba la risa. El
agua estaba de vuelta, tenía que entregar un mensaje a esos hombres sordos y
ciegos: ‘Usted quería el mar pues ahora lo tiene... El agua está aquí!” (340).[12]
2. EL
PODER DEL MAR
El
agua es siempre la más fuerte (Oriane)[13]
Un
maremoto (del latín mare, mar, y motus, movimiento) es una agitación
violenta de las aguas del mar a consecuencia de una sacudida del fondo, que a
veces se propaga hasta las costas dando lugar a inundaciones. Se trata pues de
un fenómeno natural que se produce con cierta frecuencia en nuestro planeta. El
maremoto que se anuncia en el relato tiene su origen en una teoría que predice el
hundimiento de la Dorsal Norte Atlántica. Este fenómeno provocaría una ola
comparable a la que se produjo hace tan solo unos pocos miles de años en el Valle
de Tanana, en Alaska. En este lugar, un grupo de mineros encontró varios
esqueletos de mamuts desmembrados, incrustados en lo alto de un acantilado,
allí mismo fosilizados por un impacto gigantesco. Nada se conoce sobre el
origen real de esta ola que pudo ser provocada por un seísmo submarino de gran
magnitud o por la caída de un meteorito en el océano, como bien nos explica Sol
(20). Existen textos que hablan sobre este fenómeno legendario. Quizás el autor
se haya inspirado en lecturas como Les grands
bouleversements terrestres, de Immanuel Velikovsky. En esta obra se
confirma la tesis de esta ola gigantesca que fue capaz de arrasar con todo a su
paso. Una ola producida por lo que él llama “una revolución tectónica de la
corteza terrestre”: “Los animales fueron aplastados por una enorme ola que
levantó, rasgó, transportó, aplastó, cortó en pedazos y enterró millones de
cuerpos y muchos árboles” (20)[14].
El mar ha sido siempre - observa Jean Delumeau- el lugar del miedo por
excelencia (25), infunde un pánico aterrador por su poderío, por esa fuerza
destructiva que posee.
El mundo que se describe en la novela es
un mundo que está a punto de resquebrajarse. El equilibrio se ha roto, los
humanos se encuentran frente al obstáculo impalpable que deben salvar: el agua.
Al planeta se le otorga la capacidad de vengarse: “Eran numerosas las voces que
clamaban que el planeta se vengaba, que Gaia se rebelaba contra los hombres,
contra su violencia y sus errores” (37).[15]
Para Mara, “el mar se convertía en el enemigo malintencionado que buscaba
demoler la tierra” (40).[16]
Sin embargo, no todos comparten esta opinión. Sol no cree que el agua sea una
fuerza vengadora y destructiva, sino un ente que favorece los cambios y genera
con ello la vida. Y se muestra contundente cuando se expresa diciendo que es el
ser humano quién debe evitar encontrarse en el lugar y en el momento
equivocado. El ser humano debe respetar el océano, su obligación es
comprenderlo y amarlo, y dejar de considerarlo como un traidor o un vengador,
nociones que considera puramente antropomórficas… Es el hombre el que se venga
y no el mar (37-38). El mar es considerado un elemento regulador “Esas masas de
agua incontrolables caídas del cielo y venidas del mar recolocaban a los
humanos en sus justas proporciones” (38).[17]
El mar tiene un poder increíble para
restaurar, para recuperar, para dar vida. El océano es, según los científicos,
el lugar dónde se originó la vida: la primera célula surgió del mar. El
protagonista de la novela asocia este elemento con las etapas de la evolución que
ha sufrido el ser humano y en sus clases explica a sus alumnos que “el embarazo
no es más que la repetición de las etapas de nuestra evolución acuática y que
el nacimiento simboliza el momento en que decidimos dejar el océano para
desarrollarnos sobre la tierra” (47).[18]
El feto vive en agua, en esas mismas aguas en las que el niño de Estrella flota,
en el interior de su bolsa amniótica. Por eso cuando se acerca el momento de
dar a luz, se utiliza esta hermosa metáfora: “Su océano interior se vaciaba en
aguas templadas que se vertían por sus piernas” (29).[19]
El feto en el útero materno es en un 94% agua de mar. El océano es el líquido
amniótico de nuestro mundo, generador de vida.
