Puede sonar un poco extraño, especialmente
ahora, pero acabo de enterarme de la muerte de Knut, el oso de Berlín, y me siento
desconcertada. Extraña, en realidad. Mal. Al borde de las lágrimas. Porque fue
para mí el símbolo de un desastre, y no solo la mascota que salvó el zoológico
de Berlín. Huérfano, criado por un cuidador que murió dos años después de su
nacimiento. Y después... Después, desorientado, impregnado pero "animal
salvaje", malcriado pero temido, antropomorfizado "pero aun
así", obviamente sufriendo trastornos de conducta, ¿cómo podría ser de
otra manera? En resumen, Knut, lo fotografié en Berlín el pasado agosto. Y
cuando escribí Anuri pensé en él. Los osos polares que se alejan de sus
icebergs, los témpanos de hielo, el mundo gira. En fin. Knut está muerto y me siento triste. Blog de Charlotte Bousquet.
El oso "es uno de los animales que más han marcado al ser
humano", dice Michel Pastoureau, historiador de la École Pratique des
Hautes Etudes. El hombre y el oso han cohabitado juntos desde la prehistoria y compartido
las mismas cuevas, lugar de hibernación para uno, sitio de expresión pictórica
para el otro. Todas las mitologías europeas hacen del oso un animal aparte, un
dios o un antepasado del hombre, símbolo de la fuerte impresión que el plantígrado
ha ejercido siempre sobre el ser humano. Hacia el siglo X, pierde este favor
porque el cristianismo lo ve como un animal peligroso. Existía una creencia
popular generalizada de que el oso macho se sentía sexualmente atraído por las
mujeres jóvenes, que las secuestraba, violaba y de estas uniones nacían seres
mitad hombre y mitad oso. Como nos cuenta la historia de Jean de l'Ours.
Y lo destruyen, le dan cazan, lo atrapan para domesticarlo y mostrarlo en
aldeas, en ferias y en circos. A principios del siglo XX, en 1903, la imagen
del oso cambia por completo gracias a la aparición de un oso de peluche, Teddy
Bear, el último eco de una relación apasionada de los últimos años: y así, igual
que el hombre paleolítico a veces compartía sus temores y cuevas con el oso, ahora
es el niño del siglo XXI quien comparte sus temores y su cama con un osito de
peluche.
Hoy, desafortunadamente, la mayoría de las especies de osos están
en peligro de extinción. Las causas: la reducción de su hábitat (a través de la
urbanización masiva, la agricultura y las diversas explotaciones), la caza
furtiva y el calentamiento climático. Si hay un animal que simboliza el cambio
climático, ese es sin duda alguna, el oso polar.
La población mundial de osos polares, 25,000 hoy en día, bien
podría, según los científicos, disminuir en un tercio en los próximos diez
años, y probablemente extinguirse en 2050. Este mamífero se ha convertido en el
símbolo de los efectos desastrosos del cambio climático en los últimos años,
especialmente por esta impactante imagen que pasó a través de todos los medios de
comunicación del mundo en diciembre de 2017: un oso polar demacrado y delgado,
que se arrastraba miserablemente, que a duras penas podía sostenerse sobre sus
patas y estaba terriblemente hambriento ¿La razón? Su hábitat natural
desaparece, la capa de hielo se derrite muy rápidamente debido al calentamiento
global, mientras que es vital para los osos polares porque es al mismo tiempo
su lugar de caza, descanso y reproducción. Sin embargo, debido al calentamiento
global, su área de superficie disminuye en aproximadamente un 13,4% por década
(WWF).
Le dernier ours : una
bellísima historia de amor
Aquí está la base temática de nuestro relato: una novela ecológica
y humana para despertar conciencias. La historia comienza en la primavera de
2025 en los suburbios de Nuuk. Karen, la protagonista, mira a través de una
ventana los alrededores de su casa: "el patio inundado donde flotan los
desperdicios, el árbol torcido cerca de la entrada, junto al viejo
cobertizo" (11), de repente, la imagen de una osa y sus dos pequeños
aparecen frente a ella, en medio de la noche, y ella contempla "la osa y
su descendencia destruyendo uno por uno los contenedores del vecindario"
(13). Uno tiene la impresión de observar una anomalía, de asistir a un
espectáculo casi distópico y, sin embargo... estas imágenes están actualmente a
la orden del día.
