domingo, 14 de mayo de 2017

EL RETORNO DEL LOBO: “ECOS” MÍTICOS, FEMINISTAS Y LITERARIOS


El lobo podrá, tal vez, ser erradicado
de su ambiente natural por el hombre,
pero a éste le resultará mucho más difícil
desterrarlo del mundo de la imaginación.
(R. Grande del Brío)



Resumen
La figura del lobo, en la que se aúnan realidad y mito, siempre ha ejercido una enorme fascinación sobre el ser humano. En el imaginario occidental, es el animal más feroz por excelencia. Temido en toda la Antigüedad y en la Edad Media, el lobo retorna a los tiempos modernos reencarnándose periódicamente en la figura del licántropo, el comúnmente más conocido hombre lobo. Durante el siglo XX ha sido un símbolo infantil de pánico, de miedo, de amenaza e incluso de castigo; pero en la actualidad ha resurgido a través de la figura de “la mujer salvaje”. Vamos a realizar hoy aquí un breve recorrido de su faceta más mítica, a través de tres obras ecofeministas que han recuperado en pleno siglo XXI sus mitos, para finalizar presentando algunas de las leyendas más conocidas que se han forjado en nuestra región sobre este animal.

El mito del lobo ha estado a lo largo de la historia repleto de contradicciones. La mayor parte de las veces dotado de connotaciones negativas: se le asocia a las tinieblas, a la muerte, a los mismísimos infiernos, así como al descenso hacia la oscuridad iniciática, al pecado, al engaño, a la violencia; a la voracidad (lobo) y a la concupiscencia (loba). Gilbert Durand señala incluso la existencia de una convergencia entre la mordedura del cánido y el temor al tiempo devorador, Cronos, devorando al tiempo humano, y los astros que éste emplea para medirlo (Durand 2016: 69).

Otras veces se le asocia con un símbolo de luz -como en la mitología celta-, un símbolo celeste, asociado a divinidades solares como Apolo. El aspecto luminoso del lobo es el que le conduce no solo a los muertos, sino a las almas de los vivientes, por el camino más adecuado para evitar que se extravíe, o bien haciéndoles superar diversas pruebas, actuando como guía y guardián de los misterios que entraña la oscuridad en la que ve. Símbolo del valor (Cirlot 1992:279) entre los egipcios y los romanos. Aparece también como guardián en gran número de monumentos y en numerosos mitos fundacionales de ciudades, dinastía y clanes. Entre los más conocidos, el origen de la ciudad de Roma donde la famosa loba Luperca, como símbolo de buena voluntad, se ofrece a amamantar a los hermanos Rómulo y Remo cuando ambos son arrojados a las aguas del río Tíber por el rey Amulio. Los niños, hijos del dios Marte y de Rhea Sílvia, una virgen vestal, serán los futuros fundadores de esta ciudad. La loba amamantadora, nodriza, representa a su vez la fecundidad. En algún momento se supuso que fue una prostituta por la forma despectiva latina de llamar a esas mujeres en aquel entonces. También se le asocia con el dios Marte, el dios de la guerra. Es un guerrero enfurecido cuya aparición en la batalla se consideraba señal de una futura victoria. Como podemos apreciar, los significados del mito del lobo han sido siempre muy numerosos. Estos son solo algunos de los más conocidos.  

En la actualidad el regreso de este mito se encuentra muy presente en la literatura femenina a través de la figura de la Mujer Salvaje[1]. La lucha por los derechos de la Tierra y por la defensa del medio ambiente siempre ha sido una de las más emblemáticas de las luchas feministas del siglo XXI. El ecofeminismo fusiona la defensa de los derechos de las mujeres con los ambientales y de las especies animales y ecosistemas amenazados. Por citar tres estupendas obras ecofeministas que recomiendo encarecidamente leer “Mujeres que corren con lobos” de Clarissa Pinkola Estés, “Variations sauvages” de Hélène Grimaud y más cercana quizá en el tiempo y en el espacio “Beatriz y la loba” de Concha López Llamas. En todas ellas podemos ver una comparativa entre el hostigamiento que sufre tanto la mujer como el lobo por parte del hombre-patriarca.

Los lobos sanos y las mujeres sanas comparten ciertas características psíquicas: una aguda percepción, un espíritu lúdico y una elevada capacidad de afecto. Los lobos y las mujeres son sociables e inquisitivos por naturaleza y están dotados de una gran fuerza y resistencia. Son también extremadamente intuitivos y se preocupan con fervor por sus vástagos, sus parejas y su manada. Son expertos en el arte de adaptarse a las circunstancias siempre cambiantes y son fieramente leales y valientes.
Y, sin embargo, ambos han sido perseguidos, hostigados y falsamente acusados de ser voraces, taimados y demasiado agresivos y de valer menos que sus  detractores. Han sido el blanco de aquellos que no sólo quisieran limpiar la selva sino también el territorio salvaje de la psique, sofocando lo instintivo hasta el punto de no dejar ni rastro de él. La depredación que ejercen sobre los lobos y las mujeres aquellos que no los comprenden es sorprendentemente similar. Por consiguiente, fue ahí, en el estudio de los lobos, donde por primera vez cristalizó en mí el concepto del arquetipo de la Mujer Salvaje (Clarissa Pinkola Estés Mujeres que corren con los lobos: 10)

En este primer libro, la mujer, la entidad de la mujer, recupera la matriz del conocimiento y significado, su propia naturaleza. La obra fue presentada como una prueba fehaciente de esta poderosa naturaleza femenina cuya reconquista, la reintegración en sí, en cada una de las mujeres, sería al mismo tiempo, la curación precisa y necesaria para la toda la humanidad. La mujer salvaje es un ser intuitivo, apasionado, indómito, es, sobre todo, una fuerza que regala a las mujeres la certeza de estar haciendo lo correcto, sea esto lo que fuere, cuando se dejan guiar por ella. Es por lo tanto una fuerza peligrosa para el statu quo, porque, cuando una mujer huele esa fuerza dentro de sí, es capaz de todo: de abandonar un matrimonio, de dejar un trabajo, de irse repentinamente de viaje, de pedir a gritos que la dejen sola, de quebrantar, si es preciso, una o todas las normas que le enseñaron. Es esa loba que lucha ferozmente por lo que merece vivir, y que suelta aquello que debe morir. Son las mujeres que corren con lobos, como dice Clarisa Pinkola donde reivindica la naturaleza salvaje de las mujeres como una forma de empoderamiento en una civilización que cosifica, objetualiza y ofrece a las mujeres un canon de belleza y de vida que nos convierte en pasivas (y compulsivas) consumidoras de ropa, de tratamientos de belleza y de estilos de vida.

Con una difusión mucho más modesta, pero muy parecida a la narrativa que acabamos de comentar, igual de salvaje, de creativa, de rebelde, de femenina, es la obra de la pianista Hélène Grimaud, titulada “Variations sauvages” y que nos cuenta la trayectoria de una singular artista cuya vida se transformó a raíz del encuentro con una loba llamada “Alawa”. Se trata de una autobiografía increíble, que se puede leer sin a priori, para descubrir este fantástico mundo de músicos, sus demandas, sus dudas, su inmensa soledad, sería suficiente para satisfacer nuestra curiosidad, sin contar la pasión que siente Hélène Grimaud por la supervivencia de los lobos cuya causa ha hecho suya, sólo por eso vale la pena hacer su lectura. Hélène Grimaud es una mujer muy bella, una virtuosa pianista, que ama a los lobos y los lobos la aman a ella, y como ellos es libre, salvaje, insumisa, hermosa y magnética. No parece una persona ordinaria, es una mujer que también corre con los lobos, impregnada por la música, los grandes espacios, y cuyo único propósito, como ella misma nos cuenta, es “proteger a los lobos y defender su causa” (263), porque gracias a ellos ha encontrado el equilibrio: “finalmente decidí no convertirme en esclava del piano. Me asalvajé” (263). Para Hélène Grimaud, los lobos y las mujeres comparten una misma violencia depredadora que se ejerce contra ellos, nacida del mismo malentendido. Lobos y mujeres han sido castigados a lo largo de la historia por esa relación primitiva, salvaje, esencial que mantienen con la naturaleza.

Esta violencia de género y de especie, que algunos machos de Homo sapiens infringen a sus hembras y a los cánidos salvajes, se constituye en el hilo que hilvana la vida de Beatriz y de Oak en la obra de Concha López Llamas. También para esta autora es imprescindible recuperar lo salvaje, condición que se ha ido perdiendo por el sedentarismo y por esa forma de organización basada en el sometimiento o la domesticación. A través de la figura del lobo, o en este caso de la loba Oak, se recupera lo salvaje para las hembras humanas, subyugadas por la dominación del macho-patriarca. La autora pretende con esta obra mostrar una concepción ecológica de la vida donde ningún ser vivo está demás y por ello debe de ser respetado y no sometido a dominación.