Anouman, el ermitaño, tampoco teme al
océano y no entiende porqué los humanos huyen de este elemento que es el origen
de todo, el origen de la propia vida. “Hoy es el océano el que viene hacia
ellos” (219).[20] Le
otorga además un cierto poder regenerador. Anouman despierta de su larga
meditación en la montaña (vuelve a la consciencia o a la vida) cuando siente
caer sobre su cabeza una gota de agua, “una señal”. El asceta comprende
entonces que ha llegado la hora… (25). Una simple gota de agua pone de nuevo el
mecanismo en marcha, obligándolo a abandonar su retiro: “las gotas rompían su
soledad, cayendo sobre él cada vez más rápidas y numerosas, anunciadoras de un
tiempo nuevo, el tiempo del agua…” (26).[21]
Anouman ha permanecido todo este tiempo aislado en la cueva para conocer y
comprender el secreto de sus orígenes y así se lo confiesa a Sève al final de
su periplo. El agua es la única respuesta: “Soy hijo del océano” (250).[22]
De ahí que pueda comunicar con este elemento: las gotas le hablan, le murmuran
al oído lo que será su inminente misión: “Ve, Anouman, date prisa, coge tu
bastón y baja a decirles. El agua está aquí. El agua está aquí…”. Y tras beber ese
precioso líquido para impregnarse de su energía, éstas le señalan el camino a
seguir “debe seguir la vía del agua…” (27).[23]
En el transcurso de su camino hacia el océano que le vio nacer, Anouman se va
reconstruyendo gracias al contacto con este elemento:
‘¡Esto es
maravilloso! ¡Vuelvo a nacer, Sève, por fin he nacido!’Anouman exclamó con voz
firme. El agua bailaba sobre sus cuerpos, infundiendo su energía vital y
creativa. ‘Es el agua... ¿lo sientes?’ El asceta se echó a reír como un niño,
rebotando de un lado a otro en el corro de remolinos. (123) [24]
E invita a Sève, su compañera de viaje, a compartir
esta misma experiencia: “¡Déjate llevar...! ¡Escucha la canción del agua y
déjala entrar en ti!’ dijo Anouman. [...] ‘¡Tú también vuelves a nacer! ¡Tú
también Sève!’ le decía, riendo. Rejuvenecía visiblemente gracias a las olas
tumultuosas (124).[25]
Cuando por fin llegan a su destino - una
tranquila cala al borde del mar -, Anouman realiza un pequeño gesto que pasa
casi desapercibido: “Cuando llegó a la parte inferior de la cala, Anouman cayó
de rodillas junto a la orilla, se agachó, recogió un poco de agua con sus manos
y empezó a beber” (248)[26].
Beber agua del mar es una acción que sorprende a primera vista. Sin embargo,
cada vez son más los médicos que se manifiestan a favor del agua del mar como
fuente de vida y salud.[27]
En pequeñas cantidades es recomendable para sanar o mejorar muchas patologías,
e incluso la malnutrición – Anouman ha permanecido mucho tiempo sin comer
apenas. Existen numerosos estudios científicos que así lo demuestran.[28]
No es algo nuevo, pues se hace desde tiempos de Heródoto y Eurípides. Aunque tuvieron
que pasar muchos siglos, hasta que el investigador francés René Quinton
publicase en 1904 L'eau de mer, milieu organique
como estandarte de sus investigaciones. Para él, las enfermedades son un
‘ensuciamiento’ del medio interno celular. Somos un 70% de agua, de agua salada
(así es nuestro sudor, así son nuestras lágrimas); si nuestro medio ‘marino’ se
altera, nuestra salud se altera. Más cercano a nosotros, Ángel Gracia, lleva toda
una vida dedicada a difundir este concepto tan beneficioso para la salud humana.[29]
Este poder sanador del océano lo
encontramos igualmente en el discurso de Estrella. Tras su traumática y
violenta experiencia -es víctima de una terrible violación-, Estrella cuenta a
Sol cómo el océano y los elementos que le rodean curaron sus heridas y su alma.
