sábado, 10 de agosto de 2019

JOSEPH PEYRÉ: MIRADAS DESDE EL BOULEVARD DE PIRINEOS


Ces à ces cimes […] que Joseph Peyré est redevable d’avoir écrit […] tous ces romans qui éclairent d’autres ciels que celui de sa province natale, mais qu’il n’eût peut-être jamais découvert ou imaginés sans ce boulevard où il venait rêver aux heures de solitude (Bourin 1960 : 154).




Resumen

En el año 2018 se conmemoró el 50 aniversario de la muerte del escritor Joseph Peyré (1892-1968). Autor conocido por sus novelas sobre el Sahara (L’Escadron Blanc, Prix de la Renaissance 1931) y sobre España (Sang et Lumières, Prix Goncourt 1935), pero también escritor de los grandes espacios y de la alta montaña: Matterhom, 1939, Mont Everest 1942 y Mallory et son Dieu, 1947, son el reflejo de esa pasión. Los paseos dominicales que de joven le conducían hasta el boulevard de los Pirineos, en Pau, para admirar desde esa “sublime terraza” toda la cadena montañosa fueron su primera fuente de inspiración. Y sobre todo el Pico de Ossau, prisma a través del cual se mide toda su obra. Y aunque nunca estuvo directamente familiarizado con el alpinismo o el desierto, inventa aventuras épicas en las altas montañas y en el Sahara. Joseph Peyré es considerado un escritor clásico de montaña y se encuentra, según Michel Ballerini, “entre los mejores de la literatura romántica Alpine”. En este breve artículo se analizará desde perspectiva ecocrítica la relación que el escritor mantenía con el paisaje de su región, ese Béarn y ese Pays Basque que tanto le inspiraron y, particularmente, con dos de sus elementos naturales, por un lado la montaña y por otro el mar, que le permitirán viajar en sus relatos más allá de esa frontera física. Peyré nos muestra la grandeza, el poderío y la fuerza de una naturaleza fascinante e indomable. La montaña y el mar son para él un personaje tan vivo como real. Y eso es lo que hace que su obra parezca intemporal.


El año 2018 conmemoró el 50 aniversario de la muerte del escritor Joseph Peyré (1892-1968). Autor conocido por sus novelas sobre el Sahara (L’Escadron Blanc, Prix de la Renaissance 1931) y sobre España (Sang et Lumières, Prix Goncourt 1935), pero también escritor de los grandes espacios y de la alta montaña: Matterhom, 1939, Mont Everest 1942 y Mallory et son Dieu, 1947, son el reflejo de esa pasión. A lo que también hay que sumar su región, el Béarn y el País Vasco francés que tanto lo inspiraron. Vale la pena enfatizar sobre este doble movimiento que posee el autor de expansión hacia lugares exóticos y de repliegue a su tierra natal. De hecho, las estancias en el extranjero nunca diluyeron ese sentimiento de identidad y de pertenencia a la tierra que le vio nacer. El escritor siempre sintió una gran afectividad y una inmensa fidelidad por los lugares en los que habitó: « ma fidélité n’allait pas aux hommes, qui passent, et vous laissent seul. Cette fidélité, chez moi constamment conservée et accrue, s’adresse aux choses qui demeurent : à la terre, aux champs, et même aux maisons périssables », escribió en la introducción de su obra De mon Béarn à la mer basque.

Este sentimiento de apego a una tierra, a un paisaje, a una región se conoce en geografía, en el paradigma humanista, bajo el nombre de "topofilia", de topos (lugar) y filia (amor por), un neologismo introducido por Profesor Yi-Fu Tuan en los años 70.

Pour concevoir un goût personnel d’une terre, il faut être en effet parvenu à une manière d’osmose, s’être pénétré de ses soleils et de ses pluies, avoir subi les influences de ses sources, de ses vents et de ses esprits, pratiqué sa maison, ses gens. Il faut, de tel ou de tel haut lieu accepté ou choisi, avoir saisi un jour le mouvement des horizons, des eaux, et surpris ou cru surprendre leur secret (1952 : 71-72).


De manera muy similar, la topofilia es uno de los conceptos que el posmodernismo geográfico utiliza para reevaluar y comprender el concepto de "paisaje", dando mayor valor al "lugar" como centro de estudio geográfico; y la actual revalorización de términos como "ecología" y "medio ambiente". Espacio, ubicación, entorno y naturaleza aquí son los términos que analizaremos a lo largo de esta comunicación, para comprender la relación que el autor mantuvo con el paisaje de su región (topofilia) y su relación con el medio ambiente (ecocrítica), especialmente con la montaña y con el mar.

