Dra. Montserrat López Mújica
GIECO-ACIS&GALATEA- UAH
Le Valais a le Cervin pour mesurer le ciel
et le Rhône pour mesurer la terre (C.F. Ramuz)
Pays où tout s’oppose sans cesse, le doux et
l’amer,
le
vieux et le neuf, le tendre et le rocheux.
Pays de la vigueur et de la mollesse, de l’eau
et du vin,
de la mort
et de l’amour (Maurice Zermatten)
Resumen
El mito de una Arcadia helvética alpina obtiene una dimensión internacional
con la obra de Jean-Jacques Rousseau, La Nouvelle Héloise (1761). Su protagonista, Saint Preux, se siente transportado por el esplendor
de los paisajes del Valais: los bosques, los lagos, los pastos florecidos;
conquistado por las gentes del lugar, por su hospitalidad, sus costumbres y su
vida sencilla, alejada de los lujos y el dinero. Nace así, en el siglo XVIII,
el mito del Valais que va a perpetuarse hasta bien entrado el siglo XX.
El Valais de las terrazas de viñedos, de los colores intensos como
el azul del cielo y del lago de Ramuz, de los senderos y de las fragancias de
la montaña de Maurice Chappaz, no deja indiferente a todo aquel que lo visita y
que lo habita. El paisaje
está fuertemente unido a la identidad de esta región, y si éste fue un elemento
de reclamo en el siglo XVIII, hoy se ha convertido en un componente económico preponderante
con el turismo. Sin embargo, la gestión actual del territorio en este cantón
levanta muchas controversias y pasiones. Lejos queda ya
la famosa cita: "L'or
apporté par les étrangers n'a point encore ébloui le montagnard"[1]
si nos atenemos a la transformación de algunos de sus pueblos y aldeas en la
montaña. Existe sin embargo un componente emocional, una dimensión afectiva, un
cierto arraigo u orgullo de las gentes del lugar que están replanteándose la
explotación de sus recursos naturales y de su espacio vital. Preservarlo es hoy
una preocupación mayor: la tierra, principal recurso de las regiones de
montaña, permitió durante muchos siglos alimentar a las familias del Valais.
Hoy esos campos cultivados han sido sustituidos por la cultura del turismo. Sin
embargo, se sigue vendiendo una imagen asociada a la montaña. El valor de un
destino depende directamente de la calidad de sus paisajes. Qué quedará del
paisaje mítico del Valais si esta tendencia continúa.
En esta comunicación analizaremos los mitos del Valais y las consecuencias
derivadas que estos mitos han provocado en el paisaje desde una perspectiva
ecocrítica basándonos en las obras de los escritores más relevantes del propio
Valais.
INTRODUCCIÓN
En los siglos XVII y XVIII, el mito de una Arcadia
helvética se crea y se trasmite gracias a las innumerables obras de artistas, pintores y
escritores[2].
En ellas se evoca un país con una naturaleza auténtica y salvaje, poblada por pastores
que gozan de una gran independencia y libertad. Como nos indica el profesor
Daniel Maggetti:
Suiza se convierte en la
tierra bendita del retorno a los felices orígenes. Supervivencia de la Arcadia
perdida, en muchos sentidos juega un papel análogo al de los lugares exóticos,
a la vez horizonte de huida y refugio protegido; pero también su organización
interna se relaciona con frecuencia con la de las ciudades antiguas (Maggetti 1999:
74).
Es la imagen de un mundo en el que la montaña-paraíso
se convierte en la obra maestra de la naturaleza bajo el doble aspecto de un
nuevo paradigma del universo y de un pueblo de pastores que ha sobrevivido a la
Edad de Oro en una montaña-Arcadia y una Suiza-Arcadia[3].
Este mundo noble, aunque de gran rudeza, con una población sencilla e
independiente forja además la idea de un "carácter nacional suizo” que se
anclará en la conciencia colectiva del país, y sobre todo del Valais, como
veremos más adelante[4].
En el siglo XIX se mantiene vivo este mito gracias a la construcción de un
paisaje basado en imágenes de Épinal[5]
y a su difusión por todo el mundo. Es el tiempo de la conquista de las altas
cumbres por el alpinismo moderno, pero también del culto por las pequeñas cimas
gracias a los nuevos y modernos servicios de innovación técnica, como por
ejemplo el ferrocarril, y una fuerte capacidad de inversión. Se desarrolla
también la idea de la montaña-salud (se construyen así multitud de sanatorios
en la alta montaña), que acompaña todo un imaginario sobre los beneficios de la
altitud, del aire sano de las montañas, de los efectos casi milagrosos del sol
y de los paseos al aire libre, todo un combinado de beneficios terapéuticos y
morales.
Además de desvelarnos la representación de la
montaña-energía a través de la construcción de grandes presas y embalses, el siglo
XX exagera el imaginario histórico de los Alpes, llegando a su más alto apogeo.
Suiza se convierte así en una auténtica fortaleza con sus defensas naturales y
los Alpes en una doble vía de salvación gracias a su defensa militar y
espiritual. Esta idea de protección, gracias a su relieve, la encontramos en
casi todas las épocas, pero llega a su apoteosis durante la Segunda Guerra
Mundial: los Alpes representarán la última muralla, el “réduit national”[6]
como lo nombraron en su época los militares (Walter 1991: 92). El Presidente de
la Confederación, Philipp Etter, en 1939 lleva la defensa de los Alpes a su máxima
culminación.
