miércoles, 1 de julio de 2020

Pierrette Micheloud y el mito de la Grande Gynandre


Pierrette Micheloud (1915-2007) fue una poeta y pintora suiza de expresión francesa originaria de una pequeña localidad, Vex, situada en el cantón del Valais. Estudió literatura clásica, alemana y francesa en la Universidad de Neuchâtel y de Zurich, y teología en la Universidad de Lausana entre 1940 y 1941. Publicó su primer libro de poesía, Saisons, en 1945. En 1950 (o 1952 según las fuentes), se muda a París y, a partir de entonces, dedica su vida a la escritura y la pintura (aunque hay que esperar hasta 1983 para ver su primera exposición en la Galeria Horizon de Paris). Llevará una vida muy activa en el campo de la literatura colaborando con varios periódicos suizos donde presenta a poetas franceses y de otros lugares; también para la revista Nouvelles Littéraires, con artículos sobre poetas-libreros de París. En 1963, funda con Edith Mora, crítica literaria, el premio de poesía Louise Labé, cuyo jurado era completamente femenino. No por ostracismo, sino por un deseo de restablecer el equilibrio, ya que las mujeres estaban prácticamente ausentes en dicha época de los jurados literarios. También fue editora en jefe de la revista La voix des poètes, fundada y dirigida por Simone Chevallier, en la colección Les Pharaons (poetas reveladores de conciencia). Recibió varios premios, entre ellos, el Premio Schiller y el Premio de Consagración del Estado de Valais en Suiza; los premios de Edgar Poe, de Apollinaire y Charles Vildrac en Francia. Su obra incluye una treintena de libros en francés, algunos traducidos al alemán, inglés, español, rumano y ruso; numerosos artículos y editoriales y también obras de teatro, novelas, diarios, cuadernos y reflexiones, cartas, en su mayoría inéditas, que se conservan actualmente en el fondo de archivos de la escritora depositados en la Mediateca de Valais-Sion. Su trabajo y su memoria se encuentran en la actualidad muy vivos gracias al trabajo que realiza su fundación[1].

Parents de sève montagnarde :                                  
Elle du Jura bernois                                                 
Lui des Alpes valaisannes                                        
Elle du vert sombre des sapins                                  
Lui des mélèzes danse du vert tendre                         
Elle d’une eau qui se récolte                                     
Goutte à goutte dans le calcaire                                 
Lui de celle multiflore   
Des torrents joueurs de rien (Micheloud, 1979 : 12)    

Desde muy temprana edad, descubre la sensación íntima de su diferencia, que está marcada por su deseo de independencia y su gusto inicial por las mujeres: “La ‘différence’ a toujours une raison. Il ne s’agit donc ni de la refouler, ni d’en avoir honte, mais au contraire de s’enrichir de tout ce qu’elle peut apporter de spécial et de nouveau. J’ai chanté la mienne à travers ma poésie depuis toujours.”[2] La mujer, a menudo soñada, platónica, será ese icono privilegiado que llena toda su obra ; la otra, la mujer real, le causará a menudo decepciones muy dolorosas. La misteriosa alquimia de la escritura poética transformará estas experiencias en un arte apasionado, lleno de imágenes extrañas y destellos proféticos.
A lo largo de su vida, representará al poeta como un ser singular, medio humano, medio divino: su aguda capacidad le permite percibir mensajes que debe transmitir al mundo. ¡Esa es su responsabilidad…! [Le poète] doit être un apôtre. C'est à lui qu'appartient, par un chant toujours plus vrai, de réveiller le monde et de lui donner l'élan dont il a besoin pour repartir sur des routes plus claires (Micheloud, 1950 : 6). Sin embargo, poco a poco formulará esta visión en otro registro léxico, tomando cada vez menos de la religión cristiana y cada vez más de la mitología y la alquimia.
A partir de los años 1970 hasta los 1980, recurre a la mitología y, especialmente, a las musas para afirmar que la poesía permite encontrar recuerdos tan antiguos como el mundo: la musa del poeta se llama Polymnia; el nombre es bastante significativo ya que deriva de poly (muchos) y mnêmê (memoria). Entonces, como una pescadora, Polymnia (es decir, la poesía) captura en las profundidades de la memoria original los recuerdos anteriores al nacimiento. Y, por supuesto, al igual que las otras diosas, las musas y los dioses, personifican múltiples y diversas frecuencias vibratorias del universo sensible. La idea de que la musa Polymnia permita entrar en contacto con la memoria original lleva a Pierrette Micheloud a definir la poesía como “une recherche de notre origine”, y a elaborar su mito de la Grandre Gynandre, esa entidad de esencia divina que pertenece al pasado cósmico y que anuncia el futuro de la humanidad. Pierrette afirma que “chaque poéte se crée sa propre mythologie, à través sa propre visión de l’univers”. Es lo que ella ha llevado a cabo: “Moi aussi, je me suis raconté mon mythe, comme tout poète. Ou plutôt, je suis renée du mythe que ma conscience, par l'action de l'énergie inspiratrice, m'a révélé, d’une vérité cachée. C'est le mythe de la Gynandre. Ginê, femme... Andros, homme. L’androgyne retourné [...] pour mettre les choses à leur place.” (Micheloud, 1981: 44-45).
Cuando la humanidad haya completado su revolución y haya llegado al final de su ciclo terrenal, verá la llegada del Gran Gynandre (o a veces, Gynandrade), más perfecta que el andrógino, porque es mujer, y que reinará sobre los hombres y mujeres unidas en paz y serenidad. Pero esto aún no ha llegado, todavía estamos lejos: debemos luchar por este advenimiento, y una de las armas de esta lucha es precisamente la poesía, que despierta las conciencias:

