Résumé
Resumen
Deseada
en el tiempo por su autenticidad, la Fête des Vignerons, en Suiza, se
celebra una vez por generación en una ciudad situada en el corazón de los
viñedos de Lavaux: Vevey. Fue la primera tradición viva de Suiza en ser
inscrita en la lista del patrimonio cultural inmaterial de la UNESCO el 1 de
diciembre de 2016, una inscripción que no solo muestra su importancia, sino que
también honra a todos los que han contribuido y contribuyen a ella. Combinando
la narración y el canto, la Fête des Vignerons "pretende ser un
canto universal de amor y esperanza, un himno a la tierra, a la patria, al
hombre y a sus raíces". Compuesto por una veintena de escenas que se abren
y terminan con la vendimia, el espectáculo Fête des Vignerons cuenta la
historia del viñedo. Trata tanto del trabajo de la viña, de momentos más
sociales como la feria de San Martín, como de temas más generales, las
estaciones, el agua, el sol, el cosmos", escriben los organizadores. Temas
que han sido recogidos en la literatura suiza por autores como J.J. Rousseau, C.F.
Ramuz o Blaise Hoffmann, donde la vid y el vino son dos importantes símbolos de
la identidad de la Suiza francófona. En esta comunicación analizaremos aquellos
escritores y obras literarias que han contribuido a dar a conocer a través del
tiempo esta tradición tan enraizada en la cultura suiza.
La
vie est éphémère
et
tu es éternelle.
Par-delà
les frontières,
retour
à l’essentiel :
Je t’aime, la terre.
Poème
de la Fête des Vignerons 2019.
1.
Un espectáculo único en el mundo
Esta celebración, organizada
por la Confrérie des Vignerons, tiene lugar una vez por generación en
Vevey, ciudad situada en el corazón de los viñedos de Lavaux, en el cantón de
Vaud (Suiza). Reconocida por la UNESCO desde diciembre de 2016 en la lista
representativa del patrimonio cultural inmaterial de la humanidad, la Fête
des Vignerons es una tradición que se remonta hasta el siglo XVII. Lo que
comenzó por entonces siendo una sencilla procesión de viticultores y curiosos por
las calles de Vevey, acompañada de música, cantos y danzas, se fue enriqueciendo
a lo largo de los siglos XVII y XVIII con un desfile en el que participaban
músicos, se llevaban en procesión a pequeñas figuritas conocidas como
"marmousets" y los jóvenes del lugar representaban a Baco, dios del
vino, y Ceres, diosa del trigo y la cosecha:
Conseillers,
confrères, vignerons et figurants défilaient ainsi selon un ordre clairement
établi. Certains avaient l’honneur de porter le drapeau de la Confrérie ou des « marmousets »,
de petites figurines en plâtre ou en bois fixées sur une perche, montrant de
façon caricaturale un vigneron, saint Urbain ou Bacchus. (Hofmann,
2019b :152)
Este desfile daba
paso a la Asamblea general en la que se comentaba (y criticaba) el trabajo de
los viticultores y precedía al tradicional banquete de la Sociedad.
Hacia 1770, la Confrérie
des Vignerons de Vevey se fija como objetivo fomentar la mejora de la
viticultura, reconociendo el buen trabajo encomendado a los
viticultores-cultivadores, en lugar de hacer hincapié en las deficiencias del
cultivo. Cuando las finanzas y las circunstancias económicas y políticas lo
permitían, se recompensaba a los mejores trabajadores. Así en 1797, el Abad-presidente
y el Consejo de la Confrérie des Vignerons decidieron premiar a los
mejores viticultores en una ceremonia oficial y pública. Esta coronación a los
mejores viticultores transformó el antiguo desfile en lo que hoy se conoce como
la Fête des Vignerons. El evento tuvo lugar en la Place du Marché de
Vevey dónde se levantó un primer escenario con 2.000 asientos para que los
numerosos curiosos pudieran asistir. Es
en este espacio majestuoso, la Place du Marché, donde se celebra la Fête des
Vignerons desde su primera edición en 1797.
A pesar de sus
sucesivas metamorfosis, la Confrérie des Vignerons ha conservado su
organización tradicional y no ha perdido de vista su objetivo primordial, que
es premiar a los mejores viticultores y rendir homenaje público a sus fecundas
virtudes. Hoy en día, esta celebración se
ha transformado en un espectáculo único en el mundo que ha celebrado su
duodécima edición el pasado año 2019. Se ha convertido en toda una tradición
que une a diferentes generaciones, reúne a la gente de los pueblos, del campo y
de los viñedos, a los nativos y a los extranjeros, y permite a todos superarse
y trascenderse participando de forma colectiva a un evento cultural de
dimensiones colosales.