Recorreremos la verdadera montaña, la que el adolescente Peyré contemplaba durante sus paseos dominicales en Pau y que lo llevaba hasta el Boulevard des Pyrénées para admirar el esplendor de la cadena. Aquí está su primera fuente de inspiración que fue sobre todo la montaña. Y especialmente el Pico d'Ossau - " notre Cervin… prince du paysage " (1952: 38):

Ces à ces cimes […] que Joseph Peyré est redevable d’avoir écrit […] tous ces romans qui éclairent d’autres ciels que celui de sa province natale, mais qu’il n’eût peut-être jamais découvert ou imaginés sans ce boulevard où il venait rêver aux heures de solitude (Bourin 1960 : 154).


Pero también ese océano Atlántico que parecía casi alcanzar con la mirada desde su ciudad natal de Aydie o ese mar mediterráneo que cotejó en los últimos años de su vida. Tanto la montaña como el mar son dos elementos naturales que sirven de horizonte a Joseph Peyré para conquistar el más allá, son fronteras imaginarias que traspasar para concebir la aventura: al otro lado de Pirineos está su segundo país España, y más allá todavía su querido desierto, el Sahara. Tras los Pirineos llegan los Alpes donde regresará con Matterhom (1939) y su imaginación volará hasta el Himalaya para desarrollar las historias del Monte Everest (1942) y Mallory et son Dieu (1947). Detrás del océano Atlántico se encuentra las aventura de Jean le basque (1953) o de Cheval piaffant y de tantos emigrantes vascos que tuvieron que cruzar el océano para hacer fortuna en tierras del norte de América. Tras el mar Mediterráneo se encuentra también su querida Argelia. Traspasar todas estas fronteras significa para Joseph Peyré un mundo nuevo de creación literaria y aventura. Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que Joseph Peyré es un escritor del sur.


La montagne

Nous avons tous une montagne à découvrir
Joseph Peyré, Nouvelles littéraires, 1948


A principios de la década de 1950, Joseph Peyré regresó a su Béarn natal enriquecido por todos sus viajes reales e imaginarios. Poco tiempo después publicará en 1952 De mon Béarn à la mer Basque. Es un libro muy especial, un retorno a sus orígenes, una verdadera "prueba de geografía personal". En este libro, desvelará sus primeros contactos con la cadena pirenaica, la que veía desde el mirador de Haut-d'Aydie:

[…] j’estime que l’étendue de l’arc de montagne visible doit être de plus de deux cents kilomètres, soit plus de la moitié de la chaîne totale, et du double de celui qu’embrasse la vue du boulevard palois. Il doit, dans l’est, toucher au mont Vallier, et, dans l’ouest, arriver à la Rhune. Il culmine à peu près dans notre méridien, au pic du Midi de Bigorre […][1].


Acompañado siempre por su padre durante los largos paseos a la escuela, el joven Peyré recuerda “l’émotion, l’espèce d’effroi que [l]’inspiraient la profondeur de  l’horizon et l’apparition de la montagne au bord du vide”[2]. Todos los sentidos (olfato, oído y vista) juegan un papel importante para este niño que observa con precisión e intensidad. La percepción de la montaña pirenaica en esta época viene asociada con un olor particular: “[l]eur ton mauve des soirs d’octobre reste pour moi lié à l’odeur des chais, des cèpes sur la lande”, pero también a sonidos “au roulement des chars de vendange, aux cris des oies, auquel répondait, du haut des nuages voyageurs, celui des oies sauvages surprises par la montée rapide de la nuit”[3]. Tuan nos recuerda que no podemos recuperar por completo las sensaciones esenciales de un mundo visual que pertenece al pasado sin la ayuda de una experiencia sensorial que siempre permanece en el tiempo.

En una transmisión radiofónica de 1958, en RTF[4], el niño de Aydie evoca su pueblo, su escuela, su iglesia, los años pasados en la escuela secundaria de Pau y más tarde en la ciudad de Pau. Pero la montaña y sus actividades están siempre presentes, esta vez es el ruido de las campanas de los animales que lo transportan hacia la montaña: “La fenêtre de ma chambre donnait sur la Haute Plante qui était le lieu de transhumance pour les troupeaux descendus de la montagne”. Este recuerdo también se incluye en su obra De mon Béarn a la mer Basque: “Les troupeaux transhumants faisaient encore halte sous mes fenêtres. Descendus de la montagne, sous la conduite de leurs bergers, de leurs chiens et de l’âne au parapluie bleu, ils venaient hiverner sur les landes du Pont-Long”[5]. Y el río -le Gave-, "fils des Pyrénées" a través del cual respira “l’air des neiges qu’il apportait à la vallée” [6] y cuya imagen hacía nacer en él un nuevo deseo, el de ir a descubrir con sus propios ojos esas fuentes eternas.