El discurso sobre la nación suiza, ya se trate de políticos,
de historiadores o de artistas, converge hacia un consenso que es la base del
sentido de la identidad nacional, compartido por todos, independientemente de
su idioma o de su religión: el país es el resultado de la naturaleza que lo
constituye, de los Alpes y de lo que representa su corazón: el macizo de San Gotardo.
Ni el Cervino ni otra montaña de Suiza tiene el mismo valor simbólico que el de
este macizo: cuna de la Confederación Helvética, centro de los Alpes,
encrucijada de pueblos y culturas, lugar de nacimiento de los grandes ríos de
Europa y símbolo de la independencia, de la cohesión y de la identidad del
país. El nacimiento de este otro mito, el del Gotardo, se desarrolla durante la
Ilustración junto al mito del pastor de los Alpes como un prototipo de la
auténtica Suiza.
La identidad nacional
suiza se basa en “el mito de la montaña”, y por consiguiente, el auténtico
suizo tiene que ser aquel que vive en la montaña. Toda la historia helvética
resulta así representada bajo el enfoque de una utopía histórica y topográfica
específica. Los pastores y la montaña se convierten en los elementos que
constituyen la nueva identidad helvética, como se constata en Heidi (1880), la
heroína de Johanna Spyri. Desde las cumbres se puede divisar el país, se rompe
con la monotonía de la ciudad y se produce un acercamiento a Dios. La montaña
cumple así con dos funciones: símbolo de identidad y, además, altar divino
(Lopez-Mujica, 2012: 33-34)
Con la llegada de las estaciones en las montañas,
que generaliza la civilización turística, comienza el decline del mito
arcadiano de los Alpes, que paradójicamente se intenta mantener en Valais gracias
a la imagen de una montaña-reserva de la Naturaleza con una biodiversidad
excepcional. En la actualidad, una mayoría de suizos pretende reavivar el mito
de los Alpes purificadores y de reserva natural. Pero esta actitud, según el
sociólogo suizo Bernard Crettaz, está fundada sobre una visión arcaica. Los paisajes
del siglo XXI ya no tienen nada que ver con los descritos en La Nouvelle Héloise
de Rousseau. Sobre todo, cuando son los chalets tipo tirolés los que
dominan mayoritariamente el horizonte, creando un paisaje ficticio, allí donde
nunca existieron. La vida en el campo, las vacaciones en la montaña, la
producción de energía: se pide demasiado a los paisajes. Y se arruina aquello
que más gusta.
La révolution urbaine de la montagne, la matérialisation
des parcs et des Disneylands ont cassé le mythe de la montagne-paradis. Il faut
donc un grand rite collectif pour en faire le deuil et accepter la mort, dire
adieu au mythe des Alpes et assurer le passage vers un “autrement” (Crettaz
1999: 35).
Algo que parece difícil todavía, ya que en Valais se
sigue vendiendo una imagen turística de paraíso a través de sus reclamos
publicitarios ¿qué queda pues del mito arcadiano en la actualidad? Es lo que
vamos a tratar de explicar en esta comunicación.
1.
El Valais, la nueva Arcadia
1.1 Orígenes
literarios
La riqueza de sus originales y auténticos paisajes,
sus pintorescas costumbres, la rudeza de la vida en la montaña, el cantón del
Valais ha inspirado siempre a una pléyade de célebres escritores, todos ellos
enamorados de la naturaleza, de su silencio, de sus colores, convirtiéndose así
en el lugar ideal para los naturalistas. Todo comienza con el poema panegírico Les
Alpes de Albrecht von Haller (1708-1777). Este médico naturalista compone
un largo poema lírico en honor a su país y a sus habitantes al mismo tiempo que
pasea por las montañas para estudiar su flora. Tiene 20 años y todavía duda
entre la ciencia y la literatura. Es por lo tanto una obra de juventud, pero
que tuvo un éxito inmediato. Los lectores familiarizados por los paisajes
ordenados de los jardines a la francesa, descubren los valles repletos de
flores, los bosques, las cascadas y los lagos. Y aunque dedica algunos versos a
los glaciares, Haller, no describe ni las cumbres, ni los precipicios, ni las
abruptas agujas: todavía son considerados lugares inhóspitos. La montaña que
describe es la de los altos pastos. Pero ante todo sabe expresar las virtudes
de la vida en la montaña, la honesta simplicidad de sus habitantes frente a la
corrupción de los habitantes de las ciudades. Rinde así homenaje a sus
compatriotas, cuyo aislamiento en la montaña ha preservado de las perversiones
de la ciudad: la vida igualitaria, sencilla, frugal de los pastores suizos nos
remonta a la Edad de oro de la antigüedad. Este poema, que se inspira de las
Metamorfosis de Ovidio, postulaba que una edad de oro existió siempre en
las montañas suizas donde vivía una sociedad ideal, libre, sana y sencilla. En
realidad, esta época dorada que evoca Haller en su poema solo existía en su
mente pero eso no impedirá el nacimiento del mito alpino, del que participarán
a partir de entonces todas las generaciones.
