martes, 30 de abril de 2013

CORINNA BILLE: DE LA NATURALEZA A LA OBRA LITERARIA

 

L’artiste doit être l’humble traducteur de la Nature pour ceux qui ne la peuvent comprendre (Ramuz Journal, 76).

 

Para comprender la Naturaleza debemos primero observarla. Observarla con paciencia, con detenimiento, dejándose llevar por ella, adaptándose a su ritmo, a sus movimientos e incluso a sus caprichos para después interiorizarla. Sólo de esta manera nos sentimos parte de ella, solo así podemos respetarla y cuidarla. Porque cuando respetamos y cuidamos la Naturaleza, nos estamos respetando y cuidando a nosotros mismos. El hombre comienza a darse cuenta de que forma parte de un sistema en el cual la Naturaleza marca el curso. Si nos alejamos de este sistema, de este engranaje, romperemos el equilibrio y nos veremos condenados a un futuro muy incierto.

Corinna Bille (1912-1979) forma parte de estos escritores comprometidos con el medio natural. Hija de un artista pintor y vidriero, Edmond Bille, y de una campesina Catherine Tapparel de Corin (región del Valais), aprendió desde muy joven a convivir en plena armonía con su entorno y a formar parte de este. Fue siempre una niña despierta y muy curiosa, que tenía por costumbre bañarse en los estanques de Finges, explorar el interior de los bosques o recorrer incansablemente la enorme huerta y los viñedos que rodeaban el hogar familiar, un castillo barroco construido por su padre en Sierre, llamado Le Paradou. Sensible y muy imaginativa, Corinna supo desde muy temprana edad que su mundo sería la literatura. De las experiencias y emociones recogidas a lo largo de su extraordinaria infancia surgirán años más tarde muchos de los relatos cortos y cuentos de la que llegará un día a convertirse en la escritora más reconocida de la suiza francófona.

Junto con los sueños, la naturaleza es una de sus fuentes de inspiración: “quand je commençais à écrire, à l’âge de quinze ans, ce fut elle, la nature, mon premier personnage” (1992: 461). Desde muy joven se siente atraída por las flores, los árboles, la hierba y las piedras que aprende a conocer con gran precisión. Sola o acompañada por sus hermanos y amigos, deambula por el bosque, su reino más apreciado, pasea por las orillas de un Ródano todavía libre de presas y de embalses, escala acantilados, o se lanza a la dura subida de alguna montaña, cuatro o cinco horas de excursión, por ejemplo, de Sierre a Chandolin para asistir a las fiestas. Estas actividades se alternan con la escritura, la lectura y las largas veladas en las que habla de literatura a su hermano René-Pierre. Durante diez años – desde 1928, momento en el que descubre su vocación de escritora – su obra, escrita en cuadernos bien organizados, en libretas donde anota sus sueños, en manuscritos cuidadosamente encuadernados, toma forma. Sin embargo es todavía una auténtica desconocida en su propio país. Cuando se publica su primer libro, Printemps, en 1939, Corinna tiene veintisiete años. Se trata de un pequeño libro de poemas de veinticuatro páginas que Les Editions Des Nouveaux Cahiers presentará en su colección “Les Feuilles Romands”. Corinna no cesará de escribir poesía además de sus relatos, cuentos y novelas. Pero habrá que esperar hasta 1961 para ver de nuevo, una nueva publicación de poemas, Le Pays sécret.

Comienza a escribir su primera novela, Théoda, en Chadolin, mientras se recupera de una pleuresía, agravada más tarde por un principio de tuberculosis. Su deseo por sumergirse en el paisaje es tal que se aficiona a bañarse en pleno invierno en las heladas aguas del río Ródano. Son tres años de convalecencia y sufrimiento silencioso, pero de una intensa creación. Théoda es la historia de un crimen pasional ocurrido en el Valais unas generaciones atrás. La obra verá la luz en 1943 y será bien acogida por la crítica literaria suiza de expresión francesa. Sin embargo, tras este pequeño éxito los años pasan y nadie más parece interesarse por sus escritos. Los inéditos de Corinna se van acumulando y constituyen por sí solos una biblioteca. Habrá que esperar hasta 1951 para ver una nueva publicación suya. Esta vez son cuatro novelas cortas ilustradas por Edmond Bille y que aparecerán bajo el título de Le Grand Tourment. Pero no es un verdadero libro ya que no llega a difundirse en las librerías. Será una editorial de Lausanne, les Éditions Rencontre la que por fin se decide a dar salida a una de sus novelas en 1952, Le Sabot de Venus. Lausanne se convierte así en su capital literaria. Al año siguiente, Albert Mermoud crea una colección de bolsillo, la Petite Ourse, en la que Corinna estará presente con Douleurs Paysannes, un libro de novelas cortas acogido con mucha admiración tanto por la crítica como por el público que descubre en Corinna a la que llegará a ser una de las mejores escritoras europeas de este género.