A
los cachorros no les gusta la ciudad. No es que huela tan mal, han aprendido a
reconocer los olores, a soportarlos de todos modos, pero cada vez que los lleva
allí, su madre se enoja. Ella gruñe mucho y le da zarpazos para que no se
alejen demasiado. Viene aquí por necesidad: en este momento, la comida es rara,
las presas ahumadas todavía están encerradas (13).
La novela gira pues en torno al tema de la ecología y, en
particular, a la conservación de las especies. En “Le Dernier ours”, Charlotte
Bousquet nos lleva al futuro, al norte del mundo, en Groenlandia. Una isla
ártica desolada y destrozada donde el hielo se derrite y el ecosistema se
destruye por la contaminación y el cambio climático, donde la explotación de la
riqueza mineral y petrolera y la búsqueda de beneficios inmediatos son lo
primero. Los hombres están constantemente explotando los recursos naturales, indiferentes
a los mensajes que la naturaleza parece enviarles. Y en medio de todo este
desastre, encontramos al último oso nacido en libertad, en un zoológico. Uno
siente la pasión y la fuerte implicación que tiene la escritora con respecto a
este tema tan delicado de la defensa de los animales y una crítica feroz contra
el método de impregnación:
La
impregnación. Muchos zoológicos y organizaciones ecológistas han luchado contra
este método de dar a los animales salvajes referencias humanas, para que se
familiaricen con los hombres, en lugar de domesticarlos. Para ellos, esta fue
la última etapa de esclavitud y degradación del mundo salvaje. Esta técnica,
además de ser peligrosa, era contraria a todos los intentos de reintroducir
especies en su entorno natural. (Bousquet 100)
La historia se sitúa en Groenlandia, pero notamos cómo toda la
tierra está en peligro debido al comportamiento del ser humano. Encontramos a
un científico dispuesto a realizar todo tipo de experimentos con tal de obtener
gloria y beneficios, nada que ver con la salvaguarda de especies en peligro de
extinción, nada que ver con el último oso, todo lo que le interesa son sus
pequeñas experiencias. Svendsen, brillante bio-genético, es el co-fundador del
zoológico que dirige con su cómplice Ava Nielsen. Piensa que todo le está
permitido. Y por ello, se involucra en secreto en todo tipo de manipulaciones
genéticas dirigidas a la creación de seres híbridos. Sólo el dinero y el poder
le interesan y no tiene consideraciones éticas o ecológicas. Este libro alienta
al lector a hacerse preguntas reales: ¿hasta dónde puede llegar el progreso? ¿Cuáles
son sus límites? ¿Es deseable que se vaya tan lejos?
Anuri, el último oso de su especie, vive en un recinto del zoo y es
cuidado por la joven Karen, que siempre ha sentido una conexión especial con el
animal. Pero esta joven mujer Inuit debe huir con Anuri hacia el norte con la
esperanza de encontrar asilo en Rasmussen Cove, el último parque natural de
Groenlandia protegido por la Unesco, porque Svendsen ha decidido sacrificar a
Anuri (atacó a dos científicos que se introdujeron en su recinto para extraerle
muestras de sangre sin permiso veterinario y sin la presencia de su cuidadora:
resultado, el oso mata a uno de ellos e hiere de gravedad al otro). Con la
ayuda de Lone (una joven condenada) y Silva (que huye de la casa de
corrección), Karen intentará salvar a Anuri cueste lo que cueste. Comienza así
la travesía por Groenlandia. El camino es largo hacia el norte y está lleno de obstáculos.
Los medios de comunicación los describen como ladrones peligrosos y comunican que
Anuri es portador de la rabia. Además, unos asesinos experimentados pagados por
Svedsen van tras ellos, y tienen como misión eliminar al último oso polar en el
Ártico.
Todos los capítulos comienzan con un mensaje, ya sea noticias de
televisión (no muy alentadoras porque hablan mucho sobre la contaminación, los derrames
continuos de petróleo...) o el diario de Karen (que intenta superar sus
ansiedades). Es una historia emocionante, una carrera de persecución por la
supervivencia de la especie y las páginas se leen muy rápido porque el ritmo es
muy fuerte y la acción está omnipresente. El libro sirve para mostrarnos lo que
podría suceder si no cambiamos la trayectoria actual.