Sin embargo, el descubrimiento de la verdadera montaña fue mucho más lento para este niño que quería admirarla más de cerca. Tendrá que esperar hasta casi el final de la escuela secundaria, cuando acompañado por el sacerdote de su pueblo, el Abbé Campagne, llegará al pie del Pic d'Ossau: “Quelle émotion pour moi que de voir s’ouvrir à mon intention la haute vallée pyrénéenne, commandé par la cime rose du pic d’Ossau!”[7]. Este momento quedará grabado en su memoria para siempre. E incluso si más tarde conocerá otros picos y otras montañas míticas, como el Cervino en Suiza, ninguno ejercerá sobre él ese poder. Los sentidos son nuevamente protagonistas de la escena, esta vez es el sabor: “Tout y était nouveau à mes sens, et surtout la saveur inoubliable du soir: air capiteux, chargé du souffle balsamique des sapinières et de la violente fraicheur du gave”[8]. Hay, sin embargo, cierta amargura cuando evoca el arroyo, este “frère du grand Gave” lleno de ardor en este momento, pero que pronto será encerrado por presas y embalses debido a un progreso demasiado voraz con los recursos naturales: “En ce temps-là, les barrages ne cassaient pas les reins de ces poulains sauvages, les conduites forcées ne tarissaient pas leurs courants[9]. Ciertamente, las “aguas más salvajes” de los Pirineos se hacen cada vez más “raras”, retenidas por embalses y conducidas por canalizaciones hasta las fábricas de las compañías hidroeléctricas. Joseph Peyré critica duramente las transformaciones que sufren los paisajes pirenaicos a partir de la década de 1950. El espectáculo dantesco que presencia en un día de verano durante uno de sus paseos hacia el Pic d'Ossau nos revela su versión más ecológica o conservacionista: “Les ouvriers du chantier remontèrent, et ils envahirent l’éden. Alors j’ai vu la vérité: les baraquements, la montagne éventrée, les talus d’éboulis, les gués écrasés par les bandages de camions. Le gave était déjà amaigri, défiguré.»[10] Aquí está el paisaje devastado de la futura presa de Bious-Artigues, propiedad de la SHEM (Compañía Hidroeléctrica del Sur), que se puso en servicio en 1957. Pero el escritor no solo habla de presas y embalses:

Barrages, lacs factices, conduites d’eau qui ont l’air de conduites d’égout, cônes de détritus, fausses cascades, usines grises, transformateurs, lignes de force et pylônes en routes vers les villes, avec leurs chapelets de boules brillantes, ce nouveau mouvement n’utilise pas le mouvement naturel de nos gaves, il l’usurpe, le détruit et, pour finir, en trahit l’âme.[11]


Todo este paisaje pirenaico que tanto afecciona se pone al servicio de la modernidad y del progreso. Peyré lamenta que sus montañas y valles formen parte de un “un type de paysage industriel”[12], repleto de hormigón, en el que los puentes, las trincheras, los túneles y los parapetos de la carretera arruinan una decoración hasta ahora intacta, porque “le béton n’épouse pas les lignes naturelles, ni la grâce d’un lac réel”[13], nos dice. Va incluso más lejos y predice la transformación de una tradición de las altas montañas, la trashumancia: “Sans doute le temps viendra-t-il où des convois de camions déplaceront des montagnes aux plaines un bétail gras, qui n’aura plus de jambes. Le taux de boucherie sera porté à un degré inespéré”[14]. Aunque muchas cosas han cambiado, la trashumancia sigue viva hoy en día y la subida de rebaños de ovejas, vacas y caballos a los pastizales de los Pirineos continúan haciéndose cada verano. Ciertamente, “seuls quelques-uns effectuent cette grande migration saisonnière dans l’autre sens entre plaines et vallées d’Ossau, d’Aspe et de Barétous”[15]. A pesar de los profundos cambios tecnológicos, el trabajo sigue siendo el mismo. A esto debe agregarse la contribución del turismo alpino en los últimos años: los festivales de trashumancia han surgido en junio en todos los valles de tradición pastoral. De este modo, permiten descubrir y valorar la profesión del pastor: su vida en los pastos en verano y el conocimiento de las variedades de los quesos. También da la oportunidad de apreciar las razas locales mantenidas en el área. Hoy, Joseph Peyré estaría muy feliz de saber que esta tradición ha continuado viva en todo el Pirineo.

