domingo, 14 de mayo de 2017

EL RETORNO DEL LOBO: “ECOS” MÍTICOS, FEMINISTAS Y LITERARIOS


El lobo podrá, tal vez, ser erradicado
de su ambiente natural por el hombre,
pero a éste le resultará mucho más difícil
desterrarlo del mundo de la imaginación.
(R. Grande del Brío)



Resumen
La figura del lobo, en la que se aúnan realidad y mito, siempre ha ejercido una enorme fascinación sobre el ser humano. En el imaginario occidental, es el animal más feroz por excelencia. Temido en toda la Antigüedad y en la Edad Media, el lobo retorna a los tiempos modernos reencarnándose periódicamente en la figura del licántropo, el comúnmente más conocido hombre lobo. Durante el siglo XX ha sido un símbolo infantil de pánico, de miedo, de amenaza e incluso de castigo; pero en la actualidad ha resurgido a través de la figura de “la mujer salvaje”. Vamos a realizar hoy aquí un breve recorrido de su faceta más mítica, a través de tres obras ecofeministas que han recuperado en pleno siglo XXI sus mitos, para finalizar presentando algunas de las leyendas más conocidas que se han forjado en nuestra región sobre este animal.

El mito del lobo ha estado a lo largo de la historia repleto de contradicciones. La mayor parte de las veces dotado de connotaciones negativas: se le asocia a las tinieblas, a la muerte, a los mismísimos infiernos, así como al descenso hacia la oscuridad iniciática, al pecado, al engaño, a la violencia; a la voracidad (lobo) y a la concupiscencia (loba). Gilbert Durand señala incluso la existencia de una convergencia entre la mordedura del cánido y el temor al tiempo devorador, Cronos, devorando al tiempo humano, y los astros que éste emplea para medirlo (Durand 2016: 69).

Otras veces se le asocia con un símbolo de luz -como en la mitología celta-, un símbolo celeste, asociado a divinidades solares como Apolo. El aspecto luminoso del lobo es el que le conduce no solo a los muertos, sino a las almas de los vivientes, por el camino más adecuado para evitar que se extravíe, o bien haciéndoles superar diversas pruebas, actuando como guía y guardián de los misterios que entraña la oscuridad en la que ve. Símbolo del valor (Cirlot 1992:279) entre los egipcios y los romanos. Aparece también como guardián en gran número de monumentos y en numerosos mitos fundacionales de ciudades, dinastía y clanes. Entre los más conocidos, el origen de la ciudad de Roma donde la famosa loba Luperca, como símbolo de buena voluntad, se ofrece a amamantar a los hermanos Rómulo y Remo cuando ambos son arrojados a las aguas del río Tíber por el rey Amulio. Los niños, hijos del dios Marte y de Rhea Sílvia, una virgen vestal, serán los futuros fundadores de esta ciudad. La loba amamantadora, nodriza, representa a su vez la fecundidad. En algún momento se supuso que fue una prostituta por la forma despectiva latina de llamar a esas mujeres en aquel entonces. También se le asocia con el dios Marte, el dios de la guerra. Es un guerrero enfurecido cuya aparición en la batalla se consideraba señal de una futura victoria. Como podemos apreciar, los significados del mito del lobo han sido siempre muy numerosos. Estos son solo algunos de los más conocidos.  

En la actualidad el regreso de este mito se encuentra muy presente en la literatura femenina a través de la figura de la Mujer Salvaje[1]. La lucha por los derechos de la Tierra y por la defensa del medio ambiente siempre ha sido una de las más emblemáticas de las luchas feministas del siglo XXI. El ecofeminismo fusiona la defensa de los derechos de las mujeres con los ambientales y de las especies animales y ecosistemas amenazados. Por citar tres estupendas obras ecofeministas que recomiendo encarecidamente leer “Mujeres que corren con lobos” de Clarissa Pinkola Estés, “Variations sauvages” de Hélène Grimaud y más cercana quizá en el tiempo y en el espacio “Beatriz y la loba” de Concha López Llamas. En todas ellas podemos ver una comparativa entre el hostigamiento que sufre tanto la mujer como el lobo por parte del hombre-patriarca.