[…] recuerdo
haberme sumergido en el mar ¡Oh, qué alivio! Tenía la esperanza de ahogarme, de
derretirme en el abismo, de terminar en la boca del tiburón, pero en lugar de
eso, el océano me masajeó, limpió mis heridas, vendó mis heridas más secretas;
las olas frotaron mi cuerpo para sanar, su vivaz frescura me regeneraba,
finalmente ya no quería morir en absoluto, yo quería vivir. Fue allí que una
ola más grande me lanzó hacia la playa. Rodé en la arena, que se pegó a mí como
una magnífica venda. La arena era cálida y fina como el agua, Sol, estaba viva.
Cada grano de arena tenía su propia vida, pero todos juntos, miles de millones
de fragmentos juntos, formaron ese líquido sólido, la arena. Ella también me
curó. Por dentro y por fuera. (299) [30]
Estrella confía plenamente en el océano y,
al igual que Anouman, no manifiesta ningún sentimiento de miedo o de rechazo hacia
este elemento: “Evolucionaba en perfecta armonía con el océano y, obviamente,
no lo tenía miedo, como si fuera parte integrante de él” (282).[31]
Cassidy y Sève también se restablecen
física y psíquicamente de sus respectivas heridas gracias al poder recuperador
del océano: “El joven ignoraba que durante muchos años, Seve había comerciado
con su cuerpo en su pueblo. Por su parte, ella no sabía que el joven soldado
volvía de una zona de guerra, donde se había visto obligado a matar a civiles”
(326).[32]
En la cala donde Anouman les ha conducido, ambos encuentran ese equilibrio
personal que tanto anhelan, gracias al poder regenerador del océano.
3.
EL
FUTURO DEL MAR
Y
mañana, lloverán ranas, como en el Apocalipsis… (10)[33]
Una
gran parte del trabajo ecocrítico comparte una motivación común: el
conocimiento preocupante de que hemos alcanzado la edad de los límites
ambientales, una época en que las consecuencias de las acciones humanas están
dañando los sistemas de recuperación básicos del planeta. La obra de Hugo
Verlomme supone una crítica a la insostenibilidad del mundo presente. Dos de
las más graves consecuencias que el cambio climático provoca en nuestro planeta
están muy presentes a lo largo de la novela: la subida del nivel del mar y el
aumento de la frecuencia e intensidad de los fenómenos meteorológicos extremos.
“El diluvio caía sobre la civilización para castigar a los hombres por su
inmensa estupidez” (67).[34]
Hugo Verlomme pone así de manifiesto la amplitud del desastre al que se dirige
toda la humanidad. Aunque no habla directamente de las causas que provocan
dichos fenómenos en el relato (siempre se refiere a ellos como “errores”,
“estupideces” o “tonterías” cometidas por los hombres), de todos es bien sabido
lo que acontecerá en nuestro planeta si no se reducen considerablemente las
emisiones de gases de efecto invernadero en todo el mundo. Michel Jarraud, secretario
general de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) desde 2004, afirma que
“se nos está agotando el tiempo”. A través del último Boletín sobre los gases
de efecto invernadero publicado por esta misma organización se muestra que,
lejos de disminuir, la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera
aumentó durante el 2013 a un ritmo que no se había dado en casi 30 años. Un
incremento de CO2 en la atmósfera que se ve amortiguado gracias a la absorción
de este gas por los océanos, que pagan por ello un alto tributo. No parecen
existir precedentes para el ritmo actual de acidificación de los océanos, al
menos en los últimos 300 millones de años, según un análisis que figura en este
mismo informe. Esta acidificación destruye los arrecifes coralinos y, con ello,
la base misma de la biodiversidad marina.