2. La celebración de la tierra
La Fête
des Vignerons rinde homenaje a las tradiciones vitícolas de los viñedos de
Lavaux y Chablais vaudois a través de un espectáculo excepcional y la
coronación de los viticultores-artesanos. Como bien se explica en la obra La
Fête: “Une célébration de la terre, du cycle des saisons et du travail de
la vigne. En aucun cas, un hommage du vin”. (Hofmann, 2019b: 19). Se trata
pues de una reconstrucción teatral de una tradición agrícola y vitivinícola, un
monumento a la cultura del vino que se celebra según un ritmo que parece
impuesto por la duración de la vida de las vides y el baile de las generaciones
humanas. La Fête des Vignerons honra, además del trabajo de los hombres
y mujeres, el ciclo fecundo de la naturaleza, todo ello personificado con una
gran riqueza de alegorías paganas, trajes y símbolos judeocristianos. Se
encuentran representadas las cuatro estaciones -Baco en posición destacada para
el otoño- y los oficios de la tierra, junto a otros personajes como faunos,
bacantes y sumos sacerdotes y sacerdotisas. Las
cuatro deidades griegas (Ceres, Pales, Baco y Sileno) no son lemánicas, como bien sabemos, pero
recuerdan al ciudadano los beneficios de la tierra a través de quienes la
fecundan.
La Fête de
Vignerons representa una tradición, una historia, unos valores, una
identidad y un país. Es un inmenso himno a la tierra, pero también al hombre y
a sus raíces, ya que nos habla de la relación que existe entre el hombre y la
naturaleza, su encuentro, su pasión, su dependencia. El viticultor necesita de
la tierra, de la luna y de la naturaleza porque son espíritus fuertes que
acompañan su trabajo cotidiano. Comprender esa tierra, esos ríos, ese lago, el
río que conecta los glaciares con el mar, el aire limpio, la brisa, el viento,
el sol, la luna, las estrellas, comprender esa tensión mágica de la naturaleza
que indica el momento exacto del cambio en el viñedo, es el objetivo de esta
fiesta. No se trata de pasar un mensaje, sino de transmitir emociones, y una
forma de restaurar la imagen de los trabajadores viticultores.
La fiesta reproduce
los trabajos de la viña representados por las cuatro estaciones. En cada
estación, los expertos visitan las viñas y dan notas a los trabajos realizados
por los viticultores. En invierno, cuando la viña duerme, se la talla para
permitir a los brotes que se desarrollen y crezcan. En primavera, los brotes se
abren y se deben vigilar. En verano, el viñedo florece y se debe proteger del
mal tiempo, además de podar las hojas que impiden al sol llegar hasta los
racimos. En otoño, re cosecha la uva, es el tiempo de la vendimia. Los
viticultores son calificados y aquel que recibe las mejores notas es elegido
Rey o Reina de los Viticultores.
3. Una fiesta realzada por la literatura
Vevey
se présente, au passé, d’abord, comme un
rendez-vous
de l’esprit, un haut lieu du roman, un
moment
de l’histoire des littératures.
(Paul
Morand, 1955)
Desde su primera edición en el siglo XVIII, la Fête
des Vignerons de Vevey ha atraído la atención de escritores locales e
internacionales: ilustres autores le han dedicado apasionadas páginas. Todos
ellos han sido fundamentales para el renombre y la influencia cultural del
Festival. En la segunda mitad del siglo XVIII, Jean Jacques Rousseau y la
escuela del retorno a la naturaleza influyeron fuertemente en los
acontecimientos vitícolas de esta ciudad, atrayendo a numerosos extranjeros que
comenzaron a interesarse por los acontecimientos que allí se desarrollaban. Rousseau
en Les Confessions comenta sobre Vevey:
[…] je pris pour
cette ville un amour qui m’a suivi dans tous mes voyages et qui m’y a fait
établir enfin les héros de mon roman. […] Allez à Vevey, visitez le pays,
examinez les sites, promenez-vous sur le lac, et dites si la Nature n’a pas
fait ce beau pays pour une Julie, pour une Claire et pour un Saint-Preux
; mais ne les y cherchez pas.
Iba a hacer de la
región, y más concretamente de Clarens, el edén de todos los
enamorados con su obra La Nouvelle Héloise (1761) a finales del siglo
XVIII. El libro fue tan popular que rápidamente se convirtió en una peregrinación
literaria. La gente acudía a las orillas del lago Lemán para encontrar los
lugares descritos en la novela.
Depuis un mois,
les chaleurs de l’automne apprêtoient d’heureuses vendanges ; les premières
gelées en ont amené l’ouverture ; […] l’aimable et touchant tableau d’une
allégresse générale qui semble en ce moment étendu sur la face de la terre ;
enfin le voile de brouillard que le soleil élève au matin comme une toile de
théâtre, pour découvrir à l’œil un si charmant spectacle.