El retorno del mito del lobo no sólo se ha producido literalmente en algunas obras literarias, sino también físicamente en nuestra región. Ha sido y sigue siendo uno de los animales más temidos y también uno de los más fascinantes de nuestra fauna. Seguramente todos los aquí presentes formemos parte de esa generación que creció con otra visión del lobo gracias a la serie “El hombre y la Tierra”, serie que convocaba a toda la familia frente al televisor en cuanto escuchábamos la voz de Félix Rodríguez de la Fuente, su gran defensor en los años 70. El retorno de esta especie desde hace algunos años a la sierra madrileña parece haber reavivado cierta cultura popular, una cultura que lleva acumulándose cientos de años y que nos permite reencontrarnos con nuestros orígenes, con nuestras tradiciones y con nuestra identidad, pero también con las falsas creencias y los mitos sobre este animal, amenazando con ello su supervivencia. En la Comunidad de Madrid, el famoso tío Garrones disparó y el último lobo se desplomó en el paraje de los altos de Malagón. Corría el año 1952 y con él, desaparecía no sólo un animal, sino todo un mito que había llenado de temores las noches invernales junto al fuego. Son muchas las leyendas que corren en la sierra norte. Se sabe de la existencia de una fémina lupina que fue descrita por Constancio Bernaldo de Quirós - un explorador incansable de la Sierra y escritor madrileño-. Lo encontramos en su obra titulada “Peñalara” (1904).
Díjonos que aquella mujer, en las noches de invierno, cuando el celo de los lobos, salía a ellos aullando por entre la sierra. Noches de luna habíasela visto revolcándose en los prados, a la manera de la fiera (2016: 48).
En dicho texto menciona igualmente la leyenda de Licaon “hallada ha tantos siglos en el mundo clásico, [y que]  repercute hoy con fuerza creadora en el rincón éste de una sierra castellana…” (2016:49). Su descubrimiento se habría producido en las zonas occidentales de la Sierra como el Puerto de Malagón y el Puerto de la Cruz Verde. Son numerosas las leyendas en torno a la figura del lobo en la Comunidad de Madrid, tanto dentro de la capital (la leyenda de la calle del lobo, actual calle de Echegaray) como en sus alrededores (la leyenda del lobo cojo en Collado-Villalba o la de “El hombre lobo” de Miraflores de la Sierra).

Decía Felix Rodríguez de la Fuente que los lobos aúllan en primer lugar para comunicarse unos con otros. En segundo lugar, para marcar sus territorios. En tercer lugar, quizá para expresar la profundísima tristeza del corazón de una especie que dominó en medio mundo y que está ya al borde de la extinción. Hoy los peñascales de la sierra de Guadarrama acogen de nuevo los ecos y los aullidos del lobo. El censo oficial publicado en 2016 nos revela tres manadas en la sierra norte y 26 ejemplares. Es un deber de la Administración velar por que se perpetúe en nuestros bosques. El turismo de observación de lobos puede ser un factor de desarrollo económico que, de paso, contribuiría a la conservación de la especie[2], siempre y cuando sea un turismo cuidadoso, ya que el lobo necesita respeto y hay que anteponer su bienestar a su avistamiento. Que se promueva esta iniciativa sería una gran idea para que el lobo y su mito siguieran perpetuándose y no terminasen definitivamente apolillándose en la vitrina del museo de ciencias naturales o en nuestras bibliotecas nacionales.

BERNALDO de QUIROS, C. (2003) Obras del Guadarrama. Madrid: Dirección General de Promoción y Disciplina Ambiental.
CIRLOT, J.E. (1992) Diccionario de símbolos. Barcelona: Editorial Labor.
DURAND, G. (2016) Les structures anthropologiques de l’imaginaire. Introduction à l’archetypologie génerale. Paris: Dunod, 12e édition.
GRANDE DEL BRIO, R. (1984) El lobo ibérico. Biología y mitología. Madrid: Hermann Blume.
GRIMAUD, H. (2003) Variations sauvages. Paris: Ed. Robert Laffont.
LOPEZ, C. (2014) Beatriz y la loba. Madrid: Bohodón Ediciones.
PINKOLA ESTÉS, C. (2002) Mujeres que corren con lobos. Barcelona: Ediciones B, Grupo Z.



[1] El mito de la Mujer Salvaje, esa fuerza-hembra que habita en todas las mujeres cuando dejan de temerle a su poder.
[2] Este turismo generó en la zona de Villardeciervos  (Zamora) unos 57.000 euros, frente a los 50.000 de la caza.


Comunicación presentada en el Seminario "Más que animales, mitos". Seminario Acis y Galatea, 28 de abril de 2017.

domingo, 2 de abril de 2017

LE FANTASTIQUE CHEZ RAMUZ: PERSONNAGES, CONTES ET LEGENDES

Résumé

L’univers mystérieux dans les œuvres de Ramuz se manifeste à travers des histoires et des légendes pleines de créatures fantastiques et des personnages étranges. La plupart de ces légendes ont pour décor la montagne et elles sont transmises de génération en génération, à travers la tradition orale. Elles ont aussi une raison d'exister: cette mythologie paysanne sert d’avertissement. Comme l'écrivain vaudois a toujours remarqué, la montagne est belle, mais méchante.


L’œuvre ramuzienne, initialement proche du courant réaliste, se tourne ensuite vers le mystique, souvent à la limite du fantastique, avant d'atteindre sa plénitude avec les récits de la montagne. L’univers mystérieux dans son œuvre se manifeste alors à travers des histoires et des légendes pleines de créatures fantastiques et de personnages étranges et mythiques : « le recours à des mythes est fréquent dans les romans et les nouvelles de Ramuz » (Jakubec, 1990). La plupart de ces légendes ont comme cadre la montagne. Rappelons que tout au long de l'histoire, elles ont toujours représenté une image de chaos et de mort, un environnement de ruine et de désolation, un sentiment de terreur. Il existe vraiment en Europe peu d’endroits naturels capables de nourrir l'imagination de ses habitants ou d'autres observateurs externes, comme elles l'ont fait pendant des siècles les montagnes des Alpes - perçues au Moyen Age comme un lieu répulsif chargé de valeurs négatives, plein de dangers, repère de brigands, de dragons et autres créatures démoniaques. Pour le profane, la montagne était un piège et une fascination. Pauvre de celui qui s’aventurait entre les chemins de neige, seul, sans guide ou sans équipiers. Eh bien, souvent derrière un rocher, un mauvais esprit attendait le voyageur; un monstre caché lui traquait dans le fond d'une grotte; ou même un dragon lui menaçait de son feu. La montagne sera toujours étroitement liée aux rites et aux croyances de l'homme. Sur ce point, il n'a pas eu d’évolution. Bien que le romantisme ait transformé ces craintes en fonds de commerces, en raison de l'attirance des montagnes, les catastrophes naturelles continuent aujourd'hui à terroriser des populations entières en menaçant les villes et les villages situées dans les versants de la montagne.
Parmi les êtres fantastiques que l’on peut mettre en évidence dans l’œuvre de Ramuz on trouve quelques « mauvais esprits qui rodent, à certains places connues ». Par exemple, « les ouines », une sorte d'animal, comme un cochon noir, qui s’amuse à effrayer les hommes de la montagne en faisant un drôle de cri: « C’est une bête qui se plait à faire peur à l’homme et à le poursuivre; elle n’est pas comme les autres bêtes qu’on peut attraper vivantes ou tuer; elle se fond dans l’air quand on veut mettre la main dessus » (1908 : 51). D'autres fois, ce sont tout simplement des esprits qui habitent dans les montagnes et qui voyagent et visitent les hommes dans leurs propres demeures: « car il y a beaucoup d’Esprits à la montagne, qui habitent les grottes, et les endroits où on ne peut pas aller, et dans les forêts ; ils descendent parfois vers les hommes, se plaisant à les tourmenter…. » (1910 : 171). Ils profitent des nuits orageuses pour sortir et se fondre avec les sons émis par le vent:
Ils disent qu’alors aussi les mauvais esprits sortent, et ils rampent autour des maisons des hommes, et ils parlent avec le vent. Et peut-être le cri du vent, c’est leur cri, et le toit secoué, c’est eux qui le secouent; et ce souffle aux fentes du mur, il sort de leurs bouches ouvertes (1908 : 101).