En
la última década han salido a la luz estimaciones alarmantes sobre el número de
personas que emigran por factores medioambientales y a los que se les ha
etiquetado como “refugiados climáticos”. El tema de los refugiados climáticos o
refugiados medio ambientales se encuentra representado en el grupo de personas
que Sol encuentra amarrado al medidor de olas. El nivel del agua ha subido
tanto que “[n]uestras pequeñas islas han sido barridas, tragadas, perdimos todo
lo que teníamos, tuvimos que huir en nuestras canoas, y ni siquiera sabemos
dónde están los demás... no tenemos más tierra... Y es por eso que nuestros
barcos están amarrados a la boya amarilla...” (102).[35]
Viajan en “tres enormes piraguas dobles, de una veintena de metros cada una,
del mismo tipo que la utilizadas por los antiguos pueblos de Oceanía para
atravesar los océanos con el suficiente número de pasajeros a bordo” (110).[36]
En la novela se han convertido en vagabundos del océano. Su única ilusión es
permanecer unidos con la esperanza de encontrar otra isla, crear un nuevo hogar,
volver a ver a sus parientes más cercanos, los habitantes de las islas vecinas.
Eran conscientes de que separados, sólo serían unos expatriados, refugiados
tambaleados a merced de las fronteras (98). En la actualidad las personas que dejan
sus casas como resultado de factores ambientales se encuentran, en una gran
proporción, en el patio trasero de Australia. Islas como Tuvalu, Kiribati, Fiji
y Tonga forman parte de esos lugares que podrían convertirse en inhabitables a
un corto plazo de tiempo. El número actual de refugiados climáticos se estimó
en el 2008 en 25 millones a nivel mundial. Pero este número se podría
incrementar alarmantemente de aquí hasta finales de siglo. Los
refugiados climáticos podrían ser 150 millones en 2050 e incluso podríamos
llegar a los 500 millones si se produjera el deshielo completo de Groenlandia y
la Antártida (Flannery 2006: 174).
Si Groenlandia y el Antártico se deshielan, el nivel
del agua aumentaría 12 metros. Las personas que viven en la costa, más de 500
millones, morirían o, en el mejor de los casos, se desplazarían al interior.
Las infraestructuras portuarias y aeroportuarias quedarían totalmente
inutilizadas y comenzaría el colapso de la civilización. Los supervivientes
tratarían de proteger sus recursos, lo que engendraría violencia y acabaríamos
matándonos los unos a los otros (Martínez 2006).
Es
lo que parece anunciarse en el relato cuando al escuchar la noticia en la radio
toda la ciudad comienza a huir con la inminente llegada de la ola. Reina entre
los humanos el caos total:
El
anuncio de un maremoto inminente había contribuido al agravamiento de una
situación ya caótica. Columnas de humo negro se levantaban por aquí y por allá.
La basura se amontonaba en las calles, donde los manifestantes y los
saqueadores daban mucha guerra a las patrullas. Una atmósfera de fin del mundo
flotaba sobre la ciudad, nauseabunda, inevitable. (325)[37]
Sin
embargo, Hugo Verlomme nos deja un atisbo de esperanza. Ese amor que emana de
las figuras de los protagonistas se entiende como un símbolo de respeto hacia
el océano. Si comenzamos a entenderlo, a respetarlo, a protegerlo, quizás
podamos atenuar el impacto que el cambio climático tendrá en el futuro del
planeta. En la novela, lo carnal responde a lo simbólico: cuando
los cuerpos hacen el amor reparan el mundo, alejando de ese modo la catástrofe:
“Su interminable beso parecía haber calmado y suspendido las fuerzas de la
naturaleza” (280).[38]
Una idea no deja de abrirse camino a través de las páginas y en la mente del
lector, un reto planetario espera a la humanidad: aprender a vivir con el agua
sin miedo, a lograr un cambio de perspectiva y convertirse en marino en lugar
de terrícola. El agua más allá de los desastres de sus brutales invasiones
también representa la vida y, como predice Anouman, “el comienzo de una nueva
historia, que queda por inventar” (222).[39]
CONCLUSIÓN
Los científicos tienen la
misión de advertir con sus estudios y conclusiones a la población de un peligro
como el que acecha a las futuras generaciones de este planeta. Sus mensajes,
sin embargo, no llegan siempre a todo el mundo, ya que sus artículos u obras
científicas no son leídos por la mayoría de los mortales. Quedan restringidos a
una pequeña parte de la población. La literatura puede servir de vehículo para
acercar esta realidad a muchos más lectores. Este es el caso
de “L’eau est là”, un libro místico en el que el mar no es únicamente agua sino
algo más, un ente con vida propia.
