miércoles, 27 de abril de 2022

La Fête des Vignerons: de J-J. Rousseau a Blaise Hoffman

 

Résumé


Désirée au fil du temps pour son authenticité, la Fête des Vignerons de Vevey en Suisse a lieu une fois par génération dans une ville située au cœur des vignobles de Lavaux : Vevey. Première tradition vivante de suisse à avoir été inscrite au patrimoine immatériel culturel de l’UNESCO, le 1er décembre 2016, une inscription montrant non seulement son importance, mais honorant également tous ceux qui y ont contribué et qui y contribuent. Mêlant narration et chants, la Fête des Vignerons « se veut chant d’amour et d’espoir universel, hymne à la terre, à la patrie, à l’Homme et à ses racines ». Se composant d’une vingtaine de tableaux ouvrant et se terminant par les vendanges, le spectacle de la Fête des Vignerons raconte la vie de la vigne. Il traite autant les travaux de la vigne, de moments plus sociaux comme la foire de la Saint-Martin que de thèmes plus généraux, les saisons, l’eau, le soleil, le cosmos, écrivent les organisateurs de la Fête des Vignerons. Des sujets traités par des auteurs comme J-J. Rousseau, C.F. Ramuz ou Blaise Hoffmann dans ses ouvrages, la vigne et le vin ce sont deux symboles importants de l’identité de la suisse francophone. Dans cet article, nous analyserons les écrivains et les œuvres littéraires qui ont contribué à faire connaître au fil du temps cette tradition si profondément ancrée dans la culture suisse.

 

Resumen

Deseada en el tiempo por su autenticidad, la Fête des Vignerons, en Suiza, se celebra una vez por generación en una ciudad situada en el corazón de los viñedos de Lavaux: Vevey. Fue la primera tradición viva de Suiza en ser inscrita en la lista del patrimonio cultural inmaterial de la UNESCO el 1 de diciembre de 2016, una inscripción que no solo muestra su importancia, sino que también honra a todos los que han contribuido y contribuyen a ella. Combinando la narración y el canto, la Fête des Vignerons "pretende ser un canto universal de amor y esperanza, un himno a la tierra, a la patria, al hombre y a sus raíces". Compuesto por una veintena de escenas que se abren y terminan con la vendimia, el espectáculo Fête des Vignerons cuenta la historia del viñedo. Trata tanto del trabajo de la viña, de momentos más sociales como la feria de San Martín, como de temas más generales, las estaciones, el agua, el sol, el cosmos", escriben los organizadores. Temas que han sido recogidos en la literatura suiza por autores como J.J. Rousseau, C.F. Ramuz o Blaise Hoffmann, donde la vid y el vino son dos importantes símbolos de la identidad de la Suiza francófona. En esta comunicación analizaremos aquellos escritores y obras literarias que han contribuido a dar a conocer a través del tiempo esta tradición tan enraizada en la cultura suiza.

 

 

La vie est éphémère

et tu es éternelle.

Par-delà les frontières,

retour à l’essentiel :

 Je t’aime, la terre.

Poème de la Fête des Vignerons 2019.

 

1. Un espectáculo único en el mundo

Esta celebración, organizada por la Confrérie des Vignerons, tiene lugar una vez por generación en Vevey, ciudad situada en el corazón de los viñedos de Lavaux, en el cantón de Vaud (Suiza). Reconocida por la UNESCO desde diciembre de 2016 en la lista representativa del patrimonio cultural inmaterial de la humanidad, la Fête des Vignerons es una tradición que se remonta hasta el siglo XVII. Lo que comenzó por entonces siendo una sencilla procesión de viticultores y curiosos por las calles de Vevey, acompañada de música, cantos y danzas, se fue enriqueciendo a lo largo de los siglos XVII y XVIII con un desfile en el que participaban músicos, se llevaban en procesión a pequeñas figuritas conocidas como "marmousets" y los jóvenes del lugar representaban a Baco, dios del vino, y Ceres, diosa del trigo y la cosecha:

Conseillers, confrères, vignerons et figurants défilaient ainsi selon un ordre clairement établi. Certains avaient l’honneur de porter le drapeau de la Confrérie ou des « marmousets », de petites figurines en plâtre ou en bois fixées sur une perche, montrant de façon caricaturale un vigneron, saint Urbain ou Bacchus. (Hofmann, 2019b :152)

Este desfile daba paso a la Asamblea general en la que se comentaba (y criticaba) el trabajo de los viticultores y precedía al tradicional banquete de la Sociedad.

Hacia 1770, la Confrérie des Vignerons de Vevey se fija como objetivo fomentar la mejora de la viticultura, reconociendo el buen trabajo encomendado a los viticultores-cultivadores, en lugar de hacer hincapié en las deficiencias del cultivo. Cuando las finanzas y las circunstancias económicas y políticas lo permitían, se recompensaba a los mejores trabajadores. Así en 1797, el Abad-presidente y el Consejo de la Confrérie des Vignerons decidieron premiar a los mejores viticultores en una ceremonia oficial y pública. Esta coronación a los mejores viticultores transformó el antiguo desfile en lo que hoy se conoce como la Fête des Vignerons. El evento tuvo lugar en la Place du Marché de Vevey dónde se levantó un primer escenario con 2.000 asientos para que los numerosos curiosos pudieran asistir. Es en este espacio majestuoso, la Place du Marché, donde se celebra la Fête des Vignerons desde su primera edición en 1797.

A pesar de sus sucesivas metamorfosis, la Confrérie des Vignerons ha conservado su organización tradicional y no ha perdido de vista su objetivo primordial, que es premiar a los mejores viticultores y rendir homenaje público a sus fecundas virtudes. Hoy en día, esta celebración se ha transformado en un espectáculo único en el mundo que ha celebrado su duodécima edición el pasado año 2019. Se ha convertido en toda una tradición que une a diferentes generaciones, reúne a la gente de los pueblos, del campo y de los viñedos, a los nativos y a los extranjeros, y permite a todos superarse y trascenderse participando de forma colectiva a un evento cultural de dimensiones colosales.

 

2. La celebración de la tierra

            La Fête des Vignerons rinde homenaje a las tradiciones vitícolas de los viñedos de Lavaux y Chablais vaudois a través de un espectáculo excepcional y la coronación de los viticultores-artesanos. Como bien se explica en la obra La Fête: “Une célébration de la terre, du cycle des saisons et du travail de la vigne. En aucun cas, un hommage du vin”. (Hofmann, 2019b: 19). Se trata pues de una reconstrucción teatral de una tradición agrícola y vitivinícola, un monumento a la cultura del vino que se celebra según un ritmo que parece impuesto por la duración de la vida de las vides y el baile de las generaciones humanas. La Fête des Vignerons honra, además del trabajo de los hombres y mujeres, el ciclo fecundo de la naturaleza, todo ello personificado con una gran riqueza de alegorías paganas, trajes y símbolos judeocristianos. Se encuentran representadas las cuatro estaciones -Baco en posición destacada para el otoño- y los oficios de la tierra, junto a otros personajes como faunos, bacantes y sumos sacerdotes y sacerdotisas. Las cuatro deidades griegas (Ceres, Pales, Baco y Sileno) no son lemánicas, como bien sabemos, pero recuerdan al ciudadano los beneficios de la tierra a través de quienes la fecundan.

La Fête de Vignerons representa una tradición, una historia, unos valores, una identidad y un país. Es un inmenso himno a la tierra, pero también al hombre y a sus raíces, ya que nos habla de la relación que existe entre el hombre y la naturaleza, su encuentro, su pasión, su dependencia. El viticultor necesita de la tierra, de la luna y de la naturaleza porque son espíritus fuertes que acompañan su trabajo cotidiano. Comprender esa tierra, esos ríos, ese lago, el río que conecta los glaciares con el mar, el aire limpio, la brisa, el viento, el sol, la luna, las estrellas, comprender esa tensión mágica de la naturaleza que indica el momento exacto del cambio en el viñedo, es el objetivo de esta fiesta. No se trata de pasar un mensaje, sino de transmitir emociones, y una forma de restaurar la imagen de los trabajadores viticultores.

La fiesta reproduce los trabajos de la viña representados por las cuatro estaciones. En cada estación, los expertos visitan las viñas y dan notas a los trabajos realizados por los viticultores. En invierno, cuando la viña duerme, se la talla para permitir a los brotes que se desarrollen y crezcan. En primavera, los brotes se abren y se deben vigilar. En verano, el viñedo florece y se debe proteger del mal tiempo, además de podar las hojas que impiden al sol llegar hasta los racimos. En otoño, re cosecha la uva, es el tiempo de la vendimia. Los viticultores son calificados y aquel que recibe las mejores notas es elegido Rey o Reina de los Viticultores.

 

3. Una fiesta realzada por la literatura

Vevey se présente, au passé, d’abord, comme un

rendez-vous de l’esprit, un haut lieu du roman, un

moment de l’histoire des littératures.