Nous ne pouvons pas parler de Ramuz comme d’un auteur du fantastique car il n’écrit pas délibérément ses livres selon les conceptions de ce genre. Pourtant, certains de ses romans dévoilent des traits fantastiques, dans d’autres textes domine le surnaturel ou le légendaire - bien que Ramuz tend à masquer ces effets extraordinaires sur le hasard ou la coïncidence. Personne ne doute que, dans Le Règne de l'esprit malin, Branchu, par exemple, a des dons exceptionnels: « Il s’approcha de la fenêtre, il n’eut qu’à lever la main: un nuage noir parut, un coup de tonnerre se fit entendre » (1917 : 140). Lorsqu’il annonce son nom, par exemple, il dit: « Branchu, comme qui dirait Cornu… » (1917 : 18). Il est vrai que le diable est traditionnellement représenté comme une figure avec des cornes, mais le personnage de Ramuz ne se montre  pas ainsi. Ce patronyme est tout à fait habituel en Suisse et nous pouvons considérer que le commentaire est tout simplement une blague. De même, le panneau qui apparaît dans son magasin est bleu, la couleur du ciel, mais le même personnage ajoute: « J'aurais peut-être mieux fait de peindre le fond en rouge… Couleur de flamme, c'est ma couleur » (1917 : 22). Les indices qui tendent à établir l'identité de Branchu avec un personnage diabolique sont présents dans le texte. Cela vaut également pour les signes qui prouvent la puissance maléfique de l'intrus. Le mythe du Diable, vêtu en cordonnier, s’y installe et, petit à petit, le principe maléfique se répand sur toute la commune.
Le fantastique, nous le retrouvons également dans un autre personnage maléfique -ou satanique- dans La grande peur dans la montagne. Clou, un personnage mystérieux, qui n’a pas peur, lorsque la maladie du bétail commence ; il est aussi le seul à oser sortir la nuit, pour aller chercher de l’or. C’est l’image d’une sorte de sorcier qui s’impose, comme si l’homme était complice de cet esprit Malin que nomme Barthélémy, dont il prétend se protéger avec le papier trempé dans l’eau bénite qu’il porte autour du cou. Toute la grande scène du chapitre XV où Clou affronte Joseph remontant vers l’alpage, après avoir rendu une dernière visite à Victorine morte, suggère qu’il est un personnage maléfique, ou bien Satan lui-même. Tout au long de ce passage, le motif essentiel est celui du rire, motif diabolique : « Il se retint juste à temps des deux mains à une saillie du roc ; il s’était remis debout, il lui a semblé alors entendre toute la montagne se mettre à rire. » (167). Et tout au long de ce passage, on ne saura pas si Joseph imagine ce qu’il entend et voit, ou bien si c’est Clou, caractérisé ailleurs par le rire justement, qui intervient et agit comme un être maléfique. Que s’est-il passé vraiment ? Joseph tire-t-il sur Clou ou bien l’imagine-t-il seulement ?
Ramuz exploite aussi la légende dans plusieurs de ses œuvres: Derborence, Farinet et même Si le soleil ne revenait pas. D’après la référence du Trésor de la langue française, la légende est un « [r]écit à caractère merveilleux, ayant parfois pour thème des faits et des événements plus ou moins historiques mais dont la réalité a été déformée et amplifiée par l'imagination populaire ou littéraire ». Les légendes sont souvent reliées aux mythes qui relatent des aventures imaginaires transmises par tradition. De plus, ils « [mettent] en scène des êtres représentant symboliquement des forces physiques, des généralités d'ordre philosophique, métaphysique ou social ». Ce genre de «mythologie paysanne» est encouragé et transmis de génération en génération à travers la culture orale. Pendant les froides et longues soirées d'hiver, quand le travail est rare, les paysans se rassemblent souvent en petits groupes dans les plus grandes maisons pour des veillées autour du foyer. Les soirées et les après-midi sont ainsi plus supportables et elles offrent le cadre idéal pour raconter des histoires et des légendes les plus étonnantes. Ramuz puise son inspiration dans ces croyances populaires nées dans les montagnes valaisannes.
 Les origines de ces légendes peuvent être très diverses. Bien avant que les montagnes deviennent des objets d'étude ou de jouissance, les plus hauts sommets des Alpes étaient entourés de mystère, c’étaient des géants couchés ou des monstres endormis. Les montagnes pourraient être impitoyables, c’est la raison pour laquelle les hommes inventaient toutes sortes d'histoires fantastiques qu'ils connaissaient grâce à cette sagesse populaire: « Les vieux chez nous en parlaient de leur temps. Et ils étaient tout petits encore qu’ils entendaient déjà les vieux en parler... » (1934 : 214).  Les habitants les ont crues habitées par des esprits malfaiteurs, parfois par le diable lui-même, qui a repris dès le Moyen-Age la place des géants ou des nains de l’ancienne mythologie. Telle est l'origine du nom donné au massif des Diablerets, qui sert de frontière entre les cantons de Vaud et du Valais. Le diable représente le malfaiteur, l’ennemi et il se tient en montagne où il a été refoulé. La montagne est devenue donc son refuge. Le peuple voit en lui la force non domptée, surnaturelle, et les pâtres solitaires face aux dangers et à une nature entourée de mystères, ont laissé libre cours à leur imagination au moindre bruit insolite, lors d’un écroulement de rocher, d’une paroi de glace, lors de bruits provoqués par un vent houleux, les cris d’une bête ou tout simplement le craquement d’une charpente. Ainsi, à Derborence, lorsque le Diable s'ennuie il joue aux quilles (c’est de là qui vient le nom donné à l'éperon rocheux: la Quille du diable). Mais il rate sa cible ... et la catastrophe se produit: les grosses quilles roulent sur le glacier et recouvrent la vallée, emprisonnant les hommes et les animaux.
La réalité est bien sûr différente. Deux glissements de terrain meurtriers et terrifiants se sont produits en 1714 et en 1749. Cinquante millions de mètres cubes de matériaux, dispersés sur une superficie de cinq kilomètres, ont englouti une centaine de maisons. Les immenses blocs de pierre sont toujours là, en tant que véritables témoins de la catastrophe, dispersés dans l'alpage, comme pour avertir toujours du danger. Car les habitants continuent à regarder le massif à contrecœur, un mélange de respect et de prudence craintive. C’est toujours une zone dangereuse : la route qui mène à Derborence, fermée de la fin octobre jusqu’au début mai, est bien la preuve de ce respect ; personne n'ose monter lorsque la tempête s’annonce.
Si ces histoires sont restées gravées dans la mémoire collective pendant toutes ces années, c’est, en quelque sorte, parce qu’elles ont un sens, elles ont une raison d'être. Dans ce cas, le fantastique sert d’avertissement. Comme l'écrivain vaudois disait, la montagne, « c'est beau, mais c'est méchant ». Parfois même impitoyable. Et de cela se rappellent les plus sages, bien que trois siècles se soient écoulés depuis. Derborence est devenu une zone protégée grâce à sa forêt d'épinettes blanches originales unique en Suisse. Derborence accueille aujourd'hui de nombreux touristes. Cette vallée, si bien décrite par Ramuz et filmée par Francis Reusser, est connue dans le monde entier.
Pour maintenir vivante une légende, Ramuz utilise aussi des personnages clés, mystérieux et parfois presque fantasmagoriques. Dans le roman Derborence: Plan est un vieux berger qui garde son troupeau dans les hautes falaises de la Derbonère. Il vit seul et apparaît seulement pour annoncer les malheurs qui sont sur le point de se produire. Pour ce personnage, tout est l'œuvre du diable qui vit dans les montagnes et, avec ses avertissements, il empêche les villageois de ne pas tomber dans le piège: « - N'allez pas, plus loin! [...] D ... I ... A ... Vous comprenez? » (1934 : 234).
Les gens du village croient ce que le vieux Plan raconte par rapport aux âmes qui habitent dans les montagnes: « - Oh ! c’est qu’il sait des choses, Plan, disait Thérèse, et puis il est vieux. Eh bien, il dit qu’il les entend la nuit. Parce qu’ils sont en vie et ne sont plus en vie ; ils sont encore sur la terre et ils ne sont plus de la terre » (1934 : 303). À ces croyances, il faut ajouter la forte influence de la religion sur ces personnages. Ils se protègent dans leur foi et ils s’y réfugient quand ils n’ont pas de réponses à donner aux événements qui se produisent : « Plan dit qu’il n’est pas vrai… Oui, que c’est une âme. Oui, qu’on le voit, mais qu’il n’est pas comme nous, qu’il n’a point de corps… Et qu’il est venu pour nous attirer, parce qu’ils sont malheureux et jaloux de nous et ils s’ennuient sous les pierres…. » (1934 : 202-203).
Dans certains romans de Ramuz, les mythes et l’Apocalypse se rejoignent. C’est le cas de Les Signes parmi nous, où on aborde le thème de la fin des temps. A travers la figure de Caille, un colporteur de tracts religieux, Ramuz explique les signes d’une imminente apocalypse. Détecter les signaux inscrits dans le visible, déchiffrer leur sens caché plus profondément, est le but de ces œuvres. Dans La Grande peur dans la montagne, l'originalité et la mise en scène de la catastrophe sont fascinantes. La géographie magique et la stratégie du récit vont de pair dans ce roman et elles nous emmènent très loin, même à l’intérieur de l'homme. Le personnage principal, Joseph, est confronté aux forces surnaturelles qui le font dériver progressivement vers un univers fantastique onirique, même fantasmagorique. Le récit joue, sans cesse, avec le fantastique, sans jamais y entrer véritablement, sauf à la fin, lorsque Joseph, perdant la tête, se met à tirer – ou croit se mettre à tirer – sur Clou. En fait, la fin du roman, au moins dans l'édition originale, peut nous faire penser qu’il s’agit aussi d’une légende.
Ces hommes et ces femmes, si libres en ce qui concerne leurs relations avec les autres, sont cependant laissés à des forces qui les dominent, les forces de la nature et le surnaturel. Ils sont croyants parce qu'ils voient que la divinité est présente dans tous les phénomènes autour d'eux, faisant germer des grains, pousser l'herbe, laissant à l’abandonne l'homme parfois contre la maladie, le punissant avec la mort. Par conséquent, ils se confient à Dieu, dans l'amour et le respect. Et ils construisent des églises et des chapelles pour calmer sa colère. Sans leur protection, ils sont exposés à toutes sortes de catastrophes: les maladies, les inondations, les sécheresses, la souffrance; non seulement eux, mais aussi leurs familles, leur bétail, tous leurs biens. Le côté fantastique de ces légendes semble servir d’avertissement aux générations à venir, ils doivent laisser la montagne tranquille sur son territoire. Chacun à sa place, dans un ordre déjà établi. Ramuz se plaint que les hommes sont trop fiers et qu’ils ont perdu tout le respect. Ils sont proches du sommet de la montagne et avec une grande avidité ils crachent dans leurs mains nerveuses pour ce qu’ils obtiendront en retour. Et le monde semble s'effriter. S’il était lisse, il est maintenant plein de fissures. S’il semblait dormir, maintenant il menace de se réveiller ....

