miércoles, 27 de abril de 2022

La Fête des Vignerons: de J-J. Rousseau a Blaise Hoffman

 

Résumé


Désirée au fil du temps pour son authenticité, la Fête des Vignerons de Vevey en Suisse a lieu une fois par génération dans une ville située au cœur des vignobles de Lavaux : Vevey. Première tradition vivante de suisse à avoir été inscrite au patrimoine immatériel culturel de l’UNESCO, le 1er décembre 2016, une inscription montrant non seulement son importance, mais honorant également tous ceux qui y ont contribué et qui y contribuent. Mêlant narration et chants, la Fête des Vignerons « se veut chant d’amour et d’espoir universel, hymne à la terre, à la patrie, à l’Homme et à ses racines ». Se composant d’une vingtaine de tableaux ouvrant et se terminant par les vendanges, le spectacle de la Fête des Vignerons raconte la vie de la vigne. Il traite autant les travaux de la vigne, de moments plus sociaux comme la foire de la Saint-Martin que de thèmes plus généraux, les saisons, l’eau, le soleil, le cosmos, écrivent les organisateurs de la Fête des Vignerons. Des sujets traités par des auteurs comme J-J. Rousseau, C.F. Ramuz ou Blaise Hoffmann dans ses ouvrages, la vigne et le vin ce sont deux symboles importants de l’identité de la suisse francophone. Dans cet article, nous analyserons les écrivains et les œuvres littéraires qui ont contribué à faire connaître au fil du temps cette tradition si profondément ancrée dans la culture suisse.

 

Resumen

Deseada en el tiempo por su autenticidad, la Fête des Vignerons, en Suiza, se celebra una vez por generación en una ciudad situada en el corazón de los viñedos de Lavaux: Vevey. Fue la primera tradición viva de Suiza en ser inscrita en la lista del patrimonio cultural inmaterial de la UNESCO el 1 de diciembre de 2016, una inscripción que no solo muestra su importancia, sino que también honra a todos los que han contribuido y contribuyen a ella. Combinando la narración y el canto, la Fête des Vignerons "pretende ser un canto universal de amor y esperanza, un himno a la tierra, a la patria, al hombre y a sus raíces". Compuesto por una veintena de escenas que se abren y terminan con la vendimia, el espectáculo Fête des Vignerons cuenta la historia del viñedo. Trata tanto del trabajo de la viña, de momentos más sociales como la feria de San Martín, como de temas más generales, las estaciones, el agua, el sol, el cosmos", escriben los organizadores. Temas que han sido recogidos en la literatura suiza por autores como J.J. Rousseau, C.F. Ramuz o Blaise Hoffmann, donde la vid y el vino son dos importantes símbolos de la identidad de la Suiza francófona. En esta comunicación analizaremos aquellos escritores y obras literarias que han contribuido a dar a conocer a través del tiempo esta tradición tan enraizada en la cultura suiza.

 

 

La vie est éphémère

et tu es éternelle.

Par-delà les frontières,

retour à l’essentiel :

 Je t’aime, la terre.

Poème de la Fête des Vignerons 2019.

 

1. Un espectáculo único en el mundo

Esta celebración, organizada por la Confrérie des Vignerons, tiene lugar una vez por generación en Vevey, ciudad situada en el corazón de los viñedos de Lavaux, en el cantón de Vaud (Suiza). Reconocida por la UNESCO desde diciembre de 2016 en la lista representativa del patrimonio cultural inmaterial de la humanidad, la Fête des Vignerons es una tradición que se remonta hasta el siglo XVII. Lo que comenzó por entonces siendo una sencilla procesión de viticultores y curiosos por las calles de Vevey, acompañada de música, cantos y danzas, se fue enriqueciendo a lo largo de los siglos XVII y XVIII con un desfile en el que participaban músicos, se llevaban en procesión a pequeñas figuritas conocidas como "marmousets" y los jóvenes del lugar representaban a Baco, dios del vino, y Ceres, diosa del trigo y la cosecha:

Conseillers, confrères, vignerons et figurants défilaient ainsi selon un ordre clairement établi. Certains avaient l’honneur de porter le drapeau de la Confrérie ou des « marmousets », de petites figurines en plâtre ou en bois fixées sur une perche, montrant de façon caricaturale un vigneron, saint Urbain ou Bacchus. (Hofmann, 2019b :152)

Este desfile daba paso a la Asamblea general en la que se comentaba (y criticaba) el trabajo de los viticultores y precedía al tradicional banquete de la Sociedad.