Sin embargo, Los Alpes de Haller no hubiesen
tenido tanta influencia sin el pensamiento de Rousseau que se desarrolló un
poco más tarde. Así comienza a construirse el mito de una Arcadia helvética
alpina, que obtiene su dimensión más internacional con la obra La Nouvelle
Héloise (1761), de Jean-Jacques Rousseau. La
publicación de esta novela epistolar,
marca una nueva etapa. En ella encontramos los temas más queridos por J. J. Rousseau.
Pero es el paisaje de la montaña el tema que más llama la atención al
lector de la época. “Je m’aperçois que ce pays ignoré mérite le regards des
hommes, et qu’il ne lui manque, pour être admiré, que des spectateurs qui le
sachent voir” (Rousseau 2002: 126).
La sensibilidad de Rousseau se traduce en la novela bajo la forma de un
sentimiento de amor por la naturaleza.
Rousseau no busca lo pintoresco, lo que
le interesa es la influencia que tiene la naturaleza, su armonía, y esos
misterios que unen el paisaje con los sentimientos. En su Lettre XXIII describe así
el contraste que producen las montañas, mezcla de inquietud y exaltación :
“Imaginez la variété, la grandeur, la beauté de mille étonnants spectacles : le
plaisir de ne voir autour de soi que des objets tout nouveaux, des oiseaux
étranges, des plantes bizarres et inconnues, d'observer une autre nature, et de
se trouver en quelque sorte dans un nouveau monde” (Rousseau 2002 : 131).
Saint Preux, el protagonista, realiza un
viaje por la región del Valais y se lo relata a Julie en la Lettre XXIII de la
primera parte. El Valais es un lugar tranquilo donde los prejuicios no parecen
existir. El joven amante sueña con un lugar parecido para él y su compañera, libre
de la autoridad parental. Se siente transportado por el esplendor de los
paisajes: los bosques, los lagos, los pastos florecidos; se siente conquistado
por las gentes del lugar, por su hospitalidad, sus costumbres y su vida
sencilla, alejada de los lujos y el dinero. Se puede percibir aquí la
influencia de Albrecht von Haller, al que Rousseau leyó y con el que se
identifica plenamente. La montaña que Rousseau describe es la de Haller, las
montañas del Valais se convierten en una mítica Arcadia.
Je gravissais lentement et
à pied des sentiers assez rudes (...). Je voulais rêver, et j’en étais toujours
détourné par quelque spectacle inattendu. Tantôt d’immenses roches pendaient en
ruines au-dessus de ma tête. Tantôt de hautes et bruyantes cascades
m’inondaient de leur épais brouillard. Tantôt un torrent éternel ouvrait à mes
côtés un abîme dont les yeux n’osaient sonder la profondeur. Quelquefois, je me
perdais dans l’obscurité d’un bois touffu. Quelquefois, en sortant d’un
gouffre, une agréable prairie réjouissait tout à coup mes regards (2002 :
129).
Esta obra se convierte a su vez en fuente
de inspiración para otros poetas que vendrán al Valais atraídos por los hermosos
escritos de Rousseau, repletos de bellas descripciones sobre paisajes
alpestres. El viaje a los Alpes se transforma en una moda y en una terapia
tanto para el cuerpo como para el alma, y la fascinación por la montaña se
transforma a partir de entonces en verdadera pasión. Suiza aprovecha este
entusiasmo y organiza una verdadera industria del souvenir, que acoge
como clientes a numerosos viajeros, la mayor parte británicos y franceses, cuyo
último destino es Italia. Su objetivo:
Connaître, appréhender
par le contact direct ce pays primitif pratiquement inconnu des milieux
cultivés, découvrir non plus l’Arcadie des Antiques légendes, mais une région
et une réalité géographique, tel était désormais l’objectif (Schaller 1982 : 9)
Y así, mientras ese país se convierte en
una especie de Antigüedad difunta, Rousseau describe el Valais como si se
tratara de la misma Arcadia. De este modo, los jóvenes aristócratas ingleses
que vienen a perfeccionar su cultura clásica en Italia, se detienen en Suiza y
sueñan ante ese nuevo Olimpo que son los Alpes. Aprovechan también para visitar
a Rousseau y a Voltaire instalado en Lausana, y más tarde en Ginebra. El
memorialista escocés James Boswell, el historiador Gibbon, Horace Walpone y,
más tarde, Byron y los Shelley forman parte de estos ilustres visitantes. Entre
los escritores franceses destacamos a Chateaubriand et son “Voyage en Italie”,
Victor Hugo, Stendhal, Balzac, Georges Sand, entre otros. Todos ellos dejarán
testimonio de sus estancias en diarios y cartas, y algunas de sus obras estarán
inspiradas en estos paisajes (Byron y Shelley). El Valais y sus montañas se
convierten así en tema literario, tanto en la prosa como en la poesía. Esta
práctica llegará a ser una verdadera institución e incluso una fuente de
ingresos para escritores como, por ejemplo, Théophile Gautier (1811-1872),
Gerard de Nerval (1808-1855) o R. Maria Rilke (1875-1926): “
Pays silencieux dont les
prophètes se taisent,
pays qui prépare son vin,
où les collines sentent
encore la Genèse
et ne craignent pas la
fin.
Pays, trop fier pour
désirer ce qui transforme,
qui, obéissant à l’été,
semble, autant que le
noyer et que l’orme,
heureux de se répéter.