Bibliographie


jakubec, D. (1990) « Ramuz, le mythe » in Journal de Genève, Samedi Littéraire, 26 avril 1990, p. 24.
Ramuz, C.F. (1908), Le Village dans la montagne, Œuvres Complètes, Ed. Rencontre, Lausanne, 1967, T. III.
--, (1910), « Le Tout Vieux » in Nouvelles et morceaux, Œuvres Complètes, Ed. Rencontre, Lausanne, 1967, T. III
--, (1917), Le Règne de l'Esprit malin, Œuvres Complètes, Ed. Rencontre, Lausanne, 1967, T.VIII.
--, (1934), Derborence, Œuvres Complètes, Ed. Rencontre, Lausanne, 1968, T.XIV.
Trésor de la langue française [on line, consulté le 20/06/2016] URL


Article publié pour le Bulletin de Les Amis de Ramuz, nº 37, mars 2017.

domingo, 11 de diciembre de 2016

"L’Eau est là" Una novela visionaria sobre el futuro de nuestro planeta

 

  La muerte del agua es más soñadora que la muerte de la tierra: la pena del agua es infinita... (Bachelard 13)[1]

 

El presente ensayo analiza desde una perspectiva ecocrítica una novela de anticipación publicada en Francia en el año 2005, cuyo relato refleja escenarios futuros en los que la actual crisis ecológica ha llegado a extremos insostenibles. Un mundo en el que nada ni nadie ha sido perdonado; en el que las infraestructuras del planeta han quedado reducidas a la nada: estaciones, puertos, aeropuertos, carreteras, electricidad, comunicaciones, todo ha dejado de funcionar. Nada ha resistido al terrible poder destructivo del agua. Es el relato de lo que podría ser en un futuro no muy lejano nuestra historia; historia reducida a “Tristes remolinos, historia modelada y remodelada por el Agua, por la furia de las aguas…” (Verlomme 2005: 11).[2] Dicho futuro parece ser el resultado de continuar con la lógica del crecimiento económico y consumismo constante de los recursos en el marco de una biosfera limitada. Así, el ensayo pone de manifiesto el modo en que la novela supone una crítica a la insostenibilidad del mundo presente e invita al lector a cuestionar nuestro futuro como especie. Como sugiere Patrick D. Murphy en su obra Environmentalism, la ecocrítica y la ciencia ficción tienen el potencial de iluminarse mutuamente (373). Además, en general, en la ciencia ficción abundan las descripciones detalladas de la naturaleza, de ahí que existan un significativo conjunto de obras de ciencia ficción medioambiental y ecológica (380).

Los indicadores del planeta se están tornando en rojo, o según la novela “más bien en azul”. En el relato las islas y las tierras más bajas desaparecen, las fronteras se modifican bajo la acción de las aguas, causando la llegada de enormes flujos de expatriados y refugiados medioambientales. La situación política y humanitaria es crítica (48). En la actualidad, no es algo inhabitual escuchar noticias relacionadas con inundaciones provocadas por las subidas del mar en diferentes zonas del planeta. El caso quizás más relevante es el de Bangladés, donde cada año, alrededor de 100.000 personas tienen que huir ante la creciente subida del mar. Un mapa del Banco Mundial muestra lo que podría ocurrir con las áreas de cultivo de arroz de Bangladesh si el nivel del mar subiera tan sólo un metro.[3] Suponiendo que esto ocurra a finales de este siglo, cerca de 17 millones de bangladesíes se verían forzados a emigrar, hacia el interior o hacia otros países. Pero no solo en Oriente, también en Occidente las consecuencias serían terribles. Según el informe anual sobre el Cambio Climático que acaba de publicarse a comienzos de 2015 (Building the Knowledge Base for Climate Resiliency), la ciudad más poblada de los Estados Unidos, New York, sufrirá un aumento de las aguas de 1,82 metros y un incremento de 7 grados de temperatura a finales de este siglo.[4] Miguel Delibes de Castro nos recuerda que al menos cien millones de personas viven actualmente en el mundo por debajo de un metro de altura sobre el nivel del mar (98).

No se puede entonces seguir hablando de ciencia ficción, ya que este problema se ha convertido en una realidad. Según un estudio liderado por la Universidad Nacional de Australia y publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Science, el aumento que el nivel del mar ha sufrido en el pasado siglo no ha tenido precedentes en los últimos 6.000 años. Tras analizar los cambios del nivel del mar de los últimos 35.000 años, los autores concluyen que desde hace 6.000 años hasta ahora nunca se había producido una subida tan alta como la que se ha experimentado en el siglo XX (20 cm). Según los científicos, este incremento es debido al aumento de la temperatura media global que ha provocado el deshielo de los polos y la expansión térmica de los mares y océanos. El hielo polar comenzó a derretirse hace 16.000 años, para estabilizarse hace 8.000 años. Sin embargo, en el último siglo el ritmo de deshielo se ha acelerado debido al rápido aumento de las temperaturas ligado a la actividad humana, especialmente a la industrialización.

Hugo Verlomme, escritor francés con más de una treintena de obras publicadas y consagradas al mar (ficción y documental), está muy implicado en la protección de los océanos y ha estudiado a lo largo de su vida los excesos asociados a la degradación de los ecosistemas. Retoma en esta novela, L’eau est là, el fenómeno de la subida del nivel del mar. La novela fue finalizada sólo unos meses antes del terrible maremoto del 26 de diciembre de 2004 - que azotó las costas de Indonesia y de Malasia, Tailandia, Myanmar, Bangladesh, la India, Sri Lanka y las islas Maldivas, llegando a cruzar el océano hasta el litoral africano en Somalia y Kenia. En ella nos presenta un mundo desolado por terribles inundaciones, en el que el nivel del mar no cesa de subir: ríos desbordados, lagos repletos que amenazan con reventar presas, desprendimientos de terrenos, etc. La naturaleza y más concretamente el elemento líquido parece haber tomado el control del planeta. El agua, famosa molécula H2O a quien le debemos la vida sobre la Tierra puede ser tan vital como destructiva. Al comienzo de la novela, el agua destruye: el agua no conoce fronteras, lo engulle todo a su paso. Las casas desaparecen bajo las olas y los acantilados se desmoronan ante los océanos. El agua parece recuperar sus derechos. Lento, pero seguro, el océano avanza. Las ciudades costeras se vacían. Incitados por el miedo, los habitantes emigran hacia tierras más altas del interior. Pero nada de esto es comparable con lo que anuncian dos importantes y conocidos investigadores: la llegada de un inminente maremoto que amenaza a millones de personas.

La originalidad de esta novela es que presenta varios protagonistas e historias paralelas que acaban confluyendo. Por un lado, encontramos a Sol, profesor especialista en fenómenos meteorológicos oceánicos, creador de una nueva disciplina, la vagologie, el estudio de las olas en todas sus formas. Tiene como misión navegar mar adentro con su velero y reparar el Nalu2, un medidor de olas que puede confirmar o refutar la llegada del inminente maremoto. En su viaje, Sol descubre tres embarcaciones amarradas al medidor repletas de refugiados climáticos que han perdido sus tierras, islas que han desaparecido por la subida del nivel del mar. En una de estas embarcaciones se encuentra Estrella, una mujer especial que transforma la misión de Sol en un viaje iniciático, en el que la muerte y el nacimiento se entrelazan. Pero el destino hace de las suyas: tres jóvenes refugiados de las embarcaciones roban el velero de Sol, que va a encontrarse solo a bordo del medidor de olas a la deriva con Estrella y su recién nacido como pasajeros.

