lunes, 9 de abril de 2018

VISIÓN ECOCRÍTICA DEL PAISAJE ALPINO EN LA LITERATURA SUIZA DE EXPRESION FRANCESA



1.      Inicios y desarrollo de la écocrítica
El término “ecocrítica” está compuesto por dos palabras de origen griego: “eco” proviene de oikos y “crítica” de kritis. La primera significa “casa”, la segunda se puede traducir por “juez, árbitro, mediador”. La reunión de ambas viene a significar “el juez de la casa”. Un ecocrítico sería entonces una persona que valora las cualidades y las carencias de aquellos textos literarios que describen los efectos, - nocivos o no -, que el paso de las diferentes civilizaciones han ocasionado en la naturaleza. En otras palabras, el oikos de la naturaleza es, por decirlo de algún modo, “nuestra casa más amplia” y el kritis es ese mediador o juez de buen gusto que quiere que la casa esté bien ordenada, sin objetos esparcidos que arruinen la decoración original.
Aparece por primera vez en 1978, en el ensayo de William Rueckert Literature and Ecology: An Experiment in Ecocriticism. En este artículo, Rueckert se propone el objetivo de experimentar “la aplicación de la ecología y los conceptos ecológicos al estudio de la literatura”[1]. Sin embargo, debemos esperar hasta la década de 1990 antes de ver un movimiento crítico que afirme claramente su identidad e intenciones. El año 1992 vio el nacimiento de la Asociación para el Estudio de la Literatura y el Medio Ambiente (ASLE), seguida por la revista ISLE: Estudios Interdisciplinarios en Literatura y Medio Ambiente, lanzada en 1993 por Patrick D. Murphy[2]. Unos años después, aparecerán dos obras clave del corpus ecocrítico. La primera, The Ecocriticism Reader: Landmarks in Literary Ecology, publicada en 1996 por Cheryll Glotfelty y Harold Fromm, - hasta la fecha el texto canónico sobre el tema-. Esta obra es ya portadora de la pluralidad de los fundamentos metafísicos que caracteriza a la ecocrítica[3]. Glotfelty define esta teoría literaria como “el estudio de las relaciones entre la literatura y el medio ambiente”. La segunda obra, The Environmental Imagination: Thoreau, Nature Writing and The Formation of American Culture por Lawrence Buell[4], publicado el año anterior, es un verdadero pilar de la ecocrítica, no solo por su gran erudición, sino también porque ningún trabajo había abordado anteriormente la literatura desde una perspectiva ecológica con tal escala: consta de unas 600 páginas e intenta sentar las bases y guiar la investigación futura de la ecocrítica. Se establece un gran corpus que abarca varios siglos, en cuyo centro se encuentra Henry David Thoreau, a quien el autor considera el "santo patrón"[5] del ecologismo contemporáneo. Lawrence Buell nos recuerda que los seres humanos somos responsables del medio ambiente. Valida esta tesis con el análisis de la obra de Walden[6], un clásico de la literatura americana que celebra las virtudes de la vida sencilla y de la búsqueda de la libertad política. Buell traza un mapa del desarrollo de las éticas medioambientales y de la influencia duradera que Thoreau ha tenido en muchos escritores, entre ellos, James Lovelock, Gary Snyder, Rachel Carson y Aldo Leopold.
Lawrence Buell establece dos grandes oleadas históricas en la evolución de la ecocrítica: la primera centrada en la preservación de la naturaleza y en la exaltación de la belleza. Se le atribuye por ello el mérito de haber resucitado de este modo el género literario de la nature writing (la literatura de la naturaleza) devolviéndola al canon literario. La segunda se interesa por esos caminos que conducen desde el antropocentrismo y el egocentrismo modernos hacia un ecocentrismo, y analiza obras en las que el entorno natural ha dejado de ser un simple marco estético y se ha convertido de algún modo en protagonista. Se estudia así el sentido del lugar o place-sense, la conciencia que tienen los seres humanos – narradores, personajes o sujetos líricos – de pertenecer a un lugar específico que determina, en gran manera, sus formas de ser y actuar. Otro ecocrítico, Jonathan Bate, opina que la casa y la morada son importantes para los seres humanos porque sabemos lo que es el desarraigo y la alienación, mientras que otras especies siempre están en casa, en su ecosistema, en su territorio. Concluye que el arte es el lugar de exilio donde lamentamos nuestro hogar perdido sobre la tierra y defiende la representación de mundos ideales como la respuesta a una necesidad inherente del ser humano, y como mecanismo de admonición y de supervivencia frente a la pérdida provocada por la degradación ecológica.
La ecocrítica, pues, establece en los estudios literarios un enfoque centrado en la Tierra. Las preguntas que plantea la disciplina van desde la forma en que se representa la naturaleza en el texto hasta el estudio de las interacciones entre la literatura y las ciencias ambientales, pasando por un análisis crítico de los problemas de la ecología política en la literatura o de la sabiduría ecológica. Junto a la raza, la clase y el género, la ecocrítica pretende colocar el lugar como una nueva categoría crítica. Ya sabemos que la relación del lugar con la identidad y su representación dentro de las obras literarias ha sido siempre un tema frecuente en la literatura. Lo que la diferencia de los estudios tradicionales es que la ecocrítica se va a fijar más en la materialidad física y científica del lugar, pasando de lo abstracto, pasivo o simbólico a lo tangible, todo ello con una clara concienciación ecológica (17). Por ello, el ecocrítico tiene que ser un poco geógrafo, historiador, lector de paisajes y conocedor del mundo material. Al incluir un planteamiento interdisciplinario, el ecocrítico re-contextualizará la literatura dentro de unas situaciones físicas, basadas en la vida, en el pensamiento y en la acción. Y es que después de tantos años de primacía de la forma, se comienza a replantear el papel de la literatura como vehículo de ideas y sobre todo de valores. La literatura es uno de los muchos campos que deben analizarse y comprenderse si queremos abordar cuestiones tan complejas como la crisis ambiental. El filósofo Tzvetan Todorov confiesa en su libro La littérature en peril (2007) que lo que realmente importa de la literatura es que  permite una mejor comprensión de la condición humana, llegando incluso a transformar a cada lector desde el interior (Todorov 72). Desgraciadamente, el ensayista constata, que la enseñanza actual de la literatura, se concentra más en los métodos de análisis que en el sentido o el significado de las obras, un enfoque que incita el desinterés de los alumnos. Nos dice que “la literatura puede [...] hacernos entender mejor el mundo y ayudarnos a vivir [...] Al igual que la filosofía, como las ciencias humanas, la literatura es pensamiento y conocimiento del mundo psíquico y social en el que vivimos” (Todorov 72). Desde hace varias décadas, no pocas voces se han escuchado entre los críticos literarios clamando que hay algo “fuera del texto”. Entre ellos Vicent Jouve y James S. Hans:
Ce qui, à mes yeux, justifie une étude de l’effet-valeur produit par la fiction, c’est l’importance de la dimension idéologique dans l’interaction texte/lecteur. D’une part, tout texte suppose un point de vue (qui est, forcément, toujours orienté), d’autre part, le lecteur ne peut élaborer un sens sans identifier et hiérarchiser des jugements (2001 : 9).