(Paul Morand, 1955)

 

            Desde su primera edición en el siglo XVIII, la Fête des Vignerons de Vevey ha atraído la atención de escritores locales e internacionales: ilustres autores le han dedicado apasionadas páginas. Todos ellos han sido fundamentales para el renombre y la influencia cultural del Festival. En la segunda mitad del siglo XVIII, Jean Jacques Rousseau y la escuela del retorno a la naturaleza influyeron fuertemente en los acontecimientos vitícolas de esta ciudad, atrayendo a numerosos extranjeros que comenzaron a interesarse por los acontecimientos que allí se desarrollaban. Rousseau en Les Confessions comenta sobre Vevey:  

[…] je pris pour cette ville un amour qui m’a suivi dans tous mes voyages et qui m’y a fait établir enfin les héros de mon roman. […] Allez à Vevey, visitez le pays, examinez les sites, promenez-vous sur le lac, et dites si la Nature n’a pas fait ce beau pays pour une Julie, pour une Claire et pour un Saint-Preux ; mais ne les y cherchez pas.

Iba a hacer de la región, y más concretamente de Clarens, el edén de todos los enamorados con su obra La Nouvelle Héloise (1761) a finales del siglo XVIII. El libro fue tan popular que rápidamente se convirtió en una peregrinación literaria. La gente acudía a las orillas del lago Lemán para encontrar los lugares descritos en la novela.

Depuis un mois, les chaleurs de l’automne apprêtoient d’heureuses vendanges ; les premières gelées en ont amené l’ouverture ; […] l’aimable et touchant tableau d’une allégresse générale qui semble en ce moment étendu sur la face de la terre ; enfin le voile de brouillard que le soleil élève au matin comme une toile de théâtre, pour découvrir à l’œil un si charmant spectacle.

Pero si Rousseau conmovió al público francófono, Lord Byron, gran admirador del escritor y filósofo ginebrino, dio a conocer al público anglosajón este alto lugar del romanticismo. Viajero impetuoso, Byron conoció al matrimonio Shelley en Ginebra en 1816. Para amenizar sus veladas, inventaban historias de fantasmas. Fue durante estas espantosas fiestas cuando Frankenstein nació de la imaginación de Mary Shelley. Byron y sus amigos recorrieron el lago Lemán siguiendo la ruta de Jean-Jacques Rousseau y visitaron el castillo de Chillon, que con su arquitectura románica, su castillo fortificado, su torre del homenaje de 25 metros de altura es más que un monumento, es una vuelta al pasado. La historia de un ginebrino, François Bonivard, que estuvo encadenado durante seis años en las cárceles del castillo le dio la idea a Byron de escribir “El prisionero de Chillón”. Este poema romántico, una especie de himno a la libertad, tuvo un éxito inmediato y Chillón se convirtió en un lugar de peregrinación para la alta sociedad europea.

“Clarens ! aimable Clarens, berceau de l’amour profond !

Ton air est le jeune soufflé d’une pensé ardente ;

Tes arbres prennent racine dans l’amour ; les neiges

Qui couronnent tes glaciers ont emprunté ses teintes,

Et le soleil couchant les voit peintes par les rayons

Qui tendrement s’y reposent, d’une couleur de rose :

Les rochers, les crêtes éternelles parlent ici de l’amour

Qui chercha parmi eux un refuge contre les chocs du monde,

Ceux qui agitent et blessent l’âme d’un espoir qui attire et rit ensuite.[1]

 

En el primer tercio del mismo siglo, James Fenimore Cooper (1789-1851) publicó Le bourreau de Berne ou L’abbaye des vignerons (The Headsman: The Abbaye des Vignerons). Es una novela de 1833 ambientada en Suiza que se inspiró en uno de los viajes de Cooper durante su periplo europeo en 1832. La novela es una de las tres novelas "europeas" de este autor, después de The Bravo y The Heidenmauer, todas las cuales utilizan el escenario europeo para tratar el contraste sociopolítico con las instituciones estadounidenses. En el decimotercer capítulo, el americano se detiene en la descripción de la ceremonia de 1833, la tercera Fête des vignerons que tuvo lugar del 8 al 9 de agosto[2]: “On suppose que les fêtes de Bacchus ont servi de modèle à ces réjouissances qui ont eu lieu depuis longtemps en Suisse, et qui sont connues dans le pays sous le nom de l’Abbaye des Vignerons” y se desliza por las gradas de la fiesta de Vevey describiendo al público presente:

Les gradins commencèrent à se remplir des privilégiés, parmi lesquels beaucoup appartenaient à la haute aristocratie du canton ; d’autres étaient des fonctionnaires trop élevés en dignité pour jouer d’autre rôle que celui de spectateurs complaisants. On y voyait des seigneurs de France et d’Italie, quelques voyageurs d’Angleterre (…), tous ceux des territoires voisins qui avaient du temps à perdre et de l’argent à dépenser, et qui par leur rang ou par leurs places avaient droit aux distinctions, ainsi que les femmes et les enfants des fonctionnaires de la ville qui étaient engagés comme acteurs dans la représentation (1839 : 411-414).

El escritor, poeta, novelista y académico suizo Juste Olivier (1807-1876) que dejó una importante huella en la vida de su país con su gran libro, Le Canton de Vaud. Sa vie et son histoire, reeditado en 1978 por los Cahiers de la Renaissance Vaudoise, nos desvela los orígenes de la Fête des Vignerons que remontan hasta la Edad Media[3]:

L’Abbaye des Vignerons est le résumé de tous ces divertissements rustiques, et notre grande fête nationale. Probablement plus ancienne que les moines de Haut-Crêt, dont elle porte encore la devise sur sa bannière (ORA ET LABORA), puis retravaillée par l’esprit moderne, son cachet principal est pourtant celui du moyen-âge. (Olivier, 1837 : 395-396).

E insiste en que la fiesta es la imagen del País de Vaud, la obra de sus hijos y su alegría: “S’il devait se trouver quelque part une véritable fête populaire de l’agriculture, c’était chez nous: aussi, n’en existe-t-il pas ailleurs qui ait ce caractère complet et patriotique» (Olivier, 1837: 397)

Una de sus composiciones más conocidas la Chanson de la Mi-été, 24 cuartetas para alabar las fiestas de verano en Taveyanne, siguen apareciendo en el programa de la Fête des Vignerons desde 1889: «En attendant le jour de nous mettre en ménage, dansons sur nos alpages et chantons tour à tour en attendant le jour. Notre salle de bal est la verte pelouse… ».

Siguiendo la cronología de las Fiestas, la pluma más eminente es, sin duda alguna, la de Théophile Gautier, que en 1865 trabajó como periodista en Vevey para el periódico "Moniteur universel". Este autor fue considerado el escritor más "fotográfico" del siglo XIX. Gautier escribe como un pintor o un fotógrafo. Captado por su ojo, un pueblo o un paisaje se transforman inmediatamente en una escena o un cuadro. Al igual que las escapadas que recomienda, su colorido lenguaje merece una visita... Así el 27 de julio, asiste a la quinta Fête des vignerons a la que había sido invitado a principios de mes y nos describe todo el espectáculo en un artículo titulado «La Fête des vignerons à Vevey»- que será recogido más tarde, en 1881, en Les Vacances du lundi- como un simple observador incorpóreo, sometido a un mundo que se despliega ante él como una película. En este artículo extrae un análisis tan preciso, vivo y sobre todo moderno que es digno de admiración: “c'est un spectacle bien rare dans les mœurs actuelles et qui donne l'idée de ce que pouvaient être les fêtes antiques, les thesmophories, les panathénées et autres cérémonies exécutées en plein air” (1888: 61). Gauthier se muestra maravillado por la ceremonia que se desarrolla en la gran place de Vevey y nos la describe con gran detalle: “La cérémonie devait avoir lieu sur la grande place, autour de laquelle on avait élevé trois gigantesques estrades solidement construites et pouvant contenir dix mille cinq cents spectateurs, sans compter ceux qui s'étaient juchés sur les toits des maisons, d'une hauteur à dominer la place” (1888: 63). Todo ello amenizado por la música que acompaña el desfile: «Les musiques commencèrent à jouer: la musique de Paies, costume blanc et bleu avec casque d’argent; la musique de Cérès, blanc et rouge; la musique de Bacchus revêtue de casaques vertes, coiffée de casques à ailerons d'or, chaussée de cothurnes à franges, en maillots figurant une peau basanée; et aussi la musique des Suisses anciens et modernes: tout cela troussé le plus galamment du monde» (1888: 67). Pero quizás lo que más le sorprenda son los figurantes, los protagonistas sin duda del propio festival, ya que no eran verdaderos profesionales sino: «des vignerons, des vigneronnes, des paysans, des ouvriers, des industriels, des gens de la campagne et de la ville, et l'on ne sait pas comment M. Archinard a pu obtenir un tel ensemble, une telle justesse, une telle verve d'exécution de gens qui ignoraient il y a six semaines les premiers éléments de la chorégraphie» (1888: 69). Y saludó a los lansquenets del festival no sin cierta ironía típicamente francesa: «Nous leur trouvions l’air admirablement suisse, et nous félicitions en nous-même ces braves figurants de leur exactitude en matière de couleur locale. Mais cette réflexion nous vient que cela tenait à ce qu’ils étaient effectivement des Suisses » (1888 : 66). Otro de los momentos más importantes del festival es celebrado con gran interés, la coronación de los viticultores: «Après le discours de M. Louis Bonjour, abbé de la confrérie, vêtu de violet et armé du bâton à crosse d'or, insigne de sa dignité, l'on a distribué les couronnes, distinctions et récompenses aux vignerons méritants» (1888: 70). Al que sigue la majestuosa bacanal : La grande bacchanale qui précède le défilé est un vrai chef-d'œuvre chorégraphique. Elle n'est composée que de faunes, de satyres et de bacchantes, vêtus de peaux de panthère, de pagnes, de feuillages et coiffés de pampres. Ils dansent et bondissent comme s'ils avaient sous les pieds la peau de bouc gonflée des anciennes fêtes de Bacchus” (1888 :72). Para acabar con una reflexión sobre el carácter pagano de la fiesta: «Si toutes ces allégories vous semblent un peu bien païennes pour un pays chrétien, n'oubliez pas que la devise de la confrérie porte ces graves paroles répétées dans des écussons parmi les pampres mythologiques: Ora et lavora” (1888: 73).