Los lobos sanos y las mujeres sanas comparten ciertas características psíquicas: una aguda percepción, un espíritu lúdico y una elevada capacidad de afecto. Los lobos y las mujeres son sociables e inquisitivos por naturaleza y están dotados de una gran fuerza y resistencia. Son también extremadamente intuitivos y se preocupan con fervor por sus vástagos, sus parejas y su manada. Son expertos en el arte de adaptarse a las circunstancias siempre cambiantes y son fieramente leales y valientes.
Y, sin embargo, ambos han sido perseguidos, hostigados y falsamente acusados de ser voraces, taimados y demasiado agresivos y de valer menos que sus  detractores. Han sido el blanco de aquellos que no sólo quisieran limpiar la selva sino también el territorio salvaje de la psique, sofocando lo instintivo hasta el punto de no dejar ni rastro de él. La depredación que ejercen sobre los lobos y las mujeres aquellos que no los comprenden es sorprendentemente similar. Por consiguiente, fue ahí, en el estudio de los lobos, donde por primera vez cristalizó en mí el concepto del arquetipo de la Mujer Salvaje (Clarissa Pinkola Estés Mujeres que corren con los lobos: 10)

En este primer libro, la mujer, la entidad de la mujer, recupera la matriz del conocimiento y significado, su propia naturaleza. La obra fue presentada como una prueba fehaciente de esta poderosa naturaleza femenina cuya reconquista, la reintegración en sí, en cada una de las mujeres, sería al mismo tiempo, la curación precisa y necesaria para la toda la humanidad. La mujer salvaje es un ser intuitivo, apasionado, indómito, es, sobre todo, una fuerza que regala a las mujeres la certeza de estar haciendo lo correcto, sea esto lo que fuere, cuando se dejan guiar por ella. Es por lo tanto una fuerza peligrosa para el statu quo, porque, cuando una mujer huele esa fuerza dentro de sí, es capaz de todo: de abandonar un matrimonio, de dejar un trabajo, de irse repentinamente de viaje, de pedir a gritos que la dejen sola, de quebrantar, si es preciso, una o todas las normas que le enseñaron. Es esa loba que lucha ferozmente por lo que merece vivir, y que suelta aquello que debe morir. Son las mujeres que corren con lobos, como dice Clarisa Pinkola donde reivindica la naturaleza salvaje de las mujeres como una forma de empoderamiento en una civilización que cosifica, objetualiza y ofrece a las mujeres un canon de belleza y de vida que nos convierte en pasivas (y compulsivas) consumidoras de ropa, de tratamientos de belleza y de estilos de vida.

Con una difusión mucho más modesta, pero muy parecida a la narrativa que acabamos de comentar, igual de salvaje, de creativa, de rebelde, de femenina, es la obra de la pianista Hélène Grimaud, titulada “Variations sauvages” y que nos cuenta la trayectoria de una singular artista cuya vida se transformó a raíz del encuentro con una loba llamada “Alawa”. Se trata de una autobiografía increíble, que se puede leer sin a priori, para descubrir este fantástico mundo de músicos, sus demandas, sus dudas, su inmensa soledad, sería suficiente para satisfacer nuestra curiosidad, sin contar la pasión que siente Hélène Grimaud por la supervivencia de los lobos cuya causa ha hecho suya, sólo por eso vale la pena hacer su lectura. Hélène Grimaud es una mujer muy bella, una virtuosa pianista, que ama a los lobos y los lobos la aman a ella, y como ellos es libre, salvaje, insumisa, hermosa y magnética. No parece una persona ordinaria, es una mujer que también corre con los lobos, impregnada por la música, los grandes espacios, y cuyo único propósito, como ella misma nos cuenta, es “proteger a los lobos y defender su causa” (263), porque gracias a ellos ha encontrado el equilibrio: “finalmente decidí no convertirme en esclava del piano. Me asalvajé” (263). Para Hélène Grimaud, los lobos y las mujeres comparten una misma violencia depredadora que se ejerce contra ellos, nacida del mismo malentendido. Lobos y mujeres han sido castigados a lo largo de la historia por esa relación primitiva, salvaje, esencial que mantienen con la naturaleza.

Esta violencia de género y de especie, que algunos machos de Homo sapiens infringen a sus hembras y a los cánidos salvajes, se constituye en el hilo que hilvana la vida de Beatriz y de Oak en la obra de Concha López Llamas. También para esta autora es imprescindible recuperar lo salvaje, condición que se ha ido perdiendo por el sedentarismo y por esa forma de organización basada en el sometimiento o la domesticación. A través de la figura del lobo, o en este caso de la loba Oak, se recupera lo salvaje para las hembras humanas, subyugadas por la dominación del macho-patriarca. La autora pretende con esta obra mostrar una concepción ecológica de la vida donde ningún ser vivo está demás y por ello debe de ser respetado y no sometido a dominación.