The « outside of the text » […] perforce return if we are to have any hope of removing the sterility that covers our discipline in all too many way and if we have any hope of doing full justice to the work of our writers.[7](1990: 15)
La razón de ser de la literatura es crear, fijar, instruir, educar, entretener, acompañar e indagar en la representación de todas las realidades posibles, transmitir valores, reflexionar acerca de la condición humana, la vida, la muerte y nuestro paso por el mundo. El libro es el mejor medio para compartir con el lector los valores del mundo real o ficticio, para interpretar la realidad representada, dar a conocer formas de pensamiento, expresar contenidos mentales o espirituales, relativos al mundo, la sociedad, la persona o cualquier tipo de relación. La literatura no debería reducirse a un artículo de consumo para confundir y llenar la mente al lector con fábulas que no le despierten o no le inviten a desear una realidad mejor o más bella. No se pretende con ello menospreciar la importancia del esparcimiento, sino realzar la labor educativa que la lectura debe ejercer. El libro así se convertiría en una guía que orientase e iluminase nuestra adolescencia y juventud con modelos estimulantes, valores ejemplares a imitar o a admirar. En la quietud y el silencio, el ser humano encuentra el reposo necesario para leer y meditar, para acallar su alma y ordenar su casa (el oikos).
A través de los estudios literarios, la ecocrítica pretende acercarnos a la tierra y enseñarnos cómo mejorar nuestra relación con el medio ambiente. En una palabra, nos ayuda a restablecer nuestro vínculo con la tierra y con sus habitantes, y a tener una relación más estrecha con nuestro planeta. Ese es su objetivo más importante.
Una gran parte del trabajo ecocrítico comparte una motivación común: el conocimiento preocupante de que hemos alcanzado la edad de los límites ambientales, una época en que las consecuencias de las acciones humanas están dañando los sistemas de ayuda básicos del planeta. La Tierra ha entrado anticipadamente en una nueva era, “la era de los seres humanos”: el Antropoceno. El ser humano ha demostrado ser capaz de alterar completamente el planeta: “l’homme est devenu une force géologique, et même sans doute la principale agissant aujourd’hui sur la terre” (Lourius&Carpentier 2010:12). Este conocimiento anima un deseo sincero de contribuir a la recuperación ambiental, no solo en nuestro tiempo libre, sino dentro de nuestra capacidad como profesores.
La teoría ecocrítica formula un planteamiento que explica las conexiones existentes entre la obra literaria, el autor y su entorno, extendiéndose su significado a todos los seres que forman la cadena de vida. Basada en este principio natural, la ecocrítica denuncia toda forma de dominio que la sociedad antropocéntrica ha impuesto sobre todo aquello que la misma sociedad define como el Otro, es decir, la naturaleza, la mujer, los grupos étnicos y demás construcciones periféricas. Voz y poder  han sido ejercicio del hombre y su discurso ha sido legitimado por la ciencia o la lógica de la razón. En este proceso de legitimación, el Otro ha perdido voz e identidad. Es esta misma lógica la que ha permitido al hombre explotar o destruir la naturaleza, según su conveniencia. La ecocrítica al denunciar aquí a aquél, defiende al Otro.
Como bien expresa Cheryll Glofelty en su libro The Ecocriticism Reader, el desarrollo de la ecocrítica ha seguido (y sigue) las misma etapas señaladas por Elaine Showalter en la evolución del feminismo. Al comienzo, se buscan imágenes de la naturaleza en la literatura canónica, identificando estereotipos (Edén, Arcadia, etc) y ausencias significativas; en un segundo momento, se rescata la tradición marginada de textos escritos desde la naturaleza; por último, se sigue una fase teórica, preocupada por las construcciones literarias del ser humano con su entorno natural, y de ahí el interés creciente por poéticas ligadas a movimientos como la ecología profunda o el ecofeminismo. Gracias a este campo tan interdisciplinar es posible proporcionar en el aula un conocimiento más grande del mundo exterior.