Pays dont les eaux sont
presque les seules nouvelles,
toutes ces eaux qui se
donnent,
mettant partout la clarté
de leurs voyelles,
entre tes dures
consonnes ! (Rilke 1989 : 197)
1.2 Los Alpes en la Literatura de viajes
El relato de viajes, que se desarrolla a finales del
XVIII, se convierte en género literario a comienzos del XIX. En estas obras
encontramos la idea de que la belleza de la naturaleza creada por el hombre es
la consecuencia de la belleza de sus habitantes. Esta es la herencia que dejan
escritores como Rousseau o Bernardin de St-Pierre. Entre 1800 y 1820 se
publican más de cuarenta obras, en las que los Alpes juegan un papel importante
en la intriga del relato, pero todavía son sólo considerados un decorado.
Citamos aquí la obra de Etienne Pivert de Sénancour (1770-1846), Rêveries
sur la nature primitive de l’homme (1799) y Oberman (1804). En esta
última obra, la fascinación que ejercen los Alpes se expresa a través de
descripciones sencillas (el estruendo de las cascadas, el rugido del viento en
los abismos).
Con Rodolphe Töpffer (1799-1846), aparece una nueva
visión de los Alpes. Este escritor suizo nacido en Ginebra dirigía su carrera
artística hacia la pintura, pero tuvo que renunciar a causa de un defecto en la
vista. Se especializó entonces en literatura de viaje. Sus obras tuvieron un
enorme éxito en vida del autor y en la actualidad continúan reeditándose.
Citemos aquí Les nouvelles Genevoises en 1841 y sobre todo los Voyages
en zigzag en 1843.
Töpffer, es el retorno a la sencillez. La
especificidad del viaje a los Alpes es el retorno a los orígenes, que sólo
puede hacerse de forma natural, es decir, a pie e individualmente. Es el medio
para cultivarse que Töpffer más practicó. Critica al turista ridículo que
únicamente visita aquello que le han dicho, a menudo sin bajarse del coche, y
que es incapaz de ver el verdadero encanto de la belleza alpestre. Töpffer
posee el gusto de la observación atenta, precisa, aunque la agudeza de su
mirada jamás inhibe el ímpetu de su sentido estético. Su sensibilidad y su
inteligencia juegan un papel importante frente al miedo que sentía a veces por
la naturaleza alpina. Esto se traduce en una serie de cuadros que jalonan la
obra, van a lo esencial, a la atmósfera típica del lugar evocado.
Su obra gusta por su aparente facilidad y su
ausencia de pretensión. Con Töpffer, la montaña cesa de ser un mito. Ya no es
el lugar ideal de la contemplación "romántica", sino que se convierte
en un terreno propicio de aprovechamiento, para la realización de viajes y la
práctica del alpinismo.
Una mención especial tiene aquí la obra de Alphonse
Daudet, Tartarin sur les Alpes (1885), una irónica crítica hacia Suiza.
El autor ridiculiza a los alpinistas, al “Club des Alpines”, y sobre todo, al
propio país, sus fiestas locales, sus siniestros hoteles donde se “roba
honradamente”, la morgue en la que se ha convertido el mítico San-Gotardo, sus
circuitos (ya) superequipados con trenes a cremallera, ironiza con ese remanso
de paz en el que a uno se deja retener tan fácilmente.
La montaña se transformará a partir de ahora en un
espacio de entretenimiento y juego para el hombre. A partir de la segunda mitad
del siglo XIX, los alpinistas van a justificar cada vez menos sus ascensiones
por consideraciones de orden científico o romántico, apartándose así de sus
contemporáneos en su relación con la montaña. Esta evolución comienza durante
el periodo considerado como la edad de oro del alpinismo (1855-1877), en el que
algunos pioneros, sobre todo ingleses asistidos por guía locales, van a
conquistar todas las grandes cimas de los Alpes. La montaña se convierte así en
un objeto de consumo turístico, que conllevará graves consecuencias sobre el medio
ambiente.
2.
El turismo, el progreso y la transformación del paisaje (Rod/Ramuz/Chappaz)
A
finales del siglo XIX, el paisaje suizo experimenta una serie de
transformaciones como consecuencia directa del progreso, de la urbanización y
de la industrialización. Los efectos degradantes que la acción humana lleva a
cabo sobre la naturaleza despiertan las conciencias de hombres y mujeres que
lucharán por proteger el medio ambiente y el modo de vida tradicional del
campo, seriamente amenazados por los adelantos técnicos y los efectos perversos
de la modernidad. Estamos frente al eterno dilema provocado por los dos
conceptos antagonistas de la naturaleza: uno obsesionado por aprovechar al
máximo los recursos naturales y el otro preocupado por salvaguardar el valor estético del paisaje. Esta primera
advertencia de los peligros a los que el medio ambiente se exponía es lo que
François Walter ha calificado de pré-écologie[7], porque
no conduce a una verdadera actitud ecológica, sino que se trata más bien de la
evocación nostálgica de cierta armonía, de orden fundamentalmente estética.
Todavía estamos lejos de la noción de gestión racional de los recursos
naturales, como se concibe en la actualidad. Se trata, sobre todo, de la
protección puntual de ciertos elementos paisajísticos, de una especie concreta
de animal o planta.
