La literatura suiza
de expresión francesa presenta sorprendentemente una abundante producción de
obras representativas de la literatura de viajes. Decimos lo de
“sorprendentemente” por esa reputación que siempre han mantenido los escritores
suizos de solitarios taciturnos, de introvertidos replegados y protegidos entre
los infranqueables muros de sus montañas. Ese mundo alpino que les ha
proporcionado su identidad y les ha protegido, parece haberle mantenido
igualmente aislados del mundo. Esto es lo que Jean Vuilleumier ha denominado “el
complejo de Amiel” en la literatura suiza de expresión francesa:
Un même sol, une même culture, produisent-ils les
mêmes caractères ? Ainsi cet amiélisme dont il est permis de se demander s’il
trouverait ailleurs qu’en Suisse française un terreau aussi favorable à son
épanouissement. Doublement minoritaire, par rapport à la France et à la Suisse
alémanique, les Romands tendent-ils par mesure préventive au repli, à la
défiance ? Accoutumés à « compter pour rien » aux yeux des autres, se complaisent-ils
dans l’inconfiance et la réserve ? La domination qu’ils entendent éviter les
incline-t-elle à se rendre insaisissables, à force d’ondoyante diversité ? Le
calvinisme a-t-il contribué d’autre part à les culpabiliser ? (Vuilleumier 1985 : 19)
Consecuencia de este confinamiento, se generó uno de los tópicos más
expandidos sobre la littérature romande, y que la encasillaría para
siempre entre las literaturas puramente regionales, ignorando incluso a
aquellos autores que con su esfuerzo habían logrado que esta literatura se
reconociera como tal. Escritores de renombre como Cendrars, Bouvier, Cingria,
Ramuz y por qué no Rousseau, que al trasladarse a París, pagaron su ascensión a
la universalidad con la supresión de sus orígenes. El resultado de este ascenso
fue el nombramiento inapelable de regionalismo, afectando también a todo el
resto de la producción suiza de expresión francesa.
Según muchos críticos literarios, la literatura suiza de expresión
francesa sería pues, desde Amiel hasta Ramuz, desde Edouard Roud hasta Jacques
Chessex, la expresión del enraizamiento a la tierra, del aislamiento en la
montaña y de la introspección. Frente a este inmovilismo del escritor suizo,
Anne Marie Jaton, nos recuerda que existen otros escritores que reivindican la
tendencia opuesta,
Bouvier a longuement insisté sur la spécificité de la
tradition de l'errance helvétique, qui serait, selon lui, aussi marquée, sinon
davantage, que celle de l'immobilité. Dans l'un de ses ouvrages, L'Échappée
belle, il s'oppose farouchement, et avec une ardeur parfois partisane, au
stéréotype d'une Suisse sédentaire, conservatrice, « enracinée jusqu'à
l'hémiplégie [...] avec une pointe de crétinisme alpin » (Bouvier 1994:14)[1].
olvidando así una
dimensión fundamental en el imaginario suizo: la evasión.
L’histoire de la littérature suisse française prouve
que cette idée de l’écrivain romand ne saurait représenter qu’une vérité
partielle. Aux écrivains romands spectateurs de leur propre moi s’opposent ceux
qui ont relevé l’appel du large, qui ont quitté leur patrie par trop étroite et
tenté de trouver une écriture qui puisse rendre compte de leur aventure (Froidevaux
2016).
El deseo de huir del
aislamiento patrio hacia un horizonte europeo o mundial impregna las obras de escritores
como Blaise Cendrars, Alice Rivaz, Maurice Chappaz, Jacques Chessex o Nicolas
Bouvier. Esta atracción hacia otros lugares se ha convertido en la actualidad
en un componente esencial de las obras literarias de las nuevas generaciones de
escritoras y escritores suizos, que ya no conciben su identidad literaria en referencia a su país. La apertura al
mundo es pues la nueva clave de identidad nacional, fundada en el
multiculturalismo. Son autores preocupados por las
tendencias internacionales y como el resto de autores de los países
occidentales, se implican en los temas más actuales.