2.      El paisaje alpino en la literatura suiza de expresión francesa:
un ejemplo de ecocrítica

            Si queremos estar atentos a los problemas éticos vinculados a la ecología, no basta con ser un apasionado del campo o del mundo rural, tener ojos para admirar la belleza de un paisaje y oídos para escuchar el susurro del viento. En efecto, nos estaríamos limitando así a una construcción estética de la naturaleza. Sin embargo, la naturaleza, bajo otras denominaciones (medio ambiente, ecosistema, entorno, lugar,…) es también una construcción política, científica y discursiva. A través de la literatura se pueden también transmitir ciertos valores ecológicos que pueden ayudarnos a comprender mejor nuestro medio ambiente y a restablecer ese contacto que hemos perdido con la naturaleza.
Para ello vamos a analizar las obras de varios autores de la Suiza francófona que nos hablan de paisajes alpinos, de su belleza, pero también de los problemas que han generado el progreso y la llegada de un turismo masivo en este último siglo XX y principios del XXI con sus infraestructuras modernas, provocando en algunos casos, la destrucción y desaparición de los paisajes autóctonos de los cantones suizos. El universo alpino, con su vasta montaña, será el corazón que bombea y alimenta esta creación literaria. Estudiar las obras de estos autores desde una perspectiva ecocrítica es una tarea gratificante para comprender mejor la crisis global a la que nos enfrentamos en este momento. Esta crisis no es el resultado de un mal funcionamiento del ecosistema, sino de un mal funcionamiento de nuestro sistema ético. Si queremos superarlo, debemos comprender el impacto que el hombre tiene en la naturaleza, entender estos sistemas éticos y hacer un buen uso de la comprensión para reformarlos. ¿Es la literatura capaz de modelar nuevas formas de habitar el mundo? Como dice Donald Worster: "Los historiadores, especialistas en literatura, antropólogos y filósofos no pueden evidentemente realizar esta reforma, pero pueden ayudar a su comprensión" (1993: 27).
Iniciaremos este recorrido con Edouard Rod (1857-1910), escritor vaudois instalado en Paris que condena en su novela Là-haut (1897) la degradación del paisaje alpino del Valais a finales del siglo XIX. Este escritor anticipa las preocupaciones medio ambientales surgidas por la transformación y la destrucción de los modos de vidas ancestrales. El protagonista de la novela, Julien Sterny, es un parisino de origen suizo que regresa a su país después de un escándalo que provoca su salida de la capital francesa. Siguiendo el consejo de un amigo, llega a Vallanches, un pequeño pueblo ubicado en la región de Martigny, alejado de los circuitos turísticos. Sus habitantes viven en armonía con la naturaleza y de sus escasos vacacionistas, asiduos a este lugar lleno de encanto. Hasta la llegada del señor Rarogne, un promotor inmobiliario, y de los constructores del ferrocarril. Todo cambia en este antiguo pueblo: son muchas las personas que quieren aprovechar el progreso y dejarse convencer por el dinero fácil. Personajes pintorescos desfilan en este entorno idílico, se forman historias de amor, surgen disputas, pero la solidaridad renace frente a la adversidad. Es un relato casi profético de la evolución del turismo en el cantón del Valais: las descripciones de los magníficos paisajes, las duras condiciones de vida campesina y de la gente de las montañas, tentados por el dinero fácil, son de una actualidad sorprendentemente: « Ceux qui verraient clair dans ce mystère gagneraient plus d’argent en deux ou trois ans […] que leurs pères n’en avaient économisé en six générations de travail et d’économie » (70). En esta época, la alta montaña comienza a ser rentable gracias al turismo: los lugareños se convierten en hoteleros, guías, transportistas. Los Alpes dejan de ser un mundo de terror y desinterés para convertirse en un medio de vida y, poco a poco, desaparecen los rasgos característicos de las aldeas suizas:
Hélas ! le temps n'est pas loin où l’on ne verra plus de « villages suisses » que dans les expositions, comme on ne voit déjà presque plus de meubles anciens que dans les musées ou chez les antiquaires. La création de ces « stations », qu'une publicité bien entendue met aussitôt à la mode, est suivie, à bref délai, de la construction de chemins de fer, et l’on sait les montagnes illustres dont les sommets ne sont plus que des gares (Rod 1901 : 419)

Para preservar los paisajes y la eterna belleza de la montaña sería necesario evitarles las agresiones que el ser humano y toda su tecnología están provocando. Rod no puede dejar de pensar aquí en esta definición del Hombre, cuya verdad se impone: «... un petit animal industrieux, qui excelle à utiliser tout ce qu'il y a dans la création pour en gâter la beauté tout en détruisant le bonheur de sa propre vie… » (Rod 1901 : 423).
Edouard Rod desempeñará un papel muy importante en París como padrino literario de otros autores suizos que vienen a buscar fortuna a la capital francesa. Entre ellos, el escritor de Vaud C.F. Ramuz (1878-1947). Testigo de los profundos cambios en el paisaje alpino, este joven escritor también muestra su apoyo a los movimientos de protección de la naturaleza que surgen a principios del siglo XX, y ataca con gran dureza a la industria del turismo y a los hoteleros.
Il y a déjà assez en Suisse de ces aventuriers qui font fortune en attirant chez nous nos voisins dont ils vident les poches. Il me tarde de voir les Alpes purgés de ces fantoches embarrassants, armés de piolets, accompagnés d’une bande de miss en jupes courtes et d’une caravane de guides. Il me tarde de voir la Suisse rendue à ses habitants, à ses citoyens. Il me tarde de voir disparaitre le cosmopolitisme qui, non content de détruire chez nous les vieilles mœurs et les vieilles coutumes, tend chaque jour à dégrader notre peuple jusqu’ici si probe. Je voudrais voir en une seule nuit tous les hôtels détruits. Les hôteliers, on en fera des manœuvres, des ouvriers, des artisans. Ils seraient alors plus utiles à la Suisse, ils travailleraient à sa prospérité, au lieu de travailler à sa ruine, à sa perdition peut-être (Ramuz 1968 : 10).

