El lobo podrá, tal vez, ser erradicado
de su ambiente natural por el hombre,
pero a éste le resultará mucho más difícil
desterrarlo del mundo de la imaginación.
(R. Grande del Brío)
Resumen
La figura del lobo, en la que se aúnan realidad y mito,
siempre ha ejercido una enorme fascinación sobre el ser humano. En el
imaginario occidental, es el animal más feroz por excelencia. Temido en toda la
Antigüedad y en la Edad Media, el lobo retorna a los tiempos modernos reencarnándose
periódicamente en la figura del licántropo, el comúnmente más conocido hombre
lobo. Durante el siglo XX ha sido un símbolo infantil de pánico, de miedo, de
amenaza e incluso de castigo; pero en la actualidad ha resurgido a través de la
figura de “la mujer salvaje”. Vamos a realizar hoy aquí un breve recorrido de su
faceta más mítica, a través de tres obras ecofeministas que han recuperado en
pleno siglo XXI sus mitos, para finalizar presentando algunas de las leyendas
más conocidas que se han forjado en nuestra región sobre este animal.
El mito del lobo ha estado a lo largo de la historia repleto
de contradicciones. La mayor parte de las veces dotado de connotaciones
negativas: se le asocia a las tinieblas, a la muerte, a los mismísimos
infiernos, así como al descenso hacia la oscuridad iniciática, al pecado, al
engaño, a la violencia; a la voracidad (lobo) y a la concupiscencia (loba).
Gilbert Durand señala incluso la existencia de una convergencia entre la mordedura
del cánido y el temor al tiempo devorador, Cronos, devorando al tiempo humano,
y los astros que éste emplea para medirlo (Durand 2016: 69).
Otras veces se le asocia con un símbolo de luz -como en
la mitología celta-, un símbolo celeste, asociado a divinidades solares como
Apolo. El aspecto luminoso del lobo es el que le conduce no solo a los muertos,
sino a las almas de los vivientes, por el camino más adecuado para evitar que
se extravíe, o bien haciéndoles superar diversas pruebas, actuando como guía y
guardián de los misterios que entraña la oscuridad en la que ve. Símbolo del
valor (Cirlot 1992:279) entre los egipcios y los romanos. Aparece también como
guardián en gran número de monumentos y en numerosos mitos fundacionales de
ciudades, dinastía y clanes. Entre los más conocidos, el origen de la ciudad de
Roma donde la famosa loba Luperca, como símbolo de buena voluntad, se ofrece a
amamantar a los hermanos Rómulo y Remo cuando ambos son arrojados a las aguas
del río Tíber por el rey Amulio. Los niños, hijos del dios Marte y de Rhea
Sílvia, una virgen vestal, serán los futuros fundadores de esta ciudad. La loba
amamantadora, nodriza, representa a su vez la fecundidad. En algún momento se
supuso que fue una prostituta por la forma despectiva latina de llamar a esas
mujeres en aquel entonces. También se le asocia con el dios Marte, el dios de
la guerra. Es un guerrero enfurecido cuya aparición en la batalla se
consideraba señal de una futura victoria. Como podemos apreciar, los
significados del mito del lobo han sido siempre muy numerosos. Estos son solo
algunos de los más conocidos.
En la actualidad el regreso de este mito se encuentra muy presente en la literatura
femenina a través de la figura de la Mujer Salvaje[1]. La
lucha por los derechos de la Tierra y por la defensa del medio ambiente siempre
ha sido una de las más emblemáticas de las luchas feministas del siglo XXI. El
ecofeminismo fusiona la defensa de los derechos de las mujeres con los
ambientales y de las especies animales y ecosistemas amenazados. Por citar tres
estupendas obras ecofeministas que recomiendo encarecidamente leer “Mujeres que
corren con lobos” de Clarissa Pinkola Estés, “Variations sauvages” de Hélène
Grimaud y más cercana quizá en el tiempo y en el espacio “Beatriz y la loba” de
Concha López Llamas. En todas ellas podemos ver una comparativa entre el
hostigamiento que sufre tanto la mujer como el lobo por parte del
hombre-patriarca.
Los lobos sanos y las mujeres sanas comparten ciertas características
psíquicas: una aguda percepción, un espíritu lúdico y una elevada capacidad de
afecto. Los lobos y las mujeres son sociables e inquisitivos por naturaleza y
están dotados de una gran fuerza y resistencia. Son también extremadamente
intuitivos y se preocupan con fervor por sus vástagos, sus parejas y su manada.
Son expertos en el arte de adaptarse a las circunstancias siempre cambiantes y
son fieramente leales y valientes.