Como podemos observar sus inicios editoriales resultan difíciles. Sus obras son publicadas de forma muy esporádica dentro de un mercado editorial en el que los escritores suizos de expresión francesa parecían tener escasas posibilidades. En 1955 publica L’Enfant Aveugle, otro libro de cuentos y relatos cortos para las recientes y efímeras ediciones “Aux Miroirs Partagés”. Le seguirá en 1958 À pied, du Rhône à la Maggia, el relato de un viaje a los Alpes realizado junto a su marido y su hijo. Durante esta etapa, Corinna se siente literariamente abandonada, relegada a una lista menor de autores regionales. En 1961 aparecen los poemas Le Pays secret en Sierre, anteriormente mencionados, y al año siguiente participará en las memorias de su padre, Jeunesse d’un Peintre. Su obra no parece despegar: las Ediciones Rencontre aceptan reagrupar en un libro titulado L’Inconnue du Haut-Rhône (1963), seis piezas de teatro, género hasta la fecha ignorado en la producción de esta autora, pero ningún grupo de teatro las representará.

Cuatro años tienen que transcurrir de nuevo para que una nueva publicación de Corinna Bille salga a la luz. En 1967, Payot acepta siete de sus novelas cortas. Nace así Entre Hiver et Printemps, pequeño éxito para una autora que posee cantidad de obras inéditas para ofrecer. Entre ellas, una de sus más bellas obras, La Fraise Noire, manuscrito que dormita escondido durante mucho tiempo en alguna de sus estanterías. Corinna tiene que tirar de ingenio para que La Guilde du Livre consienta su publicación, decisión que no lamentarán. El libro obtiene un éxito de ventas considerable durante el verano de 1968 y así, con cincuenta y seis años de edad, después de un aislamiento que le ha parecido interminable y bajo la amenaza de una reputación local que falseaba el sentido de su obra, se la reconoce al fin como a uno de los escritores más importantes de la suiza francófona. Comienza a partir de entonces una década llena de éxitos, publicaciones, viajes y reconocimientos.

Gracias a su hijo mayor Blaise, descubre África, en 1970. La fascinación por este continente de naturaleza salvaje e indómita es inmediata. Durante sus estancias, Corinna observa el medio natural, lee a los autores africanos, escucha fascinada las historias autóctonas que le cuentan y, sobre todo, escribe, toma nota de todo con el objetivo de publicar un libro sobre cuentos africanos. Se siente en perfecta comunión con la selva virgen, que poco a poco se incorpora a sus sueños, con las  inmensas praderas, con la pureza del aire y la amabilidad característica de las gentes del lugar. Esta sucesión de viajes lejanos coincidirá además con un periodo de máxima fecundidad literaria. En 1971, la Guilde du Livre publicará otra de sus obras, Juliette éternelle. En 1973 aparece Cent petites Histoires cruelles. En 1974 le otorgan el Premio Schiller por el conjunto de su obra y La Demoiselle sauvage ganará el Prix Goncourt de la novela corta en 1975. Corinna recibe, justo al final de su vida, el reconocimiento tan ansiado fuera de las fronteras helvéticas.

El último país que descubrirá en viaje oficial será Rusia, en 1975. Con la visita a este país se cumplirá otro de sus sueños y Les invités de Moscou (1977) será el resultado de dicha estancia. Los libros ahora se suceden: Salon Ovale (1976), La maison musique (1977), Cent petites histoires d’amour (1978), La montagne déserte (1978), Deux passions (1979). El manuscrito de su última obra Bal doublé se publicará en 1980. Corinna Bille no llegará a verlo. Muere el 24 de octubre de 1979, dejando tras de sí, un sinfín de manuscritos que su marido Maurice Chappaz se encargará de ir publicando hasta el final de sus días.