En 1865, Jean-Francois Vernes-Prescott (1804-1890), hombre de letras ginebrino, corresponsal y antagonista de Voltaire y Rousseau, publicó una importante monografía titulada L’Abbaye des Vignerons, son histoire et ses Fêtes, jusqu’à et y compris la Fête de 1865. En ella relata los itinerarios y paseos por Vevey de un testigo de las fiestas de 1819, 1833, 1851 y 1865. Se trata pues de una obra remarcable para comprender la evolución de la fiesta y de la ciudad de Vevey en pleno siglo XIX. Así, por ejemplo, observamos el desarrollo de un transporte que facilitará la afluencia cada vez mayor de visitantes a la fiesta[4]: del barco de vapor “[…] en 1833, n’ayant pu me rendre assez tôt à bord de l’un des vapeurs faisant le service de Genève à Vevey, je le trouvai déjà tellement chargé de passagers que je me rejetai sur la voiture publique appelé courrier de Berne. C’était un vrai progrès pour l’époque » (Vernes, 1865 : ), a la comodidad del tren : Vevey inaugurará su estación de tren en 1861. Lejos quedará el tiempo en que se iba a pie desde Lausana para asistir a la fiesta. La edición de 1865 será la de la llegada del ferrocarril, expulsando su vapor negro y vertiendo sobre el muelle una multitud colorida y elegantemente vestida.

Vevey comienza a industrializarse y a urbanizarse. Por ello, en la fiesta de 1889, se produce un guiño hacia el pasado. Esta fiesta debe recordar la época en que nació, finales del siglo XVIII, el siglo de la Ilustración. Encontramos de nuevo una reminiscencia de la obra de Rousseau. En el libreto se menciona a Julie y a su amante, Saint-Preux: «Vevey n’a d’yeux que pour Montreux; Montreux trouve Vevey jolie. Ainsi jadis rêva Saint-Preux ; ainsi jadis aima Julie ». Hay, sin duda alguna, similitudes entre el prerromanticismo de Rousseau y la tradición de la Fiesta: la misma búsqueda de la sencillez, armonía y retorno a la naturaleza. Exactamente lo que los turistas ingleses del siglo XIX buscaban en Montreux o Vevey cuando se lanzaban tras la pista de la novela de Rousseau.

La séptima Fête de Vignerons celebrada del 4 al 9 de agosto de 1905 es la del poeta René Morax (1873-1963) y el músico Gustave Doret. Ambos, por primera vez, realizan plenamente el ideal artístico de esta fiesta:

… [elle] fut véritablement la célébration de tout un peuple assemblé pour exalter non seulement le travail de la vigne, mais la grandeur de la beauté de sa terre. Le chemin entre les vignes est devenu cette voie royale où tout un peuple, comme dans les antiques triomphes, marche derrière les chars des dieux et le cortège des vignerons couronnés.[5]

Edouard Rod (1857-1910) escritor de Vaud muy conocido en su época como autor popular y prolífico, describe "Le chef-d’œuvre des Vaudois", expresión tomada de Juste Olivier, con una historia bien cincelada de la Confrérie des Vignerons. En la Revue des deux mondes, publica en 1905 un largo artículo titulado L'Histoire de la Fête des Vignerons que es conmovedoramente ilustrativa y conserva todavía una gran originalidad y frescura:

Une fois de plus, Vevey nous donnera le spectacle qu'on ne rencontre, à ma connaissance, nulle part ailleurs, d'une population qui trouve en elle-même la poésie nécessaire à représenter sa propre vie, et les moyens artistiques appropriés à l'exprimer, sans imitation des formes consacrées ni des autres spectacles.

Aunque ya en su novela Là-Haut (1897) encontramos retratada la vida colectiva y las tradiciones del cantón gracias a la descripción de esta fiesta cuyo “éclat rayonne sur la Suisse entière” (136).

C’est que l’Abbaye de la confrérie des Vignerons, dernière tradition d’un passé très ancien, est à la fois un spectacle très beau et une fête très joyeuse : la représentation que, quatre ou cinq fois dans un siècle, un peuple laborieux se donne à soi-même de sa vie et de son travail, idéalisés par la musique, par les danses, par la gaieté des costumes, par la grâce des vieux symboles. Elle déroule un drame éternel et simple, dont la banalité renferme pourtant la source de toute poésie : – la succession des saisons, – et n’en retient que les sourires (141).

El protagonista, Julien Sterny, recuerda que “son père voulut qu’il assistât à cette fête que chaque génération ne célèbre qu’une fois” (137). Y comparte con el lector las imágenes que comienzan a agolparse en su memoria:

il revoyait des rues étroites, enguirlandées et pavoisées des drapeaux des vingt-deux cantons ; des soldats, – les bons miliciens du vieux temps avec leurs hauts képis, leurs larges épaulettes ; – un tambour-major formidable, en bonnet à poil, qui lançait à la hauteur des toits sa canne à pommeau d’argent ; un cortège bigarré où défilaient des déesses couvertes de fleurs, un jeune dieu couronné de pampres, des moissonneuses, des vendangeuses, des bacchantes. (137)

Presenciamos y escuchamos, como si estuviésemos en primera fila, el discurso del Abbé de la Confrérie mientras se van coronando a los viticultores que han sido premiados:

« Vignerons, chers concitoyens ! Nous avons pour devise ces mots : Prie et travaille. Travaille, non comme le désespéré qui accomplit avec résignation une tâche ingrate, mais comme un homme libre qui, à l’abri des institutions que le peuple dont il fait partie s’est librement données, augmente son bien-être, élargit son horizon, améliore le sort de sa famille. Prie, c’est-à-dire relève vers le ciel ce front que ton œuvre journalière tient courbé sur la terre. Ouvre ton âme immortelle à tout ce qui est grand et beau. Aime ta patrie, ces lieux qui t’ont vu naître, ce sol qui t’a nourri, ces champs, ce lac, ces montagnes, et cette liberté, conquête de nos pères, que nous voulons léguer intacte à nos enfants ! » (148)

 

Pero ¿quién mejor que Charles Ferdinand Ramuz, el poeta de la vida campesina y vitivinícola, que se instaló en Lausanne en 1914 y está enterrado en Pully, para mostrar el alcance del ritual, del ceremonial con su evidente dimensión religiosa? “C’est le royaume de l’écrivain C.F. Ramuz – escribía Pierre Girard – qui l’a décrit une fois pour toutes” (1951 : 75).  Ramuz pudo formarse una opinión sobre esta fiesta en 1905 gracias a la obra anteriormente descrita de Edouard Rod, con quien había coincidido durante su estancia en París. Su obra es un extraordinario tesoro para los que desean hablar de la vid, del lago, de la montaña, para los que buscan un lenguaje capaz de transcribir ese "gran estilo campesino" del que hablaba, libre del lenguaje parisino, para los que buscan un mensaje más global, un homenaje a las fuerzas elementales, una evocación de la vida cotidiana así como de los mitos universales. Según Sabine Carruzzo, el escritor vaudois fue considerado durante un tiempo como el poeta de la octava edición del festival de 1927, pero la Confrerie no le encargó finalmente la redacción del libreto, sin que se conozcan los motivos, ya que el Manual guarda silencio al respecto (2019:167). Para el crítico Daniel Maggetti, el hecho de que le ofrecieran o no la creación de este libreto resulta irrelevante ya que “tal y como estaba concebida, la Fête des Vignerons era incompatible con sus puntos de vista estéticos y, por lo tanto, estaba descartado que [Ramuz] contribuyera” (2000: 79). En una entrevista titulada Que pensez-vous de la Fête des Vignerons? acordada a Paul Budry en 1926, el escritor deja constancia de su visión sobre esta fiesta, que es descrita por Ramuz como una “representación de ópera”.[6]

La cita fallida es la inspiración de esta sublime parábola, Passage du poète. De esta obra, relato publicado en 1923, Ramuz realizó una versión revisada en 1929 para las Editions Horizons de France, con un nuevo título: Fête de Vignerons[7]. En ella encontramos de nuevo a Besson, el cestero, figura emblemática del poeta que llega en primavera a un pueblo de Lavaux, entra en su comunidad basada en la “separación”, la vida individualista y la codicia; todo estaba triste y cerrado, pero de la noche a la mañana, consigue que todo el pueblo se transforme: los viticultores retoman el gusto por el trabajo, la vida y el amor, y dejan de avergonzarse por ser felices. Su paso por Lavaux devuelve el sentido del trabajo y de la fiesta. Besson se marcha al final del verano, tras la Fête des Vignerons, una vez finalizada su obra.