Si el mar y los desastres naturales ocupan
un lugar importante en la novela (vemos todos los días cómo el Océano Mundial desempeña
un papel central en nuestro clima), ocurre lo mismo con el amor. Estos dos
temas no están a priori vinculados y sin embargo van a jugar ambos un papel muy
importante... A través de esta historia, Hugo Verlomme advierte contra los
excesos de la actividad humana. Estropear por economías mezquinas
este espacio que alberga el 80% de la biodiversidad y se está convirtiendo
rápidamente en el nuevo Eldorado es irresponsable, tanto desde el punto de
vista ecológico como económico. El autor es partidario de una política marítima
que llegue de manera eficaz a todas las costas en el futuro. Porque si en este
libro el amor puede tener una influencia en el destino de la humanidad, en
nuestra realidad no dispondremos de esa misma suerte...
REFERENCIAS
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et les rêves. Paris : Librairie José Corti, 1942. Print.
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Volk, T. Gaia toma cuerpo. Fundamentos para una
fisiología de la Tierra. Madrid: Cátedra, 2000. Print.
[1] N. del T.: todas las traducciones
de las notas finales han sido realizadas por la autora del artículo. “La
mort de l'eau est plus songeuse que la mort de la terre: la peine de l'eau est
infinie”.
[2] “tristes
remous […] modelée et remodelée par l’Eau, par les eaux en furie…”.
[3] Se
puede consultar en: http://flood.firetree.net/?ll=16.3412,97.3388&z=12&m=7
(Consultado el 17/02/2015)
[4] Véase
:
http://www1.nyc.gov/office-of-the-mayor/news/122-15/mayor-de-blasio-releases-npcc-2015-report-providing-climate-projections-2100-the-first
(Consultado el 17/02/2015).
[5] “Notre
siècle sera océanique ou ne sera pas”.
[6] “Un
superorganismo es una creatura compuesta de muchos individuos que interactúan”.
[7] Tyler
Volk es profesor asociado en el departamento de biología de la Universidad de
New York.
[8] “Sol
eut l'étrange sensation que cette immensité bleue l'appelait, comme si un
esprit aussi grand que l'océan respirait à travers lui. Son regard se fixa sur
un remous marbré, dans le sillage du houlographe. Il ne voyait plus que cela.
Chaque molécule de l'océan était en mouvement constant, chargée d'énergie. Une
vérité supérieure se trouvait dans cette constatation toute simple. Plus il
s'en approchait, plus Sol ressentait à quel point l'océan est vivant, pas comme
un ensemble de créatures, d'éléments mêlés, mais comme une seule entité
océanique. Entité présente dans les vagues, les nuages, la pluie, la neige, les
rivières...Le remous d'écume n'avait plus rien d'une arabesque tortueuse, il
s'organisait pour dessiner un œil profond et tranquille qui plongeait droit en
Sol. Il perçut une aura d'infinie confiance derrière le faisceau cyclopéen qui
sondait les tréfonds de son âme, ainsi qu'une force universelle dépassant
l'entendement. Il venait d'effleurer l'âme de la mer”.
[9] “Notre
siècle sera océanique ou ne sera pas”.