Este texto se une al movimiento precursor de la ecología[8] que conducirá a la creación del Heimastschutz (Liga para la conservación de la Suiza pintoresca)[9], en 1905. Al denunciar el utilitarismo dominante y la banalización del paisaje, Ramuz precisa:
On vient visiter le lac, les montagnes, les glaciers, tels qu’ils sont représentés dans le livre.[10] Et celui qui est venu, une fois rentré chez lui, dit à ses amis : ‘Allez voir comme c’est beau’. C’est pourquoi les étrangers deviennent toujours plus nombreux, jusqu’au jour des chemins de fer (Ramuz 1967 :186).

El flujo cada vez más intenso de turistas que llegaba a Suiza contribuyó a la creación y apertura de numerosas líneas de ferrocarril de cremallera. Constituían una de las principales atracciones para los turistas, que podían así satisfacer su necesidad de retornar a una naturaleza prácticamente intacta. Una de estas líneas provocará un gran debate nacional: la construcción de un funicular eléctrico entre el pueblo de Zermatt y la cima su montaña, en 1907. La Ligue pour la conservation de la Suisse Pittoresque y le Club alpin suisse se movilizarán contra este proyecto, especialmente a través de peticiones lanzadas por toda Suiza. Incluso se escribió una obra titulada “¡El Cervino se defiende!”, pieza de teatro en tres actos de Augusto Schorderet que se representará por primera vez en Ginebra, el 10 de noviembre de 1908. Cuenta la historia de un empresario estadounidense y un ingeniero francés que quieren construir un ferrocarril en el Matterhorn. Pero al tratar de escalar la cumbre, el ingeniero se cae mortalmente debido a su inexperiencia en el espacio alpino. Moraleja de la obra escrita por este periodista que trabajó en la Gaceta de Lausana: ¡no toques los símbolos suizos! ¿Se pone la literatura al servicio del medio ambiente? Lo que está claro es que se acusa a los promotores de querer desfigurar un símbolo de la identidad helvética para beneficio de los ricos industriales y de los turistas.
On commence à se préoccuper en Suisse, au point de vue de la protection des sites naturels, de l’envahissement exagéré des chemins de fer de montagne. Une pétition lancée par la Société pour la sauvegarde du pittoresque et par le Club alpin suisse contre le projet d’un chemin de fer au Cervin vient être remise au Conseil Fédéral, revêtue de 68.000 signatures (Cf. La Suisse au XIX siècle, T.III, ‘La Montagne Suisse’, par E. Rod).
Otro frente abierto contra la destrucción de los paisajes alpinos es el de los recursos hidráulicos. Eduard Rod introdujo poéticamente el tema en 1901, describiendo los inicios de una nueva industria: « Elle se glisse sur le pas d’un personnage très ‘fin de siècle’, colporteur d’une nouvelle espèce, mercanti fantastique, spéculateur imperturbable et matois: le marchand de cascades » (Rod 1901: 421). Años más tarde, la poeta Pierrette Micheloud, denunciaba en su obra Valais de coeur (1964), la transformación del paisaje de su querido Valais con la construcción de la presa de la Grande-Dixence, que transforma el río en un lago artificial, favoreciendo los intereses de una industria eléctrica cada vez más fuerte.
Ils t’ont fait un barrage. Ta vie de rivière mutilée, emprisonnée. Toute la montagne a crié. Dixence, un lac artificiel. Ils viennent du monde entier pour te voir. Tu leur parles d’énergie, des volts, de capacité, de potentiel. Là-bas, des turbines en mouvement Font trembler la terre, des moteurs tournent, des pylônes se dressent, des fils d’aciers se tendent à travers le ciel. (1964 : 23)

Si bien es cierto que este tipo de energía se considera limpia, fiable y sostenible, el precio ecológico que los paisajes y los ríos del Valais tuvieron que pagar fue muy alto. La construcción de una presa tiene efectos importantes para el medio ambiente. Una retención puede influir significativamente en el área donde se erige el río. Al bloquear el flujo natural de un río, un embalse afecta a la migración de peces, a las aguas subterráneas, a la calidad del agua y al transporte de sedimentos. Tampoco hay que ocultar los impactos negativos, tales como la captación de arroyos y cascadas que llevan a la desecación completa de algunos torrentes, robando con ello una cierta poesía al paisaje alpino. La transformación pues del paisaje de infancia de Pierrette Micheloud es brutal: una época en la que todo cambia muy rápido en este cantón hasta entonces preservado, en el que la paz social y la crisis de identidad se ven severamente sacudidas. La construcción de presas, de industrias, de helipuertos y de carreteras ha tomado un amplio desarrollo y de golpe el Valais se ha trasladado a una era moderna:
Ce noble pays est entré dans la course du monde, comme les autres, lui qui nous croyions investi d’une mission spéciale. C’était son droit. En vertu de quoi aurait-il fait exception ? Des routes partout. Elles me hantent. J’ai mal pour la Terre. (1995 : 78)