Vignerons, chers amis, vous savez bien : cette terre, il faut d’abord avoir sué contre, avoir fumé contre, avoir pleuré contre, avoir juré contre, avoir gémi contre, lui avoir dit : non, plusieurs fois, l’avoir renié comme il a fait Saint Pierre ; c’est qu’il y a certains jours où l’amour se retourne et où l’amour agit à rebours. L’amour parfois dit non, parce qu’il a dit oui. Puis, tout à coup, il dit oui à nouveau. Car l’amour est persévérance. Et alors, peu à peu, à travers la peine, par-dessous la peine… Rappelez-vous, pas au commencement, pas même au milieu, parce qu’on est parti et puis il faut aller, il faut aller encore. Dans le bout seulement, après qu’on a payé. Mais alors ça vous est rendu. Et l’amour est récompensé… (Ramuz, 1929 : 213)

Son muchos los escritores que dejarán constancia en sus obras de la importancia de esta fiesta en la cultura, no sólo de Vevey o del cantón, sino también para el propio país. Desde Pierre Girard, libretista de la Fête des Vignerons de 1927, que describe en su obra La Suisse Romande de 1951, el carácter mágico de la fiesta :

Vevey, me disait un jour une jeune romancière, est une ville féérique. […] Or, ma foi, je suis tenté de lui donner raison, car existe-t-il une autre ville pour faire surgir des déesses sur des chars triomphaux, peupler des rues de satyres et de ménades, d’armaillis, de vignerons, de faneuses, et de “vieux Suisses”, tels qu’ils étaient à Marignan ? (Girard, 1951 : 83)

A Michel Goeldlin, que nos descubre en su obra L’espace d’un homme (1989) la Fête des Vignerons de 1955 en familia. En este relato, especie de diario de un escritor cuya pasión por la escritura se alimenta esencialmente de la exploración del mundo y de los demás, Goeldlin participa en este acontecimiento como un ciudadano más de Vevey con sus dos hijos y su mujer:

Ariane s’est muée en épi de blé, Hubert en pissenlit et en flocon de neige. Yucki et moi sommes devenus bohémiens avec cape, oripeaux multicolores et boucle d’oreille, foulards et tambourins, membres d’une tribu fantasque, hétéroclite et joyeuse suivant un chariot traîné par une jument fatiguée. Dans notre vie antérieure nous aurions été notables ou amis de noce.

Hasta Blaise Hoffmann, uno de los últimos libretistas de la fiesta celebrada en 2019, que aceptó el cargo al comienzo muy a su pesar: “si on m’avait dit alors que je rédigerais un jour les paroles des chants de la Fête des Vignerons, ce grand rassemblement poussiéreux et passéiste, cette résurgence d’un passé nationaliste, phallocrate et réactionnaire, cette vaudoiserie, cette ivrognerie, j’aurais ri. (9)”, pero que quedará finalmente subyugado por el mensaje que este acontecimiento trasmite[8]. La lista de escritores es enorme, como podemos observar. Sin pretender ser excesivamente exhaustivos, hemos querido mostrar aquí un pequeño elenco de autores comprometidos. Todos han querido contribuir con sus escritos al ensalzamiento de un evento, como decíamos al comienzo, único en el mundo.

4. La Fête de Vignerons: una tradición muy viva

En el siglo XVIII, los viñedos cubrían el 59% del territorio de Vevey. En 1916, sólo el 30%. En 1955, la mitad de los habitantes de Vevey tenía un padre o un abuelo viticultor. En la actualidad, la pequeña ciudad industrial se ha desvinculado de sus orígenes rurales. Sin embargo, su entusiasmo por el festival sigue siendo grande. Calificar este milagro de "veveyano" es reductor, afirma François Margot. Es todo un país que vive en la memoria de los padres y abuelos que participaron en el evento. El cordón umbilical con la viña se cortó hace mucho tiempo, pero la fibra emocional sigue siendo muy fuerte.

La edición del 2019 se recomendó como uno de "los destinos más emocionantes del mundo" en la revista de National Geographic[9], uno de los "lugares para visitar en 2019" por el New York Times[10] y apareció en la lista de "Dónde ir en 2019" en The Guardian[11]. La próxima fiesta tendrá lugar dentro de veinte años si todo va bien y si la Confrérie des Vignerons así lo desea. La fiesta que viviremos ese año nos llevará a un mundo nuevo, hecho de sueños y emociones. Quizás ese niño - o niña- que ha observado perdido en mitad de la arena la fiesta de 2019, sea el adulto que imagine el próximo espectáculo, el de 2040. ¿Será más loca o grandiosa, o más sencilla? ¿con muchas más imágenes o más natural? Cada fiesta es diferente, cada fiesta es única. Porque siempre es otro director quien la imagina. Sin duda alguna será mágica, colorida, poética. Hará soñar a jóvenes y mayores. Será un abuelo el que contará a su nieta la historia de los viticultores y de la población local. Un espectáculo para niños, para sus padres y abuelos. La emoción traspasará como siempre a todas las generaciones.

 

Bibliografía

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Balade à travers les Fêtes des Vignerons du XVIIIe siècle à nos jours, Vevey, Confrérie des Vignerons, sd.

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Hofmann, B. Fêtes des Vignerons 2019. Les poèmes, co-editions Zoé-Campiche, poèmes, 2019a.

--, La fête. Genève : Edit. Zoé, 2019b.

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Ramuz, C.F. Fête des Vignerons. Paris : Horizons de France (1929).

Rod, Eduard. « Histoire d’une fête populaire ». Revue des Deux Mondes, 5e période, tome 27, 1905 (p. 632-659).

Vernes-Prescott, L’Abbaye des Vignerons, son histoire et ses Fêtes, jusqu’à et y compris la Fête de 1865.



[1] Lord Byron, Le Pèlerinage de Childe Harold, chant troisième, Œuvres Complètes de Lord Byron, vol. 3, trad. Paulin Paris, adaptée par Patrick Vincent, Paris : Dondey-Duprey, 1831, p. 170-185.

[2] Las dos primeras fiestas tuvieron lugar el 9 de agosto de 1797 y 5 al 6 de agosto de 1819.

[3] La existencia de una pequeña copa, denominada "Copa de los Abades" -referencia demasiado vinculada al catolicismo- parece confirmar el hecho de que la Cofradía estaba activa antes de 1647 (fecha del primer documento escrito).  La hipótesis más formulada es que esta abadía ya funcionaba antes de 1536, fecha de la imposición de la religión protestante en el País de Vaud.

[4] Cuatro mil espectadores en 1833, ocho mil en 1951,

[5] René Morax in Ch. Apothéloz, Histoire et mythe de la Fête des vignerons, Le Cep et la rose, 1977.

[6] “C.F. Ramuz et la Fête des Vignerons”, entretien de Paul Badry et de l’écrivain paru dans L’Esprit romand en octobre 1926, repris dans le Bulletin de la Fondation Ramuz en 1977, p. 9-11.

[7] Sobre el significado del cambio del título de esta obra, léase el artículo “À la Fête des Vignerons” de Daniel Maggetti, Revue Europe nº 853, mayo 2000.

[8] Blaise Hoffmann ha escrito “La Fête” (Editions Zoé 2019) dónde nos hace partícipes de su experiencia personal como libretista de la última Fête des Vignerons.

[9]  "Dónde viajar en 2019". National Geographic. Consultado el 14 de febrero de 20220 : https://www.nationalgeographic.com/travel/graphics/best-trips-2019#hbd-section-image-vevey-switzerland

[10] "52 lugares para visitar en 2019". Los New York Times. 2019: https://www.nytimes.com/interactive/2019/travel/places-to-visit.html

[11] "Dónde ir de vacaciones en 2019: la lista caliente". The Guardian. 2018. https://www.theguardian.com/travel/ng-interactive/2019/jan/05/where-to-go-on-holiday-in-2019-the-hotlist

lunes, 27 de diciembre de 2021

MITOLOGÍAS, LEYENDAS Y CUENTOS DEL PIRINEO: CUANDO LA ORALIDAD SE CONVIERTE EN ESCRITURA

 

Au moment où l'esprit de la légende, cette force vivante du passé,

 s'affaiblit et meurt chaque jour, sur tous les points de la France,

 il importe à l'histoire de recueillir sans délai ses meilleures créations :

bientôt, il ne sera plus temps.

Eugène Cordier en 1855.

 

La humanidad siempre ha tenido miedo

 de las mujeres que vuelan.

Ya sea por brujas o por libres

(Jakub Rozalsky)

Resumen

 

El presente artículo estudia la literatura oral en mitos, leyendas y cuentos del Pirineo francés y español. Mediante la lectura de una selección de ellas, el trabajo analiza los principales temas y motivos de la literatura oral, y explica la dimensión mítica y mágica de los personajes y seres imaginarios del universo pirenaico. Su objetivo es estudiar y valorar la innegable unidad cultural del Pirineo. El artículo pone de relieve la temática predominante en los relatos, así como el rol de sus protagonistas en el mundo representado, demostrando la enorme riqueza literaria y cultural existente en ambas vertientes.

 

PALABRAS-CLAVE: literatura oral, motivos tradicionales, mitología pirenaica, seres imaginarios.