Je suis songe unifié : le fœtus                     
que la reine-roi porte en espérance              
du fond de l’En-soi, la fin du couple.
Je suis la Gynandrade future.                      
Patience jusqu’à l’aurore,                           
Amour (Micheloud, 1974 : 38).                                               

Esta idea del mito de la Ginandra comienza a forjarse con L’Enfant de Salmacis y termina plasmándose con toda su fuerza en Douce-Amère.
L’enfant de Salmacis (1963) es una oda a la feminidad enraizada en los mitos originales de la pureza y de la unidad, e inspirados en otra poetisa, Sappho: “Ma grande prêtesse, je te salue, je pose mon front sur tes pieds nus qui tracent sur la terre le chemin de l’unité parfaite” (Dubuis 2012 :123). Una mezcla un poco inquietante. Pero la poesía se reserva esos derechos a los que es difícil poner límites, y los cánticos que estos amores inusuales inspiran en Pierrette Micheloud a menudo caen bajo una verdadera poesía que arde con pasión.
En esta obra Pierrette Micheloud emprende una larga reflexión sobre la diferencia sexual y la feminidad (como ella prefiere escribir). La ninfa Salmacis, enamorada de Hermafrodito, obtiene de Zeus el privilegio de no separarse nunca de su amor. De este modo, sus dos cuerpos, tan fuertemente entrelazados, se disuelven en un solo ser, ni del todo hombre ni del todo mujer, fue el primer hermafrodita: ella, Salmacis, representa la feminidad de este último. Así es como concibe Pierrette Micheloud al poeta, ni hombre ni mujer, un ser sin sexo. El poeta, de hecho, combina en sí mismo lo mejor y lo peor de ambos a la vez. ¿No es hacia este ser sublime al que toda la humanidad, y sobre todo la mujer, debería desembocar? La poetisa del Valais lamenta que sean tantas las compañeras poetas que todavía no comprendan y no quieran participar como ella, en la llegada de una era superior, que el poeta imagina y en la que desea colaborar. Esta tarea, que ella solo prefiguró, ahora la siente como una misión que debe cumplir.
Porque antes de la Caída, Adán y Eva no eran dos, sino uno. Fue el Maligno, el Diablo, quién se arrastró hasta el paraíso y los dividió en dos cuerpos distintos. Desde entonces, la Tierra se ha convertido en el planeta de la dualidad. Una teoría que no es nueva, ya que Platón la defendió[3], y muchos escritores la convirtieron en el tema principal de sus poemas o de sus novelas, como por ejemplo Honoré de Balzac[4], por citar alguno de ellos. “El hijo de Salmacis” tiene, por lo tanto, predecesores ilustres.
Los poemas de este libro son un homenaje a las diversas formas, especialmente mitológicas, de lo femenino: de la inocencia de Rasalhague, a la violencia de Isidis, pasando por Hélia, Néphélé, Maya, Dahana y Ad-Isthar-Ar-Kanya; Pierrette Micheloud invita a todas estas figuras a recuperar la pureza que poseían antes de la Caída, a convertirse en la “nueva Eva”, a sacudirse del yugo del hombre, yugo que ellas aceptan al parecer con desconcertante docilidad y placer.