Pero regresemos a ese bulevar de Pirineos desde donde observa su Pico d’Ossau, ya que desde los Pirineos hasta los Alpes, desde el Pic d'Ossau hasta el Cervino, solo hay un paso y el autor no tardará en darlo. La relación entre ambas montañas no se hace esperar, por su aislamiento “[d]e même que le Matterhorn se dresse seul face à l’alpe de Findelen […], de même le Pic d’Ossau se dresse au fond de sa vallée comme la cime unique”; y por su drama, porque “il a ses héros, ses légendes […] de ceux qui réussirent à le vaincre et de ceux qui y succombèrent”. Así surge la comparación: dos montañas universales y dos almas gemelas, a la que pronto se le unirá el Everest, la cima del mundo. Miradas locales que anuncian lugares más lejanos y exóticos a los que Joseph Peyré nos trasladará con sus obras “Matterhorn” y “Mallory et son Dieu”.


La mer

 Je ne connus que fort tard l’Atlantique et le pays basque marin[16]


Pero la presencia de este océano atlántico se encuentra ya bien presente desde su infancia, cuando paseando con su padre por Aydie y llegando a la cima de las colinas que rodeaban su casa sentía ese viento que anunciaba el océano : “un air plus vif, qui annonçait l’océan, nous frappait au visage”[17]. Como niño que era entonces le gustaba también escuchar el ruido de las olas a través de la gran caracola marina que guardaba junto a la chimenea de su habitación: “Après l’apparition de la montagne, je cherchais celle de la mer, l’autre secret de l’étendue, la route par laquelle nous étaient venus nos voisins…”, vecinos llegados del continente americano (México, Florida,…) que hacían viajar con la narración de sus relatos su propia imaginación. De aquí nacerá su espíritu de aventura y la fuerte convicción que desde su pueblo natal se abrían todos los caminos posibles: “je savais qu’en vrai village bernais, notre Aydie, replié à l’abri de sa côte, ouvrait sur les chemins du monde”.[18]

Desde el mismo bulevar de los Pirineos, Joseph Peyré sueña con el mar. Sin embargo, este elemento natural, al igual que la montaña, lo descubrirá también tardíamente. Los sentimientos que despierta el descubrimiento del océano se mantienen tan vivos a lo largo del tiempo que resulta fascinante escucharlo: la vista, el oído, el olfato se ponen al servicio de nuevo del recuerdo de aquel joven que de camino a España se detiene a descubrir este rincón con el que tanto había soñado:

Je ne peux pas me souvenir du jours où je découvris pour la première fois ce paysage, sans en éprouver encore le choc grisant, l’éblouissement, sans en respirer l’embrun chargé d’iode et de sel, si nouveau pour mes sens de terrien. Jamais je n’avais  supporté l’assaut du vent  sur les jetées, ni vu les lourdes vagues accourir, briser sur les enrochements, et refluer en nappes scintillantes. Jamais je n’avais entendu ce grondement des lames déferlantes, cette voix. Tandis que j’avais eu, pour mon initiation à la montagne, un compagnon, un guide, j’étais seul cette fois, libre de m’émouvoir. Je pus ainsi m’exalter à loisir, remercier mon pays qui, avec celle de l’Ossau, pouvait me ménager une révélation pareille, montagne et mer, altitude et espace. Pays unique, pensai-je, et où se mirait l’univers.[19]


Aunque el País Vasco francés no sea su lugar de origen, el océano que lo baña es uno de los elementos esenciales de su obra y de su universo: “J’ai l’impression de subir  dans mon corps, ma poitrine oppressée, mes oreilles assourdies par leur grondement, l’assaut des vagues suscitées par l’esprit inépuisable des tempêtes, et de leur résister moi-même »[20], nos relata el propio escritor. Incluso reconoce el viento que sopla desde estas costas vascas y lleva tierra a dentro, hasta su pueblo natal Aydie, el olor a iodo del océano. Es la tierra del aventurero “Jean le Basque” y de otros como Sauveur Etchemendi. Ellos cederán a la llamada del océano y se marcharán más lejos aún, hasta California, hasta Nevada, empujados por ese instinto ancestral del emigrante vasco, del pastor que va a buscar fortuna a tierras americanas.