 

 

Son miles las historias, cuentos y leyendas que pueblan las dos vertientes del Pirineo, tantas, que sería imposible mencionarlas todas en esta comunicación. Cada valle de Pirineos es un mundo en sí mismo, y aunque cada uno conserva su propia identidad, preservada y mágica, todo un territorio mitológico común une a estas montañas, desde el País Vasco hasta el Rosellón. Han sido muchos los escritores que, con gran paciencia, pasión y dedicación han publicado cientos de obras recopilando esta tradición oral a ambos lados de la frontera: vascos como José Dueso o Jean-François Cerquand, aragoneses como Juan Dominguez Lasierra, catalanes como Jacint Verdarguer, occitanos como Antonin Perbosc o Michel Cosem, gascones como Jean François Bladé, entre muchos otros. El objetivo de esta comunicación no es dar a conocer ese mundo de magia y fantasia que nos viene dado a través de la tradición oral de los pueblos montañeses, esto ya lo realizan magníficamente los autores mencionados anteriormente, sino analizar los principales temas y motivos de la literatura oral, explicando la dimensión mítica y mágica de los personajes y seres imaginarios del universo pirenaico para probar la innegable unidad cultural del Pirineo.

La tradición oral es una de las actividades comunicativas humanas más antiguas y distendidas a lo largo del planeta, entre cientos de culturas. Es considerada por la Unesco como patrimonio intangible de la humanidad[1], recurso necesario para la supervivencia de las culturas. A través de este hecho comunicativo sociocultural con base en el lenguaje hablado se transmiten los conocimientos históricos, científicos y culturales, a una comunidad, con el fin de preservar dichos saberes de generación en generación.

La multiplicidad de géneros literarios en la tradición oral es bastante evidente. Entre ellos se aprecian las poesías, los refranes, los cuentos, las leyendas, los relatos, los mitos; todos y cada uno bien explícitos y diferenciados. El relativo aislamiento en el que han estado inmersos los valles pirenaicos ha propiciado la conservación, hasta tiempos recientes, de un rico legado inmaterial. Las fábulas, los cuentos y las leyendas están presentes en la cultura de todos los pueblos, pero es en estas sociedades montañesas, como la pirenaica, donde adquieren mayor importancia. La tradición oral en los Pirineos se ha transmitido principalmente al calor del hogar doméstico, donde se desarrollaban largas veladas en los meses invernales y se contaban anécdotas, historias y leyendas en las oscuras y frías noches pirenaicas que, por su carácter práctico o moralizante, formaban parte de la educación de los niños, perpetuando generación tras generación la transmisión de conocimientos y vivencias. La despoblación del mundo rural hizo que, junto con las gentes que se fueron, también se hayan ido todos esos relatos. Por ello, resulta indispensable mantener vivo este patrimonio oral, por ser trasmisor de valores tan importantes como la amistad, la solidaridad, la tolerancia, el respeto, el cariño, la paz, el enriquecimiento de lo plural, el racismo, las guerras, las diferencias, los rechazos e incluso el amor por la naturaleza. En la actualidad existen esperanzadoras propuestas para que perduren en el tiempo estas historias como el “Cuentacuentos del Pirineo” que la Asociación Mallau Amigos de Susín (Biescas) lleva a cabo desde hace ya once años. Su duodécima edición ha debido ser dos veces aplazada debido a la pandemia. Del lado francés tenemos a la Asociation de Raconteurs de Pays des Pyrénées-Atlantiques, creada en 1998 y cuya misión es ofrecer, a través de paseos, una lectura original del lugar, de la cultura o del paisaje que se visita, al mismo tiempo que se comparten secretos y emociones para ayudar a descubrir cosas ocultas y misterios.

Y es que las hadas, los genios y los duendes, hechiceros y encantadores pueblan estos lugares que han inspirado la literatura romántica, sin olvidar en esta tierra de dioses y hombres, el lugar especial que siempre ha mantenido el oso en la mitología pirenaica, y que se remonta a la noche de los tiempos.

En esta comunicación, por cuestión de tiempo, nos vamos a centrar en aquellos relatos mitológicos, leyendas y cuentos que se comparten en las diferentes regiones de esta cordillera. Un pequeño ejemplo que esperemos sirva para despertar la curiosidad y descubrir la magia de este lugar tan leyendario.

 

1. LA MITOLOGÍA EN PIRINEOS: PERSONAJES Y RELATOS

En el prólogo del Trésor de la mythologie pyrénéenne, Olivier de Marliave escribe:

Existe-t-il une mythologie pyrénéenne ? La présence de cet ouvrage constitue déjà une réponse. [...] Ce qu'il reste de cette mythologie, ce sont des contes et légendes, des pratiques religieuses sous lesquelles les traces de cultes païens transparaissent parfois [...], la masse des traditions et superstitions populaires [...]. Nous entendons par mythologie les croyances, les pratiques et les comportements qui ont expliqué et continuent parfois d'expliquer les rapports des Pyrénéens avec le monde de l'imaginaire et du mystérieux. (Marliave, 1996)

La identidad simbólica del espacio pirenaico se ha forjado a través de sus innumerables construcciones mitológicas. Constituyen una unidad geográfica coherente, sin embargo, son mucho más heterogéneos en lo que respecta a su cultura, religión y sociedad ya que han sido habitados por distintos pueblos, que hablaban diferentes lenguas. Además del francés y el castellano, relativamente recientes, se ha hablado, de acuerdo con las regiones, aragonés, occitano ─languedociano, gascón, bearnés─, catalán, aranés, euskera y dialectos y subdialectos locales. Dos son los factores específicos de esta cordillera que han afectado el desarrollo de una mitología arraigada y compleja: siempre ha sido un lugar de paso desde la prehistoria y, paradójicamente, un lugar muy aislado por su condición montañosa. Esto ha protegido las tradiciones del macizo y retrasado el avance de la religión cristiana y en general, de la modernidad.

La cordillera sigue manteniendo esa aura mística, casi mágica. Hay pruebas de cultos muy antiguos, por ejemplo, los crómlechs de Okabe, y también de dioses locales como el dios del sol Abellion. Estos cultos están a menudo relacionados con las tradiciones celtas y galas, pero sobre todo con las vascas —en la prehistoria un grupo ocupaba la mayor parte de la cordillera—. Muchas de estas deidades fueron asimiladas por el panteón religioso romano, una costumbre muy típica de parte del imperio.

Los mitos son importantes porque sirven para explicar una realidad imposible de comprender hasta el momento. Las relaciones de la tierra con lo desconocido se han explicado a través de los saberes y creencias que, de alguna forma, pretendían hacer más habitable la realidad. Así ha sido a lo largo de la historia y así es en la actualidad. Los pequeños, los débiles, los eternamente rechazados del destino, como eran los campesinos de las montañas, inventaban otro mundo donde se sentían vencedores. Al mismo tiempo se buscan maneras de escapar a las fuerzas del mal e invocar a los dioses para solicitar sus favores. Cómo resistirse a conocer la magia de Bosnerau o de la Giganta de Riglos en la Foz de Escalete, el misterio del Toro de Oro de Ayerbe o el sorprendente Abeliou, Dios del sol de los Pirineos.

Bosnerau es el inventor de la agricultura y la ganadería, un ser extraño y gigantesco que controlaba los secretos más profundos del Pirineo. Su pareja femenina se llama Basandere (Señora del Bosque o "Señora Salvaje"). El personaje es común en la mitología vasca y aragonesa, aunque recibe diferentes nombres. En Euskadi le llaman Basajaun; Basajarau en los Valles Occidentales y Bosnerau en el Pirineo central. Todo su cuerpo estaba cubierto de pelo, el cabello se confundía con la barba y esta, a su vez, ocultaba el resto de su cuerpo. Vivía en cuevas, alejado de la sociedad, aunque era tremendamente bueno con los pastores de los pueblos cercanos. De hecho, cada día salía a pasear por los bosques y cuando se avecinaba una tormenta o una manada de lobos se dirigía a los establos, Bosnerau silbaba tan fuerte que su reclamo era capaz de oírse a cientos de kilómetros. De esa manera, los pastores sabían que debían resguardarse. «Al brotar la hoja, siémbrese el maíz; al caer la hoja, siémbrese el trigo», les decía. Gracias a él, los humanos aprendieron a sobrevivir en las montañas y, por ello, es un personaje tremendamente querido.

Abellion, Abelio, Abello o Abelion es el nombre que recibe el dios señor de los manzanos de los antiguos habitantes de la Galia, Iliria y Aquilea y en general en el sudoeste de Francia. Su nombre sugiere que era una deidad solar, señor de los veranos, similar al dios grecolatino Apolo. Se han encontrado varios altares votivos y estelas epigráficas en su nombre en los Pirineos centrales (especialmente en Cardeilhac, Aulon, St Béat, St Aventin, St Bertrand, Montauban de Luchon...). En el valle de Lesponne (Altos Pirineos), la cruz de Béliou es un ejemplo del culto solar en los Pirineos. En la cruz está esculpido un rostro (cara redonda) que, según los especialistas, podría ser una representación simbólica de Abellion o Abelio. Los numerosos dioses autóctonos, como Abellión, nos son conocidos gracias al asentamiento romano en los Pirineos. Cuando los romanos introdujeron sus cultos oficiales (Augusto, Júpiter, Juno...), nació entre los pirenaicos una moda mimética por los exvotos (altares votivos). Los pirenaicos, imitando a los romanos, tenían multitud de altares votivos grabados en mármol o piedra caliza en nombre de estas divinidades. Así podemos conocer hoy los nombres de estos dioses de las rocas, los árboles, las fuentes...