Hacia 1770, la Confrérie des Vignerons de Vevey se fija como objetivo fomentar la mejora de la viticultura, reconociendo el buen trabajo encomendado a los viticultores-cultivadores, en lugar de hacer hincapié en las deficiencias del cultivo. Cuando las finanzas y las circunstancias económicas y políticas lo permitían, se recompensaba a los mejores trabajadores. Así en 1797, el Abad-presidente y el Consejo de la Confrérie des Vignerons decidieron premiar a los mejores viticultores en una ceremonia oficial y pública. Esta coronación a los mejores viticultores transformó el antiguo desfile en lo que hoy se conoce como la Fête des Vignerons. El evento tuvo lugar en la Place du Marché de Vevey dónde se levantó un primer escenario con 2.000 asientos para que los numerosos curiosos pudieran asistir. Es en este espacio majestuoso, la Place du Marché, donde se celebra la Fête des Vignerons desde su primera edición en 1797.

A pesar de sus sucesivas metamorfosis, la Confrérie des Vignerons ha conservado su organización tradicional y no ha perdido de vista su objetivo primordial, que es premiar a los mejores viticultores y rendir homenaje público a sus fecundas virtudes. Hoy en día, esta celebración se ha transformado en un espectáculo único en el mundo que ha celebrado su duodécima edición el pasado año 2019. Se ha convertido en toda una tradición que une a diferentes generaciones, reúne a la gente de los pueblos, del campo y de los viñedos, a los nativos y a los extranjeros, y permite a todos superarse y trascenderse participando de forma colectiva a un evento cultural de dimensiones colosales.

 

2. La celebración de la tierra

            La Fête des Vignerons rinde homenaje a las tradiciones vitícolas de los viñedos de Lavaux y Chablais vaudois a través de un espectáculo excepcional y la coronación de los viticultores-artesanos. Como bien se explica en la obra La Fête: “Une célébration de la terre, du cycle des saisons et du travail de la vigne. En aucun cas, un hommage du vin”. (Hofmann, 2019b: 19). Se trata pues de una reconstrucción teatral de una tradición agrícola y vitivinícola, un monumento a la cultura del vino que se celebra según un ritmo que parece impuesto por la duración de la vida de las vides y el baile de las generaciones humanas. La Fête des Vignerons honra, además del trabajo de los hombres y mujeres, el ciclo fecundo de la naturaleza, todo ello personificado con una gran riqueza de alegorías paganas, trajes y símbolos judeocristianos. Se encuentran representadas las cuatro estaciones -Baco en posición destacada para el otoño- y los oficios de la tierra, junto a otros personajes como faunos, bacantes y sumos sacerdotes y sacerdotisas. Las cuatro deidades griegas (Ceres, Pales, Baco y Sileno) no son lemánicas, como bien sabemos, pero recuerdan al ciudadano los beneficios de la tierra a través de quienes la fecundan.

La Fête de Vignerons representa una tradición, una historia, unos valores, una identidad y un país. Es un inmenso himno a la tierra, pero también al hombre y a sus raíces, ya que nos habla de la relación que existe entre el hombre y la naturaleza, su encuentro, su pasión, su dependencia. El viticultor necesita de la tierra, de la luna y de la naturaleza porque son espíritus fuertes que acompañan su trabajo cotidiano. Comprender esa tierra, esos ríos, ese lago, el río que conecta los glaciares con el mar, el aire limpio, la brisa, el viento, el sol, la luna, las estrellas, comprender esa tensión mágica de la naturaleza que indica el momento exacto del cambio en el viñedo, es el objetivo de esta fiesta. No se trata de pasar un mensaje, sino de transmitir emociones, y una forma de restaurar la imagen de los trabajadores viticultores.

La fiesta reproduce los trabajos de la viña representados por las cuatro estaciones. En cada estación, los expertos visitan las viñas y dan notas a los trabajos realizados por los viticultores. En invierno, cuando la viña duerme, se la talla para permitir a los brotes que se desarrollen y crezcan. En primavera, los brotes se abren y se deben vigilar. En verano, el viñedo florece y se debe proteger del mal tiempo, además de podar las hojas que impiden al sol llegar hasta los racimos. En otoño, re cosecha la uva, es el tiempo de la vendimia. Los viticultores son calificados y aquel que recibe las mejores notas es elegido Rey o Reina de los Viticultores.