Joseph Peyré estaba muy apegado al País Vasco. Entre los tres lugares clave donde vivió, figura Saint-Jean-de-Luz. La novela, Le Pont de Sorts, nos traslada hasta el Saint-Jean de Luz de los años 36-40 convertido en territorio español (o al menos vasco-español) durante la guerra d’Outre-Monts. En este pueblo marinero se reagrupan los dos elementos naturales que más han influenciado sus primeros años: el mar y la montaña.

Aunque no sólo conocerá el océano Atlántico. Respondiendo a la solicitud de Colette, residente del “Treille Muscate” en Saint-Tropez, Joseph Peyré se establece allí como vecino en 1936. “C’est là, […], à une portée de pinceaux des paysages chers à Signac et Dunoyer de Segonzac, qu’il planta sa résidence principale: un havre de paix au milieu des pins maritimes qu’il baptisa La Palombière, en souvenir de son village d’Aydie où, l’automne avancé, il comptait les palombes qui emportaient son imagination, bien au-delà des coteaux du Vic-Bilh”, nos recuerda su sobrino Pierre. Y hasta el final de sus días se convierte en un Provenzal más. El mar Mediterráneo será también otro horizonte más a través del cual su imaginación continuará viajando.


Conclusión

La obra de Joseph Peyré es un ejemplo mismo de lo que podríamos llamar “la imaginación al poder”, por esa capacidad que tiene de ver e imaginar lugares como novelista. Amante y gran conocedor de su tierra le Bearn y del País Vasco a las que rendirá tributo a través de varias de sus obras, pero también un hombre que es consciente del daño que provoca el progreso y que, a pesar de todo, no desea oponerse a la modernidad, sino ponerla límites o controlarla. El contador de cuentos para niños que imagina, en las montañas de los Pirineos, la reconciliación incluso del hombre y del oso en un marco perfecto, casi arcadiano: Le prè aux ours. Un hombre preocupado por las deudas excesivas causadas a los agricultores, por la modernización y el posible deterioro del suelo por el uso excesivo de fertilizantes, no dejará de tener una mirada tierna, desde lo más alto del mirador, a todas esas tierras que, expuestas entre dos vientos contrarios, suben o bajan hacia el océano. No debemos olvidar que Peyré escribió su primera obra literaria, "Sur la terrasse" en 1922 ¿casualidad? Esta indicación podría percibirse en la actualidad como la matriz de la génesis de su escritura.

¿Por qué extraña anomalía, este autor esencial de la literatura francesa y del premio Goncourt ha desaparecido de nuestras referencias como de nuestros hábitos de lectura para caer en este lugar injustamente frecuentado qué es el purgatorio de los escritores? Algo paradójico cuando el trabajo de Joseph Peyré ha sido recompensado con tantos premios y su obra se compara con Hemingway o Kessel. Durante toda su vida, este escritor viajero no dejó de imaginar el mundo en busca de horizontes lejanos, tanto geográficos como humanos. Es por ello merecedor de volver a ocupar el lugar que le corresponde entre los escritores franceses más conocidos del siglo XX.



[1] Joseph Peyré, De mon Béarn à la mer basque, Paris, Flammarion, 1952,  pp. 181-182.
[2] Ibíd., p. 13.
[3] Ibíd., p.15.
[4] Vent du Sud, entretiens avec Joseph Peyré, une série de 11 émissions de la Radiodiffusion-télévision Française, présentée par Marguerite Taos sur France II, du 5 janvier au 16 mars 1958.
[5] Joseph Peyré, De mon Béarn à la mer basque, Paris, Flammarion, 1952, p. 111.
[6] Ibíd., p. 36.
[7] Ibíd., p. 40.
[8] Ibíd., p. 41.
[9] Ibíd., p. 41.
[10] Joseph Peyré, De mon Béarn à la mer basque, Paris, Flammarion, 1952, p. 140.
[11] Ibíd., p. 141.
[12] Ibíd., p. 140.
[13] Ibíd., p. 141.
[14] Ibíd., p. 142.
[15] Vanessa Doutreleau, Itinéraires de bergers. Transhumance entre Pyrénées et les plaines de Gasgogne, Pau, Cairn, 2014, p. 11
[16] Ibíd., p. 63
[17] Ibíd., p. 13
[18] Ibíd., p. 14
[19] Ibíd., p. 66
[20] Bourin, André. Province terre d’inspiration, Paris: Edit. Albin Michel, 1960, p. 155.

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