La Giganta de los Mallos de Riglos forma también parte de esta mitología pirenaica. En la Hoya de Huesca, al sur del Pirineo, se alza una impresionante formación rocosa. Unas verticales paredes conglomeradas esculpidas por el tiempo que conforman un entorno natural único. Los Mallos de Riglos son un rincón de aventura y escalada, pero también un espacio mítico. Cuenta una vieja historia que, en una aldea de la zona, Foz de Escalete, habitaba una extraña anciana de un tamaño tan gigantesco que atemorizaba a todos los habitantes. Era hilandera y, además, tenía fama de bruja. Cansada de ser rechazada por todos, hizo aparecer de la nada las inmensas rocas, y con una fuerza sobrehumana las clavó junto al río Gállego para refugiarse tras ellas. Desde entonces se oculta allí, y casi nadie la ha vuelto a ver. Pero dicen que la giganta bruja se aparece una vez al año, en la Noche de San Juan, cuando llega la medianoche, se le puede ver sentada en El Pisón, con lo que, de esta forma, cuando tiene que mojar el lino y el cáñamo para hacer su labor, no lo hace con su saliva, sino que de cuando en cuando moja los dedos abajo en las aguas del Gállego. En la mitad de ese mallo, en efecto, puede verse una roca a la que se llama, por el parecido, el Huso o también el Puro.

La existencia de riquezas ocultas está rodeada de mucha leyenda y tradición oral popular, transmitida de padres a hijos. En la provincia de Huesca existe una larga tradición aragonesa sobre los musulmanes que no pudieron huir con sus tesoros y los enterraron con la esperanza de volver para desenterrarlos. No es raro que los tesoros escondidos se les atribuya casi siempre a los musulmanes, ya que acumularon grandes riquezas. De aquí nació el misterio del Toro de Oro de Ayerbe. Ya avanzado el siglo XI, el empuje de los ejércitos cristianos, apoyado en los cercanos e inexpugnables castillos de Marcuello y de Loarre, obligó a los musulmanes a abandonar su tradicional fortaleza de Ayerbe. Hasta ese momento había servido de vigía durante tres siglos frente al paso natural que el río Gállego abre hacia el corazón del viejo Aragón. Como poco a poco la situación iba empeorando, algunos musulmanes optaron por la huida y otros por la rendición, muchos fueron los que finalmente tras reflexionar decidieron quedarse. Se discutió entre todos qué hacer y tomaron la decisión, antes de abandonar la fortaleza, de fundir todos los tesoros y objetos que tenían oro y hacer un hermoso toro dorado. Decidieron ocultarlo en uno de los pasadizos subterráneos del castillo ayerbense, en espera de volver a recuperarlo cuando la situación mejorase. Sin embargo, tras unos meses, el castillo pasó a manos de los cristianos para siempre y el paradero del toro de oro, celosamente escondido, se convirtió en un secreto. Los nuevos señores cristianos, conocedores de su existencia y cegados por su codicia, contrataron a varios adivinos para que les indicaran el lugar exacto de su ubicación, ya que los musulmanes que permanecieron en la villa nunca dieron ninguna pista sobre el paradero exacto del toro dorado. Todavía en la actualidad, de vez en cuando, surge alguien que trata de arrancar a esas venerables ruinas su secreto: el paradero de ese toro de oro escondido en torno al derruido castillo de Ayerbe que los musulmanes ayerbenses enterraron en espera de tiempos mejores.

Existen varias versiones sobre el toro de oro dependiendo de la zona en la que nos encontremos. En Aragón, por ejemplo, encontramos el toro de oro de Griegos, cuya historia es muy similar. Como nos dice Juan Dominguez Lasierra existe “todo [un] cúmulo de tradiciones sobre tesoros cultos, dejados por el moro a su paso por nuestros pueblos” (2009: 172).

 

2. LEYENDAS REALES Y SOBRENATURALES

Mediante la literatura oral los habitantes de estos parajes daban significado a muchos hechos no comprendidos y a diferentes creencias espirituales. A su vez, se produce una transferencia de conocimiento y una impartición de lecciones de vida o consejos de forma intergeneracional. En la actualidad este bagaje mitológico e inmaterial se ha ido diluyendo y perdiendo como en muchas otras regiones rurales de Europa.

Las leyendas no nos han llegado intactas desde el pasado, sino en forma de retazos, de resúmenes. Aunque su origen histórico, en gran parte modificado por la imaginación popular, no resulta dudoso, éstas quedan fijadas a lugares muy concretos como veremos a continuación. Estos retazos permanecen aún vivos ya que esta percepción de lo fantástico siempre ha tenido un gran peso cultural y etnológico en la comunidad. De igual manera, se puede afirmar que ha sido un componente indisociable de la capacidad de supervivencia de los montañeses ya que aportaba saberes de su propio ‘nicho ecológico’ a las generaciones más jóvenes, y sentido último a las mayores. Como se puede observar, la leyenda era más que un mero entretenimiento y se constituía en parte de un modus vivendi, si no absoluto sí complementario para su identidad.

Dentro de este apartado, podemos diferenciar varios tipos de Leyendas en Pirineos que aquí clasificaremos en:

 

2. 1. Leyendas etiológicas. - Estas leyendas aclaran el origen de los elementos inherentes a la naturaleza, el origen de un fenómeno natural o un accidente geográfico como los ríos, lagos y montañas. Entre ellas destacamos una que nos habla de la creación de la propia cordillera: la leyenda de Pyrene[2].

En la vertiente francesa, según el mito, relatado por Silius Italicus[3] sobre el paso de Aníbal por esta región, Pyrene fue seducida por Heracles (aquí llamado Alcide o Hércules), anfitrión del rey Bebryx y él mismo “poseído por Baco”, cuando se dirigía a las tierras de Gerión.

Después de su partida, Pyrene, desesperada, huyó a los bosques, dio a luz a una serpiente y fue asesinada por las fieras. La piedra de Oô, descubierta en los Pirineos centrales, en la región de Bagnères de Luchon, y conservada en el Museo de los Agustinos de Toulouse, que representa de forma burda a una mujer con una serpiente que sale de su sexo y muerde (o amamanta) un pecho, se ha relacionado, sin ninguna certeza, con esta leyenda. A su regreso, Heracles le construyó una tumba en las montañas, que tomó el nombre de Pyrene. Las leyendas posteriores suelen decir que los propios Pirineos fueron levantados por Hércules para convertirse en la tumba del Pyrène. Esta es la versión que Jean-Claude Pertuzé adaptó libremente y como el mismo dice “en douceur” en 1997 para las Éditions Loubatières. Los habitantes de Ariège ubican la tumba de Pyrène en la cueva de Lombrives, situada en la localidad de Ussat-les-Bains, donde, gracias a la imaginación de los guías, se puede admirar una estalagmita que representa su sepultura.

Existen, por supuesto, varias versiones de esta leyenda, pero quizás la más popular en la vertiente española sea la que reza que mucho tiempo atrás, Gerión derrotó a Túbal, rey de la península Ibérica. Gerión se enamoró de la hija de Tubal, Pyrene, una ninfa del bosque, que huye a los bosques de la llanura para esconderse. Gerión sabía que tenía que matar a la princesa para poder hacerse con el control total como nuevo rey de Hispania. La persigue llegando hasta la frontera con Francia. Al no encontrarla decide quemar todo ese vasto territorio. Hércules también enamorado de la joven fue a salvarla. Pero no pudo hacer nada por ella. La princesa moriría presa de las llamas. Destrozado y arrepentido por la pérdida, el héroe griego quiso darle sepultura en algún punto entre el valle de Benasque y el Valle de Aran, dando lugar a la cordillera que llevaría su nombre, los Pirineos. Pyros, palabra griega significa Fuego y Neos significa nuevo. Así pues, Pirineos significa Fuego Nuevo.

Tras la muerte de la ninfa, las nieves se apoderaron del valle, el agua empezó a correr y el verde se extendió por cada rincón. En ese momento, cientos de personas comenzaron a poblar los Pirineos, al igual que los gigantes que vieron en aquella ubicación, una morada irresistible. Uno de ellos fue Netú, un gigante cruel y malhumorado. Un día, Netú, con la ayuda de una flecha asesinó a Atland, descendiente de los antiguos atlantes quienes sostenían la tierra sobre sus hombros. Los dioses, al presenciar aquella escena decidieron someter al gigante y le lanzaron un rayo. Al instante, Netú, se desplomó sobre el valle, siendo sepultado por miles de rocas hasta crear el Aneto. Dicen que las nieves perpetuas del glaciar son las blancas barbas de Atland.

Que Netú quedó convertido en el pico del Aneto es la leyenda más popular de la zona, pero tiene, como todas, sus matices. Una versión añade una guerra entre los gigantes y el Olimpo. Al parecer, los gigantes se propusieron alcanzar la morada de los dioses y amontonaron tantas montañas como pudieron para llegar a ellos. Pero los dioses vencieron con la inestimable ayuda de Hércules. El caso es que los pocos gigantes que sobrevivieron a la ira de las divinidades se escondieron en las montañas de los Pirineos. Ese fue el caso de Netú, que estaría, entonces, de mal humor por esta guerra perdida. Habiendo fracasado como guerrero revolucionario, decidió convertirse en pastor. Y aquí empezaría su historia.