Pero será Maurice Chappaz, el poeta del Valais, quien mostrará a los lugareños desde la década de los 50 del pasado siglo, que los Alpes son más que un recurso económico para la sobreexplotación, y deben ser protegidos y respetados. Chappaz fue el primer escritor que se atrevió a denunciar en Le Match Valais - Judée (1968) y sobre todo en Les Maquereaux des cimes blanches (1976) las consecuencias de un progreso a corto término: « On a pu exploiter, d’une façon effrénée les ressources naturelles d’un pays. Et le Valais était un morceau de choix, un morceau de rois pour les spéculateurs  »[11]
Ante el daño que causa el turismo, el saqueo de la tierra y la especulación inmobiliaria, Chappaz, el poeta que una vez cantó la belleza de los Alpes, se siente obligado a expresar su rabia y su dolor. Ansioso porque presiente la catástrofe, « sous ses yeux, un certain Valais meurt, transformé sans pudeurs ni mesure »[12], se convierte en un escritor comprometido. Sus poemas abandonan las estanterías de la biblioteca para unirse a los problemas de la sociedad, Chappaz dirá lo que piensa. Pero ¿no es esta la verdadera misión de un poeta? Según él, el poeta cumple una función necesaria: « Il est le témoin du cœur. Contre le mensonge des robots et des trafiquants »[13]. Su prosa se convierte en un arma al servicio de la lucha por preservar la montaña de los apetitos de los hombres y sus exageradas construcciones de hormigón.
Chappaz sacudirá la sociedad valaisane, el mundo político y económico de la época y, sobre todo, luchará para preservar el paisaje que tanto ama. Lo que una vez fue un acto de celebración se convierte en un acto de resistencia, una queja amarga cuando es necesario. Esto se puede ver en el texto que acompaña a la segunda edición de Les Maquereaux des cimes blanches, cuyo título ya es muy revelador La Haine du passé (1984):
Chez nous la mise aux enchères des montagnes et des névés à coups de députés n'en finit pas. Et que je te balance un câble! Et que je t'enfonce mes trax! Et que j'évapore le Rhône et que je te rescie une forêt! [...] En images d'Epinal, en dessins animés je raconte une fin du monde. Ce que l'on a construit dans tous les coins c'est une Tour de Babel en mille morceaux (Chappaz 1994 : 27-28).
Se establece una relación de amor y odio entre el poeta y los habitantes de Valais. Los textos de Chappaz provocarán reacciones adversas entre la población local. Por un lado, la indignación de la buena sociedad valaisane que participó, en su momento, activamente en la locura turística de los años 60 y 70. Por otro lado, el apoyo incondicional de quienes se identifican plenamente con su causa, y encuentran en sus palabras el coraje para protestar contra la construcción de ciudades en las montañas. El punto de vista de Chappaz sobre la naturaleza siempre ha sido claro, la alabanza y la ecología. Siempre ha estado a favor de la protección del patrimonio natural y contra la destrucción y la dominación.
En 1970, con motivo del Año Europeo de la Naturaleza, la Alliance culturelle romande publicó, bajo el título Nature et Civilisation, un libro de 96 páginas ricamente ilustrado, en el que colaboran varios autores de las Suiza francófona, entre ellos Pierrette Micheloud. "Dernières paroles de la reine nature au citoyen civilisator", es un texto muy revelador porque da la palabra a una Naturaleza que se expresa, con toda su fuerza, su dolor y su angustia: “Mon dernier rocher, ma dernière source, ma dernière gentiane, de mutilation en mutilation, tortionnaire Civilisator". (44). El hombre se convierte en verdugo de la naturaleza destruyendo todo lo que encuentra en su camino "mes forêts rasées, mes montagnes béton-ferraille, mes eaux pollués, le soleil en fuite, toute espèce consommable-utilisable parquée, encagée, forcé de turgescences synthétiques, les autres espèces exterminées, plus un oiseau à l’état libre, ni poisson, ni quadrupède, plus une plante (si, cette gentiane, mais si près de sa fin), plus un arbre sauvage… "(44). Aquí está el panorama desolador que ella nos presenta. Pero ante esta destrucción de su montaña, ella mantiene siempre la esperanza, porque gracias al poeta la Naturaleza siempre será la más fuerte.
La conciencia ambiental ha recorrido un largo camino en el Valais suizo, gracias en parte al legado dejado por todos estos escritores y a la lucha llevada a cabo por activistas suizos internacionalmente conocidos como Franz Weber y su Fundación. Franz Weber  ha salvado de la destrucción un sinfín de paisajes emblemáticos de Suiza, gracias a sus campañas e iniciativas populares conocidas en el mundo entero. Una de sus iniciativas más controvertidas tuvo lugar en 2012: “pour en finir avec les constructions envahissantes de résidences secondaires”. La iniciativa proponía añadir un artículo 75a a la Constitución Federal que limitaba el número de residencias secundarias al 20% de viviendas y de la superficie habitable para cada municipalidad. El objetivo de la iniciativa Weber era doble. Por un lado, proteger el paisaje, especialmente en el área alpina, contra la proliferación de los edificios. Pero también se trataba de pelear, por el contrario, contra lo que se llaman las "camas frías", es decir, las casas que están vacías la mayor parte del año. Estas camas frías son una gran pérdida de recursos. Tienen un enorme impacto en el paisaje, pero también requieren una variedad de costosas infraestructuras y equipos, que serán poco utilizados.
Sí, los Alpes han evolucionado enormemente desde la década de 1970 y, lamentablemente, no siempre en la dirección correcta... La diversidad cultural y la variedad del patrimonio rural, que constituye su riqueza, continúan desapareciendo bajo la más absoluta indiferencia. ¿Cuál será el futuro del macizo y de sus gentes?
Hoy, frente a los problemas que afectan a toda la cadena montañosa (cambio climático, aumento de la contaminación de los valles, sobrecarga turística, áreas en declive, extensión de carreteras y áreas urbanizadas, transporte, etc.), los Alpes se están intentando reorganizar; se han creado algunas asociaciones para la salvaguarda de la memoria cultural de los Alpes y para su protección  (Pro Vita Alpina[14], L'initiative des Alpes[15]), otros se comprometen a desarrollar una agricultura "labellisée", las regiones cooperan ignorando las fronteras, los diferentes estados firmaron en 1991 con la UE una convención sobre la protección de un patrimonio considerado vital para Europa: la Convención Alpine, que considera el macizo como el último dominio en Europa, dotado de una naturaleza aún original. Como tal, los Alpes están sujetos a medidas especiales de protección. Pero, ¿son suficientes?
El entorno natural alpino está bajo amenaza y se necesitan medidas urgentes para protegerlo. El debate sobre el equipamiento turístico y la desfiguración del paisaje es esencial en la actualidad, ¡especialmente cuando se continúa vendiendo una montaña a través de imágenes de naturaleza casi intacta! ¿El desarrollo sostenible es un objetivo para los paisajistas? Si la tendencia continúa, el impacto que tendrá la evolución de la economía del ocio y del turismo en la naturaleza y el paisaje de los Alpes será más destructor que los cambios naturales, como por ejemplo, el del cambio climático.
Este tema de la expansión del turismo se toca desde un ángulo muy interesante en el relato de Estive del escritor suizo Blaise Hoffmann en 2007. Estive es la crónica de un verano pasado como pastor en los Alpes del cantón de Vaud. Hoffmann se enfrentará solo a la inmensidad de este espacio salvaje para evocar la belleza de las montañas, pero también su fealdad, denunciando la disneylandización de los Alpes. También realiza reflexiones, a menudo irónicas, sobre la montaña y su mitología o en lo que se ha convertido. Nos da un claro ejemplo con la estación de Leysin [16] :
Leysin, station fun, propose escalade, canyoning, mountain bike,    randonnée, promenade à dos de mulet, rafting, pêche en rivière, piscine, tennis, hockey, karting sur glace, raquettes, squash, aérobic, parapente, via ferrata, héliski, cheval, poney, ping-pong, football, beach-volley, parcours vita, minigolf, musculation, aquagym, tir au pigeon d’argile, parc à biche, quad, télécabines, télésièges, téléskis, freestyle park, halfpipe et superpipe. À la Hiking Sheep Bergerie backpacker, le lit en dortoirs coûte trente francs (161).