[10] “L’humanité
devait “s’océaniser ”, disait-il, et non se cramponner telle une grappe de
crabes aux derniers rochers émergés. Nous venons de la mer et nous y
retournerons… Mais à présent que la montée des eaux devenait réalité, les
Terriens ne semblaient pas frappés d’une sagesse océane ; au contraire, ils
tournaient le dos à la mer pour se réfugier dans les terres”.
[11] “On
ne peut pas aller contre la mer, il faut vivre avec elle. Ça veut dire
redonner, dans certains endroits, l'espace tampon qui a toujours existé. Les
anciens ne construisaient jamais en front de mer”. Véase entrevista completa
en: http://www.nautilusmagazine.com/011-137-Hugo-Verlomme-forever.html
(consultada 14/02/15).
[12] “rêves
fous engendrés par cette belle côte dorée, la spéculation, l’immobilier, le
tourisme, les plages, le surf, l’or bleu, cette fuite devant les vagues
devenait risible. L’eau était de retour, elle venait délivrer un message aux
hommes restés sourds et aveugles : “Vous avez voulu la mer et maintenant vous
l’avez… L’eau est là !’”.
[13] “L’eau
est toujours la plus forte (Oriane)”.
[14] “Les
animaux ont été broyés par une vague énorme qui a soulevé, arraché, transporté,
écrasé, réduit en morceaux et enterré des millions de corps et autant d'arbres”.
[15] “De
nombreuses voix s’élevaient pour clamer que la planète se vengeait, que “Gaïa”
se révoltait contre les hommes, leur violence et leurs errements”.
[16] “la
mer devenait l’ennemi malveillant qui cherchait à démolir la terre”.
[17] “Ces
masses d’eau incontrôlables venues du ciel et de la mer ramenaient les humains
à des plus justes proportions”.
[18] “la
grossesse n’est que la répétition des étapes de notre évolution aquatique et
que la naissance symbolise le moment où nous avons choisi de quitter l’océan
pour nous développer sur terre”.
[19] “Son
océan intérieur se vidait en eaux tièdes qui coulaient entre ses cuisses”.
[20] “Aujourd’hui,
c’est elle qui revient à eaux”.
[21] “Les
gouttes brisaient sa solitude, tombant sur lui de plus en plus rapides et
nombreuses, annonciatrices d’un temps nouveau, le temps de l’eau…”.
[22] “Je
suis un enfant de l’Océan”.
[23] “Va,
Anouman, dépêche-toi, prends ta canne et descends leur dire. L’eau est là.
L’eau est là […] il devait suivre la voie de l’eau…”.
[24] “‘C’est
merveilleux! Je renais, Sève, je suis enfin né !’ Anouman s’exclamait d’une
voix ferme. L’eau dansait sa gigue sur leurs corps, insufflant son énergie
vitale et créatrice. ‘C’est l’eau… Tu la sens ?’ L’ascète riait tel un enfant,
rebondissant d’un côté à l’autre dans la ronde des remous”.
[25] “‘Laisse-toi
faire… Écoute le chant de l’eau et laisse-la entrer en toi !” lançait Anouman.
[…] “Toi aussi tu renais ! Toi aussi Sève !” lui dit-il en riant. Il
rajeunissait à vue d’œil dans les flots tumultueux”.
[26] “Lorsqu’il
arriva au fond de la crique, Anouman tomba à genoux à la lisière de l’eau, se
pencha, en prit un peu dans la coupe de ses mains et se mit à la boire”.
[27] Véase Manifiesto de médicos a
favor del agua de mar como fuente de vida y salud:
http://www.aquamaris.org/manifiesto-de-medicos-a-favor-del-agua-de-mar-como-fuente-de-vida-y-salud/
[28] “El Agua de Mar, según estudios
realizados en la Universidad de Miami, contiene todos los minerales y
oligoelementos de la Tabla Periódica, y por su contenido en fitoplancton y
zooplancton cuando es recogida cerca de la superficie marina, así como la biomasa
de bacterias propias del mar, contiene proteínas, vitaminas y ácidos nucléicos,
además de otros nutrientes. Estas bacterias propias del mar (9 millones por
litro de agua) han sido estudiadas en la Universidad de California,
demostrándose que tienen efectos analgésicos, antiinflamatorios y antibióticos”
(William Fenical, Chem. Rev. 1993, 93, 1673-1683).