Y, sin embargo, ambos han sido perseguidos, hostigados y falsamente
acusados de ser voraces, taimados y demasiado agresivos y de valer menos que
sus detractores. Han sido el blanco de
aquellos que no sólo quisieran limpiar la selva sino también el territorio
salvaje de la psique, sofocando lo instintivo hasta el punto de no dejar ni
rastro de él. La depredación que ejercen sobre los lobos y las mujeres aquellos
que no los comprenden es sorprendentemente similar. Por consiguiente, fue ahí,
en el estudio de los lobos, donde por primera vez cristalizó en mí el concepto
del arquetipo de la Mujer Salvaje (Clarissa Pinkola Estés Mujeres que corren
con los lobos: 10)
En este primer libro, la mujer, la entidad de la mujer, recupera la matriz
del conocimiento y significado, su propia naturaleza. La obra fue presentada
como una prueba fehaciente de esta poderosa naturaleza femenina cuya
reconquista, la reintegración en sí, en cada una de las mujeres, sería al mismo
tiempo, la curación precisa y necesaria para la toda la humanidad. La mujer
salvaje es un ser intuitivo, apasionado, indómito, es, sobre todo, una fuerza
que regala a las mujeres la certeza de estar haciendo lo correcto, sea esto lo
que fuere, cuando se dejan guiar por ella. Es por lo tanto una fuerza peligrosa
para el statu quo, porque, cuando una mujer huele esa fuerza dentro de
sí, es capaz de todo: de abandonar un matrimonio, de dejar un trabajo, de irse
repentinamente de viaje, de pedir a gritos que la dejen sola, de quebrantar, si
es preciso, una o todas las normas que le enseñaron. Es esa loba que
lucha ferozmente por lo que merece vivir, y que suelta aquello que debe morir.
Son las mujeres que corren con lobos, como
dice Clarisa Pinkola donde reivindica la naturaleza salvaje de las mujeres como
una forma de empoderamiento en una civilización que cosifica, objetualiza y
ofrece a las mujeres un canon de belleza y de vida que nos convierte en pasivas
(y compulsivas) consumidoras de ropa, de tratamientos de belleza y de estilos
de vida.
Con una difusión mucho más modesta, pero muy parecida a la narrativa que
acabamos de comentar, igual de salvaje, de creativa, de rebelde, de femenina, es
la obra de la pianista Hélène Grimaud, titulada “Variations sauvages” y que nos
cuenta la trayectoria de una singular artista cuya vida se transformó a raíz
del encuentro con una loba llamada “Alawa”. Se trata de una autobiografía increíble,
que se puede leer sin a priori, para descubrir este fantástico mundo de músicos,
sus demandas, sus dudas, su inmensa soledad, sería suficiente para satisfacer nuestra
curiosidad, sin contar la pasión que siente Hélène Grimaud por la supervivencia
de los lobos cuya causa ha hecho suya, sólo por eso vale la pena hacer su
lectura. Hélène Grimaud es una mujer muy bella, una virtuosa pianista, que ama a
los lobos y los lobos la aman a ella, y como ellos es libre, salvaje, insumisa,
hermosa y magnética. No parece una persona ordinaria, es una mujer que también corre
con los lobos, impregnada por la música, los grandes espacios, y cuyo único
propósito, como ella misma nos cuenta, es “proteger a los lobos y defender su
causa” (263), porque gracias a ellos ha encontrado el equilibrio: “finalmente
decidí no convertirme en esclava del piano. Me asalvajé” (263). Para Hélène
Grimaud, los lobos y las mujeres comparten una misma violencia depredadora que
se ejerce contra ellos, nacida del mismo malentendido. Lobos y mujeres han sido
castigados a lo largo de la historia por esa relación primitiva, salvaje,
esencial que mantienen con la naturaleza.
Esta violencia de género y de especie, que algunos machos de Homo sapiens
infringen a sus hembras y a los cánidos salvajes, se constituye en el hilo que
hilvana la vida de Beatriz y de Oak en la obra de Concha López Llamas. También
para esta autora es imprescindible recuperar lo salvaje, condición que se ha
ido perdiendo por el sedentarismo y por esa forma de organización basada en el
sometimiento o la domesticación. A través de la figura del lobo, o en este caso
de la loba Oak, se recupera lo salvaje para las hembras humanas, subyugadas por
la dominación del macho-patriarca. La autora pretende con esta obra mostrar una
concepción ecológica de la vida donde ningún ser vivo está demás y por ello
debe de ser respetado y no sometido a dominación.