 

3. Una fiesta realzada por la literatura

Vevey se présente, au passé, d’abord, comme un

rendez-vous de l’esprit, un haut lieu du roman, un

moment de l’histoire des littératures.

(Paul Morand, 1955)

 

            Desde su primera edición en el siglo XVIII, la Fête des Vignerons de Vevey ha atraído la atención de escritores locales e internacionales: ilustres autores le han dedicado apasionadas páginas. Todos ellos han sido fundamentales para el renombre y la influencia cultural del Festival. En la segunda mitad del siglo XVIII, Jean Jacques Rousseau y la escuela del retorno a la naturaleza influyeron fuertemente en los acontecimientos vitícolas de esta ciudad, atrayendo a numerosos extranjeros que comenzaron a interesarse por los acontecimientos que allí se desarrollaban. Rousseau en Les Confessions comenta sobre Vevey:  

[…] je pris pour cette ville un amour qui m’a suivi dans tous mes voyages et qui m’y a fait établir enfin les héros de mon roman. […] Allez à Vevey, visitez le pays, examinez les sites, promenez-vous sur le lac, et dites si la Nature n’a pas fait ce beau pays pour une Julie, pour une Claire et pour un Saint-Preux ; mais ne les y cherchez pas.

Iba a hacer de la región, y más concretamente de Clarens, el edén de todos los enamorados con su obra La Nouvelle Héloise (1761) a finales del siglo XVIII. El libro fue tan popular que rápidamente se convirtió en una peregrinación literaria. La gente acudía a las orillas del lago Lemán para encontrar los lugares descritos en la novela.

Depuis un mois, les chaleurs de l’automne apprêtoient d’heureuses vendanges ; les premières gelées en ont amené l’ouverture ; […] l’aimable et touchant tableau d’une allégresse générale qui semble en ce moment étendu sur la face de la terre ; enfin le voile de brouillard que le soleil élève au matin comme une toile de théâtre, pour découvrir à l’œil un si charmant spectacle.

Pero si Rousseau conmovió al público francófono, Lord Byron, gran admirador del escritor y filósofo ginebrino, dio a conocer al público anglosajón este alto lugar del romanticismo. Viajero impetuoso, Byron conoció al matrimonio Shelley en Ginebra en 1816. Para amenizar sus veladas, inventaban historias de fantasmas. Fue durante estas espantosas fiestas cuando Frankenstein nació de la imaginación de Mary Shelley. Byron y sus amigos recorrieron el lago Lemán siguiendo la ruta de Jean-Jacques Rousseau y visitaron el castillo de Chillon, que con su arquitectura románica, su castillo fortificado, su torre del homenaje de 25 metros de altura es más que un monumento, es una vuelta al pasado. La historia de un ginebrino, François Bonivard, que estuvo encadenado durante seis años en las cárceles del castillo le dio la idea a Byron de escribir “El prisionero de Chillón”. Este poema romántico, una especie de himno a la libertad, tuvo un éxito inmediato y Chillón se convirtió en un lugar de peregrinación para la alta sociedad europea.

“Clarens ! aimable Clarens, berceau de l’amour profond !

Ton air est le jeune soufflé d’une pensé ardente ;

Tes arbres prennent racine dans l’amour ; les neiges

Qui couronnent tes glaciers ont emprunté ses teintes,

Et le soleil couchant les voit peintes par les rayons

Qui tendrement s’y reposent, d’une couleur de rose :

Les rochers, les crêtes éternelles parlent ici de l’amour

Qui chercha parmi eux un refuge contre les chocs du monde,

Ceux qui agitent et blessent l’âme d’un espoir qui attire et rit ensuite.[1]

 

En el primer tercio del mismo siglo, James Fenimore Cooper (1789-1851) publicó Le bourreau de Berne ou L’abbaye des vignerons (The Headsman: The Abbaye des Vignerons). Es una novela de 1833 ambientada en Suiza que se inspiró en uno de los viajes de Cooper durante su periplo europeo en 1832. La novela es una de las tres novelas "europeas" de este autor, después de The Bravo y The Heidenmauer, todas las cuales utilizan el escenario europeo para tratar el contraste sociopolítico con las instituciones estadounidenses. En el decimotercer capítulo, el americano se detiene en la descripción de la ceremonia de 1833, la tercera Fête des vignerons que tuvo lugar del 8 al 9 de agosto[2]: “On suppose que les fêtes de Bacchus ont servi de modèle à ces réjouissances qui ont eu lieu depuis longtemps en Suisse, et qui sont connues dans le pays sous le nom de l’Abbaye des Vignerons” y se desliza por las gradas de la fiesta de Vevey describiendo al público presente:

Les gradins commencèrent à se remplir des privilégiés, parmi lesquels beaucoup appartenaient à la haute aristocratie du canton ; d’autres étaient des fonctionnaires trop élevés en dignité pour jouer d’autre rôle que celui de spectateurs complaisants. On y voyait des seigneurs de France et d’Italie, quelques voyageurs d’Angleterre (…), tous ceux des territoires voisins qui avaient du temps à perdre et de l’argent à dépenser, et qui par leur rang ou par leurs places avaient droit aux distinctions, ainsi que les femmes et les enfants des fonctionnaires de la ville qui étaient engagés comme acteurs dans la représentation (1839 : 411-414).

El escritor, poeta, novelista y académico suizo Juste Olivier (1807-1876) que dejó una importante huella en la vida de su país con su gran libro, Le Canton de Vaud. Sa vie et son histoire, reeditado en 1978 por los Cahiers de la Renaissance Vaudoise, nos desvela los orígenes de la Fête des Vignerons que remontan hasta la Edad Media[3]:

L’Abbaye des Vignerons est le résumé de tous ces divertissements rustiques, et notre grande fête nationale. Probablement plus ancienne que les moines de Haut-Crêt, dont elle porte encore la devise sur sa bannière (ORA ET LABORA), puis retravaillée par l’esprit moderne, son cachet principal est pourtant celui du moyen-âge. (Olivier, 1837 : 395-396).

E insiste en que la fiesta es la imagen del País de Vaud, la obra de sus hijos y su alegría: “S’il devait se trouver quelque part une véritable fête populaire de l’agriculture, c’était chez nous: aussi, n’en existe-t-il pas ailleurs qui ait ce caractère complet et patriotique» (Olivier, 1837: 397)

Una de sus composiciones más conocidas la Chanson de la Mi-été, 24 cuartetas para alabar las fiestas de verano en Taveyanne, siguen apareciendo en el programa de la Fête des Vignerons desde 1889: «En attendant le jour de nous mettre en ménage, dansons sur nos alpages et chantons tour à tour en attendant le jour. Notre salle de bal est la verte pelouse… ».

Siguiendo la cronología de las Fiestas, la pluma más eminente es, sin duda alguna, la de Théophile Gautier, que en 1865 trabajó como periodista en Vevey para el periódico "Moniteur universel". Este autor fue considerado el escritor más "fotográfico" del siglo XIX. Gautier escribe como un pintor o un fotógrafo. Captado por su ojo, un pueblo o un paisaje se transforman inmediatamente en una escena o un cuadro. Al igual que las escapadas que recomienda, su colorido lenguaje merece una visita... Así el 27 de julio, asiste a la quinta Fête des vignerons a la que había sido invitado a principios de mes y nos describe todo el espectáculo en un artículo titulado «La Fête des vignerons à Vevey»- que será recogido más tarde, en 1881, en Les Vacances du lundi- como un simple observador incorpóreo, sometido a un mundo que se despliega ante él como una película. En este artículo extrae un análisis tan preciso, vivo y sobre todo moderno que es digno de admiración: “c'est un spectacle bien rare dans les mœurs actuelles et qui donne l'idée de ce que pouvaient être les fêtes antiques, les thesmophories, les panathénées et autres cérémonies exécutées en plein air” (1888: 61). Gauthier se muestra maravillado por la ceremonia que se desarrolla en la gran place de Vevey y nos la describe con gran detalle: “La cérémonie devait avoir lieu sur la grande place, autour de laquelle on avait élevé trois gigantesques estrades solidement construites et pouvant contenir dix mille cinq cents spectateurs, sans compter ceux qui s'étaient juchés sur les toits des maisons, d'une hauteur à dominer la place” (1888: 63). Todo ello amenizado por la música que acompaña el desfile: «Les musiques commencèrent à jouer: la musique de Paies, costume blanc et bleu avec casque d’argent; la musique de Cérès, blanc et rouge; la musique de Bacchus revêtue de casaques vertes, coiffée de casques à ailerons d'or, chaussée de cothurnes à franges, en maillots figurant une peau basanée; et aussi la musique des Suisses anciens et modernes: tout cela troussé le plus galamment du monde» (1888: 67). Pero quizás lo que más le sorprenda son los figurantes, los protagonistas sin duda del propio festival, ya que no eran verdaderos profesionales sino: «des vignerons, des vigneronnes, des paysans, des ouvriers, des industriels, des gens de la campagne et de la ville, et l'on ne sait pas comment M. Archinard a pu obtenir un tel ensemble, une telle justesse, une telle verve d'exécution de gens qui ignoraient il y a six semaines les premiers éléments de la chorégraphie» (1888: 69). Y saludó a los lansquenets del festival no sin cierta ironía típicamente francesa: «Nous leur trouvions l’air admirablement suisse, et nous félicitions en nous-même ces braves figurants de leur exactitude en matière de couleur locale. Mais cette réflexion nous vient que cela tenait à ce qu’ils étaient effectivement des Suisses » (1888 : 66). Otro de los momentos más importantes del festival es celebrado con gran interés, la coronación de los viticultores: «Après le discours de M. Louis Bonjour, abbé de la confrérie, vêtu de violet et armé du bâton à crosse d'or, insigne de sa dignité, l'on a distribué les couronnes, distinctions et récompenses aux vignerons méritants» (1888: 70). Al que sigue la majestuosa bacanal : La grande bacchanale qui précède le défilé est un vrai chef-d'œuvre chorégraphique. Elle n'est composée que de faunes, de satyres et de bacchantes, vêtus de peaux de panthère, de pagnes, de feuillages et coiffés de pampres. Ils dansent et bondissent comme s'ils avaient sous les pieds la peau de bouc gonflée des anciennes fêtes de Bacchus” (1888 :72). Para acabar con una reflexión sobre el carácter pagano de la fiesta: «Si toutes ces allégories vous semblent un peu bien païennes pour un pays chrétien, n'oubliez pas que la devise de la confrérie porte ces graves paroles répétées dans des écussons parmi les pampres mythologiques: Ora et lavora” (1888: 73).