Por supuesto, todas estas actividades propuestas por la industria del turismo « compense[nt] l’exode rural du siècle dernier, repeuple[nt] la montagne, la rend plus viable, plus tenable, plus rentable. » (161) Y a los campesinos que ahora se quejan, el autor les recuerda: « Qui a vendu les terrains où se construisent les complexes touristiques ? » (162).  La crítica política no está lejos y cuando Hofmann se deja llevar, se vuelve rápidamente sangrante, uniéndose así a las palabras de Maurice Chappaz que ya recordó tiempo atrás " la grande vente du Valais ":
Tous au village ont récupéré à leur compte le mythe alpin. Les autochtones, en vendant leurs produits avec une plus-value de tradition. Les acteurs touristiques, en exploitant la virginité illusoire des Alpes pour vendre des nuitées. Les patriotes, en faisant des Alpes une référence inaltérable au pacte initial. Les écologistes, en défendant l’idée d’un terrain fragile et riche qu’il faut préserver de toute intrusion moderne (163).

Pero Hofmann va todavía más allá y pide la desmitificación completa de los Alpes: « Il est temps de décoloniser les montagnes de leurs chimères, de se défaire des illusions qui constituent notre suissitude, cet objet de marketing » (163), desafiando con ello toda la historia en torno a la identidad suiza: « Il n’y a rien dans les Alpes d’essentiel. C’est du relief qui traverse l’Europe en se foutant des frontières » (163). Hofmann mira con cierta ironía y desilusión lo que ha sido de los Alpes y nos muestra el verdadero rostro de la montaña: « La montagne se théâtralise. Les Alpes sont le terrain de jeu de l’Europe. Elles se regardent au travers d’une fenêtre que l’on ouvre et referme » (118). La montaña se ha convertido en una mera distracción, un escenario, un espacio donde los turistas vienen solo a divertirse. Algo que confirma el famoso sociólogo y antropólogo suizo Bernard Crettaz: “Tous ces imaginaires historiques se retrouvent au sein de kaléidoscope actuel et sont utilisés à toutes les fins commerciales, culturelles et politiques. Mais ils sont usés et fatigués, le vieux mythe des Alpes atteint sa fin » (2013, 35).
Bernard Crettaz formuló ya en los años 90 la hipótesis de la disneylandización progresiva de las montañas de los Alpes. Su documental “L’Adieu aux Alpes” provocó gran escándalo en su momento, y en su publicación Au-delà du Disneyland alpin, contrasta la representación idílica de los Alpes como supuesto espacio puro, salvaje e intacto en su primitivismo con la construcción de múltiples parques a gran altitud, en forma de Disneylands. Estamos obligados a admitir los numerosos cambios que la montaña y su patrimonio rural han sufrido, jugando constantemente entre lo moderno y lo auténticamente arcaico. Las causas: una urbanización general, una masificación turística y una gran cobertura mediática. Pero, ¿qué es exactamente este Disneyland alpino? Es una mezcla entre lo que él llama la "loca montaña", es decir, la máxima expresión de los Alpes como espacio de diversión y su imagen opuesta, el lado modélico de los Alpes mesurados y equilibrados que se asemejan a las típicas imágenes de la montaña de siempre.
Bernard Crettaz también se pregunta sobre el papel que se le ha dejado a la cultura en general y a la de los Alpes en particular, porque "nous assistons à des formes d’expression qui ne constituent plus des enjeux mais relèvent du seul divertissement". De la misma opinión es el filósofo Yves Michaud quien explica que después de dos siglos de sacralización cultural, hemos llegado a un punto de inflexión considerable: el del entretenimiento cultural, y el turismo es una de las consecuencias. El turista tiene mala prensa en el ámbito cultural: a menudo se percibe caricaturizado, es un destructor que usa y destruye los monumentos que visita, genera un equipo costoso, contamina y no entiende lo que ve. Esto es lo que el filósofo Yves Michaud llama "el invasor que paga" (2006: 29). El turista que visita los Alpes va en busca de una identidad, por supuesto. ¿Pero cuál? Casi siempre conduce a estereotipos que terminan siendo más reales que la realidad. El turismo por lo tanto estimula una producción de cultura más o menos auténtica. Incluso hace posible reinventar identidades: "Los estereotipos a veces tienen efectos inesperados. Esto le permite redescubrir o reinventar una identidad. Porque no debemos olvidar la importancia de la mirada del otro en la formación de identidades "(2005).
Un ejemplo concreto de esta mirada del otro en la formación de identidades sería el proyecto propuesto en el pueblo de Heidi o Heidiland. La novela de Johanna Spyri (1827-1901), traducida a más de cuarenta lenguas y cuya tirada mundial supera los veinte millones de ejemplares, dio a luz hace unos años a esta pequeña locura turística. Han recreado un mundo romántico y alpino entre Bad Ragaz y Coire. Y así es como venden la visita de este famoso pueblo en una página turística suiza:
Dans le village de Heidi, les visiteurs peuvent revivre l'histoire de la joyeuse petite orpheline proche de la nature dans les lieux mêmes qui l'ont inspirée et se plonger dans l'époque à laquelle elle a été créée. Le chemin de Heidi mène à la maison de Heidi et à l‘alpage de Heidi à travers des paysages idylliques.