Pero si Rousseau
conmovió al público francófono, Lord Byron, gran admirador del escritor y
filósofo ginebrino, dio a conocer al público anglosajón este alto lugar del
romanticismo. Viajero impetuoso, Byron conoció al matrimonio Shelley en Ginebra
en 1816. Para amenizar sus veladas, inventaban historias de fantasmas. Fue
durante estas espantosas fiestas cuando Frankenstein nació de la
imaginación de Mary Shelley. Byron y sus amigos recorrieron el lago Lemán
siguiendo la ruta de Jean-Jacques Rousseau y visitaron el castillo de Chillon,
que con su arquitectura románica, su castillo fortificado, su torre del
homenaje de 25 metros de altura es más que un monumento, es una vuelta al
pasado. La historia de un ginebrino, François Bonivard, que estuvo encadenado
durante seis años en las cárceles del castillo le dio la idea a Byron de
escribir “El prisionero de Chillón”. Este poema romántico, una especie de himno
a la libertad, tuvo un éxito inmediato y Chillón se convirtió en un lugar de
peregrinación para la alta sociedad europea.
“Clarens ! aimable
Clarens, berceau de l’amour profond !
Ton air est le
jeune soufflé d’une pensé ardente ;
Tes arbres
prennent racine dans l’amour ; les neiges
Qui couronnent tes
glaciers ont emprunté ses teintes,
Et le soleil
couchant les voit peintes par les rayons
Qui tendrement s’y
reposent, d’une couleur de rose :
Les rochers, les
crêtes éternelles parlent ici de l’amour
Qui chercha parmi
eux un refuge contre les chocs du monde,
Ceux qui agitent
et blessent l’âme d’un espoir qui attire et rit ensuite.[1]
En el primer tercio
del mismo siglo, James Fenimore Cooper (1789-1851) publicó Le bourreau de
Berne ou L’abbaye des vignerons (The Headsman: The Abbaye des Vignerons). Es
una novela de 1833 ambientada en Suiza que se inspiró en uno de los viajes de
Cooper durante su periplo europeo en 1832. La novela es una de las tres novelas
"europeas" de este autor, después de The Bravo y The
Heidenmauer, todas las cuales utilizan el escenario europeo para tratar el
contraste sociopolítico con las instituciones estadounidenses. En el
decimotercer capítulo, el americano se detiene en la descripción de la
ceremonia de 1833, la tercera Fête des vignerons que tuvo lugar del 8 al
9 de agosto[2]:
“On
suppose que les fêtes de Bacchus ont servi de modèle à ces réjouissances qui
ont eu lieu depuis longtemps en Suisse, et qui sont connues dans le pays sous
le nom de l’Abbaye des Vignerons” y se desliza por las gradas de la fiesta de Vevey describiendo al público presente:
Les gradins
commencèrent à se remplir des privilégiés, parmi lesquels beaucoup
appartenaient à la haute aristocratie du canton ; d’autres étaient des fonctionnaires
trop élevés en dignité pour jouer d’autre rôle que celui de spectateurs
complaisants. On y voyait des seigneurs de France et d’Italie, quelques
voyageurs d’Angleterre (…), tous ceux des territoires voisins qui avaient du
temps à perdre et de l’argent à dépenser, et qui par leur rang ou par leurs
places avaient droit aux distinctions, ainsi que les femmes et les enfants des
fonctionnaires de la ville qui étaient engagés comme acteurs dans la
représentation (1839 : 411-414).
El escritor, poeta,
novelista y académico suizo Juste Olivier (1807-1876) que dejó una importante
huella en la vida de su país con su gran libro, Le Canton de Vaud. Sa vie et
son histoire, reeditado en 1978 por los Cahiers de la Renaissance Vaudoise,
nos desvela los orígenes de la Fête des Vignerons que remontan hasta la
Edad Media[3]:
L’Abbaye des
Vignerons est le résumé de tous ces divertissements rustiques, et notre grande
fête nationale. Probablement plus ancienne que les moines de Haut-Crêt, dont
elle porte encore la devise sur sa bannière (ORA ET LABORA), puis retravaillée
par l’esprit moderne, son cachet principal est pourtant celui du moyen-âge.
(Olivier, 1837 : 395-396).
E insiste en que la
fiesta es la imagen del País de Vaud, la obra de sus hijos y su alegría: “S’il
devait se trouver quelque part une véritable fête populaire de l’agriculture,
c’était chez nous: aussi, n’en existe-t-il pas ailleurs qui ait ce caractère
complet et patriotique» (Olivier, 1837: 397)
Una de sus
composiciones más conocidas la Chanson de la Mi-été, 24 cuartetas para
alabar las fiestas de verano en Taveyanne, siguen apareciendo en el programa de la
Fête des Vignerons desde 1889: «En attendant le jour de
nous mettre en ménage, dansons sur nos alpages et chantons tour à tour en attendant
le jour. Notre salle de bal est la verte pelouse… ».