El
movimiento que se crea para proteger los objetos naturales participa de la
misma idea de protección de los objetos culturales. A principios del siglo XIX,
comienza a surgir la inquietud por el “patrimonio”, una noción fuertemente
vinculada al patriotismo. Aparecen en Europa las primeras instituciones,
públicas o privadas, para la protección y conservación de monumentos
históricos. Y esta preocupación hacia ciertos monumentos amenazados se extiende
a los objetos naturales. El patrimonio, la memoria de un país, no sólo se
encuentra en la arquitectura y la arqueología, también abarca los elementos
paisajísticos. El resultado de todo esto es la aparición en Europa, a
principios del siglo XX, de multitud de asociaciones nacionales de protección
de parajes y paisajes. Se siente la influencia alemana del concepto de
protección: el Heimastschutz, que combina la conservación de monumentos
con la protección de la naturaleza, integrando al mismo tiempo la salvaguardia
de las tradiciones populares. En Suiza, la movilización para la protección del
patrimonio natural se pone en marcha muy pronto: las implantaciones
hidroeléctricas y los modernos medios de comunicación, las infraestructuras
requeridas para el turismo o peor aún el ferrocarril, dejan huellas visibles en
el paisaje alpino, que era considerado hasta entonces como auténtico.
El idílico paisaje de los
Alpes comienza a sufrir graves modificaciones. Los escritores suizos de
expresión francesa ponen su pluma a disposición de la defensa de una naturaleza
que forma parte de su propia identidad y que siempre ha sido marco referencial
en sus obras:
La plupart des écrivains romands sont des gens attachés à leur pays, à leur
terre, à l’endroit où ils vivent. C’est pourquoi ils ont souvent décrit des
paysages caractéristiques de la Suisse
romande : les montagnes du Valais, les vignobles du lac Léman, les plateaux
jurassiens. Mais le rapport que les écrivains entretiennent avec leur pays est
à l’opposé d’un sentimentalisme folklorique. Bien qu’ils parlent souvent de
leur ‘pays’, ils ne sont pas des écrivains régionalistes. Pour eux, le ‘pays’
représente beaucoup plus qu’un paysage : c’est le lieu – ville ou campagne – où
on a ses racines, c’est une partie acceptée ou refusée. Il est peut-être
difficile de se sentir Romand, puisque la Suisse romande n’est ni une nation ni
même une région bien définie. Pour les écrivains romands, écrire sur leur
‘pays’, c’est toujours parler en même temps de leur identité problématique (Gérald
Froidevaux, Ecrivains de Suisse romande, Klett et Balmer 1994 : 11).
El escritor Edouard Rod
(1857-1910), vaudois instalado en París, condena en su novela Là-haut (1897) la explotación que el
universo alpino del Valais de su época comienza a padecer, promoviendo la
deformidad y la destrucción de los modos de vida ancestrales. El choque entre
el mundo del turismo y el mundo auténtico de la montaña se muestra perfectamente
en esta novela. Narra las transformaciones de un mundo rural bajo la presión
del turismo que promete inversiones lucrativas - hoteles, restaurantes, trenes.
El protagonista del relato, Julian, será testigo de la dura batalla entre
conservadores y progresistas, entre los inversores y los partidarios del “viejo
país”. Aunque Julien no interfiere en el conflicto, se adhiere a una ideología
que satisface la pertenencia a "esta antigua tierra" (Rod 1997: 96) de
la que es originario. Ambas partes compiten por hacer valer sus argumentos: del
lado progresista, el promotor Rarogne, y del lado conservador los viejos
aldeanos suizos y, sobre todo, Volland, intelectual y profesor en Vallanches. A
los argumentos patrióticos y sentimentales - el apego a una tierra cuyas
tradiciones han asegurado la independencia - Volland añade, para defender los
valores del pasado, una visión poética y romántica: rechazando el utilitarismo
de Rarogne, para quien las montañas son "una materia prima explotable”
(84), defiende la belleza de lo inútil, por la grandeza poética de una
naturaleza relacionada con un tiempo inmemorial. En otra obra titulada La
Suisse au dix-neuvième siècle, Rod introduce poéticamente el dominio cada
vez mayor de las compañías eléctricas sobre los recursos hidráulicos y describe
el comienzo de una nueva industria: “Elle se glisse sur les pas d’un personnage très ‘fin de siècle’,
colporteur d’une nouvelle espèce, mercanti fantastique, spéculateur imperturbable
et matois: le marchand de cascades” (Rod 1901: 421).
Hélas ! le temps n'est pas loin où l’on ne verra plus de « villages suisses
» que dans les expositions, comme on ne voit déjà presque plus de meubles
anciens que dans les musées ou chez les antiquaires. La création de ces «
stations », qu'une publicité bien entendue met aussitôt à la mode, est suivie,
à bref délai, de la construction de chemins de fer, et l’on sait les montagnes
illustres dont les sommets ne sont plus que des gares (Rod 1901 : 419)
Rod pronostica acertadamente
lo que ocurrirá años más tarde con los paisajes típicos de su país: “on peut
pourtant se demander ce qui subsistera, dans un demi-siècle, de la Suisse
pittoresque” (Rod 1901: 420).
El escritor vaudois, C.F.