¿Paisajes idílicos? Es difícil de creer si escuchamos los comentarios de Alain Gsponer, el director de la última película sobre esta heroína: « Il a été très difficile de trouver le lieu adéquat”, - explica Alain Gsponer. “Aujourd’hui, il n’existe plus un alpage qui ne soit pas électrifié, plus un champ sans pylône. C’est finalement autour du village de Bad Ragaz que nous avons tourné les scènes de montagne, en faisant disparaître, ensuite, sur la pellicule, les éléments parasites ». Pero eso no es todo, porque incluso hay un proyecto de parque temático de Heidi que combina paseos y naturaleza. De hecho, los representantes de Heidiland y la "aldea de Heidi", así como los remontes de Grüsch-Danusa se reunieron informalmente hace cinco años para un intercambio de ideas que finalmente no llegaría a buen puerto, ya que la Oficina Federal del Medioambiente bloqueó el proyecto en Grüsch (GR). Pero esto no ha frenado en absoluto el sueño de los promotores: el «Heidi Alperlebnis», abrirá sus puertas en Flumserberg (Saint-Gall), a treinta kilómetros de Maienfeld. Por el momento, tan sólo ha cambiado de ubicación.
¿El patrimonio cultural de los Alpes se ha convertido en una atracción turística simple y emocionante? Si volvemos a las palabras de Bernard Crettaz, debemos notar que, treinta años después, lo que vaticinó se ha convertido en realidad: jugar, divertirse, consumir. Aquí está el vínculo que tenemos hoy con el patrimonio natural de los Alpes, porque "tout ce qui a fait votre vie revient comme un grand jeu à l’ancienne: vieilles maisons, vieux outils, vieilles fêtes, vieux rituels, vieux récits, vieilles légendes… Et si l’on n’a pas de vrai vieux, on fabrique du faux vieux qu’on mélange avec tout et n’importe quoi. […] tout est bon pour jouer un moment avec un passé-amusette !” (1994 : 16).

Conclusión
Debemos intentar influir más en la humanidad con los estudios de sostenibilidad (un saber vivir dentro de los límites del planeta) y de equilibrio natural, compaginados con aquellos otros que dotan a los seres humanos de “equilibrio emocional y espiritual”, me refiero a la Filosofía, la Historia, la Música, la Pintura o la Literatura. La ecocrítica estaría situada aquí como un nuevo campo disciplinario que rompe con la tradicional separación entre las ciencias y las letras, ya que se considera fundamental unir la visión de la naturaleza literaria con la científica y ecológica. Y el estudio de obras como las que hemos presentado hoy aquí es un claro ejemplo de cómo llevar a los lectores un tema tan importante como la destrucción de nuestro patrimonio natural.
Según la organización WWF, más de 120 millones de personas visitan los Alpes cada año. Ya es hora de tomar medidas para desarrollar un turismo quizás más responsable, especialmente el turismo de masas, que ha contribuido significativamente a la destrucción del paisaje alpino en los últimos años. La urbanización, la construcción de infraestructuras (carreteras, telesillas, aparcamientos, etc.), el tráfico rodado y las actividades de ocio que no son muy respetuosas con la naturaleza están destruyendo preciosos paisajes naturales y culturales, y con ellos, la fauna y la flora, la vida silvestre que albergan, pero también la propia cultura de la montaña. El corazón de un pueblo deja de latir cuando está saturado de construcciones que evocan más las afueras de las ciudades que los medios rurales.
En la altas montañas, la mayoría de los turistas solicitan cada vez más equipamiento deportivo que les asegure el confort y las distracciones: tiendas, cafeterías, garajes, parques, aparcamientos, autoservicios, etc. ¡La ciudad en las montañas pero con las ilusiones del pueblo! Así que hoy, en las altas montañas suizas, tenemos todas las modernidades deseables y, pero también, este retorno a lo anciano, a lo de antes. Y luego, el mestizaje, la mezcla entre los dos, el "n’importe quoi" que el sociólogo Bernard Crettaz comentó anteriormente. Obviamente, esta mezcla de modernidad y de antigüedad puede provocar conflictos entre quienes añoran la montaña de antes, el antiguo mito de la montaña primitiva, y quienes quieren desarrollarla: los promotores. En la actualidad existen conflictos, rupturas, divisiones que a veces causan desorden. Pero debemos encontrar el equilibrio adecuado: reintegrar el retorno de lo antiguo, la nostalgia perdida con los nuevos elementos tecnológicos; reintegrar las reservas naturales, los sitios ecológicos y las áreas protegidas; reintegrar las importantes exposiciones de todo el mundo y festivales de todo tipo que se han convertido en los nuevos festivales alpinos. Porque, si no tenemos cuidado, los Alpes suizos serán cada vez más como un universo artificialmente organizado, donde haremos de la naturaleza un mero bien de consumo y las altas montañas se convertirán en un simple parque de atracciones.
En nuestras manos está el defender el medio ambiente generando una comprensión más amplia de la naturaleza, de su extensión y de los efectos que tienen los factores humanos sobre los recursos naturales. El ser humano debe ser consciente de este hecho perturbador, que tiende a destruir la naturaleza por el poder que tiene para dar forma al entorno en el que vive o en el que disfruta. Paradójicamente, es necesario proteger la naturaleza del hombre, pero para sí mismo, para su supervivencia y la de sus descendientes, porque debe sentir la sensación de ser depositario personal y social de la herencia de los recursos naturales, de la misma manera que del patrimonio artístico de las regiones.
Por ello me gustaría acabar esta intervención lanzando una pregunta ¿Hasta qué punto se puede llevar el desarrollo-progreso a las montañas para beneficio del turismo sin desnaturalizarlas?