Siguiendo la
cronología de las Fiestas, la pluma más eminente es, sin duda alguna, la de
Théophile Gautier, que en 1865 trabajó como periodista en Vevey para el periódico
"Moniteur universel". Este autor fue considerado el escritor más
"fotográfico" del siglo XIX. Gautier escribe como un pintor o un
fotógrafo. Captado por su ojo, un pueblo o un paisaje se transforman
inmediatamente en una escena o un cuadro. Al igual que las escapadas que
recomienda, su colorido lenguaje merece una visita... Así el 27 de julio, asiste
a la quinta Fête des vignerons a la que había sido invitado a principios
de mes y nos describe todo el espectáculo en un artículo titulado «La Fête des
vignerons à Vevey»- que será recogido más tarde, en 1881, en Les Vacances du
lundi- como un simple observador incorpóreo, sometido a un mundo que se
despliega ante él como una película. En este artículo extrae un análisis tan
preciso, vivo y sobre todo moderno que es digno de admiración: “c'est
un spectacle bien rare dans les mœurs actuelles et qui donne l'idée de ce que
pouvaient être les fêtes antiques, les thesmophories, les panathénées et autres
cérémonies exécutées en plein air” (1888: 61). Gauthier se muestra maravillado por la ceremonia que se desarrolla en la
gran place de Vevey y nos la describe con gran detalle: “La
cérémonie devait avoir lieu sur la grande place, autour de laquelle on avait
élevé trois gigantesques estrades solidement construites et pouvant contenir
dix mille cinq cents spectateurs, sans compter ceux qui s'étaient juchés sur
les toits des maisons, d'une hauteur à dominer la place” (1888: 63). Todo ello amenizado por la música que acompaña el desfile:
«Les musiques commencèrent à jouer: la musique de Paies, costume blanc et bleu
avec casque d’argent; la musique de Cérès, blanc et rouge; la musique de Bacchus
revêtue de casaques vertes, coiffée de casques à ailerons d'or, chaussée de
cothurnes à franges, en maillots figurant une peau basanée; et aussi la musique
des Suisses anciens et modernes: tout cela troussé le plus galamment du monde»
(1888: 67). Pero quizás lo que más le
sorprenda son los figurantes, los protagonistas sin duda del propio festival,
ya que no eran verdaderos profesionales sino:
«des vignerons, des vigneronnes, des paysans, des ouvriers, des industriels,
des gens de la campagne et de la ville, et l'on ne sait pas comment M.
Archinard a pu obtenir un tel ensemble, une telle justesse, une telle verve
d'exécution de gens qui ignoraient il y a six semaines les premiers éléments de
la chorégraphie» (1888: 69). Y saludó a los lansquenets
del festival no sin cierta ironía típicamente francesa:
«Nous leur trouvions l’air admirablement suisse, et nous félicitions en
nous-même ces braves figurants de leur exactitude en matière de couleur locale.
Mais cette réflexion nous vient que cela tenait à ce qu’ils étaient
effectivement des Suisses » (1888
: 66). Otro de los momentos más importantes del festival es
celebrado con gran interés, la coronación de los viticultores: «Après
le discours de M. Louis Bonjour, abbé de la confrérie, vêtu de violet et armé
du bâton à crosse d'or, insigne de sa dignité, l'on a distribué les couronnes,
distinctions et récompenses aux vignerons méritants» (1888: 70). Al que sigue
la majestuosa bacanal : “La grande bacchanale qui précède le
défilé est un vrai chef-d'œuvre chorégraphique. Elle n'est composée que de
faunes, de satyres et de bacchantes, vêtus de peaux de panthère, de pagnes, de
feuillages et coiffés de pampres. Ils dansent et bondissent comme s'ils avaient
sous les pieds la peau de bouc gonflée des anciennes fêtes de Bacchus” (1888 :72).
Para acabar con una reflexión sobre el carácter pagano de
la fiesta: «Si toutes ces allégories vous semblent un
peu bien païennes pour un pays chrétien, n'oubliez pas que la devise de la
confrérie porte ces graves paroles répétées dans des écussons parmi les pampres
mythologiques: Ora et lavora” (1888: 73).