El relato de viajes
participa de esta literatura cosmopolita y constituye uno de géneros más
importantes de la literatura suiza de expresión francesa. Eslabones de una
tradición derivada de la emigración, responden de generación en generación a la
llamada del viaje para hablar de su propia humanidad. Los escritores viajeros
son conscientes de ese “otro” y de esa “otra parte”, pero nos dibujan al mismo
tiempo un paisaje interior. Así lo explica Gerald Froidevaux:
Le voyage de l’écrivain romand est un allégement, une
libération. Il délivre d’une hantise, il calme cet impérieux appel du large qui
incite le voyageur à quitter son pays pour mieux le retrouver et, peut-être,
pour mieux le supporter. Le but du voyage est que le voyage finisse ; et cette
fin du voyage signifie en même temps le début de l’écriture qui désormais pourra
se substituer au déplacement (Froidevaux 2016)
2.
El imaginario del mar en la literatura “romande”
En Suiza - país de glaciares,
impresionantes montañas y valles-, encontremos un imaginario literario sobre el
mar sumamente desarrollado. La grandiosidad del océano, inabarcable y lleno de
sugerentes bellezas ha representado siempre una inagotable fuente de
inspiración para escritores y poetas suizos. C.F. Ramuz lamentaba la ausencia
de este elemento en su país por las connotaciones de libertad que la figura del
mar conlleva: “Nous ne connaissons pas l’espace libre, nous ne touchons pas la
mer”. A los ojos de este escritor la falta de existencia del mar explicaría el
replegamiento o encerramiento tan característico del pueblo suizo. “Nous ne respirons
qu’avec la moitié de nos poumons, n’ayant pas de fenêtre ouverte sur le grand
large (presque seuls parmi les peuples d’Europe) où les océans sont à tout le
monde et sans fin ». Sin horizontes nuevos a la vista, la sociedad suiza se
encuentra condenada a llevar una vida “normal” en la que la excepción no tiene
cabida; una vida sin sobresaltos donde la conformidad parece haberse instalado
de forma natural. Además, se diluye la posibilidad de crecer como nación, como
a lo largo de la historia lo han hecho otras países, no solo militar o
económicamente, sino espiritualmente “car c’est là qu’est le véritable
enrichissement”. De ahí que la falta de este elemento parezca repercutir en la
existencia del pueblo suizo y se encuentre de cierta forma incompleto: “il nous
manque une moitié de l’existence qui est celle qu’offrent les ports d’où
partent tant de routes vers partout et vers nulle part” (Besoin 287-288).
El único
contacto que se establece con el mar es a través del lago. Ramuz, por ejemplo,
afeccionaba llamar al Lago Lemán “la petite Méditerranée”.
Le gustaba observar la visión que la bruma matinal producía sobre el lago Leman
y creer que, por un pequeño espacio de tiempo, el lago se convertía en un
poderoso océano y sus habitantes en hombres de mar:
Les monts de Savoie invisibles, le Jura disparu, le lac
prend les proportions d’une mer infinie. Plus de rive, ses flots se confondent
dans le lointain avec la brume, bleue à la surface des eaux, et je serais
vraiment bien embarrassé pour indiquer le point précis où les deux éléments se
rencontrent se fondent dans un même teinte divine. On ne regrette plus les
paysages alpestres de forêts de rochers et de neiges à voir cet océan soudain
étalé à vos pieds […] Nous autres hommes des montagnes nous bénissons ce
brouillard d’un beau matin de juin qui nous transforme pour quelques heures en
riverains d’une nouvelle Méditerranée, en hommes de mer (Journal, 64).
Para este
escritor, el lago simbolizaba el origen y el fiel reflejo del mar Mediterráneo.
En obras como Vendanges (1927) y Fête des Vignerons (1929),
insiste en ese origen mediterráneo que posee el Ródano y el lago Lemán: “Ici
est une petite mer intérieur avant la grande” (20) escribe en Chant de notre
Rhône.
Nous avons aussi une Méditerranée à nous, une toute petite mer intérieur,
mais dont on voit qu’elle est quand même habitée par les dieux, quand Poséidon
y fait avancer sur un seul front ses nombreux chevaux d’écume; ou quand elle
sommeille encore et qu’Iris descend sur ses bords dans sa robe aux belles
couleurs (Besoin de Grandeur, 266)
Gracias al
lago Lemán y al Ródano, (que nace en un glaciar de la región del Valais antes
de desembocar en el lago de Lemán y después pasa por Ginebra, para ir a
Francia, donde su curso termina en el delta de la Camarga y el Mediterráneo), el
cantón de Vaud podría ser el extremo del Mediterráneo: una cierta suavidad, las
viñas escalonadas en las laderas occidentales del lago, la lengua francesa...