Bibliografía
Hans, J.S, The value(s) of litterature, Albany, N.Y, State University of New York Press, 1990.
Jouve, V. Poétique des valeurs. Paris: PUF, 2001.
Lourius, C & Carpentier, L. Voyage dans l’Anthropocène. Cette nouvelle ère dont nous sommes les héros. Actes Sud, 2010.
Rueckert, William. “Literature and Ecology: An Experiment in Ecocriticism.” In Iowa Review 9, no. 1 (1978): 71-86.
Schorderet, A. Le Cervin se défend. Genève: Edition Atar, 1908.
Todorov, S. La littérature en péril. Paris: Flammarion, 2007.

Conferencia impartida en el I Seminario de Estudios Suizos de la Universidad de Córdoba que tuvo lugar el 6 de marzo de 2018.


[1] W. RUECKERT, « Literature and Ecology », dans C. Glotfelty & H. Fromm (dir.), The Ecocriticism Reader. Landmarks in Literary Ecology, Athens, The University of Georgia Press, 1996, p. 107. Publicación original en Iowa Review, vol. 9, no 1, 1978, p. 7186.
[2] C. GLOTFELTY & H. FROMM (dir.), The Ecocriticism Reader, op. cit., p. XVIII.
[3] Ibid.
[4] L. BUELL, The Environmental Imagination: Thoreau, Nature Writing, and the Formation of American Culture, Cambridge, The Belknap Press of Harvard University Press, 1995
[5] Voir « Environmental Sainthood », The Environmental Imagination, op. cit., p. 311397, qui traite de la réception de Thoreau au cours des XIXe et XXe siècles.
[6] H.D. THOREAU (1854), Walden o la vida en los bosques. Barcelona: Libros de la Frontera, 2002. Traducción de Jorge Lobato. En este relato Thoreau evoca su experiencia vivida durante dos años y dos meses en una cabaña de madera a la orilla del lago de Walden en Massachussetts.
[7] El «fuera del texto» [...] debe volver forzosamente si queremos tener alguna esperanza de eliminar la esterilidad que cubre nuestra disciplina de muchas maneras y si tenemos alguna esperanza de hacer justicia al trabajo de nuestros escritores.
[8] Llamar la atención en esta época sobre los peligros que atañen al medio ambiente no se puede considerar todavía una verdadera actitud ecológica en el sentido actual del término, sino más bien el resurgimiento de una nostalgia por cierta armonía natural, de orden fundamentalmente estético.
[9] En 1905, l’association du Heimatschutz (Ligue pour la conservation de la Suisse pittoresque) voit le jour sur le modèle allemand de 1904, ainsi que la Ligue pour la Protection de la Nature quelques années plus tard, en 1909, dont l’objectif est la protection des paysages suisses face aux absurdités du modernisme. La nature et tout particulièrement les Alpes occuperont une place centrale par la fonction identitaire qu'elles représentent pour la Suisse.
[10] pivert-de senancour, E. (1804) Oberman. Paris: Flamarion (2003).
[11] Entretien réalisé à M. Chappaz en 1977. On peut l’écouter: http://www.swissinfo.ch/fre/multimedia/video.html?siteSect=15045&ne_id=10208679&type=real
[12] Le Confédéré, mardi 13 avril 1976. Article: “Le cri du poète qui dérange”, par M. J. Luisier.
[13] Le Confédéré, mardi 9 mars 1976. Article : “Exclusif! Maurice Chappaz parle de son livre: Les Maquereaux des cimes blanches », par M. J. Luisier.
[14] Le réseau Pro Vita Alpina est une association pour le développement culturel, social, écologique et économique des Alpes. Fondé en 1972 comme groupe de travail suisse, il devint en 1989 un réseau international regroupant tous les pays alpins d’Autriche, d’Italie, de Suisse, de France et de Slovénie.
[15] "L'initiative des Alpes" (iniziativa da las alps en romanche) est une association suisse pour la protection des Alpes. L'association a été créée à la fin des années 1980 lorsque des écologistes de la région du Saint-Gothard ont lancé une initiative populaire visant à réduire la traversée routière des Alpes pour le transit. L'initiative intitulée « Pour la protection des régions alpines contre le trafic de transit » a été acceptée en votation le 20 février 1994.
[16] Leysin vit son épopée de station climatique et réussit sa conversion en lieu de vacances dans les années 1960 (Stucki-Rognon 1998: 25).

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