Por otro lado, Anouman, un hombre santo y ermitaño que vive en la montaña. Emprenderá igualmente un viaje para encontrarse con el mar. Sus orígenes son todo un misterio sin desvelar. Nada más nacer fue hallado en la playa por unos pescadores y los monjes de un monasterio cercano cuidaron de él. En su viaje será acompañado por Sève, una chica un tanto extraña pero que decide seguirlo porque su mayor deseo es poder ver el mar con sus propios ojos. Y por último dos hermanos, Mara y Cassidy, que están a punto de perder la casa familiar situada en un acantilado frente al mar. Todos estos personajes están unidos o lo van a estar por la fuerza de las circunstancias. Los personajes se encuentran así viviendo la misma perspectiva de un fin del mundo en diferentes lugares y el lector sigue estos eventos a medida que la novela avanza. Y mientras, en las entrañas de los abismos, un gigantesco maremoto se prepara… El amor todopoderoso arrastra a los nuevos amantes hacia lugares recónditos y desconocidos donde se juega el futuro del mundo.  Hugo Verlomme mantiene el suspense hasta el final del relato ¿el océano engullirá la tierra o el amor conseguirá cambiar el mundo? El mar parece tener en la novela la última palabra.

 

1.   EL MAR ¿UN ENTE CON VIDA PROPIA?

Nuestro siglo será oceánico o no será (Verlomme 2005: 48)[5]

A lo largo de la historia, los humanos hemos observado el cielo buscando indicios que nos mostrasen la presencia de otras formas de vida inteligentes. Pero quizás hayamos estado mirando en la dirección equivocada. Una forma de vida inteligente, no humana, mucho más desarrollada que la nuestra, podría existir aquí mismo, en la Tierra. Nuestro vasto océano representa la última frontera de este planeta. Los científicos ya no enfocan sus estudios en “qué es el océano”, sino en “quién es el océano”. Podríamos describirlo como una creatura misteriosa, diferente completamente a toda forma de vida conocida hasta ahora, con un cuerpo que mide miles de kilómetros, un corazón que late cada mil años y un sistema inmunitario que sería capaz de borrar, si quisiera, toda presencia de vida en la tierra. Poseedora incluso de un cerebro. El vasto océano ¿podría ser una creatura capaz de pensar? Si es así ¿qué piensa de nosotros, los humanos?

Numerosos son los científicos que actualmente apoyan esta teoría que presenta al océano como una creatura pensante, un superorganismo que se autorregula. Algo que nos recuerda la teoría de Gaia de James Lovelock.[6] Lovelock contempla la Tierra como “un sistema autorregulado que surge de la totalidad de organismos que la componen, las rocas de la superficie, el océano y la atmósfera, estrechamente unidos como un sistema que evoluciona”. La teoría afirma que este sistema tiene un objetivo: “la regulación de las condiciones de la superficie para que sean lo más favorables posible para la vida que en aquel momento pueble la Tierra (2009: 235). Pero en qué se basan actualmente los científicos para saber si algo está vivo. Esta es una cuestión que ha hecho correr no ríos, sino mares de tinta a lo largo de los siglos. Para los filósofos desde Descartes la respuesta era “Yo pienso, luego yo existo”. Sin embargo, los biólogos avanzan criterios diferentes, criterios que podrían revelar una nueva forma de vida.

Todas las creaturas vivas poseen un metabolismo: conjunto de reacciones químicas que tienen lugar dentro de las células de los organismos vivos, las cuales transforman energía, conservan su identidad y se reproducen. Todas las creaturas del planeta están dotadas de un metabolismo, desde las algas unicelulares hasta los mamíferos. El océano está repleto de organismos vivos que llevan a cabo constantemente estas reacciones. Sin embargo, el océano es considerado más como una enorme fábrica de reciclaje, que como un organismo vivo. Algunos elementos en el océano son reciclados cientos de veces, ya que pasan de un organismo a otro, perpetrando con ello la vida. Pero un examen más exhaustivo de este sistema de reciclaje del océano confirma lo que para el profesor Tyler Volk es ya una evidencia: las cifras no encajan.[7] La vida en el océano está basada en el reciclaje de los nutrientes esenciales como el carbono, el fósforo, el azote y el azufre, a través de un proceso de vida y de muerte. Es un sistema de reciclaje casi perfecto. Tyler ha calculado precisamente su eficacidad y la tasa de reutilización de esos nutrientes. Su estudio revela que los elementos necesarios para la vida en el océano no son reciclados al 100%. El cálculo muestra que el ciclo bioquímico en el seno del océano no es perfecto. El océano necesita elementos nuevos, elementos químicos esenciales para la vida. Para Tyler Volk, ese reciclaje imperfecto es la prueba de que el océano es un sistema gigante de vida, posee un metabolismo. Al igual que cualquier creatura, el océano se nutre a través de los ríos.

Para Hugo Verlomme, el océano es también una creatura viva, que posee además una consciencia. El protagonista de la novela, Sol, pasa jornadas enteras en el mar junto a su profesor mentor, participando en misiones oceanográficas, con el fin de comprender mejor el funcionamiento del océano como organismo vivo que además posee la capacidad de pensar (89), dotándolo igualmente de algo parecido a la inteligencia (134).

Sol tuvo la extraña sensación de que esa inmensidad azul le llamaba, como si un espíritu tan grande como el océano respirara a través de él. Su mirada estaba fija en un remolino de mármol, a la estela del medidor de olas. No veía más que esto. Cada molécula del océano estaba en movimiento constante, lleno de energía. Una verdad superior se encontraba en esta sencilla constatación. Cuanto más se acercaba, Sol más sentía que el océano era un organismo vivo, no como un conjunto de criaturas, de elementos mezclados, sino como una sola entidad oceánica. Esta entidad estaba presente en las olas, en las nubes, en la lluvia, en la nieve, en los ríos... El remolino de espuma no tenía nada de un tortuoso arabesco, se organizaba para dibujar un ojo profundo y tranquilo que se dirigía directo hacia Sol. Percibió un aura de infinita confianza tras el haz ciclópeo que sondeaba las profundidades de su alma, y una fuerza universal más allá de la comprensión. Acababa de acariciar el alma del mar. (242)[8]

 

A través de una nueva disciplina que él mismo ha inventado, la vageologie, Sol enseña a sus estudiantes los grandes preceptos de lo que denomina “la oceanología intuitiva” (91), ciencia que se contrapone a la oceanografía clásica, ya que estudia el tema de manera transversal, tanto la teoría como la práctica. De ahí que para comprender mejor las olas, Sol se haya tenido que convertir en surfista, submarinista, historiador, viajero, matemático, físico, meteorólogo, navegante et incluso filósofo. Como él mismo nos explica, todos los aspectos de las olas le interesan, tanto las estadísticas como las obras de arte (146). Encontramos en este personaje ciertos rasgos propios del autor.

Al igual que Sol, Hugo Verlomme está convencido de que las olas que atraviesan los océanos son portadoras de mensajes (90). Estas olas gigantes, que provocan sentimientos de miedo pero también de placer, están reescribiendo en cierto modo nuestra historia. En este tiempo de cambio climático, mientras aumenta progresivamente el nivel del mar y los mega-huracanes desatan los océanos, las olas golpean a nuestras puertas y remodelan la línea de nuestras costas. Tanto en el mar como en las playas vemos como los equipos de surf se multiplican y el número de aficionados a estas prácticas es cada vez mayor; cada día la humanidad se está acercando un poco más al océano. Recientes estudios sobre olas extremas llegan a conclusiones que pueden conducir a consecuencias incalculables para nuestra visión del mundo o nuestra seguridad, e incluso convertirse en una fuente inestimable de energía renovable. Este es el mensaje que Hugo Verlomme trata de infundir: “Nuestro siglo será oceánico o no será” (48).[9] En su obra más reciente, publicada en junio del 2014, Les vagues mode d’emploi, Hugo Verlomme nos da las claves para comprender las consecuencias socio-económicas que el cambio climático está provocando en el paisaje humano y geográfico del planeta.

En L’eau est là, el escritor aboga por la reconciliación entre el mundo marino y el humano. No debemos considerar el mar como un futuro enemigo sino como un aliado. Para ello propone una posible solución: “oceanizarse”, es decir, abrir nuestras mentes hacia el mar y preparar a la humanidad ante este fenómeno. A Sol le gustaba evocar las palabras de su profesor-mentor y amigo Aloÿsus Delafuente. Éste había comprendido que no era necesario esperar a que el nivel del agua aumentase, sino que, de algún modo, teníamos que adelantarnos. Es decir “oceanizar” poco a poco a la humanidad, para que esté mejor armada ante el inminente retorno del mar (17). Así lo explica Sol:

La humanidad debe "oceanizarse", decía, y no aferrarse como un montón de cangrejos a las últimas rocas surgidas. Venimos del mar y a él volveremos... Pero ahora que la subida del nivel del agua se convertía en una realidad, los Terrícolas no parecían afectados por una sabiduría oceánica; en su lugar, daban la espalda al mar para refugiarse en la tierra. (40)[10]

 

En una entrevista dada a un periódico regional francés Hugo Verlomme retoma esta misma idea y critica las pocas políticas marítimas que se están realizando, no solo en Francia, sino en todo el mundo: “No podemos ir contra el mar, tenemos que vivir con él. Esto significa volver a dar, en algunos lugares, el espacio tampón que siempre ha existido. En la antigüedad, las gentes nunca construían en la línea de costa”[11]. Y es que la playa es un lugar natural que nos protege de las embestidas del océano. Hugo Verlomme no es partidario de construir en ella ningún tipo de edificio que ponga en peligro esa conexión natural entre el océano y la humanidad. De ahí que critique esos “sueños más salvajes generados por esta maravillosa costa de oro, la especulación, la construcción, el turismo, las playas, el surf, el oro azul, esta huida ante las olas provocaba la risa. El agua estaba de vuelta, tenía que entregar un mensaje a esos hombres sordos y ciegos: ‘Usted quería el mar pues ahora lo tiene... El agua está aquí!” (340).[12]