En 1865,
Jean-Francois Vernes-Prescott (1804-1890), hombre de letras ginebrino,
corresponsal y antagonista de Voltaire y Rousseau, publicó una importante
monografía titulada L’Abbaye des Vignerons,
son histoire et ses Fêtes, jusqu’à et y compris la Fête de 1865. En ella relata los itinerarios y paseos por Vevey de un testigo de las
fiestas de 1819, 1833, 1851 y 1865. Se trata pues
de una obra remarcable para comprender la evolución de la fiesta y de la ciudad
de Vevey en pleno siglo XIX. Así, por ejemplo, observamos el desarrollo de un
transporte que facilitará la afluencia cada vez mayor de visitantes a la fiesta[4]: del barco de vapor “[…] en
1833, n’ayant pu me rendre assez tôt à bord de l’un des vapeurs faisant le service
de Genève à Vevey, je le trouvai déjà tellement chargé de passagers que je me
rejetai sur la voiture publique appelé courrier de Berne. C’était un vrai
progrès pour l’époque » (Vernes, 1865 : ), a la comodidad del tren : Vevey inaugurará su estación de tren en 1861. Lejos
quedará el tiempo en que se iba a pie desde Lausana para asistir a la fiesta.
La edición de 1865 será la de la llegada del ferrocarril, expulsando su vapor
negro y vertiendo sobre el muelle una multitud colorida y elegantemente vestida.
Vevey comienza a
industrializarse y a urbanizarse. Por ello, en la fiesta de 1889, se produce un
guiño hacia el pasado. Esta fiesta debe recordar la época en que nació, finales
del siglo XVIII, el siglo de la Ilustración. Encontramos de nuevo una reminiscencia
de la obra de Rousseau. En el libreto se menciona a Julie y a su amante,
Saint-Preux: «Vevey n’a d’yeux que pour Montreux;
Montreux trouve Vevey jolie. Ainsi jadis rêva Saint-Preux ; ainsi jadis
aima Julie ». Hay, sin duda
alguna, similitudes entre el prerromanticismo de Rousseau y la tradición de la
Fiesta: la misma búsqueda de la sencillez, armonía y retorno a la naturaleza.
Exactamente lo que los turistas ingleses del siglo XIX buscaban en Montreux o
Vevey cuando se lanzaban tras la pista de la novela de Rousseau.
La séptima Fête de
Vignerons celebrada del 4 al 9 de agosto de 1905 es la del poeta René Morax
(1873-1963) y el músico Gustave Doret. Ambos, por primera vez, realizan
plenamente el ideal artístico de esta fiesta:
… [elle] fut
véritablement la célébration de tout un peuple assemblé pour exalter non
seulement le travail de la vigne, mais la grandeur de la beauté de sa terre. Le
chemin entre les vignes est devenu cette voie royale où tout un peuple, comme
dans les antiques triomphes, marche derrière les chars des dieux et le cortège
des vignerons couronnés.[5]
Edouard Rod
(1857-1910) escritor de Vaud muy conocido en su época como autor popular y
prolífico, describe "Le chef-d’œuvre des
Vaudois", expresión tomada de Juste Olivier, con una
historia bien cincelada de la Confrérie des Vignerons. En la Revue des deux
mondes, publica en 1905 un largo artículo titulado L'Histoire de la Fête
des Vignerons que es conmovedoramente ilustrativa
y conserva todavía una gran originalidad y frescura:
Une fois de plus,
Vevey nous donnera le spectacle qu'on ne rencontre, à ma connaissance, nulle
part ailleurs, d'une population qui trouve en elle-même la poésie nécessaire à
représenter sa propre vie, et les moyens artistiques appropriés à l'exprimer,
sans imitation des formes consacrées ni des autres spectacles.
Aunque ya en su novela
Là-Haut (1897) encontramos retratada la vida colectiva y las tradiciones
del cantón gracias a la descripción de esta fiesta cuyo “éclat
rayonne sur la Suisse entière” (136).
C’est que l’Abbaye
de la confrérie des Vignerons, dernière tradition d’un passé très ancien, est à
la fois un spectacle très beau et une fête très joyeuse : la représentation
que, quatre ou cinq fois dans un siècle, un peuple laborieux se donne à
soi-même de sa vie et de son travail, idéalisés par la musique, par les danses,
par la gaieté des costumes, par la grâce des vieux symboles. Elle déroule un
drame éternel et simple, dont la banalité renferme pourtant la source de toute
poésie : – la succession des saisons, – et n’en retient que les sourires (141).