Nos sentimos muy apegados a Karen y a Anuri, su vínculo es
realmente especial, son hermano y hermana, incluso si ella es humana y él
animal, se entienden, se conocen y confían el uno en el otro; como si la
frontera entre el hombre y el animal no existiera, los dos encarnaban los mitos
más antiguos, las leyendas inuits, celtas o escandinavas, en las que el hombre
y su hermano salvaje se parecen y se confunden, donde uno entra en la piel del
otro y viceversa.
Crecí
con Anuri, nos dice. Para él, soy lo más cercano a una familia. En la
naturaleza, los osos son seres solitarios. Marrones, negros, da igual. Pueden
viajar decenas de kilómetros sin cruzarse con uno de sus congéneres. Si Anuri
hubiera podido vivir libre y salvaje, sería así. En fin, en un mundo mejor, por
supuesto" (132).
Anuri se convierte en un personaje por derecho propio; por
supuesto, está en el centro de esta historia, pero también es el apego que
tiene por Karen, lo que nos embarca en una avalancha de emociones y logra convencernos
de que su vida tiene tanto valor como la de un ser humano. A través de esta
relación especial que mantienen, aprendemos sobre su modo de existencia, su lenguaje,
del mismo modo que él se esfuerza por aprender el de Karen y lo consideramos un
ser capaz de pensar, de experimentar, de aprender e incluso de enseñar, de tener
o no afinidades, pero sobre todo lo consideramos un individuo singular, con
toda la complejidad que ello genera. Los pasajes dedicados al oso son
fascinantes y el antropomorfismo en el que podríamos caer fácilmente, en el
caso de tales escenas está muy bien manejado. Las reacciones de Anuri siempre
mantienen un lado muy animal. El antropomorfismo en este caso, lo utilizamos
para aprender del animal. Algunos ejemplos:
Cómo siente el peligro y la amenaza: “La osa sintió el peligro. Incómoda,
mueve su pesada cabeza de lado a lado, inhalando la oscuridad llena de lluvia.
Hombres. Dos, tres tal vez. Cerca. Demasiado cerca. Con un débil gemido, llama
a sus pequeños, comienza a alejarse. Esta ciudad la asusta. Hay que marcharse. Rápido.
En los rincones poco iluminados adivina enemigos listos para...”
Cómo defiende a los suyos: “Decidida a proteger a los suyos, se
pone de pie, amenazadora y ante sus invisibles oponentes ruge”.
Cómo ataca: "A su alrededor, el frío, el vacío, las sombras. El
frío, el vacío, las sombras... Y de repente, un claro. Olor a tierra, rocas
empapadas. En su camino, un obstáculo, un oponente, sin duda. Colmillos a
descubierto, carga, listo para matar".
Sentimientos de remordimiento o de tristeza: "Su mandíbula
estaba solo a unos pocos milímetros de su brazo cuando interrumpió su ataque y
retrocedió, tímidamente. Por un momento, la joven pudo detectar en su gran
cabeza blanca una expresión de preocupación, teñida de pesar "(115).
Sentimos también afecto por Lone y Silva, dos jóvenes bastante
perdidos, pero que intentan ayudar lo mejor que pueden, incluso si creemos que al
fin y al cabo son solo un par de adolescentes. El final es terrible, suficiente
para enojar al lector. Es quizás el propósito de este libro, ya que nos
gustaría poder salvar especies en peligro de extinción. Es una obra pesimista, que
deja una sensación de vacío terrible. También observamos que hay una evolución
del paisaje y la naturaleza entre la época en que Karen es pequeña y cuando es
adulta, lo que resulta muy interesante de analizar. La situación en Groenlandia
ya no es la misma. Nuestro planeta está en peligro y la historia lo destaca, a
través de esta lucha de una humana y un oso que intenta sobrevivir ante el
lucro, el espíritu científico, la caza y la crueldad humana.
Conclusión
El pasado mes de mayo nos encontrábamos con esta noticia en todos
los medios de comunicación. Los humanos están transformando los paisajes
naturales de la Tierra de manera tan dramática que hasta un número tan grande
como un millón de especies vegetales y animales están en peligro de extinción,
lo que representa una amenaza grave a los ecosistemas de los que personas de
todo el mundo dependen para su supervivencia, concluyó un nuevo estudio
exhaustivo de las Naciones Unidas.
En un siglo, y especialmente desde finales de los años cincuenta,
más de un tercio de las especies ha desaparecido.
La tasa de extinción es de cien a mil veces más alta de lo normal,
es decir, de lo que sucedería naturalmente.
El 40% de los vertebrados ya han desaparecido de la superficie de
la tierra.
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