Pero volvamos al epígrafe de esta comunicación:L’artiste doit être l’humble traducteur de la Nature pour ceux qui ne la peuvent comprendre” (2005: 76). Corinna conoció personalmente a Ramuz. Colaboró como guionista en la película Ratp (Dimitri Kirsanoff, 1934), basada en la obra “La séparation des races” (1923), en la que Ramuz participa como figurante. Fue siempre una gran lectora y admiradora de su obra. Ambos compartirán ese amor profundo por la tierra del Valais. Los paisajes aún vírgenes de este cantón, a principios del siglo XX, inspirarán a ambos autores y serán el marco en el que se desarrollarán sus relatos y sus personajes. Dar a conocer, a través de sus cuentos, relatos o novelas, la naturaleza de su pays, describiéndola con gran precisión, no es solo una muestra del profundo respeto que la autora siente por su tierra, sino también una forma de dar voz a los seres que en ella habitan. Entre los seres animados que desfilan en sus relatos se encuentran los árboles, los viñedos, las flores y los animales. Ya hemos mencionado anteriormente la relación tan especial que existe entre Corinna y el bosque. En su primera novela publicada, Theoda, aparecen ya algunas imágenes del bosque. Imágenes casi siempre positivas, pero también algunos miedos y preocupaciones respecto a las talas intensivas y sus regularizaciones: “[…] cette forêt saccagée par les bûcherons qui s’étaient mis à couper, à tort et à travers, un si grand nombre d’arbres, que la commune avait dû inventer des lois pour la sauvegarder” (1978: 121). El bosque del Valais está compuesto mayoritariamente de pinos, de alerces y de coníferas de montaña, que pueden alcanzar los 20 o 30 metros de altura. Es un pequeño paraíso repleto de vida, espacio de inspiración para la escritora. Un lugar acogedor, secreto, íntimo, pero también sagrado, que a través de los sentidos le transporta hacia su interior, hacia lo más profundo de su ser: “Je respirais avec joie une odeur d’entrailles forestière. La forêt de pins est un sacrement, pensais-je, je communie avec la forêt” (1974: 145). En efecto, el carácter sagrado del bosque es un espacio común de la mitología y la literatura. Sin embargo, la unión que experimenta la autora con el bosque no es una unión divina. Como nos explica Marike de Courten “la sacralité […] reflétée par les textes de Corinna Bille n’a rien de pieux; la forêt n’est pas l’habitacle privilégié du Dieu des chrétiens, ni le révélateur par excellence d’un panthéisme romantique; la forêt se célèbre elle-même… la communion se fait avec la forêt” (1989: 95). El bosque en general y el árbol en particular penetran en ella a través del tacto, de la vista, del oído, del olfato y hasta del gusto: “[…] nos baisers ce jour-là, eurent un goût acide d’humus” (1968: 32). La piel, los ojos, los oídos, las fosas nasales y la lengua, son todos ellos puertas por las que el cuerpo se nutre de cuanto le rodea. En Théoda, la narradora Marceline, establece contacto con un peral que ha sido alcanzado por un rayo. A través de la herida dejada en su tronco cree “pénétrer dans la poitrine de l’arbre et toucher son cœur” (1978: 110). Otras veces es el olor del bosque el que penetra de forma tan intensa en sus personajes que parece paralizarlos. Así, en “La jeune fille sur un cheval blanc”, el olor del bosque “la prenait  soudain à la gorge, cernait son corps, et l’engourdissait” (1974: ). Corinna posee un oído sensible al ritmo de la naturaleza y se muestra atenta a ese lenguaje mudo de las plantas: “Les fleurs des arbres fruitiers, on les entendait s’ouvrir avec ce bruit léger du grésil” (1980a: 68). También sus personajes poseen dicha capacidad: “Il n’entendait que le bruit des herbes, la déchirure des feuilles” (1978b: 21). Como se puede apreciar, Corinna se relaciona con cada uno de los aspectos del entorno sensible del bosque. Siente una necesidad innata por aquello que es diferente. Es su manera de construirse como persona, ya que como dice David Abram “sólo somos humanos en la medida de nuestro contacto y convivencia con lo que no lo es” (1999:9).
La visión que Corinna Bille nos da del árbol es antropomórfica: no solo posee un corazón que late, también ojos que ven “Les arbres que la foudre épargne m’illuminent de leurs yeux verts” (1980a: 66) e incluso voz propia “La voix des arbres est la seule qui parle…” (1961: 29). Y lo más sorprendente, les dota también de un alma:

Leur faite est d’un vert plus clair et plus doré,

Là se tient leur âme.