Ramuz (1878-1947), sin tomar la vía del militarismo, contribuirá tanto o más, a
sensibilizar con su obra a los lectores sobre la fuerza y el misterio que
emanan de la montaña. Como un testigo más de estas fuertes transformaciones de
los paisajes alpinos, Ramuz muestra su apoyo al movimiento de protección de la
naturaleza atacando duramente a esa industria turística que ya había suscitado
críticas muy severas. El Heimatschutz se opone ferozmente al proyecto
ferroviario que pretende construir un teleférico en la cumbre del Cervino - la
cima por excelencia del patrimonio poético universal - hacia 1907[8]. En su Journal,
fechado el 15 de septiembre de 1895, Ramuz se muestra contrario a la invasión
de turistas extranjeros que sufre su país:
Il y a déjà assez en Suisse de ces aventuriers qui font fortune en attirant
chez nous nos voisins dont ils vident les poches. Il me tarde de voir les Alpes
purgés de ces fantoches embarrassants, armés de piolets, accompagnés d’une
bande de miss en jupes courtes et d’une caravane de guides. Il me tarde de voir
disparaitre le cosmopolitisme qui, non content de détruire chez nous les
vieilles mœurs et les veuilles coutumes, tend chaque jour à dégrader notre
peuple jusqu’ici si probe (Ramuz 1968 : 10).
Ramuz se manifiesta también en
contra de los hoteleros helvéticos que llenan sus bolsillos mientras los
campesinos ni siquiera pueden llevarse a la boca el pan que ellos mismos han
sembrado. Les acusa abiertamente de conducir a su país a la ruina. El turismo de
masas, ese que atrae a miles de personas, sobre todo en invierno a las
estaciones, se presentaba pues como uno de los peligros que amenazaban el
equilibrio de los espacios de la montaña; sin embargo, los intereses económicos
estaban por encima de la desnaturalización de la belleza del lugar y se trataba
de una industria, la del turismo, contra la que era muy difícil luchar:
Je voudrais voir en une seule nuit tous les hôtels détruits. Les hôteliers,
on en fera des manœuvres, des ouvriers, des artisans. Ils seraient alors plus
utiles à la Suisse, ils travailleraient à sa prospérité, au lieu de travailler
à sa ruine, à sa perdition peut-être (Ramuz 1967 : 186).
Pero será Maurice Chappaz (1916-2009),
la figura simbólica literaria por excelencia del Valais, el escritor más
crítico con esta nueva situación. Autor emblemático del fuerte sentido de
arraigo, de la "comunión" de las gentes del Valais con su tierra
natal, de la dimensión inspiradora del territorio y de la tentación nostálgica de
unión a la identidad tradicional. Comprometido activista de la protección de la
naturaleza del Valais, retoma casi un siglo después la misma causa. Junto a la
que fuera su esposa, la escritora también valaisanne Corinna Bille, denuncia
la destrucción de los bosques de Finges y de otros espacios saqueados por el
ejército, pero sobre todo defiende sus queridas montañas amenazadas por los
promotores y la siempre creciente industria turística. En Chant de la Grande
Dixence (1965), relato corto que narra la vida de los mineros que trabajan
en la construcción de una presa en el Valais, la de la Grande Dixence, hace
también alusión a los trastornos ocasionados por el “progreso” que padecen la
montaña, los paisajes de su querido cantón y sus habitantes frente a esa nueva
producción de energía hidráulica que se desarrolla poco a poco en el Valais a
partir de los años 1950. Junto al turismo, el desarrollo de las
infraestructuras hidroeléctricas es el causante del cambio más radical en el
paisaje alpino. A partir del siglo XX, estos dos fenómenos han evolucionado
conjuntamente.
Si bien es cierto que este
tipo de energía se considera limpia, fiable y sostenible, el precio ecológico
que los paisajes y los ríos del Valais tuvieron que pagar fue muy alto. La
construcción de una presa tiene efectos importantes para el medio ambiente. Una
retención puede influir significativamente en el área donde se erige el río. Al
bloquear el flujo natural de un río, un embalse afecta a la migración de peces,
a las aguas subterráneas, a la calidad del agua y al transporte de sedimentos. Tampoco
hay que ocultar los impactos negativos, tales como la captación de arroyos y
cascadas que llevan a la desecación completa de algunos torrentes, robando con
ello una cierta poesía al paisaje alpino.
En 1976, Chappaz escribe su
obra más polémica, Les Maquereaux des
cimes blanches, una enérgica y muy dura acusación contra los políticos
corruptos y los constructores que provocará gran escándalo. Chappaz denuncia y
anuncia la gran venta:
Oui. La grande vente! Et cela se doublé: il y a, d’une part, l’impatiente
vente des terrains, avec l’enrichissement… provisoire, et puis il y a la vente
de tout ce qui est sous-jacent à la vente des terres. A la fin, on vend aussi
son esprit, on vend aussi sa propre âme. Et vendre son âme c’est perdre toute
identité. Dans cette situation se trouve la Suisse entière (Chappaz 1976: 83).
La pérdida de la identidad va
muy unida a la pérdida de ese paisaje mítico y auténtico del Valais. Vendida, prostituida,
la naturaleza es despojada de su carácter sagrado, de su «misterio» que a veces
se desvela a los sentidos y al espíritu del que la contempla. Los escritos de
este visionario y adelantado ecologista, desencadenan una terrible campaña de prensa contra su obra, que sólo se verá compensada por
la admiración y el apoyo recibido por parte de los estudiantes de Colegio de Saint-Maurice.