Et l’homme dit à la femme                                       
Tu seras l’autel de mes plaisirs                                  
Et le calice de mes rancœurs                       
Et la femme suivit l’homme. (Micheloud, 1963 : 97)   

Pero para aquella que rehúsa esta condición, la felicidad que le espera es absoluta:

Elle sut retrouver le jardin                                        
De son primordial visage,                                                       
Fini le sinistre leurre                                                              
Qui l’avait de si loin dépaysée,                                                
Ève nouvelle, fleurie                                                              
De blancheur, secrète royauté. (Micheloud, 1963 : 21)              

Sus poemas se cargan de un lirismo visionario que concierne sobre todo a un universo femenino donde el hombre es temido por su yo posesivo y su egoísmo, que engendra sólo sufrimiento y simboliza una carga negativa. De ahí el epígrafe elegido por Pierrette Micheloud en esta obra: cuatro líneas de Safo que suenan como una conjuración para desafiar a los hombres.

Amour prodigue en souffrances                  
Amour beau tisseur de contes                     
Loin de moi la douceur du miel                   
Loin de moi le dard des abeilles                  

 Conjuración que ella misma retoma en su primer poema titulado: Périlleux amour, advirtiendo a su primera protagonista: “Ne dis pas aux hommes d’où tu viens, Rasalhague!” […], “Ne dis pas aux hommes ton chemin, Rasalhague!” […], “Ne dis pas aux hommes ton secret, Rasalhague!” […] (Micheloud, 1963:15-16).
¿Qué destino le aguarda pues a nuestro compañero terrenal en esta sublime aventura? Según Pierrette Micheloud, el hombre tiende poco a poco a desaparecer, como todo aquello que se ha convertido en algo inútil. Sin embargo, por muy edénico que sea, ¿es probable que esta humanidad desaparezca? No, ya que, en esencia, de la unión del ser-mujer único con el Espíritu divino nacerán nuevos seres. Hasta ahora, solo una mujer ha sido capaz de engendrar así, la que el Ángel saludó: “Sois bénie entre toutes les femmes!” María redime de este modo la culpa de Eva.

Je ne suis plus l’Ève triste                                         
Je suis Marie                                                           
La vierge attentive et secrète                                     
En espérance d’un Dieu. (Micheloud, 1963 : 99)         

Pero también:

Te voici nue et pure                                                 
Comme à la première aube                                       
Cette eau que le soleil                                               
A choisie pour épouse. (Micheloud, 1963 : 28)           

En este poema, la mujer se identifica con el agua, el sol representa el espíritu divino: “El Espíritu divino planea sobre las aguas primordiales, dando vida por ellas a todas las criaturas” (Génesis 1,2). La figura de María encuentra su lugar en la conclusión de la obra, proclamando la gran Virgen cósmica, la del Zodíaco y no la de la Cruz, mientras anuncia Douce-Amère, que sueña nuevamente con la unidad: una mujer que tendría en ella la semilla del hombre... la vuelta hacia el ser UNICO. Y así lo explica en la siguiente entrevista:

J’ai mis le gyné avant l’andros. L’unité primordiale a été divisée et je veux la recréer. Voilà mon mythe : recréer l’unité en soi, d’abord. Et dans plusieurs milliers d’années, il y aura de nouveau un être qui sera fait avec les deux principes, mâle et femelle, et qui sera qu’un seul être. Il n’y aura plus de division. (Royer, 2002 : 138)