Comme  dans la tête de l’homme

L’intelligence (1961 : 114)

De ahí que sus personajes los consideren seres semejantes a ellos:

Emerentia ne donnait aucun ordre aux arbres, mais il est vrai qu’elle les considérait comme des personnes vivantes. Leurs rameaux, pour elles, étaient des bras ; leurs trous creusés par les oiseaux, des yeux, des bouches ; et le vent dans leurs ramures, des voix. Et quand elle passait près d’eux, s’enfilait entre eux, elle était irrésistiblement saisie, retenue par ces êtres qu’elle devinait inoffensifs et qui l’aimaient (1979: 32).

Emerentia, la pequeña acusada de brujería, es perseguida porque ama y adora a los animales salvajes y a los árboles. Sólo ella es capaz de hacer que la cosas parezcan verdaderas, por eso cuando habla “la mère limon, les bêtes, les arbres, les plantes ont une chair et une âme parentes à la sienne” (1979: 25). El limo, símbolo de fertilidad; el bosque, espacio materno cargado de ternura; el Ródano, personaje repleto de vida cuyos colores, matices y crecidas marcan cada una de las estaciones en el Valais; estos elementos naturales impactan con gran fuerza en el lector, que es capaz de apreciar cierta sensualidad primitiva, esa que ignora el Bien y el Mal; porque Emerentia, que comunica con el oso y con la víbora, “est faite de la même invariable texture que la nature” (1979: 28). El bosque, a su vez, se confunde también con la “demoiselle sauvage”: “Je deviens la forêt. Mes bras sont ses branches, ma peau son écorce”; un bosque repleto de términos nuevos que el lector agradece descifrar – “les arolles” (pino de media montaña), “les fétuques” (planta forrajera), “les ombelles” (flores de montaña), “la parnassie” (flor blanca)- porque poco acostumbrado a ellos se deja llevar, se pierde por esa arboleda de palabras. El bosque representa el punto de partida y el punto de mira de la escritora, su paraíso extraño. La “demoiselle sauvage” ofrece todo su cuerpo al bosque, con el mismo ardor con el que Corinna se entrega a la escritura, sin miedos, sin tapujos, sin ningún pudor. Necesita la Naturaleza y la escritura para vivir cotidianamente, para encontrar ese espacio de armonía, de equilibrio, de libertad y de identidad.

 

Corinna sabe conciliar el amor de la tierra y la sensibilidad de las palabras. En una de sus obras más exquisitas “Vignes pour un miroir” escribe este delicado poema:

Elle avait tellement aimé

La terre

Qu’elle ne put toute entière s’en aller

 

Ses cheveux s’éployèrent en vrilles

Et sous les pampres

Ses yeux encore nous regardent (1995 : 17)

El apego que siente la protagonista de este poema por su tierra y por esos campos de viñedos parece tan inmenso que su cuerpo se resiste a abandonarlo. Así, tras el último suspiro, una parte de ella se reencarna en viña, pasando a formar parte del mundo vegetal. Son lo que De Courten denomina “metamorfosis parciales” (1989: 115). El mundo del viñedo y su ritmo, marcado por las estaciones, en las terrazas del Valais o de Lavaux, se encuentra diseminado en casi todas sus obras. Es un mundo que conoce a la perfección, con el que ha convivido desde su más tierna infancia. La residencia de la familia Bille, Le Paradou, se encuentra rodeado de viñedos. Recordemos además que la escritora contrae matrimonio en segundas nupcias con el poeta y escritor Maurice Chappaz en 1947, como ella de origen valaisan, apasionado además por la viticultura. Los Chappaz vivieron durante varios años en Fully, donde Maurice dirigió los viñedos de su tío Maurice Troillet, por entonces, Consejero de Estado, creando un pequeño comercio de vinos que, en la actualidad, todavía permanece activo. Años más tarde, la familia Chappaz construirá una casa en Veyras, en cuyos terrenos se dejan ver las hileras de vides que remontan en dirección de Muzot. En este terreno que dominaba perfectamente el esposo, Corinna Bille realiza también su contribución escrita – en una serie de artículos sobre “Les travaux de la vigne” publicados en la revista L’Abeille; en textos, como por ejemplo, “Vendanges” en Douleurs Paysannes (1953) o “Les raisins de verre” en Cent petites histoires cruelles (1973). Siempre supo hablar del duro trabajo de los viticultores curvados entre las cepas, como en Théoda: 