 

2.   EL PODER DEL MAR

El agua es siempre la más fuerte (Oriane)[13]

Un maremoto (del latín mare, mar, y motus, movimiento) es una agitación violenta de las aguas del mar a consecuencia de una sacudida del fondo, que a veces se propaga hasta las costas dando lugar a inundaciones. Se trata pues de un fenómeno natural que se produce con cierta frecuencia en nuestro planeta. El maremoto que se anuncia en el relato tiene su origen en una teoría que predice el hundimiento de la Dorsal Norte Atlántica. Este fenómeno provocaría una ola comparable a la que se produjo hace tan solo unos pocos miles de años en el Valle de Tanana, en Alaska. En este lugar, un grupo de mineros encontró varios esqueletos de mamuts desmembrados, incrustados en lo alto de un acantilado, allí mismo fosilizados por un impacto gigantesco. Nada se conoce sobre el origen real de esta ola que pudo ser provocada por un seísmo submarino de gran magnitud o por la caída de un meteorito en el océano, como bien nos explica Sol (20). Existen textos que hablan sobre este fenómeno legendario. Quizás el autor se haya inspirado en lecturas como Les grands bouleversements terrestres, de Immanuel Velikovsky. En esta obra se confirma la tesis de esta ola gigantesca que fue capaz de arrasar con todo a su paso. Una ola producida por lo que él llama “una revolución tectónica de la corteza terrestre”: “Los animales fueron aplastados por una enorme ola que levantó, rasgó, transportó, aplastó, cortó en pedazos y enterró millones de cuerpos y muchos árboles” (20)[14]. El mar ha sido siempre - observa Jean Delumeau- el lugar del miedo por excelencia (25), infunde un pánico aterrador por su poderío, por esa fuerza destructiva que posee.

El mundo que se describe en la novela es un mundo que está a punto de resquebrajarse. El equilibrio se ha roto, los humanos se encuentran frente al obstáculo impalpable que deben salvar: el agua. Al planeta se le otorga la capacidad de vengarse: “Eran numerosas las voces que clamaban que el planeta se vengaba, que Gaia se rebelaba contra los hombres, contra su violencia y sus errores” (37).[15] Para Mara, “el mar se convertía en el enemigo malintencionado que buscaba demoler la tierra” (40).[16] Sin embargo, no todos comparten esta opinión. Sol no cree que el agua sea una fuerza vengadora y destructiva, sino un ente que favorece los cambios y genera con ello la vida. Y se muestra contundente cuando se expresa diciendo que es el ser humano quién debe evitar encontrarse en el lugar y en el momento equivocado. El ser humano debe respetar el océano, su obligación es comprenderlo y amarlo, y dejar de considerarlo como un traidor o un vengador, nociones que considera puramente antropomórficas… Es el hombre el que se venga y no el mar (37-38). El mar es considerado un elemento regulador “Esas masas de agua incontrolables caídas del cielo y venidas del mar recolocaban a los humanos en sus justas proporciones” (38).[17]

El mar tiene un poder increíble para restaurar, para recuperar, para dar vida. El océano es, según los científicos, el lugar dónde se originó la vida: la primera célula surgió del mar. El protagonista de la novela asocia este elemento con las etapas de la evolución que ha sufrido el ser humano y en sus clases explica a sus alumnos que “el embarazo no es más que la repetición de las etapas de nuestra evolución acuática y que el nacimiento simboliza el momento en que decidimos dejar el océano para desarrollarnos sobre la tierra” (47).[18] El feto vive en agua, en esas mismas aguas en las que el niño de Estrella flota, en el interior de su bolsa amniótica. Por eso cuando se acerca el momento de dar a luz, se utiliza esta hermosa metáfora: “Su océano interior se vaciaba en aguas templadas que se vertían por sus piernas” (29).[19] El feto en el útero materno es en un 94% agua de mar. El océano es el líquido amniótico de nuestro mundo, generador de vida.

Anouman, el ermitaño, tampoco teme al océano y no entiende porqué los humanos huyen de este elemento que es el origen de todo, el origen de la propia vida. “Hoy es el océano el que viene hacia ellos” (219).[20] Le otorga además un cierto poder regenerador. Anouman despierta de su larga meditación en la montaña (vuelve a la consciencia o a la vida) cuando siente caer sobre su cabeza una gota de agua, “una señal”. El asceta comprende entonces que ha llegado la hora… (25). Una simple gota de agua pone de nuevo el mecanismo en marcha, obligándolo a abandonar su retiro: “las gotas rompían su soledad, cayendo sobre él cada vez más rápidas y numerosas, anunciadoras de un tiempo nuevo, el tiempo del agua…” (26).[21] Anouman ha permanecido todo este tiempo aislado en la cueva para conocer y comprender el secreto de sus orígenes y así se lo confiesa a Sève al final de su periplo. El agua es la única respuesta: “Soy hijo del océano” (250).[22] De ahí que pueda comunicar con este elemento: las gotas le hablan, le murmuran al oído lo que será su inminente misión: “Ve, Anouman, date prisa, coge tu bastón y baja a decirles. El agua está aquí. El agua está aquí…”. Y tras beber ese precioso líquido para impregnarse de su energía, éstas le señalan el camino a seguir “debe seguir la vía del agua…” (27).[23] En el transcurso de su camino hacia el océano que le vio nacer, Anouman se va reconstruyendo gracias al contacto con este elemento:

‘¡Esto es maravilloso! ¡Vuelvo a nacer, Sève, por fin he nacido!’Anouman exclamó con voz firme. El agua bailaba sobre sus cuerpos, infundiendo su energía vital y creativa. ‘Es el agua... ¿lo sientes?’ El asceta se echó a reír como un niño, rebotando de un lado a otro en el corro de remolinos. (123) [24]

 

E invita a Sève, su compañera de viaje, a compartir esta misma experiencia: “¡Déjate llevar...! ¡Escucha la canción del agua y déjala entrar en ti!’ dijo Anouman. [...] ‘¡Tú también vuelves a nacer! ¡Tú también Sève!’ le decía, riendo. Rejuvenecía visiblemente gracias a las olas tumultuosas (124).[25]

Cuando por fin llegan a su destino - una tranquila cala al borde del mar -, Anouman realiza un pequeño gesto que pasa casi desapercibido: “Cuando llegó a la parte inferior de la cala, Anouman cayó de rodillas junto a la orilla, se agachó, recogió un poco de agua con sus manos y empezó a beber” (248)[26]. Beber agua del mar es una acción que sorprende a primera vista. Sin embargo, cada vez son más los médicos que se manifiestan a favor del agua del mar como fuente de vida y salud.[27] En pequeñas cantidades es recomendable para sanar o mejorar muchas patologías, e incluso la malnutrición – Anouman ha permanecido mucho tiempo sin comer apenas. Existen numerosos estudios científicos que así lo demuestran.[28] No es algo nuevo, pues se hace desde tiempos de Heródoto y Eurípides. Aunque tuvieron que pasar muchos siglos, hasta que el investigador francés René Quinton publicase en 1904 L'eau de mer, milieu organique como estandarte de sus investigaciones. Para él, las enfermedades son un ‘ensuciamiento’ del medio interno celular. Somos un 70% de agua, de agua salada (así es nuestro sudor, así son nuestras lágrimas); si nuestro medio ‘marino’ se altera, nuestra salud se altera. Más cercano a nosotros, Ángel Gracia, lleva toda una vida dedicada a difundir este concepto tan beneficioso para la salud humana.[29]

Este poder sanador del océano lo encontramos igualmente en el discurso de Estrella. Tras su traumática y violenta experiencia -es víctima de una terrible violación-, Estrella cuenta a Sol cómo el océano y los elementos que le rodean curaron sus heridas y su alma.

[…] recuerdo haberme sumergido en el mar ¡Oh, qué alivio! Tenía la esperanza de ahogarme, de derretirme en el abismo, de terminar en la boca del tiburón, pero en lugar de eso, el océano me masajeó, limpió mis heridas, vendó mis heridas más secretas; las olas frotaron mi cuerpo para sanar, su vivaz frescura me regeneraba, finalmente ya no quería morir en absoluto, yo quería vivir. Fue allí que una ola más grande me lanzó hacia la playa. Rodé en la arena, que se pegó a mí como una magnífica venda. La arena era cálida y fina como el agua, Sol, estaba viva. Cada grano de arena tenía su propia vida, pero todos juntos, miles de millones de fragmentos juntos, formaron ese líquido sólido, la arena. Ella también me curó. Por dentro y por fuera. (299) [30]

 

Estrella confía plenamente en el océano y, al igual que Anouman, no manifiesta ningún sentimiento de miedo o de rechazo hacia este elemento: “Evolucionaba en perfecta armonía con el océano y, obviamente, no lo tenía miedo, como si fuera parte integrante de él” (282).[31]

Cassidy y Sève también se restablecen física y psíquicamente de sus respectivas heridas gracias al poder recuperador del océano: “El joven ignoraba que durante muchos años, Seve había comerciado con su cuerpo en su pueblo. Por su parte, ella no sabía que el joven soldado volvía de una zona de guerra, donde se había visto obligado a matar a civiles” (326).[32] En la cala donde Anouman les ha conducido, ambos encuentran ese equilibrio personal que tanto anhelan, gracias al poder regenerador del océano.