Netú: La Leyenda del Aneto de Carmen Castán es una obra publicada en patués, aranés y occitano, cuyo objetivo es poner en valor los aspectos comunes de varios territorios: Benasque, Viella, Luchón y Mijaran. Por un lado, como territorios pirenaicos transfronterizos, que comparten una similitud orográfica y una manera parecida de vivir. Por otro lado, se pone en valor la cultura oral (a través de una leyenda) y la lengua oficial de cada uno de los territorios que toman parte del proyecto, que son minoritarias, y que se tienen que cuidar y promover (benasqués, occitano y aranés). Y, finalmente, se remarca el espíritu de cooperación entre los tres socios trabajando de manera conjunta en el proyecto Interreg-POCTEFA[4] de difusión de sus territorios.

Pero quizás la leyenda más famosa sea la creación de la Brecha de Rolando, por ser este uno de los caballeros más reconocidos de su época gracias a su destreza, su porte arrogante y su extraordinaria bravura. Sobre el año 800 Roldán sobrino del Rey franco Carlomagno, se dirige a Zaragoza con el más poderoso ejército del siglo VIII, después del asedio a la ciudad de Zaragoza inicia su retirada. Cuentan que Carlomagno, al retornar hacia su patria a través de esta cordillera, sufrió varias emboscadas, y en la última, la retaguardia de su ejército fue aniquilada por los vascones en el Valle de Roncesvalles. Rolando luchó valerosamente contra sus enemigos, ayudándose de su lanza y su poderosa espada, pero fue finalmente derrotado. Malherido huyó cautelosamente hacia las tierras francesas perseguido por sus enemigos y consiguió llegar hasta el valle de Ordesa, hasta el último repecho de la montaña, desde donde pudo ver a sus perseguidores y comprendió que estaba atrapado. Sabiéndose muerto porque no podía hacer frente a sus rivales, decidió deshacerse de su poderosa espada para que no cayera en manos contrarias, y la lanzo con una sobrenatural fuerza al otro lado de la montaña haciendo llegar a su patria un último saludo de despedida. Fue tanta fuerza la que uso que la espada en vez de golpear la pared de piedra y caer al suelo, partió la montaña haciendo que se abriera una brecha de grandes proporciones. Cuentan los ancianos de la zona que, desde entonces, y en su honor, esta gran brecha y paso natural con Francia lleva su nombre.

2.2. Leyendas Históricas. -  Aquellas que han ocurrido en guerras o conquistas, como la que narra la Conquista del castillo de Alquézar por los cristianos. – Cuenta la Leyenda que el tirano rey moro Jalaf Ibn Rasid, durante su reinado en Alquézar Huesca y el vasto territorio del Somontano exigía a la población cristiana del contorno llamado tributo de las doncellas. Hasta que un día, una joven vecina del pueblo de Buera, tan valiente como hermosa decidió tomarse la venganza por su mano. A su señal, los cristianos atacarían la fortaleza castillo de Alquézar y así vencerían a los moros sin dificultad. Todos intentaron persuadirla de que su encrucijada era una locura. Pero la valiente y hermosa joven al caer la noche se vistió con sus telas más sutiles. Se recogió el pelo con una peineta bien afilada y se fue al castillo para ofrecerse al Rey moro. Una vez presentada, el rey Jalaf Ibn Rasid embriagado por el vino de la cena, sucumbió ante la belleza de la hermosa joven. Después de poseerla y gracias al vino ingerido, el rey se quedó dormido. En ese instante la joven aprovechó para clavarle la afilada peineta en el corazón. Con la sangre derramada mojó un pañuelo blanco que mostró por la ventana. Esta era la señal que esperaban los cristianos para atacar el castillo. Tal fue el desconcierto de los musulmanes que, antes de ser apresados por los cristianos, decidieron precipitarse por los acantilados hasta el fondo del barranco, a lomos de sus caballos a los que habían vendado los ojos. Dicen que las almas de los soldados moros vagan por los barrancos de Alquézar y que algunas noches se pueden escuchar sus gritos de agonía.

2.3. Leyendas escatológicas. -  Aquellas que nos hablan de seres del inframundo, brujas y demonios son las más habituales. Respecto a estas primeras, tanto el Pirineo Francés como español está repleto de historias relacionadas con estas malvadas mujeres. El antropólogo español José Dueso ha realizado un trabajo de recopilación de relatos encomiable y obviamente también de escritura. En su obra Leyendas de brujas en el Pirineo fantástico ha sabido transmitir como nadie los ambientes, las atmósferas y el miedo a lo sobrenatural sin perder el punto esencial de la leyenda. Ninguno de sus relatos se repite y ha sabido darnos no solo un conjunto de leyendas orales sin igual, sino además un viaje maravilloso por ese lugar de magia que son los Pirineos.

Dicen que las brujas del Pirineo son las más grandes brujas de todos los tiempos, las verdaderas brujas, y que todas las demás son solo pobres imitaciones de ellas. Dicen, también, que las pirenaicas fueron las primeras brujas de Occidente, las que se entregaron al diablo en figura de macho cabrío cuando nadie todavía lo había hecho y las que inventaron el aquelarre, las que antes se convirtieron en gatos negros, las que descubrieron el vuelo en escobas y, por supuesto, las pioneras en dar con sus pobres huesos en las hogueras encendidas por las inquisiciones de turno. Además, dicen que del Pirineo se extendieron como una mancha de aceite por Europa, hacia el norte, y por la península ibérica, hacia el sur. Pero, sabido es, del mismo modo, que se dicen tantas y tantas cosas… (Leyendas de brujas en el Pirineo fantástico, José Dueso).

 

La prueba fehaciente de que estas creencias estaban bien arraigadas en esta zona es la cantidad de “espantabrujas” que se pueden ver todavía en las casas. Son unos elementos pétreos, a menudo figurados, a los que tradicionalmente se han atribuido funciones protectoras. Según esta visión, los ‘espantabrujas” cumplirían la función de impedir la entrada de “malos espíritus” en la vivienda a través de la encumbrada chimenea. Y para proteger las puertas, la gente colocaba en las casas las cardinchas (flor de forma solar).

Las brujas del Pirineo se reunían siempre en las cimas de las montañas. Aquí encendían hogueras y realizaban aquelarres para venerar al diablo, que tomaba forma de macho cabrío. Después, regresaban a los pueblos para hacer maldades.

Por el tubo de la chimenea bajamos nosotras, cuando por las noches todos duermen en las casas; nos acercamos a la cama de la virgen y entibiamos sus sueños con imágenes obscenas que la angustian, engañamos al marido con los celos, después de tentar a la esposa con el adulterio, y antes de marcharnos matamos a los animales en los establos (Dueso, 2015: 145)

 

La historia más famosa de la brujería en España la encontramos en el Pirineo navarro con las brujas de Zugarramurdi. La caza de brujas se desató en él a principios del siglo XVII. Terminó con un auto de fe redactado por la Inquisición que condenó a morir en la hoguera a once personas acusadas de brujería y prácticas satánicas.

2.4. Leyendas Rurales. -  Sobre todo en los Pirineos vamos a encontrar este tipo de relatos. Cada región o zona tiene un tipo determinado de mitos o creencias. Así pues, veremos que estas historias son muy diferentes dependiendo en el Pirineo que nos encontremos. En el Pirineo Navarro y Vasco son muy típicas las historias del Basajaun. En el Pirineo Navarro también son especialmente conocidas las de brujas o todo lo relacionado con ellas. Y en el Pirineo Catalán de cómo se formaron algunos pueblos. 

Una de las leyendas más conocidas de la región de Aragón es “la leyenda de la mujer serpiente”. Cuenta la leyenda siresana que un pastor se hallaba cuidando su rebaño cuando descubrió una cueva y penetró en su interior. Allí descubrió a una mujer que tenía cuerpo de serpiente y que se estaba peinando frente a un espejo. A su lado había una gran cantidad de tesoros entre los que figuraba un deslumbrante cáliz, que la leyenda designa como El Santo Grial. El pastor se adentró en el interior disimuladamente, y aprovechando un descuido de la mujer, (o mora, o bruja, como también se la denomina), se hizo con la brillante joya y salió huyendo del lugar. Pero fue descubierto por su poseedora, que no dudó en salir tras él. El pastor, atemorizado, corrió hasta la iglesia de San Pedro de Siresa y pidió al santo que le abriera las puertas y que le diera su protección, como así fue. Las puertas se abrieron, entró el pastor en el interior del templo y éstas volvieron a cerrarse. La perseguidora, viéndose burlada, dio contra el pórtico un enorme coletazo y quedó para siempre convertida en piedra. Su huella quedó marcada en uno de los sillares, probablemente un fósil del corredor de entrada. Se dice que en un hueco abierto en el altar mayor de la iglesia se depositó el Santo Grial, leyenda que nunca ha sido olvidada, sino que permanece en la memoria viva de los habitantes de Siresa y de toda la región.