El protagonista, Julien
Sterny, recuerda que “son père voulut qu’il assistât à
cette fête que chaque génération ne célèbre qu’une fois” (137). Y comparte con el lector las imágenes que comienzan a
agolparse en su memoria:
il revoyait des
rues étroites, enguirlandées et pavoisées des drapeaux des vingt-deux cantons ;
des soldats, – les bons miliciens du vieux temps avec leurs hauts képis, leurs
larges épaulettes ; – un tambour-major formidable, en bonnet à poil, qui
lançait à la hauteur des toits sa canne à pommeau d’argent ; un cortège bigarré
où défilaient des déesses couvertes de fleurs, un jeune dieu couronné de
pampres, des moissonneuses, des vendangeuses, des bacchantes. (137)
Presenciamos y
escuchamos, como si estuviésemos en primera fila, el discurso del Abbé de la
Confrérie mientras se van coronando a los
viticultores que han sido premiados:
« Vignerons, chers
concitoyens ! Nous avons pour devise ces mots : Prie et travaille. Travaille,
non comme le désespéré qui accomplit avec résignation une tâche ingrate, mais
comme un homme libre qui, à l’abri des institutions que le peuple dont il fait
partie s’est librement données, augmente son bien-être, élargit son horizon,
améliore le sort de sa famille. Prie, c’est-à-dire relève vers le ciel ce front
que ton œuvre journalière tient courbé sur la terre. Ouvre ton âme immortelle à
tout ce qui est grand et beau. Aime ta patrie, ces lieux qui t’ont vu naître,
ce sol qui t’a nourri, ces champs, ce lac, ces montagnes, et cette liberté,
conquête de nos pères, que nous voulons léguer intacte à nos enfants ! » (148)
Pero ¿quién mejor que
Charles Ferdinand Ramuz, el poeta de la vida campesina y vitivinícola, que se
instaló en Lausanne en 1914 y está enterrado en Pully, para mostrar el alcance
del ritual, del ceremonial con su evidente dimensión religiosa? “C’est
le royaume de l’écrivain C.F. Ramuz – escribía Pierre Girard – qui l’a décrit
une fois pour toutes” (1951 : 75). Ramuz pudo formarse una opinión sobre esta fiesta
en 1905 gracias a la obra anteriormente descrita de Edouard Rod, con quien
había coincidido durante su estancia en París. Su obra es un extraordinario
tesoro para los que desean hablar de la vid, del lago, de la montaña, para los
que buscan un lenguaje capaz de transcribir ese "gran estilo
campesino" del que hablaba, libre del lenguaje parisino, para los que
buscan un mensaje más global, un homenaje a las fuerzas elementales, una
evocación de la vida cotidiana así como de los mitos universales. Según Sabine
Carruzzo, el escritor vaudois fue considerado durante un tiempo como el poeta de
la octava edición del festival de 1927, pero la Confrerie no le encargó
finalmente la redacción del libreto, sin que se conozcan los motivos, ya que el
Manual guarda silencio al respecto (2019:167). Para el crítico Daniel Maggetti,
el hecho de que le ofrecieran o no la creación de este libreto resulta irrelevante
ya que “tal y como estaba concebida, la Fête des Vignerons era
incompatible con sus puntos de vista estéticos y, por lo tanto, estaba
descartado que [Ramuz] contribuyera” (2000: 79). En una entrevista titulada Que
pensez-vous de la Fête des Vignerons? acordada a Paul Budry en 1926, el
escritor deja constancia de su visión sobre esta fiesta, que es descrita por Ramuz como una “representación de ópera”.[6]
La cita fallida es la
inspiración de esta sublime parábola, Passage du poète. De esta obra, relato
publicado en 1923, Ramuz realizó una versión revisada en 1929 para las Editions
Horizons de France, con un nuevo título: Fête de Vignerons[7]. En ella encontramos de
nuevo a Besson, el cestero, figura emblemática del poeta que llega en primavera
a un pueblo de Lavaux, entra en su comunidad basada en la “separación”, la vida
individualista y la codicia; todo estaba triste y cerrado, pero de la noche a
la mañana, consigue que todo el pueblo se transforme: los viticultores retoman
el gusto por el trabajo, la vida y el amor, y dejan de avergonzarse por ser
felices. Su paso por Lavaux devuelve el sentido del trabajo y de la fiesta. Besson
se marcha al final del verano, tras la Fête des Vignerons, una vez
finalizada su obra.