porque el francés hablado por los habitantes del cantón de Vaud es más parecido
al dialecto franco-provenzal que al francés de París, por eso Ramuz utiliza en
sus novelas una lengua áspera pero deliciosa al mismo tiempo, más próxima a la
lengua de Jean Giono que de Morand o de Gide. Evidentemente, el cantón de Vaud
nada tiene que ver hoy con el descrito por Ramuz hace cien años, y sin embargo,
tanto en Lausanne, Montreux, Nyon o Vevey, se puede disfrutar de esa vida
sencilla que nada tiene que envidiar a la Rivieras francesas o italianas
mediterráneas.
Corinna
Bille va todavía más lejos y vincula el Mediterráneo directamente con la región
del Valais:
La mer, cet élément si vaste, est liée d’une façon mystérieuse au Valais.
On croit l’entendre, on s’attend à la voir. Ces étendues de sable où poussent
les tamaris lui appartiennent déjà; l’odeur poivrée des saules ne
ressemble-t-elle pas à celle du varech? Mer souterraine, mer recouverte, dont
on aperçoit à peine une lame d’eau, un mince rayon: le Rhône (Sierre et ses
pinèdes. La Liberté, sep. 1970)
De esta
admiración por el mar nacerá su novela Oeil-de-mer (1989), escrita entre
1952 y 1956. Su marido, el también escritor suizo, Maurice Chappaz, también
gran viajero, dedicará a este elemento algunas de sus mejores páginas en su
obra L’Océan (1993). Para Chappaz, que relata su viaje en barco hasta
Canadá, el mar “est un glacier rasé, sans neige” (16), “un glacier qui glisse
où le cargo s’éloigne comme un bloc erratique” (22). Como podemos observar, el
mar y el país se encuentran íntimamente unidos a través de otros elementos
naturales propios del paisaje alpino: el lago, el río Ródano o los glaciares.
Explicado
de este modo el viaje por el litoral Mediterraneo de Blaise Hofmann no debe
resultarnos ahora tan sorprendente.
3.
Notre mer : el viaje por el Mediterráneo de Blaise Hofmann
Licenciado en Letras por la
Universidad de Lausanne, Blaise Hofmann es un joven escritor nacido en Morges en
1978, que además ha experimentado los más diversos oficios: ayudante enfermero,
animador, pastor, profesor. En la actualidad colabora como periodista o
cronista en varios medios (24 Heures, Le Nouvelliste, Terre&Nature, etc.) e
imparte talleres de escritura en el Instituto Literario Suizo en la ciudad de
Bienne. Ha escrito siete novelas y relatos de viaje, recibiendo por ello varios
premios: el Premio Nicolas Bouvier en 2008 en el festival des Étonnants
Voyageurs de Saint Malo y la Bourse Leenaards en 2009. Sus relatos de viajes se
extienden por diferentes continentes: “Billet aller simple” (2006), relata el
viaje que realiza durante año y medio en Asia y en Africa. Por esta publicación
recibe el premio Georges Nicole. Dos años después retoma su mochila para viajar
alrededor del Mediterráneo y cubrir una crónica diaria en el periódico de 24
Heures. De esta experiencia resulta más tarde la publicación que presentamos en
esta comunicación « Notre Mer ». Por último en 2014 aparece « Marquises »,
libro dedicado a estas conocidas y sorprendentes islas, en el que el autor
establece puentes entre el pasado y el presente del archipiélago; un carnet de ruta repleto de ironía. Aunque con Blaise
Hofmann todo es relato de viajes, incluso cuando el viaje dura cuatro meses y
tiene lugar entre los pastos de los Alpes “Estive” (2008). El viaje en los
libros de Blaise Hofmann es recurrente.
Cuando le preguntan qué fue los primero el viaje o la escritura, no duda en
explicar: « L’écriture est venue ensuite, comme une évidence pour lier la
pluralité des soi: celui du voyage et celui du chez-soi ».