CONCLUSIÓN
Cabe preguntarse qué
queda en la actualidad del mito de la Arcadia Suiza y de esos paisajes de carta
postal alpinos que han hecho del Valais su reputación. Poco o casi nada, si
escuchamos al sociólogo Bernard Crettaz[9]:
Tous
ces imaginaires historiques se retrouvent au sein de kaléidoscope actuel et
sont utilisés à toutes les fins commerciales, culturelles et politiques. Mais
ils sont usés et fatigués, le vieux mythe des Alpes atteint sa fin (2013: 35).
Los Alpes se han
convertido en un destino turístico mayor en estas últimas décadas, tanto a
escala nacional como internacional. Las estaciones turísticas, como la de
Verbier (en Valais), son un ejemplo claro de la modificación que han sufrido
los típicos paisajes alpinos y no son quizás el mejor modelo a seguir si lo que
se pretende es conservar la autenticidad del entorno[10]. Otros
casos de destrucción de paisaje en el Valais directamente relacionados con la
masificación del turismo son el sistema hidroeléctrico de Grimsel, los dominios
esquiables de la Tête de Balme, el sistema auto-tren de Vernayaz y la línea de
alta tensión St-Triphon-Chamoson. Este desarrollo extremadamente rápido del turismo
no solo ha creado un impacto significativo sobre el paisaje geomorfológico de
la región (Lambiel 2001), sino también le ha robado una gran parte de su
identidad.
Maurice Chappaz, en una
entrevista concedida en 1976, opinaba respecto a la “colonización” de Verbier:
Il y
a cinquante ans Verbier appartenait aux gens de la Commune, qui y
travaillaient, avaient un chalet, un mayen, - des cultivateurs. Avec les ventes
et les grands travaux, les paysans se transforment en entrepreneurs, en
ouvriers, en artisans, en employés dans l’hôtellerie. Ils entrent dans le
confort. Mais à la prochaine étape, plus rien ne leur appartient et le terme de
cette évolution, on le voit dans d'autres régions où cette colonisation est
déjà plus ancienne, en Provence par exemple! (Chappaz 1976: 83)
Existe un antagonismo entre
nuestra civilización técnica, -promotora del crecimiento, de la movilidad y del
ocio-, y el espacio alpino, domesticado para ser rentable y productivo. Si los
turistas vienen a descubrir la belleza de los Alpes (quieren llevarse consigo
los tópicos con los que siempre han soñado: chalets decorados de geranios,
praderas repletas de vacas y de pastos) ¿por qué este patrimonio paisajístico
se encuentra hoy tan maltratado? El resultado es una inversión de la relación
hombre – montaña. Esta, ha pasado de ser un elemento amenazante - como hemos
visto al comienzo de esta comunicación-, a ser un elemento amenazado. Encontrar
el equilibrio justo entre la identidad del cantón y la modernidad resulta actualmente
muy complejo. Los diferentes intereses económicos están casi siempre por encima
de los intereses de la propia naturaleza y del paisaje, y se corre el riesgo de
transformar el cantón del Valais en un parque inmenso de atracciones. El
interés por la imagen de los Alpes sigue en la actualidad muy vigente tanto en
la literatura como en el cine. En la literatura con obras como la del suizo
Blaise Hoffman o el francés Pascal Wick y el retorno al mundo del pastoreo. El
cine ha producido recientemente películas en las que el paisaje alpino está muy
presente: Heidi, Belle et Sébastien,…. Las imágenes también pueden
ejercer una gran influencia sobre la forma de percibir nuestro entorno, aunque
también pueden ejercer el efecto contrario, atrayendo a un mayor número de
turistas. Si somos capaces de pensar en la naturaleza como algo vivo, que
siente, y de reconocer nuestra profunda relación e interdependencia con ella,
estaremos produciendo un cambio de mentalidad. La literatura, el cine, el arte
en general, tienen la capacidad de conmover más que cualquier dato científico y
ponen de manifiesto la responsabilidad que tiene el ser humano respecto a la
crisis ecológica.
BIBLIOGRAFIA
Bozonnet, J-P., (1992) Des monts et des mythes : l’imaginaire social de la
montagne. Presses Universitaires de Grenoble.
Chappaz, M. & Bille, C. (2003) Tu rapporteras l’Orient à Sion. Ed.
Monographic.
Crettaz, B. « La Disneylandisation des Alpes » in Magazine Environnement
4/2013. Berne : Office Fédéral de l’Environnement. URL: www.bafu.admin.ch/magazine2013/4 [consultada el 18
de julio de 2016].
Etler, P. (1939) Reden an das schweizer Volk gehalten
im Jahre. Zurich, Atlantis Verlag.
Froidevaux, G. (1994) Ecrivains de Suisse romande,
Baar : Ed. Klett et Balmer.
Haller, A. (1998) Les Alpes. Genève :
Zoé. Coll. Mini-Zoé.
Lambiel
C., Reynard E., « Impacts du
développement d’un domaine skiable sur la morphologie glaciaire et
périglaciaire : le cas de Verbier (Valais, Suisse) » in Géomorphologie et Tourisme. Actes de la
Réunion annuelle de la Société Suisse de Géomorphologie (SSGm) Finhaut, 21-23
septembre 2001 Institut de Géographie, Université de
Lausanne.