[29] Ángel Gracia nació en Luceni,
Zaragoza, es Doctor en Veterinaria por la Universidad Complutense de Madrid,
Certificado como Philosophy Doctor in Veterinary Sciences (Ph.D.) en USA.
Miembro de la Sociedad Europea de Medicina Naturista Clásica. Miembro certificado
de la American Association of Nutritional Consultants, USA.. Miembro de la
Sociedad Española de Agricultura y Ganadería Ecológicas. Especialista en
Tipificación de Productos Cárnicos y Lácteos por la Universidad Complutense de
Madrid y el Ministerio de Ganadería Español. Premio Nacional de Divulgación
Científica, Venezuela. Introductor de la hipnosis Comparada en Iberoamerica.
Por cinco años capitán de la Copa Davis de Tenis de Venezuela. Convivió con los
indígenas yanomami del Territorio Amazonas. Presidente de la Seawater
Foundation, Florida, USA
[30] “je
me souviens avoir plongé dans la mer. Oh, quel soulagement ! J’espérais me
noyer, me fondre dans les abymes, finir dans le gosier du requin, mais au lieu
de cela, l’océane m’a massée, il a nettoyé mes plaies, pansé mes blessures les
plus secrètes ; les vaguelettes frottaient mon corps pour le guérir, leur
fraicheur vive me régénérait, finalement je ne voulais pas du tout mourir, je
voulais vivre. C’est là qu’une vague plus grosse m’a rejetée sur la plage. J’ai
roulé dans le sable, qui s’est collé à moi comme un pansement magnifique. Le
sable était chaud et fin comme de l’eau, Sol, il était vivant. Chaque grain de
sable avait sa vie propre, mais tous ensemble, milliards de fragments réunis,
ils formaient ce liquide solide, le sable. Lui aussi m’a guérit. À l’intérieur
et à l’extérieur”.
[31] “Elle
évoluait en parfaite harmonie avec l’océane et de toute évidence ne le
craignait pas, comme si elle en faisait partie intégrante”.
[32] “Le
jeune homme ignorait que, des années durant, Sève avait fait le commerce de son
corps dans son village. De son côté, elle ne savait pas que le jeune militaire
revenait d’un zone de guerre où il avait été obligé de tuer des civils”.
[33] “Et
demain, il pleuvra des grenouilles, comme dans l’Apocalypse”.
[34] “Le
déluge s’abattait sur la civilisation pour punir les hommes de leur immense
bêtise”.
[35] “nos
petites îles ont été balayées, englouties, nous avons tout perdu, nous avons dû
fuir sur nos pirogues et nous ne savons même pas où se trouvent les autres…
Nous n’avons plus de terre… Et voilà pourquoi nous avons amarré nos bateaux à
la bouée jaune…”.
[36] “trois
grosses pirogues doubles, d’une vingtaine de mètres chacune, du même type que
celles utilisées par les anciens peuples d’Océanie pour traverser les océans
avec d’assez nombreux passagers à bord”.
[37] “L’annonce
d’un raz-de-marée imminent avait contribué à l’aggravation d’une situation déjà
chaotique. Des colonnes de fumées noires s’élevaient ici et là. Les ordures
s’empilaient dans les rues, où manifestants et pillards donnaient du fil à
retordre aux patrouilles. Une atmosphère de fin de monde flottait sur la ville,
nauséabonde, inéluctable”.
[38] “Leur
interminable baiser semblait avoir apaisé et suspendu les forces de la nature”.
[39] “Le
début d’une nouvelle histoire, qui reste à inventer”.