En el año 2008, Blaise Hofmann decide dar la vuelta
al Mediterráneo por vía terrestre, al mismo tiempo que escribe una crónica
diaria en el periódico 24 heures; en el 2009, tanto los textos como las fotos
recogidas durante el trascurso de su viaje fueron publicados en un libro de las
Editions de l’Aire titulado Notre Mer. Blaise Hofmann, se inscribe en la tradición de los escritores caminantes, que
escriben un libro como un sencillo paseo, con la preocupación del ritmo y de
los detalles. En “Notre mer” el escritor escoge un itinerario bien preciso “de
Lausanne à Lausanne, en passant par Marseille, Barcelone, Tanger, Alger, Tunis,
Tripoli, Alexandrie, Beyrouth, Lattaquié, Antalya, Athènes, etc [...]” para
transcribir “le chant de la mer du ‘Milieu des Terres’” (9). Y para describir
este itinerario utiliza un tipo de escritura
fragmentaria que deja al lector la posibilidad de participar, es decir, de
reconstruir la trama a partir de aquellos elementos que el escritor va
lanzando. Así la lectura se hace entre el autor, el libro y el lector, lo que
resulta muy interesante ya que permite multiplicar los efectos de caída al
final de cada párrafo y de jugar con el ritmo, mucho menos denso que el de la
prosa. Además, gracias al blog, consigue realizar una escritura interactiva ya
que los propios lectores pueden hacer comentarios y opinar al respecto. Algunos
de estos comentarios aparecen recogidos también en su libro, una tentativa de
ir contra ese otro tipo de escritura que parece más un deporte de autistas.
A través de esta forma
breve, Blaise Hofmann encuentra las palabras justas para hablarnos de la ruta,
de la medina de Casbah en Argelia o de la de Trípoli, para evocar todos los
encuentros que mantiene con las gentes del lugar, siempre con una mirada y unas
palabras muy aceradas. Por citar aquí un ejemplo de las diferentes reacciones,
algunas veces amigables, otras hostiles, recogidas en su blog, esta quizá
resuma este sentimiento que acabamos de describir: “Votre percepción du réel me
fascine”.
Porque para Blaise
Hofmann
Le voyage est un moyen, pas un but. C'est un outil de
décentration, une école pour la contemplation, un bon apprentissage de
l'appauvrissement. Voyager ressemble souvent à un jeu de rôles: il offre ce
luxe de recommencer sa vie chaque matin. Par contre, la vie a plus d'intensité,
plus d'amplitude, plus de secousses. Ainsi, au retour, oui, on est plus
soi-même (Blaise Hofmann).
Notre
mer hace
referencia a ese lugar matriarcal del que todos provenimos, la cuna de
occidente, un mar que encarna por igual los miedos más intensos y las más
grandes esperanzas. En ella encontramos los temas más diversos y actuales:
la emigración, el exilio, la ecología, el turismo, la historia, la cultura, las
guerras. Se trata de dar a conocer al lector los diferentes pueblos que habitan
el Mediterráneo, cada uno con sus propias sensibilidades, y una espectacular
pluralidad de usos y costumbres. Una realidad viva de estas regiones con la
miseria y la decrepitud del Sur y las “esperanzas” de salir adelante, la “suficiencia”
de los turistas, la posición ambigua de Turquía, que desea unirse a la Unión
Europea pero que forma parte de una civilización musulmana, la multitud de
problemas y preocupaciones que diferencian a las personas que viven alrededor
del Mediterráneo... Blaise Hofmann se convierte en un reportero en busca de lo
“cotidiano”, de la experiencia del día a día, que parte al encuentro de la
gente común, en una esquina de la calle o en un bar. Escenas “obvias”,
espontáneas, auténticas que nos cuentan la vida en torno al Mediterráneo.
En
resumen, un viaje colorido y animado, rico en enseñanzas y en experiencias
compartidas que pretende tender puentes de unión entre Europa y los pueblos del
Sur.
Conclusion
Nuestro
Mediterráneo ha sido siempre considerado la cuna de nuestra civilización. Son
numerosos los poetas y pensadores que en sus obras han tratado de captar sus
paisajes de ensueño. Un lugar mítico, en el que la humanidad se pierde pero
también se encuentra. Desgraciadamente, últimamente, estos paisajes se han
llenado de imágenes de emigrantes en busca de una vida mejor, de pateras
repletas de hombres, mujeres y niños desesperados por alcanzar las orillas
europeas, de niños que aparecen ahogados en sus idílicas playas. Es cierto, el
Mediterráneo ya no es lo era, o más bien, lo que se soñaba que fuera.