El retorno del mito del lobo no sólo se ha producido literalmente en
algunas obras literarias, sino también físicamente en nuestra región. Ha sido y
sigue siendo uno de los animales más temidos y también uno de los más
fascinantes de nuestra fauna. Seguramente todos los aquí presentes formemos
parte de esa generación que creció con otra visión del lobo gracias a la serie
“El hombre y la Tierra”, serie que convocaba a toda la familia frente al
televisor en cuanto escuchábamos la voz de Félix Rodríguez de la Fuente, su
gran defensor en los años 70. El retorno de esta especie desde hace algunos
años a la sierra madrileña parece haber reavivado cierta cultura popular, una
cultura que lleva acumulándose cientos de años y que nos permite reencontrarnos
con nuestros orígenes, con nuestras tradiciones y con nuestra identidad, pero
también con las falsas creencias y los mitos sobre este animal, amenazando con
ello su supervivencia. En la
Comunidad de Madrid, el famoso tío Garrones disparó y el último lobo se desplomó en el paraje de
los altos de Malagón. Corría el año 1952 y con él, desaparecía no sólo un
animal, sino todo un mito que había llenado de temores las noches invernales
junto al fuego. Son muchas las leyendas que corren en la sierra norte. Se sabe
de la existencia de una fémina lupina que fue descrita por Constancio Bernaldo
de Quirós - un explorador
incansable de la Sierra y escritor madrileño-. Lo encontramos en su obra
titulada “Peñalara” (1904).
Díjonos que aquella mujer, en las noches de invierno, cuando el celo de los
lobos, salía a ellos aullando por entre la sierra. Noches de luna habíasela
visto revolcándose en los prados, a la manera de la fiera (2016: 48).
En dicho texto menciona igualmente la leyenda de Licaon “hallada ha tantos
siglos en el mundo clásico, [y que] repercute
hoy con fuerza creadora en el rincón éste de una sierra castellana…” (2016:49).
Su descubrimiento se habría producido en las zonas occidentales de la Sierra
como el Puerto de Malagón y el Puerto de la Cruz Verde. Son numerosas las
leyendas en torno a la figura del lobo en la Comunidad de Madrid, tanto dentro
de la capital (la leyenda de la calle del lobo, actual calle de Echegaray) como
en sus alrededores (la leyenda del lobo cojo en Collado-Villalba o la de “El
hombre lobo” de Miraflores de la Sierra).
Decía Felix Rodríguez de la Fuente que los lobos aúllan en primer lugar
para comunicarse unos con otros. En segundo lugar, para marcar sus territorios.
En tercer lugar, quizá para expresar la profundísima tristeza del corazón de
una especie que dominó en medio mundo y que está ya al borde de la extinción. Hoy
los peñascales de la sierra de Guadarrama acogen de nuevo los ecos y los aullidos
del lobo. El censo oficial publicado en 2016 nos revela tres manadas en la
sierra norte y 26 ejemplares. Es un deber de la Administración velar por que se
perpetúe en nuestros bosques. El turismo de observación de lobos puede ser un
factor de desarrollo económico que, de paso, contribuiría a la conservación de
la especie[2],
siempre y cuando sea un turismo cuidadoso, ya que el lobo necesita respeto y
hay que anteponer su bienestar a su avistamiento. Que se promueva esta
iniciativa sería una gran idea para que el lobo y su mito siguieran
perpetuándose y no terminasen definitivamente apolillándose en la vitrina del
museo de ciencias naturales o en nuestras bibliotecas nacionales.
BERNALDO de QUIROS, C. (2003) Obras del
Guadarrama. Madrid: Dirección General de Promoción y Disciplina Ambiental.
CIRLOT, J.E. (1992) Diccionario de símbolos.
Barcelona: Editorial Labor.
DURAND, G. (2016) Les structures
anthropologiques de l’imaginaire. Introduction à l’archetypologie génerale.
Paris: Dunod, 12e édition.
GRANDE DEL BRIO, R. (1984) El lobo ibérico.
Biología y mitología. Madrid: Hermann Blume.
GRIMAUD, H. (2003) Variations sauvages.
Paris: Ed. Robert Laffont.
LOPEZ, C. (2014) Beatriz y la loba. Madrid:
Bohodón Ediciones.
PINKOLA ESTÉS, C. (2002) Mujeres que corren
con lobos. Barcelona: Ediciones B, Grupo Z.
[1] El mito de la Mujer Salvaje, esa fuerza-hembra que
habita en todas las mujeres cuando dejan de temerle a su poder.
[2] Este turismo
generó en la zona de Villardeciervos
(Zamora) unos 57.000 euros, frente a los 50.000 de la caza.
Comunicación presentada en el Seminario "Más que animales, mitos". Seminario Acis y Galatea, 28 de abril de 2017.
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