Lopez-Mujica, M. (2010) « Visiones literarias y
ecocríticas de la montaña suiza » en Realidad y simbología de la
montaña. Alcala de Henares : Institut Franklin, Coll. CLYMA nº 1.
Maggetti, D. « La excepción suiza »
Revista Historia y Política número 01, Enero/Junio 1999. Centro de Estudios
Políticos y Constitucionales. Traducción de Carmen López Alonso. URL : http://recyt.fecyt.es/index.php/Hyp/article/view/44947/26482
[consultada el 19 de julio de 2016]
Marchal, Guy P. « La naissance du mythe du
St-Gothard ou la longue découverte de l’homo alpinus et de l’Helvetia mater
fluviorum ». In: Jean-François Berger & Sandro Guzza. La découverte
des Alpes. Itinera 12 (Bâle 1992).
Ramuz, C.F., (1967) Les circonstances de la vie
in Œuvres Complétes. Lausanne : Ed. Rencontre. T. II.
--, (1968) Journal in Œuvres Complètes.
Lausanne : Ed. Rencontre. T. XX.
Rilke, R-M., (1989) Lettres à un jeune poète. Paris : Le livre de
poche nº 8712.
Rod, E. (1901) "La montagne suisse", in P. Seippel, éd., La
Suisse au dix-neuvième siècle, t. 3. Lausanne, F. Pavot : 397-424.
--, (1997) Là-haut, Lausanne, L'Age d'homme,
«Poche suisse».
Rousseau, J.J., (2002) Julie ou La Nouvelle Héloïse. Paris :
Gallimard. Coll. Livre de Poche.
Schaller, M-L., (1982) La Suisse-Arcadie au cœur de l’Europe. Vevey :
Nestlé S.A.
Stvan, J. (éd.), Les Alpes apprivoisées, impact des infrastructures
techniques sur l'environnement alpin suisse Institut Ecoplan et SGI,
Genève, 1991, 338p.
Walter, F. « La montagne des Suisses. Invention et usage d'une représentation
paysagère (XVIIIe-XXe siècle) ». In: Études rurales, n°121-124, 1991. De
l'agricole au paysage. pp. 91-107
[1] In Coquoz
Louis, Histoire et description de Salvan - Fins-Hauts avec petite notice sur
Trient, Editions Pache, Lausanne, 1899, p. 184.
[2] Entre ellos destacamos al pintor Auguste Baud-Bovy
(1848-1899), al escritor Johann Jakob Scheuchzer (1672-1733), al médico y
naturalista Albrecht von Haller (1708-1777), al filósofo Jean Jacques Rousseau
(1712-1778) y al poeta Friedrich Schiller (1759-1805).
[3] "Arcadia": una región de la Antigua
Grecia situada en el centro del Peloponeso. Sus habitantes, casi completamente
aislados del resto del mundo, llevaban una vida sencilla y pastoral. Toda la
región ofrecía una gran simplicidad rural y felicidad. El término Arcadia se
emplea para referirse a un lugar fantástico y paradisiaco.
[4] La identidad
suiza no viene directamente de los propios suizos sino de la imagen que los
demás tenemos de ellos. En Europa circulaba el concepto de un pueblo suizo en
un estado natural, sano y feliz. Los suizos adoptaron esta idea y la hicieron
suya.
[5] Las imágenes de Épinal fueron estampas de temática
popular y vivos colores que se produjeron en Francia durante el siglo XIX. Su
nombre deriva de la primera empresa que las lanzó, "Imagerie
d'Épinal". Ésta había sido fundada en 1796 por Jean-Charles
Pellerin, un nativo de la ciudad francesa de Epinal.
[6] El « Réduit
national » o « Réduit » es un término utilizado en Suiza para designar la línea
de fortificaciones en los Alpes, desde la cordillera del Jura hasta el Lago de
Constanza.
[7] Ver la Histoire de l’environnement européen, de François Walter et
Robert Delort, (2001), Paris, Presses Universitaires de France (collection Le
nœud gordien).
[8] Cf. La Suisse
au XIXè siècle, TIII, La Montagne Suisse, par E. Rod.
[9] Bernard Crettaz, nacido el 29 de
mayo de 1938 en Vissoie, en el Val d'Anniviers, en el canton del Valais, es un
sociólogo y etnólogo suizo.
[10] El circo montañoso de Verbier
estuvo esencialmente ocupado hasta los años 1930 por pastos y chalets. Con la
moda del esquí en los años 1950, la urbanización en la «cuenca» de Verbier
comienza a desarrollarse a un ritmo frenético hasta alcanzar una capacidad de
alojamiento de unas 25000 camas en la actualidad. Las pernoctaciones anuales
rozan el millón.
Esta comunicación
forma parte del Proyecto Acis&Galatea “Actividades de Investigación en
Mitocrítica Cultural” (www.acisgalatea.com), ref. S2015/HUM-3362, cofinanciado
por la Comunidad Autónoma de Madrid y el Fondo Social Europeo. Presentada en el Congreso Internacional de Mitocrítica "Mitos y emociones". Universidad Complutense de Madrid. 25 de octubre de 2016.
No hay comentarios:
Publicar un comentario