 

3.   EL FUTURO DEL MAR

Y mañana, lloverán ranas, como en el Apocalipsis… (10)[33] 

Una gran parte del trabajo ecocrítico comparte una motivación común: el conocimiento preocupante de que hemos alcanzado la edad de los límites ambientales, una época en que las consecuencias de las acciones humanas están dañando los sistemas de recuperación básicos del planeta. La obra de Hugo Verlomme supone una crítica a la insostenibilidad del mundo presente. Dos de las más graves consecuencias que el cambio climático provoca en nuestro planeta están muy presentes a lo largo de la novela: la subida del nivel del mar y el aumento de la frecuencia e intensidad de los fenómenos meteorológicos extremos. “El diluvio caía sobre la civilización para castigar a los hombres por su inmensa estupidez” (67).[34] Hugo Verlomme pone así de manifiesto la amplitud del desastre al que se dirige toda la humanidad. Aunque no habla directamente de las causas que provocan dichos fenómenos en el relato (siempre se refiere a ellos como “errores”, “estupideces” o “tonterías” cometidas por los hombres), de todos es bien sabido lo que acontecerá en nuestro planeta si no se reducen considerablemente las emisiones de gases de efecto invernadero en todo el mundo. Michel Jarraud, secretario general de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) desde 2004, afirma que “se nos está agotando el tiempo”. A través del último Boletín sobre los gases de efecto invernadero publicado por esta misma organización se muestra que, lejos de disminuir, la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera aumentó durante el 2013 a un ritmo que no se había dado en casi 30 años. Un incremento de CO2 en la atmósfera que se ve amortiguado gracias a la absorción de este gas por los océanos, que pagan por ello un alto tributo. No parecen existir precedentes para el ritmo actual de acidificación de los océanos, al menos en los últimos 300 millones de años, según un análisis que figura en este mismo informe. Esta acidificación destruye los arrecifes coralinos y, con ello, la base misma de la biodiversidad marina.

En la última década han salido a la luz estimaciones alarmantes sobre el número de personas que emigran por factores medioambientales y a los que se les ha etiquetado como “refugiados climáticos”. El tema de los refugiados climáticos o refugiados medio ambientales se encuentra representado en el grupo de personas que Sol encuentra amarrado al medidor de olas. El nivel del agua ha subido tanto que “[n]uestras pequeñas islas han sido barridas, tragadas, perdimos todo lo que teníamos, tuvimos que huir en nuestras canoas, y ni siquiera sabemos dónde están los demás... no tenemos más tierra... Y es por eso que nuestros barcos están amarrados a la boya amarilla...” (102).[35] Viajan en “tres enormes piraguas dobles, de una veintena de metros cada una, del mismo tipo que la utilizadas por los antiguos pueblos de Oceanía para atravesar los océanos con el suficiente número de pasajeros a bordo” (110).[36] En la novela se han convertido en vagabundos del océano. Su única ilusión es permanecer unidos con la esperanza de encontrar otra isla, crear un nuevo hogar, volver a ver a sus parientes más cercanos, los habitantes de las islas vecinas. Eran conscientes de que separados, sólo serían unos expatriados, refugiados tambaleados a merced de las fronteras (98). En la actualidad las personas que dejan sus casas como resultado de factores ambientales se encuentran, en una gran proporción, en el patio trasero de Australia. Islas como Tuvalu, Kiribati, Fiji y Tonga forman parte de esos lugares que podrían convertirse en inhabitables a un corto plazo de tiempo. El número actual de refugiados climáticos se estimó en el 2008 en 25 millones a nivel mundial. Pero este número se podría incrementar alarmantemente de aquí hasta finales de siglo. Los refugiados climáticos podrían ser 150 millones en 2050 e incluso podríamos llegar a los 500 millones si se produjera el deshielo completo de Groenlandia y la Antártida (Flannery 2006: 174).

Si Groenlandia y el Antártico se deshielan, el nivel del agua aumentaría 12 metros. Las personas que viven en la costa, más de 500 millones, morirían o, en el mejor de los casos, se desplazarían al interior. Las infraestructuras portuarias y aeroportuarias quedarían totalmente inutilizadas y comenzaría el colapso de la civilización. Los supervivientes tratarían de proteger sus recursos, lo que engendraría violencia y acabaríamos matándonos los unos a los otros (Martínez 2006).

 

Es lo que parece anunciarse en el relato cuando al escuchar la noticia en la radio toda la ciudad comienza a huir con la inminente llegada de la ola. Reina entre los humanos el caos total:

El anuncio de un maremoto inminente había contribuido al agravamiento de una situación ya caótica. Columnas de humo negro se levantaban por aquí y por allá. La basura se amontonaba en las calles, donde los manifestantes y los saqueadores daban mucha guerra a las patrullas. Una atmósfera de fin del mundo flotaba sobre la ciudad, nauseabunda, inevitable. (325)[37]

 

Sin embargo, Hugo Verlomme nos deja un atisbo de esperanza. Ese amor que emana de las figuras de los protagonistas se entiende como un símbolo de respeto hacia el océano. Si comenzamos a entenderlo, a respetarlo, a protegerlo, quizás podamos atenuar el impacto que el cambio climático tendrá en el futuro del planeta. En la novela, lo carnal responde a lo simbólico: cuando los cuerpos hacen el amor reparan el mundo, alejando de ese modo la catástrofe: “Su interminable beso parecía haber calmado y suspendido las fuerzas de la naturaleza” (280).[38] Una idea no deja de abrirse camino a través de las páginas y en la mente del lector, un reto planetario espera a la humanidad: aprender a vivir con el agua sin miedo, a lograr un cambio de perspectiva y convertirse en marino en lugar de terrícola. El agua más allá de los desastres de sus brutales invasiones también representa la vida y, como predice Anouman, “el comienzo de una nueva historia, que queda por inventar” (222).[39]      

 

CONCLUSIÓN

Iniciamos este ensayo afirmando que el aumento en el nivel del mar de los últimos cien años no ha tenido precedentes. El profesor Kurt Lambeck se muestra bastante escéptico respecto al futuro ya que asegura que todos los estudios realizados hasta ahora muestran que este fenómeno no se puede desactivar. Los niveles del mar continuarán subiendo durante siglos incluso si se mantienen las emisiones de carbono en los niveles actuales. Y añade que no está claro hasta dónde va a llegar la subida, lo que sí está claro es que de la noche a la mañana no vamos a lograr parar el fenómeno. De esta misma opinión es el profesor James Lovelook o más cercano a nosotros la de Miguel Delibes de Castro que vaticina igualmente una subida del nivel del mar entre diez centímetros y un metro en el siglo XXI (Delibes 96).

Los científicos tienen la misión de advertir con sus estudios y conclusiones a la población de un peligro como el que acecha a las futuras generaciones de este planeta. Sus mensajes, sin embargo, no llegan siempre a todo el mundo, ya que sus artículos u obras científicas no son leídos por la mayoría de los mortales. Quedan restringidos a una pequeña parte de la población. La literatura puede servir de vehículo para acercar esta realidad a muchos más lectores. Este es el caso de “L’eau est là”, un libro místico en el que el mar no es únicamente agua sino algo más, un ente con vida propia.

Si el mar y los desastres naturales ocupan un lugar importante en la novela (vemos todos los días cómo el Océano Mundial desempeña un papel central en nuestro clima), ocurre lo mismo con el amor. Estos dos temas no están a priori vinculados y sin embargo van a jugar ambos un papel muy importante... A través de esta historia, Hugo Verlomme advierte contra los excesos de la actividad humana. Estropear por economías mezquinas este espacio que alberga el 80% de la biodiversidad y se está convirtiendo rápidamente en el nuevo Eldorado es irresponsable, tanto desde el punto de vista ecológico como económico. El autor es partidario de una política marítima que llegue de manera eficaz a todas las costas en el futuro. Porque si en este libro el amor puede tener una influencia en el destino de la humanidad, en nuestra realidad no dispondremos de esa misma suerte...

 

REFERENCIAS

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[1] N. del T.: todas las traducciones de las notas finales han sido realizadas por la autora del artículo. “La mort de l'eau est plus songeuse que la mort de la terre: la peine de l'eau est infinie”.

[2] “tristes remous […] modelée et remodelée par l’Eau, par les eaux en furie…”.