Vignerons, chers
amis, vous savez bien : cette terre, il faut d’abord avoir sué contre, avoir fumé
contre, avoir pleuré contre, avoir juré contre, avoir gémi contre, lui avoir
dit : non, plusieurs fois, l’avoir renié comme il a fait Saint Pierre ;
c’est qu’il y a certains jours où l’amour se retourne et où l’amour agit à
rebours. L’amour parfois dit non, parce qu’il a dit oui. Puis, tout à coup, il
dit oui à nouveau. Car l’amour est persévérance. Et alors, peu à peu, à travers
la peine, par-dessous la peine… Rappelez-vous, pas au commencement, pas même au
milieu, parce qu’on est parti et puis il faut aller, il faut aller encore. Dans
le bout seulement, après qu’on a payé. Mais alors ça vous est rendu. Et l’amour
est récompensé… (Ramuz, 1929 : 213)
Son muchos los escritores que dejarán constancia en sus
obras de la importancia de esta fiesta en la cultura, no sólo de Vevey o del
cantón, sino también para el propio país. Desde Pierre Girard, libretista de la
Fête des Vignerons de 1927, que describe en su obra La Suisse Romande de
1951, el carácter mágico de la fiesta :
Vevey, me disait
un jour une jeune romancière, est une ville féérique. […] Or, ma foi, je suis
tenté de lui donner raison, car existe-t-il une autre ville pour faire surgir
des déesses sur des chars triomphaux, peupler des rues de satyres et de
ménades, d’armaillis, de vignerons, de faneuses, et de “vieux Suisses”, tels
qu’ils étaient à Marignan ? (Girard, 1951 : 83)
A Michel Goeldlin, que nos descubre en su obra L’espace d’un homme (1989) la Fête
des Vignerons de 1955 en familia. En este relato, especie de diario de un
escritor cuya pasión por la escritura se alimenta esencialmente de la
exploración del mundo y de los demás, Goeldlin participa en este acontecimiento
como un ciudadano más de Vevey con sus dos hijos y su mujer:
Ariane s’est muée
en épi de blé, Hubert en pissenlit et en flocon de neige. Yucki et moi sommes
devenus bohémiens avec cape, oripeaux multicolores et boucle d’oreille,
foulards et tambourins, membres d’une tribu fantasque, hétéroclite et joyeuse
suivant un chariot traîné par une jument fatiguée. Dans notre vie antérieure
nous aurions été notables ou amis de noce.
Hasta Blaise Hoffmann, uno de los últimos libretistas de
la fiesta celebrada en 2019, que aceptó el cargo al comienzo muy a su pesar: “si
on m’avait dit alors que je rédigerais un jour les paroles des chants de la
Fête des Vignerons, ce grand rassemblement poussiéreux et passéiste, cette
résurgence d’un passé nationaliste, phallocrate et réactionnaire, cette
vaudoiserie, cette ivrognerie, j’aurais ri. (9)”, pero que quedará finalmente subyugado por el mensaje que este
acontecimiento trasmite[8]. La lista de escritores es
enorme, como podemos observar. Sin pretender ser excesivamente exhaustivos,
hemos querido mostrar aquí un pequeño elenco de autores comprometidos. Todos
han querido contribuir con sus escritos al ensalzamiento de un evento, como
decíamos al comienzo, único en el mundo.
4.
La Fête de Vignerons: una tradición muy viva
En el siglo XVIII,
los viñedos cubrían el 59% del territorio de Vevey. En 1916, sólo el 30%. En
1955, la mitad de los habitantes de Vevey tenía un padre o un abuelo
viticultor. En la actualidad, la pequeña ciudad industrial se ha desvinculado
de sus orígenes rurales. Sin embargo, su entusiasmo por el festival sigue
siendo grande. Calificar este milagro de "veveyano" es reductor,
afirma François Margot. Es todo un país que vive en la memoria de los padres y
abuelos que participaron en el evento. El cordón umbilical con la viña se cortó
hace mucho tiempo, pero la fibra emocional sigue siendo muy fuerte.
La edición del 2019 se recomendó como
uno de "los destinos más emocionantes del mundo" en la revista
de National Geographic[9],
uno de los "lugares para visitar en 2019" por el New York Times[10] y
apareció en la lista de "Dónde ir en 2019" en The Guardian[11]. La próxima fiesta tendrá lugar dentro de veinte años si
todo va bien y si la Confrérie des Vignerons así lo desea. La fiesta que viviremos
ese año nos llevará a un mundo nuevo, hecho de sueños y emociones. Quizás ese
niño - o niña- que ha observado perdido en mitad de la arena la fiesta de 2019,
sea el adulto que imagine el próximo espectáculo, el de 2040. ¿Será más loca o
grandiosa, o más sencilla? ¿con muchas más imágenes o más natural? Cada fiesta
es diferente, cada fiesta es única. Porque
siempre es otro director quien la imagina. Sin duda alguna será mágica, colorida,
poética. Hará soñar a jóvenes y mayores. Será un abuelo el que contará a su
nieta la historia de los viticultores y de la población local. Un espectáculo
para niños, para sus padres y abuelos. La emoción traspasará como siempre a
todas las generaciones.
Bibliografía
Apothéloz, Charles. Histoire et mythe de la Fête
des Vignerons, 1977.
Balade à travers les Fêtes des
Vignerons du XVIIIe siècle à nos jours, Vevey, Confrérie des Vignerons,
sd.