El retorno del mito del lobo no sólo se ha producido literalmente en algunas obras literarias, sino también físicamente en nuestra región. Ha sido y sigue siendo uno de los animales más temidos y también uno de los más fascinantes de nuestra fauna. Seguramente todos los aquí presentes formemos parte de esa generación que creció con otra visión del lobo gracias a la serie “El hombre y la Tierra”, serie que convocaba a toda la familia frente al televisor en cuanto escuchábamos la voz de Félix Rodríguez de la Fuente, su gran defensor en los años 70. El retorno de esta especie desde hace algunos años a la sierra madrileña parece haber reavivado cierta cultura popular, una cultura que lleva acumulándose cientos de años y que nos permite reencontrarnos con nuestros orígenes, con nuestras tradiciones y con nuestra identidad, pero también con las falsas creencias y los mitos sobre este animal, amenazando con ello su supervivencia. En la Comunidad de Madrid, el famoso tío Garrones disparó y el último lobo se desplomó en el paraje de los altos de Malagón. Corría el año 1952 y con él, desaparecía no sólo un animal, sino todo un mito que había llenado de temores las noches invernales junto al fuego. Son muchas las leyendas que corren en la sierra norte. Se sabe de la existencia de una fémina lupina que fue descrita por Constancio Bernaldo de Quirós - un explorador incansable de la Sierra y escritor madrileño-. Lo encontramos en su obra titulada “Peñalara” (1904).
Díjonos que aquella mujer, en las noches de invierno, cuando el celo de los lobos, salía a ellos aullando por entre la sierra. Noches de luna habíasela visto revolcándose en los prados, a la manera de la fiera (2016: 48).
En dicho texto menciona igualmente la leyenda de Licaon “hallada ha tantos siglos en el mundo clásico, [y que]  repercute hoy con fuerza creadora en el rincón éste de una sierra castellana…” (2016:49). Su descubrimiento se habría producido en las zonas occidentales de la Sierra como el Puerto de Malagón y el Puerto de la Cruz Verde. Son numerosas las leyendas en torno a la figura del lobo en la Comunidad de Madrid, tanto dentro de la capital (la leyenda de la calle del lobo, actual calle de Echegaray) como en sus alrededores (la leyenda del lobo cojo en Collado-Villalba o la de “El hombre lobo” de Miraflores de la Sierra).

Decía Felix Rodríguez de la Fuente que los lobos aúllan en primer lugar para comunicarse unos con otros. En segundo lugar, para marcar sus territorios. En tercer lugar, quizá para expresar la profundísima tristeza del corazón de una especie que dominó en medio mundo y que está ya al borde de la extinción. Hoy los peñascales de la sierra de Guadarrama acogen de nuevo los ecos y los aullidos del lobo. El censo oficial publicado en 2016 nos revela tres manadas en la sierra norte y 26 ejemplares. Es un deber de la Administración velar por que se perpetúe en nuestros bosques. El turismo de observación de lobos puede ser un factor de desarrollo económico que, de paso, contribuiría a la conservación de la especie[2], siempre y cuando sea un turismo cuidadoso, ya que el lobo necesita respeto y hay que anteponer su bienestar a su avistamiento. Que se promueva esta iniciativa sería una gran idea para que el lobo y su mito siguieran perpetuándose y no terminasen definitivamente apolillándose en la vitrina del museo de ciencias naturales o en nuestras bibliotecas nacionales.

BERNALDO de QUIROS, C. (2003) Obras del Guadarrama. Madrid: Dirección General de Promoción y Disciplina Ambiental.
CIRLOT, J.E. (1992) Diccionario de símbolos. Barcelona: Editorial Labor.
DURAND, G. (2016) Les structures anthropologiques de l’imaginaire. Introduction à l’archetypologie génerale. Paris: Dunod, 12e édition.
GRANDE DEL BRIO, R. (1984) El lobo ibérico. Biología y mitología. Madrid: Hermann Blume.
GRIMAUD, H. (2003) Variations sauvages. Paris: Ed. Robert Laffont.
LOPEZ, C. (2014) Beatriz y la loba. Madrid: Bohodón Ediciones.
PINKOLA ESTÉS, C. (2002) Mujeres que corren con lobos. Barcelona: Ediciones B, Grupo Z.



[1] El mito de la Mujer Salvaje, esa fuerza-hembra que habita en todas las mujeres cuando dejan de temerle a su poder.
[2] Este turismo generó en la zona de Villardeciervos  (Zamora) unos 57.000 euros, frente a los 50.000 de la caza.


Comunicación presentada en el Seminario "Más que animales, mitos". Seminario Acis y Galatea, 28 de abril de 2017.

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