Devant ces terres toujours penchées, offertes au soleil, au gel au vent, et dont les ceps noirs et tordus, des arbustes maudits, semblaient si pauvres, incapables de produire, il me venait une grande pitié pour tous ces hommes qui s’acharnaient sur elles (1944 : 27)

La joven narradora Marceline, se da cuenta de que lo esencial está en la naturaleza que le rodea: “Nous devinions alors que le monde était fait de terre, de pierre, de feu, et non de mots et des chiffres ainsi que nous l’enseignait… Et quand nous saisissions notre porte-plume de la main droite et appuyions de la main gauche sur notre cahier pour bien l’aplatir, ce n’étaient plus des objets usuels que nous touchions, mais des morceaux de printemps, le soleil leur ayant donné vie et chaleur” (1944: 24). Tanto Emerentia como Théoda, nos cuentan la historia de dos seres femeninos en contacto directo con una naturaleza que les habla y les habita. Gracias a ella encuentran la ansiada libertad que los humanos no quieren concederles. Théoda busca la felicidad en los bosques, cómplices de sus encuentros amorosos con su amante Remy, mientras Emerentia halla refugio en las orillas de un Ródano salvaje e impetuoso. La intriga de ambos relatos se sitúa en un ambiente puramente de montaña, que no es otro que el de su Valais natal, a pesar de que raras veces aparece mencionado. Sin embargo, el río Ródano representará siempre el corazón de ese país secreto, de esa tierra que les ayuda a encontrar su propia identidad.

 

J’ai une véritable passion pour la forêt, je suis amoureuse de la forêt, comme du fleuve, un amour violent, absurde – parce qu’enfin qu’est-ce que ça peut leur faire à la forêt, au fleuve mon amour? Une branche de saule agitée par le courant, un pin immobile sur le ciel, me mettent dans un état proche de l’extase, et je comprends qu’autrefois les gens adoraient les arbres, mais ils adoraient tout, le soleil, les pierres. Peut-être  réagissaient- ils simplement comme moi. Ils devaient éprouver ce bien-être infini, cette amitié, tout ce que je ressens dans le bois ou au bord du Rhône (1968 : 115).

 

 

Conclusión

 

Una lectura superficial de la obra de Corinna Bille podría resultar engañosa: no corramos el riesgo de clasificar a esta escritora como una autora regionalista y englobar su obra bajo la etiqueta de “literatura regional”. Su modernidad escapa al lector poco observador. Corinna, ciertamente, describe en sus relatos el campo, los chalets de la alta montaña, los pastos; sin embargo, lo lleva a cabo con tal minuciosidad que realza el terroir al nivel de lo universal. Muestra del Valais su lado más oscuro y primitivo, desvelando la aspereza y la violencia de las relaciones humanas. Es un mundo extraño, sensible, sensual, pero también cruel, en el que transcurren historias universales de hombres y de mujeres; donde la magia de la naturaleza se encuentra omnipresente. Siente una gran fascinación por la pasión absoluta, por el misterio de ciertos comportamientos humanos. Los personajes que habitan sus relatos no son gentes ordinarias, son seres poco convencionales, casi siempre marginales. A ella le gustaba recordar esa inclinación extraña que tenía por sus personajes: “Mes personnages préférés sont les ivrognes, les criminels et les fous”. Le complace sumergirse en las almas y en los cuerpos de esos seres frágiles que no encuentran su lugar en una sociedad, a veces, demasiado cartesiana. Personajes solitarios, sí, pero que no están solos, ya que forman parte de los elementos, de la tierra, de las nubes y de las aguas indómitas del Ródano

 

Es indudable que ama a su país por encima de todo, pero ese amor confeso que siente por la tierra que la vio nacer, se convierte a través de sus relatos en la memoria de un espacio y de un tiempo amenazado. La singular situación en la que nació le permitió vivir en una naturaleza todavía virgen, un pequeño paraíso protegido, aunque no por mucho tiempo. Por eso, cuando la ocasión se presenta, la comprometida Corinna, no duda en defender junto a su marido esos espacios todavía intactos, -como el bosque de Finges. Se implica con gran fuerza y convicción, en una época en la que la ecología ni siquiera era un tema de moda.  