En 1865, Jean-Francois Vernes-Prescott (1804-1890), hombre de letras ginebrino, corresponsal y antagonista de Voltaire y Rousseau, publicó una importante monografía titulada L’Abbaye des Vignerons, son histoire et ses Fêtes, jusqu’à et y compris la Fête de 1865. En ella relata los itinerarios y paseos por Vevey de un testigo de las fiestas de 1819, 1833, 1851 y 1865. Se trata pues de una obra remarcable para comprender la evolución de la fiesta y de la ciudad de Vevey en pleno siglo XIX. Así, por ejemplo, observamos el desarrollo de un transporte que facilitará la afluencia cada vez mayor de visitantes a la fiesta[4]: del barco de vapor “[…] en 1833, n’ayant pu me rendre assez tôt à bord de l’un des vapeurs faisant le service de Genève à Vevey, je le trouvai déjà tellement chargé de passagers que je me rejetai sur la voiture publique appelé courrier de Berne. C’était un vrai progrès pour l’époque » (Vernes, 1865 : ), a la comodidad del tren : Vevey inaugurará su estación de tren en 1861. Lejos quedará el tiempo en que se iba a pie desde Lausana para asistir a la fiesta. La edición de 1865 será la de la llegada del ferrocarril, expulsando su vapor negro y vertiendo sobre el muelle una multitud colorida y elegantemente vestida.

Vevey comienza a industrializarse y a urbanizarse. Por ello, en la fiesta de 1889, se produce un guiño hacia el pasado. Esta fiesta debe recordar la época en que nació, finales del siglo XVIII, el siglo de la Ilustración. Encontramos de nuevo una reminiscencia de la obra de Rousseau. En el libreto se menciona a Julie y a su amante, Saint-Preux: «Vevey n’a d’yeux que pour Montreux; Montreux trouve Vevey jolie. Ainsi jadis rêva Saint-Preux ; ainsi jadis aima Julie ». Hay, sin duda alguna, similitudes entre el prerromanticismo de Rousseau y la tradición de la Fiesta: la misma búsqueda de la sencillez, armonía y retorno a la naturaleza. Exactamente lo que los turistas ingleses del siglo XIX buscaban en Montreux o Vevey cuando se lanzaban tras la pista de la novela de Rousseau.