Bille, Corinna. Vignes pour un miroir (1985).
Budry, Paul. La Grande année vigneronne (1935).
Carruzzo-Frey, Sabine, Patricia. La fête des
Vignerons de 1797 à 2019. PPUR Presses Polytechniques, 2019.
Carruzzo-Frey, Sabine et Ferrari-Dupont, Patricia.
Du Labeur aux Honneurs. Edité par Vevey, Confrérie des vignerons, 1998.
Chappaz, Maurice. Chant des Cépages romands (1958)
Christen, Yves et Borel, Ninosca. Petite histoire
de la Fête des Vignerons. Vevey : Ed. de l’Aire. 2019.
Cooper, James Fenimore. Le bourreau de Berne ou
L’abbaye des vignerons. Furne, Gosselin, Paris, 1839.e-book.
Dénéréaz, David. La Louable Confrérie les fêtes de
vignerons de Vevey. 1956.
Doret, Gustave et Dupérier Jean. La Fête des
vignerons à Vevey (1932).
Duboux, Bertrand. Il faut sauver le vigneron de
Lavaux
Getaz, Emile. La Confrérie des vignerons et La fête
des vignerons. 1941
Girard Pierre. La Suisse
Romande. Paris : Arthaud. 1951.
Gautier, Théophile. Les
vacances du lundi. Paris : G. Charpentier et Cie Éditions, 1888.
Hofmann, B. Fêtes des Vignerons 2019. Les poèmes,
co-editions Zoé-Campiche, poèmes, 2019a.
--, La fête. Genève : Edit. Zoé, 2019b.
Mellet, Eugène de. L’abbaye des vignerons,
Vevey, 1881.
Mayor, Jean-Claude. Petite histoire d’une grande
fête, 1955.
Mermod, Françoise. Vevey
et ses environs, hôtes illustres, fête des vignerons, 1955.
Molliex, René. Chantevin (1972)
Niggeler, Christine. La musique dans les Fêtes des
Vignerons (1984).
Olivier, Juste. Le Canton de Vaud : sa vie et son
histoire, Lausanne, Ducloux, 1837 (volume 1).
Ramuz, C.F. Fête des Vignerons. Paris :
Horizons de France (1929).
Rod, Eduard. « Histoire d’une fête
populaire ». Revue des Deux Mondes, 5e période, tome 27, 1905 (p.
632-659).
Vernes-Prescott, L’Abbaye des Vignerons, son
histoire et ses Fêtes, jusqu’à et y compris la Fête de 1865.
[1] Lord Byron, Le
Pèlerinage de Childe Harold, chant troisième, Œuvres Complètes de Lord
Byron, vol. 3, trad. Paulin Paris, adaptée par Patrick Vincent, Paris :
Dondey-Duprey, 1831, p. 170-185.
[2] Las dos
primeras fiestas tuvieron lugar el 9 de agosto de 1797 y 5 al 6 de agosto de
1819.
[3] La existencia
de una pequeña copa, denominada "Copa de los Abades" -referencia
demasiado vinculada al catolicismo- parece confirmar el hecho de que la
Cofradía estaba activa antes de 1647 (fecha del primer documento escrito). La hipótesis más formulada es que esta abadía
ya funcionaba antes de 1536, fecha de la imposición de la religión protestante
en el País de Vaud.
[4] Cuatro mil espectadores en 1833, ocho mil en 1951,
[5] René Morax in Ch. Apothéloz,
Histoire et mythe de la Fête des vignerons, Le Cep et la rose, 1977.
[6] “C.F. Ramuz et la Fête des
Vignerons”, entretien de Paul Badry et de l’écrivain paru dans L’Esprit
romand en octobre 1926, repris dans le Bulletin de la Fondation Ramuz
en 1977, p. 9-11.
[7] Sobre el significado
del cambio del título de esta obra, léase el artículo “À la Fête des Vignerons”
de Daniel Maggetti, Revue Europe nº 853, mayo 2000.
[8] Blaise
Hoffmann ha escrito “La Fête” (Editions Zoé 2019) dónde nos hace partícipes de
su experiencia personal como libretista de la última Fête des Vignerons.
[9] "Dónde viajar en 2019". National Geographic.
Consultado el 14 de febrero de 20220 : https://www.nationalgeographic.com/travel/graphics/best-trips-2019#hbd-section-image-vevey-switzerland
[10] "52
lugares para visitar en 2019". Los New York Times. 2019: https://www.nytimes.com/interactive/2019/travel/places-to-visit.html
[11] "Dónde
ir de vacaciones en 2019: la lista caliente". The Guardian. 2018. https://www.theguardian.com/travel/ng-interactive/2019/jan/05/where-to-go-on-holiday-in-2019-the-hotlist
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