[3] Se puede consultar en: http://flood.firetree.net/?ll=16.3412,97.3388&z=12&m=7 (Consultado el 17/02/2015)

[4] Véase : http://www1.nyc.gov/office-of-the-mayor/news/122-15/mayor-de-blasio-releases-npcc-2015-report-providing-climate-projections-2100-the-first (Consultado el 17/02/2015).

[5] “Notre siècle sera océanique ou ne sera pas”.

[6] “Un superorganismo es una creatura compuesta de muchos individuos que interactúan”.

[7] Tyler Volk es profesor asociado en el departamento de biología de la Universidad de New York.

[8] “Sol eut l'étrange sensation que cette immensité bleue l'appelait, comme si un esprit aussi grand que l'océan respirait à travers lui. Son regard se fixa sur un remous marbré, dans le sillage du houlographe. Il ne voyait plus que cela. Chaque molécule de l'océan était en mouvement constant, chargée d'énergie. Une vérité supérieure se trouvait dans cette constatation toute simple. Plus il s'en approchait, plus Sol ressentait à quel point l'océan est vivant, pas comme un ensemble de créatures, d'éléments mêlés, mais comme une seule entité océanique. Entité présente dans les vagues, les nuages, la pluie, la neige, les rivières...Le remous d'écume n'avait plus rien d'une arabesque tortueuse, il s'organisait pour dessiner un œil profond et tranquille qui plongeait droit en Sol. Il perçut une aura d'infinie confiance derrière le faisceau cyclopéen qui sondait les tréfonds de son âme, ainsi qu'une force universelle dépassant l'entendement. Il venait d'effleurer l'âme de la mer”.

[9] “Notre siècle sera océanique ou ne sera pas”.

[10] “L’humanité devait “s’océaniser ”, disait-il, et non se cramponner telle une grappe de crabes aux derniers rochers émergés. Nous venons de la mer et nous y retournerons… Mais à présent que la montée des eaux devenait réalité, les Terriens ne semblaient pas frappés d’une sagesse océane ; au contraire, ils tournaient le dos à la mer pour se réfugier dans les terres”.

[11] “On ne peut pas aller contre la mer, il faut vivre avec elle. Ça veut dire redonner, dans certains endroits, l'espace tampon qui a toujours existé. Les anciens ne construisaient jamais en front de mer”. Véase entrevista completa en: http://www.nautilusmagazine.com/011-137-Hugo-Verlomme-forever.html (consultada 14/02/15).

[12] “rêves fous engendrés par cette belle côte dorée, la spéculation, l’immobilier, le tourisme, les plages, le surf, l’or bleu, cette fuite devant les vagues devenait risible. L’eau était de retour, elle venait délivrer un message aux hommes restés sourds et aveugles : “Vous avez voulu la mer et maintenant vous l’avez… L’eau est là !’”.

[13] “L’eau est toujours la plus forte (Oriane)”.

[14] “Les animaux ont été broyés par une vague énorme qui a soulevé, arraché, transporté, écrasé, réduit en morceaux et enterré des millions de corps et autant d'arbres”.

[15] “De nombreuses voix s’élevaient pour clamer que la planète se vengeait, que “Gaïa” se révoltait contre les hommes, leur violence et leurs errements”.

[16] “la mer devenait l’ennemi malveillant qui cherchait à démolir la terre”.

[17] “Ces masses d’eau incontrôlables venues du ciel et de la mer ramenaient les humains à des plus justes proportions”.

[18] “la grossesse n’est que la répétition des étapes de notre évolution aquatique et que la naissance symbolise le moment où nous avons choisi de quitter l’océan pour nous développer sur terre”.

[19] “Son océan intérieur se vidait en eaux tièdes qui coulaient entre ses cuisses”.

[20] “Aujourd’hui, c’est elle qui revient à eaux”.

[21] “Les gouttes brisaient sa solitude, tombant sur lui de plus en plus rapides et nombreuses, annonciatrices d’un temps nouveau, le temps de l’eau…”.

[22] “Je suis un enfant de l’Océan”.

[23] “Va, Anouman, dépêche-toi, prends ta canne et descends leur dire. L’eau est là. L’eau est là […] il devait suivre la voie de l’eau…”.

[24] “‘C’est merveilleux! Je renais, Sève, je suis enfin né !’ Anouman s’exclamait d’une voix ferme. L’eau dansait sa gigue sur leurs corps, insufflant son énergie vitale et créatrice. ‘C’est l’eau… Tu la sens ?’ L’ascète riait tel un enfant, rebondissant d’un côté à l’autre dans la ronde des remous”.

[25] “‘Laisse-toi faire… Écoute le chant de l’eau et laisse-la entrer en toi !” lançait Anouman. […] “Toi aussi tu renais ! Toi aussi Sève !” lui dit-il en riant. Il rajeunissait à vue d’œil dans les flots tumultueux”. 

[26] “Lorsqu’il arriva au fond de la crique, Anouman tomba à genoux à la lisière de l’eau, se pencha, en prit un peu dans la coupe de ses mains et se mit à la boire”.

[27] Véase Manifiesto de médicos a favor del agua de mar como fuente de vida y salud: http://www.aquamaris.org/manifiesto-de-medicos-a-favor-del-agua-de-mar-como-fuente-de-vida-y-salud/

[28] “El Agua de Mar, según estudios realizados en la Universidad de Miami, contiene todos los minerales y oligoelementos de la Tabla Periódica, y por su contenido en fitoplancton y zooplancton cuando es recogida cerca de la superficie marina, así como la biomasa de bacterias propias del mar, contiene proteínas, vitaminas y ácidos nucléicos, además de otros nutrientes. Estas bacterias propias del mar (9 millones por litro de agua) han sido estudiadas en la Universidad de California, demostrándose que tienen efectos analgésicos, antiinflamatorios y antibióticos” (William Fenical, Chem. Rev. 1993, 93, 1673-1683).

[29] Ángel Gracia nació en Luceni, Zaragoza, es Doctor en Veterinaria por la Universidad Complutense de Madrid, Certificado como Philosophy Doctor in Veterinary Sciences (Ph.D.) en USA. Miembro de la Sociedad Europea de Medicina Naturista Clásica. Miembro certificado de la American Association of Nutritional Consultants, USA.. Miembro de la Sociedad Española de Agricultura y Ganadería Ecológicas. Especialista en Tipificación de Productos Cárnicos y Lácteos por la Universidad Complutense de Madrid y el Ministerio de Ganadería Español. Premio Nacional de Divulgación Científica, Venezuela. Introductor de la hipnosis Comparada en Iberoamerica. Por cinco años capitán de la Copa Davis de Tenis de Venezuela. Convivió con los indígenas yanomami del Territorio Amazonas. Presidente de la Seawater Foundation, Florida, USA

[30] “je me souviens avoir plongé dans la mer. Oh, quel soulagement ! J’espérais me noyer, me fondre dans les abymes, finir dans le gosier du requin, mais au lieu de cela, l’océane m’a massée, il a nettoyé mes plaies, pansé mes blessures les plus secrètes ; les vaguelettes frottaient mon corps pour le guérir, leur fraicheur vive me régénérait, finalement je ne voulais pas du tout mourir, je voulais vivre. C’est là qu’une vague plus grosse m’a rejetée sur la plage. J’ai roulé dans le sable, qui s’est collé à moi comme un pansement magnifique. Le sable était chaud et fin comme de l’eau, Sol, il était vivant. Chaque grain de sable avait sa vie propre, mais tous ensemble, milliards de fragments réunis, ils formaient ce liquide solide, le sable. Lui aussi m’a guérit. À l’intérieur et à l’extérieur”.

[31] “Elle évoluait en parfaite harmonie avec l’océane et de toute évidence ne le craignait pas, comme si elle en faisait partie intégrante”.

[32] “Le jeune homme ignorait que, des années durant, Sève avait fait le commerce de son corps dans son village. De son côté, elle ne savait pas que le jeune militaire revenait d’un zone de guerre où il avait été obligé de tuer des civils”.

[33] “Et demain, il pleuvra des grenouilles, comme dans l’Apocalypse”.

[34] “Le déluge s’abattait sur la civilisation pour punir les hommes de leur immense bêtise”.

[35] “nos petites îles ont été balayées, englouties, nous avons tout perdu, nous avons dû fuir sur nos pirogues et nous ne savons même pas où se trouvent les autres… Nous n’avons plus de terre… Et voilà pourquoi nous avons amarré nos bateaux à la bouée jaune…”.

[36] “trois grosses pirogues doubles, d’une vingtaine de mètres chacune, du même type que celles utilisées par les anciens peuples d’Océanie pour traverser les océans avec d’assez  nombreux passagers à bord”.

[37] “L’annonce d’un raz-de-marée imminent avait contribué à l’aggravation d’une situation déjà chaotique. Des colonnes de fumées noires s’élevaient ici et là. Les ordures s’empilaient dans les rues, où manifestants et pillards donnaient du fil à retordre aux patrouilles. Une atmosphère de fin de monde flottait sur la ville, nauséabonde, inéluctable”.

[38] “Leur interminable baiser semblait avoir apaisé et suspendu les forces de la nature”.

[39] “Le début d’une nouvelle histoire, qui reste à inventer”.

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