El sociólogo Edgar
Morin nos ayuda en cierto modo a hacer un balance con nuestro mar Mediterráneo:
se plantea de nuevo la cuestión de la maternidad y la hermandad. Para Edgar
Morin, la lección del Mediterráneo, verdadero crisol para reducir los
antagonismos, aún no se ha escuchado suficientemente:
« Méditerranée !
Mer qui porte en elle tant de diversité et tant d’unité ! Mer des extrêmes
fertilités et des extrêmes aridités ! [...] Mer à la fois d’antagonismes
et de complémentarité conflictuelle de la mesure et de la démesure !
Berceau de toutes les cultures d’ouverture et d’échanges ! Matrice de
l’esprit le plus sacré et de l’esprit le plus profane ! [...] Mer de la
communication des idées et des confluences des savoirs, qui a su faire passer
Aristote de Bagdad à Fès avant de le faire parvenir à la Sorbonne de
Paris ! Mer tricontinentale des rencontres fécondes et des ruptures
tragiques entre l’Est et l’Ouest, le Sud et le Nord ! ».
De esta misma
opinión es Blaise Hofmann: “La Méditerranée n’est pas qu’une cicatrice. […]
Elle mérite qu’on s’y attarde un peu” (9). Y mantiene esa fe de reunir a esas
dos orillas hoy en día todavía tan distantes: “Un siècle serait en effet bien
peu pour réunir deux rives qui se confrontent depuis trois millenaires” (206).
Porque si durante tres mil años, las migraciones de los pueblos mediterráneos
han construido la historia, la riqueza y la unidad de este territorio,
lamentablemente en la actualidad amenazan con destruirlo. La Europa que hoy
conocemos se ha construido negando sus raíces mediterráneas. Sin embargo, nadie
podrá frenar la deriva de los “continentes humanos”. Si en los años 50, las dos
terceras partes de la población mediterránea vivían en la orilla norte, hoy se
reparten de forma igualitaria. Pero si nos proyectamos en el tiempo, muy pronto
las dos terceras partes de la población mediterránea se encontrarán en el sur.
No se puede seguir viviendo de espaldas a esta realidad. Por ello para acabar
esta comunicación cedemos la palabra a un Albert Camus que tan sabiamente
aconsejaba:
De même que le soleil méditerranéen est le même pour
tous les hommes, l’effort de l’intelligence humaine doit être un patrimoine
commun et non une source de conflits et de meurtres. Une nouvelle culture
méditerranéenne conciliable avec notre idéal social est réalisable. C’est à
nous et à vous d’aider cette réalisation (Camus).
Bibliografía
BOUVIER, Nicolas, L'Echappée belle, éloge de quelques peregrins,
Genève, Metropolis, 1996.
BOUVIER, Nicolas, « Immobile à grands pas...», Eloge de la folie et de
quelques Suisses vagabonds », La Suisse ouverte: Nicolas Bouvier, « Cahiers francophones
d'Europe Centre-Orientale », Pécs- Vienne, 1994, p. 14
CAMUS, Albert, Essai, Gallimard, La Pléiade, Paris, 1967.
pp.1324-1327.
FROIDEVAUX Gérald (2016)."Écriture et voyage en Suisse romande,
de Béat de Muralt à Nicolas Bouvier". Revue La Licorne, Numéro 16. En
ligne: http://licorne.edel.univ-poitiers.fr/index.php?id=6443 (consulté le 9/02/2017).
JATON Anne-Marie. La « claustrophobie Alpine » et la littérature de
voyage (Charles-Albert Cingria, Blaise Cendrars, Nicolas Bouvier). In: Cahiers
de l'Association internationale des études francaises, 2001, n°53. pp. 143-157.
MORIN, Edgar, « Un modèle de civilisation: la Méditerranée », Le Monde
diplomatique, mars 1997.
VUILLEUMIER, Jean, Le Complexe d’Amiel, Lausanne, L’Age
d’Homme, 1985.
[1] JATON
Anne-Marie. La « claustrophobie Alpine » et la littérature de voyage
(Charles-Albert Cingria, Blaise Cendrars, Nicolas Bouvier). In: Cahiers de
l'Association internationale des études francaises, 2001, n°53. P. 146.
Comunicación impartida en el XXVI Colloque Interantional de l'AFUE- Universidad de las Islas Baleares. Palma de Mallorca, del 3 al 5 de mayo de 2017.
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