La riqueza de la leyenda pirenaica como podemos ver es extrema. Basta con hojear el Guide des Pyrénées mystérieuses de Bernard Duhourcau, Le Panthéon pyrénéen de Olivier de Marliave y Jean-Claude Pertuzé, Aragón Legendario de Juan Dominguez Lasierra o 50 lugares mágicos de los Pirineos de Carlos Ollés Estopiñá, para convencerse.

 

3. CUENTOS POPULARES O FOLKLÓRICOS

Existen diferencias notables entre las leyendas y los cuentos populares o folklóricos. Ambos presentan una gran similitud, tanto que con mucha frecuencia se presentan conjuntamente publicados. La leyenda, como hemos visto, tiene unos trazos históricos y geográficos evidentes al situar los hechos en lugares más o menos localizables que son protagonizados por personajes históricos o acompañantes de los mismos que bien pudieron existir (Tenéze, 1969).

Por el contrario, nos encontramos con un cuento cuando no hay referencia geográfica identificable alguna, los hechos suceden en un bosque, en el mar, o en el castillo encumbrado de un país muy lejano, y tampoco es posible la identificación de los personajes que suelen ser indefinidos: un rey, un labrador, un pescador, etc., y, a veces, son calificados con adjetivos comunes: el hermano mayor, el hermano menor; el más diligente o perezoso; a lo sumo sus nombres, cuando aparecen, son los comunes de la zona geográfica donde se recopilaron, muchas veces sirviendo para dar título al cuento: Pedro el de Malas, Juan el Oso que veremos más adelante.

Según Juan Domínguez Lasierra, el cuento “es pintura de tipos, de caracteres, de usos, de ambiente, de paisajes, un trozo de vida llevado al papel, como el pintor lo lleva al lienzo”. Para Julio Camarena el cuento es “una obra en prosa, de creación colectiva, que narra sucesos ficticios y que vive en la tradición oral variando continuamente” (1995:31). En los cuentos folklóricos del Pirineo encontramos toda una serie de seres fantásticos y personajes comunes en toda la cordillera, pese a sus diversas denominaciones. Así, por ejemplo, encontraremos historias de fadas (hadas), moras, donas d’aigua, lamias, lavanderas (todos ellos personajes femeninos no humanos, de gran belleza, con poderes mágicos y relacionadas con la naturaleza o el agua), brujas (denominación genérica para referirse a seres fantásticos o mágicos), duendes (responden a muchas caracterizaciones; presentan un reducido tamaño, son traviesos y juguetones) y dragones (animales fantásticos), árboles mágicos o espíritus de la montaña.

Son muchos los escritores que han dedicado su tiempo y su obra a la recopilación de estas tradiciones orales en forma de cuentos. Además del citado Juan Domínguez Lasierra (1943-), destacan Rafael Andolz (Jaca, 1926 - Huesca, 1998) con sus libros “Leyendas del Pirineo” (1994), “Cuentos del Pirineo para niños y adultos” (1995), “El Pirineo. Cuéntamelo, yayo” (1997) o “Marieta” (1998); Eusebio Blasco Soler (Zaragoza 1844, Madrid 1903) con sus “Cuentos aragoneses”; Jacint Verdaguer (1845-1902) en Cataluña y su famosa obra “Canigó. Llegenda pirenaica del temps de la Reconquista” (1886), Felix Arnaudin (1844-1921) en las Landas, Eugène Cordier (1823-1870) en Bigorre, Horace Chauve (1873-1962) en el Roussillon, entre muchos otros; todos estos escritores “nos permiten hoy revivir este mundo imaginario, todavía marcado por una locura juvenil y una libertad que nos sorprende” (Cosem 2017: 7).

Existen varias obras que recopilan estos cuentos folklóricos, entre los que destacamos Pirineo, un país de cuento (2003), obra que recopila a una treintena de escritores de toda la cordillera (vascos, aragoneses, catalanes y occitanos) y un mosaico de historias que beben de las fuentes de la tradición oral, del universo legendario y mítico, o de la realidad casi siempre dramática de anónimos personajes. De la chaminera al tejao. Antología de cuentos folklóricos aragoneses (2010), en dos volúmenes que Carlos González y Pep Bruno han recopilado y editado dentro de la colección Tierra Oral de la editorial Palabras del candil, de Guadalajara, con historias recogidas de la tradición oral y rural. En ellos se incluyen cuentos folklóricos recopilados por los principales investigadores de este género en las diversas variedades de sus tres lenguas y ordenados por González conforme el Índice Internacional del Cuento Tipo. En el primer volumen encontramos cuentos de animales, que siguen la tradición de las fábulas, maravillosos o de hadas, religiosos, y cuentos novela. En el segundo, aparecen los cuentos del ogro estúpido, cuentos de fórmula y de brujas, y chistes y anécdotas, el subgénero más popular en Aragón, España y el resto del mundo.

No podemos cerrar este capítulo sin hacer mención del cuento quizás más conocido que se puede encontrar a lo largo de la cadena montañosa y este no es otro que Jean de l'Ours. Mientras el oso desaparecía paulatinamente de los bosques europeos, este animal seguía muy presente en los Pirineos: animal salvaje temido y cazado, tanto depredador como presa. En toda esta cordillera, como en otros países y en varias lenguas, desde el Juan Artz o Xan de l'Ours de los vascos hasta el Joan de l'Ós catalán, encontramos la historia de un niño peludo nacido del apareamiento de un oso y una mujer. Esta historia refleja el papel mitológico que desempeñaba el oso, vinculado a la fertilidad, tanto en Europa como en el resto del mundo. A través de él, se revela un poco del alma pirenaica: el origen oscuro e incierto del héroe, hijo de una bestia que rondaba tanto la imaginación como la vida cotidiana de los habitantes del lugar. También esa necesidad de huir: todos los pueblos carecían de recursos suficientes para alimentar a sus hijos. Además, la experiencia de la vida y la constatación de que la fuerza no era suficiente, que había que ser astuto y quizás más emprendedor, inteligente. Jean de l'Ours es, sin duda, el cuento que más éxito ha tenido gracias a los almanaques. La mitología vasca a veces equipara a Juan el Oso con Basajaun o Baxajaun, personaje mítico que hemos visto precedentemente.

 

Conclusión

Los Pirineos no forman un conjunto coherente y uniforme. Cada valle alto se comunica más fácilmente con las tierras bajas que con su vecino fronterizo. Como cuando los habitantes cruzaban para ir a las ferias e incluso al exilio. Pero es cierto que la geografía impone a las personas actitudes, formas de concebir el mundo e incluso sueños similares. Un agricultor o un pastor de Aragón se siente igualmente unido a su primo de la región de Ariège. A ambos lados de la cadena, las ideas no han dejado nunca de circular, ni de fluir. Así que podemos considerar que existe un conjunto cultural pirenaico con, por supuesto, especificidades pertenecientes a otras culturas como pueden ser las vascas y las catalanas.

Y aunque se hayan extinguido las antiguas veladas que al calor del hogar alimentaban los mitos, leyendas y cuentos, otras formas de convivencia están naciendo y estamos seguros de que la larga historia de los cuentos y las leyendas del Pirineo no ha llegado todavía a su fin.

Bibliografía

Abarca, Alberto y de Meer, Mariano, La leyenda del Aneto, Editorial Pirineo.

Blasco Soler, Eusebio, Cuentos aragoneses, Zaragoza : Taula, D.L. 2013.

Camarena Laucirica, Julio, “El cuento popular”. Anthropos: Boletín de información y documentación, Nº 166-167, 1995.

Cordier, Eugène, Les Légendes des Hautes-Pyrénées, Association Guillaume Mauran, Tarbes, 1986.

Cosem, Michel, Les plus beaux contes des Pyrénées, Éditions Cairn, 2017.

Dominguez Lasierra, Aragón Legendario, Editorial DELSAN, 2009.

Marliave, Olivier de, Panthéon Pyrénéen, illustrations de Jean-Claude Pertuzé, Toulouse: Éditions Loubatières, octobre 1990.

Marliave, Olivier de, Trésor de la mythologie pyrénéenne. Éditions Esper (Toulouse), 1987, éditions Sud Ouest, 1996

Pertuzé, Jean-Claude, Pyrène, (texte et illustration), éd. Loubatières, 1997.

Pertuzé, Jean-Claude Les chants de Pyrène, éditions Loubatières, 4 vol., 1981-1984, rééd. intégrale 2003 (BD)

R. Almodovar, A., Cuentos maravillosos españoles. Ed. Crítica (Grijalbo). Barcelona, 1982.

Tenéze, M. L. (1969) : « Introduction à l’étude de la littérature orale : le conte », Annales Economie, Societé, Civilisations, 24

UNESCO, Convención para la salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial. 2003. URL: <http://unesdoc.unesco.org/images/0013/001325/132540s.pdf>



[2] Pyrene, en griego antiguo Πυρήνη / Pyrḗnē, es la hija de Bebryx, el héroe epónimo de los Bebryces, pueblo que la mitología, que no es geógrafa, sitúa en Bitinia.

[3] Silius Italicus, Punica, Les Belles Lettres, Paris, 1979, p. 86-88.

[4] Interreg surgió en el año 1990 para cofinanciar proyectos de cooperación transfronteriza. Con el paso de los años se ha convertido también en un instrumento de financiación de programas de cooperación transnacionales e interregionales.

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