Entre estos seres puros y nuevos, con los “seins gonflés du lait pur des étoiles” (Micheloud, 1963:18), que afirman que “le vent a déraciné de mon ventre la mémoire des sexes” (Micheloud, 1963: 22), cuya sangre “coulera vierge, saison sans blessure pour devenir l’enfant lumineux de décembre” (Micheloud, 1963: 27), reinará una verdadera amistad.
Pierrette buscaba una feminización de los deseos de la humanidad: esa que sueña con la no violencia, la paz, la dulzura, la belleza, la ecología... estos son los temas puramente femeninos. La mujer encarna, en cierto modo, la esperanza de la humanidad y de todo el planeta. Es una mujer que no habla con las palabras de los hombres, sino con su propio lenguaje: el de la intuición, la percepción, la sensibilidad. En Douce-Amère (1979), nos revela una mujer nueva: el mito de la Grande Gynandre, una entidad de esencia divina que ofrece una apariencia femenina, mientras que invisible contiene, en su interior, el principio masculino, que le permite reproducirse de forma autónoma. Esta entidad que pertenece al pasado cósmico modelará el futuro de la humanidad.
El libro se divide en cuatro partes bien diferenciadas. La primera contiene los "Poèmes du jet d’eau de la cigogne", que evocan la infancia, los juegos y amores, los nombres y rimas, los sueños y las fiestas. El pasado se convierte en un presente donde solo vive lo esencial: la dulzura de los seres, la belleza de las cosas y la plenitud de la vida. Después, comienza la búsqueda de una identidad: la adolescente enamorada se convierte en la persona que celebra el mundo y los seres, pero también la que medita, cuestiona y reza. En las mismas secuencias de la oración dominical, la Oración a la Gran Ginandra convoca a la reunión, a la unidad fundamental del ser dividido actualmente en hombres y mujeres. Precisa que todo ser lleva en él una parte femenina y una parte masculina, incluso Dios, al que ella nombra “LE PÈRE” (el Padre) y “avant tout LA MÊRE” (sobre todo la madre), y a la que ella nombra “Mère-Père de l’Univers”, o “Grande Gynandre”.
La segunda parte, más breve, titulada "Arvres", también es evocativa: árboles y rostros se mezclan; está lleno de nostalgia por una época “où le temps avait le temps” (Micheloud, 1979: 38). La tercera narra y canta los “Voyages” y lugares del poeta; itinerarios muy reales -en Francia, en Rumania, desde el Valais a París, o Knokke-le-Zoute, donde se celebra cada dos años un festival poético y donde aparece, ligera y enigmática, la figura de Jean Follain - y caminos imaginarios al “chateau de l’éveilleuse” o el propio corazón de la poeta. Pierrette Micheloud busca la Eternidad. En Méditation, citando a C.F. Ramuz, se interroga:

Pourquoi ces instants                                               
Sont-ils au cours d’une vie                                        
Si rares ? (Micheloud, 1979 : 65)                                                           

La última parte “Quand l’herbe devient noire”, contrasta con las tres primeras: el mundo se deshumaniza, el tiempo se vuelve loco, el hormigón invade los caminos y los campos, la palabra, humillada, es llevada a la fosa común, todo se pudre. En “La ronde / au colombier de l’enfance” (Micheloud, 1979: 9) se les hace un sitio a los robots. A menudo se rebela contra la condición de la mujer, incomprendida, degradada, por “Les petits hommes-sexe/ Les petits hommes-cerveaux” (Micheloud, 1979: 92) que han hecho de este planeta un lugar de sufrimiento:

Nous, femmes                                                         
Nous avions paroles clouées                                                    
Pensée au fer de l’étau                                             
Bras enchaînés au lavoir,                                          
Cette terre de souffrance                                                                      
Ce n’est pas nous qui l’avons faite !                           

Aujourd’hui                                                            
Nous prenons le droit de naître :                                
Nous te guérirons                                                    
Terre opprobre                                                         
Nous recoudrons tes lambeaux ! (Micheloud, 1979 : 90-91)                     

Frente a este mundo que se degrada cada día más,

Et le supplice chaque jour de voir                              
La nourriture lumière                                               
Couler sur le béton dans les rigoles                            
Se mélanger à l’horreur des égouts (Micheloud, 1979 : 95)                      

Pierrette Micheloud no cae en la desesperación ni se deja engañar por las falsas acusaciones. Y afirma:

Veuillez sur votre lopin de seigle                               
Il est la lumière qui sauve (Micheloud, 1979 : 69)                                   

Nos sugiere que tomemos ejemplo de la piedra, la libélula, la abeja o la dulzamara que le da título al libro, para que este mundo puro y original que ella imagina, muy femenino y exclusivo, pueda construirse ante nuestros ojos. Como una visionaria, la poeta anuncia que el futuro de la humanidad pertenece a los seres gynandres que volverán a poblar la tierra después de la destrucción de la sociedad actual. El ciclo se acaba bajo esta visión cósmica de una tierra regenerada y repoblada:

Des barques spatiales                                 
Cinglent vers la terre                                  
Planète morte                                            
[…]
Dans ces barques                                       
Ses futurs habitants                                   
[…]
Chanter                                                    
Sera leur unique tâche… (Micheloud, 1979 : 98)                       

Conclusión
Muy crítica con el progreso y la modernidad, nostálgica del pasado, luchando contra la sensación de estar exiliada en la tierra y en busca de la iluminación espiritual, Pierrette Micheloud recurre constantemente a los textos sagrados, a la mitología y a la alquimia. A través de este viaje, la escritura permite a Pierrette Micheloud convertirse en una gynandre, es decir, como poeta construye su propio mito para encontrar esa unidad perdida que tanto ansia, y adquirir, en un nivel simbólico, una nueva identidad que no existe en el mundo real. Así se define como poeta y como mujer libre. 
Pierrette Micheloud supo combatir, con sus poemas y sus pinturas, las injusticias y los prejuicios mantenidos a lo largo de todos estos siglos contra las mujeres y contra la naturaleza. Para ella, las palabras y las imágenes tenían un poder de denuncia. Siempre buscó un mundo mejor… ¿utópico? Quizás. Pero la utopía es también una realidad que podría existir en un futuro no muy lejano. Porque hoy, la utopía ha cambiado de campo, y utópico es aquel que cree que el mundo puede continuar como hasta ahora.
Pierrette Micheloud nos dejó el 14 de noviembre de 2007. Nos gustaría creer que se marchó para reunirse con las diosas y los dioses de ese lugar alquímico que ella denominó “la Gynandrie”, esa mística poesía que le gustaba desarrollar tanto en sus textos como en su vida.

Referencias Bibliográficas

Dubuis, C., (2015) Journal de mes amours. Genève, Ed. Slatkine.
Gaetzi, C., Maggetti, D., (2017) Pierrette Micheloud contre le vent. Vevey, Ed. de l’Aire.
López Mújica, M. (2015) « Les langages secrets de la nature », in Journal de mes amours. Gaetzi, C., Maggetti, D., (dits), Genève, Ed. Slatkine.
Micheloud, P., (1950) « La solitude et la mission du poète dans le monde moderne », in Feuille d’Avis de Neuchâtel, 22 sept. p. 6.
Micheloud, P., (1963) Le fils de Salmacis, Paris, Nouvelles Éditions Debresse.
Micheloud, P., (1974) Tout un jour toute une nuit, Neuchâtel, éd. La Baconnière.
Micheloud, P., (1979) Douce-Amère, Neuchâtel, La Baconnière.
Micheloud, P., (1981-1983) “Poésie dans les écoles et la vie ou apprendre la poésie à notre époque”. Tapuscrit.
Micheloud, P., (1995) L’Ombre ardente, Sierre, Monographic.
Royer, J., (2002) « Pierrette Micheloud et la Grande Gynandre » in Présence de Pierrette Micheloud. J-P. Valloton (dit) Sierre, Ed. Monographic.


[1] Fundación de Pierrette Micheloud: https://www.fondation-micheloud.ch/
[3] Platón en “El Banquete” (parágrafos XIV y XV) recoge a través de un diálogo entre Aristófanes y Diotima, un mito que era anterior a él y que probablemente fue establecido por los presocráticos del siglo VI antes de J.C. Explica Platón que en el origen de la humanidad existió una raza primordial que contenía en sí misma las dos polaridades, masculina y femenina. Dicha raza era fuerte y temida por los dioses del Olimpo: “Eran extraordinarios por su fuerza y su audacia, y alimentaban en su corazón orgullosos propósitos, que llegaban incluso a pretender atacar a los propios dioses en su morada”. Es difícil no ver aquí el mismo tema bíblico de la revuelta de Lucifer -el arcángel más querido- contra Dios. Platón afirma un poco más adelante que los dioses no fulminaron a la raza andrógina, sino que se limitaron a destruir su potencia, dividiéndolos en sexos. Tal fue el origen de la raza de los hombres y de las mujeres.
[4] Honoré de Balzac dedicó a la figura del andrógino una de sus grandes novelas, “Serafita”, ser ambiguo, rodeado de amores imposibles, que es visto como hombre (Sefaritus) por una mujer y como mujer (Serafita) por un hombre.

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