 

La obra de Corinna Bille tendrá, sin lugar a dudas, un bello futuro. Porque aunque nuestra tierra cambia con el transcurrir del tiempo, siempre será madre nodriza y generosa para el ser humano. Y algún día, no muy lejano, nos gustará recordar cómo era, siglos atrás, la vida de aquellos seres que nos precedieron. En esta época en la que vivimos, más propicia a los saqueos y a la destrucción de los recursos naturales, al olvido de nuestro pasado, la obra de Corinna Bille será ese punto de referencia, ese lugar al que nos gustará regresar para deleitarnos con las historias de antaño.

 

 

 

Bibliografía consultada

 

ABRAM, David (1999) La magia de los sentidos. Barcelona: Ed. Kairos.

BILLE, Corinna (1939) Printemps, La Chaux-de-Fonds: Aux Ed. des Nouveaux Cahiers.

----- (1944), Théoda. Albeuve: Ed. Castella, 1978. 

----- (1951), Le grand tourment. Quatre Nouvelles Valaisannes. Lausanne: Ed. des Terreaux.

----- (1952) Le Sabot de Vénus. Albeuve: Ed. Castella, 1982.

----- (1953) Douleurs Paysannes. Lausanne: La petite ourse.

----- (1955) L’enfant aveugle. Lausanne: Aux Miroirs Partagés.

----- (1958) À pied, du Rhône à la Maggia. Lausanne: La Joie de Lire, 1999.

----- (1961) Le pays secret. Poèmes et comptines. Sierre: Ed. Treize Etoiles.

----- (1962) Jeunesse d’un peintre (1878-1902).  Martigny: Imprimerie Pillet.

----- (1963) L’Inconnue du Haut-Rhône. Paris: Ed. Rencontre.

----- (1967) Entre hiver et printemps. Nouvelles. Lausanne: Payot.

----- (1968) La Fraise Noire. Lausanne: La Guilde du Livre.

----- (1971) Juliette Éternelle. Lausanne: La Guilde du Livre.

----- (1973) Cent petites histoires cruelles. Lausanne: Bertil Galland.

----- (1974) La demoiselle sauvage. Vevey: Bertil Galland.

----- (1976) Salon Ovale, nouvelles et contes fantastiques. Vevey: Bertil Galland.

----- (1977) La maison musique, contes pour enfants. Lausanne: Ex-Libris.

----- (1977) Les invités de Moscou. Vevey: Bertil Galland.

----- (1978a) Cent petites histoires d’amour. Vevey: Bertil Galland.

----- (1978b) La montagne déserte, poèmes. Genève: Eliane Vernay.

----- (1979) Deux Passions. Vevey: Bertil Galland.

----- (1980a) Soleil de la Nuit. Genève : Eliane Vernay.

----- (1980b) Le bal double. Paris : Gallimard.

----- (1985) Vignes pour un miroir. Lausanne : Ed. Empreintes, 1997.

----- (1992) Le Vrai conte de ma vie. Lausanne: Ed. Empreintes.

Cippe à Corinna Bille. Un recueil d’hommages. Dirigé par Patrick Amstutz. Bienne: ACEL, 2012.

DE COURTEN, Marike (1989), L’imaginaire dans l’œuvre de Corinna Bille. Neuchâtel : Editions de la Baconnière.

FAVRE, Gilberte (1981), Le vrai conte de sa vie. Vevey: Bertil Galland.

METTAN, Pierre-François. Théoda de S. Corinna Bille, Bienne: ACEL, 2012.

RAMUZ, C.F.  Journal, notes et brouillons. Tome 1 1895-1903. Oeuvres Complètes I, Genève: Ed. Slatkine, 2005.

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