La séptima Fête de Vignerons celebrada del 4 al 9 de agosto de 1905 es la del poeta René Morax (1873-1963) y el músico Gustave Doret. Ambos, por primera vez, realizan plenamente el ideal artístico de esta fiesta:

… [elle] fut véritablement la célébration de tout un peuple assemblé pour exalter non seulement le travail de la vigne, mais la grandeur de la beauté de sa terre. Le chemin entre les vignes est devenu cette voie royale où tout un peuple, comme dans les antiques triomphes, marche derrière les chars des dieux et le cortège des vignerons couronnés.[5]

Edouard Rod (1857-1910) escritor de Vaud muy conocido en su época como autor popular y prolífico, describe "Le chef-d’œuvre des Vaudois", expresión tomada de Juste Olivier, con una historia bien cincelada de la Confrérie des Vignerons. En la Revue des deux mondes, publica en 1905 un largo artículo titulado L'Histoire de la Fête des Vignerons que es conmovedoramente ilustrativa y conserva todavía una gran originalidad y frescura:

Une fois de plus, Vevey nous donnera le spectacle qu'on ne rencontre, à ma connaissance, nulle part ailleurs, d'une population qui trouve en elle-même la poésie nécessaire à représenter sa propre vie, et les moyens artistiques appropriés à l'exprimer, sans imitation des formes consacrées ni des autres spectacles.

Aunque ya en su novela Là-Haut (1897) encontramos retratada la vida colectiva y las tradiciones del cantón gracias a la descripción de esta fiesta cuyo “éclat rayonne sur la Suisse entière” (136).

C’est que l’Abbaye de la confrérie des Vignerons, dernière tradition d’un passé très ancien, est à la fois un spectacle très beau et une fête très joyeuse : la représentation que, quatre ou cinq fois dans un siècle, un peuple laborieux se donne à soi-même de sa vie et de son travail, idéalisés par la musique, par les danses, par la gaieté des costumes, par la grâce des vieux symboles. Elle déroule un drame éternel et simple, dont la banalité renferme pourtant la source de toute poésie : – la succession des saisons, – et n’en retient que les sourires (141).

El protagonista, Julien Sterny, recuerda que “son père voulut qu’il assistât à cette fête que chaque génération ne célèbre qu’une fois” (137). Y comparte con el lector las imágenes que comienzan a agolparse en su memoria:

il revoyait des rues étroites, enguirlandées et pavoisées des drapeaux des vingt-deux cantons ; des soldats, – les bons miliciens du vieux temps avec leurs hauts képis, leurs larges épaulettes ; – un tambour-major formidable, en bonnet à poil, qui lançait à la hauteur des toits sa canne à pommeau d’argent ; un cortège bigarré où défilaient des déesses couvertes de fleurs, un jeune dieu couronné de pampres, des moissonneuses, des vendangeuses, des bacchantes. (137)

Presenciamos y escuchamos, como si estuviésemos en primera fila, el discurso del Abbé de la Confrérie mientras se van coronando a los viticultores que han sido premiados:

« Vignerons, chers concitoyens ! Nous avons pour devise ces mots : Prie et travaille. Travaille, non comme le désespéré qui accomplit avec résignation une tâche ingrate, mais comme un homme libre qui, à l’abri des institutions que le peuple dont il fait partie s’est librement données, augmente son bien-être, élargit son horizon, améliore le sort de sa famille. Prie, c’est-à-dire relève vers le ciel ce front que ton œuvre journalière tient courbé sur la terre. Ouvre ton âme immortelle à tout ce qui est grand et beau. Aime ta patrie, ces lieux qui t’ont vu naître, ce sol qui t’a nourri, ces champs, ce lac, ces montagnes, et cette liberté, conquête de nos pères, que nous voulons léguer intacte à nos enfants ! » (148)

 

Pero ¿quién mejor que Charles Ferdinand Ramuz, el poeta de la vida campesina y vitivinícola, que se instaló en Lausanne en 1914 y está enterrado en Pully, para mostrar el alcance del ritual, del ceremonial con su evidente dimensión religiosa? “C’est le royaume de l’écrivain C.F. Ramuz – escribía Pierre Girard – qui l’a décrit une fois pour toutes” (1951 : 75).  Ramuz pudo formarse una opinión sobre esta fiesta en 1905 gracias a la obra anteriormente descrita de Edouard Rod, con quien había coincidido durante su estancia en París. Su obra es un extraordinario tesoro para los que desean hablar de la vid, del lago, de la montaña, para los que buscan un lenguaje capaz de transcribir ese "gran estilo campesino" del que hablaba, libre del lenguaje parisino, para los que buscan un mensaje más global, un homenaje a las fuerzas elementales, una evocación de la vida cotidiana así como de los mitos universales. Según Sabine Carruzzo, el escritor vaudois fue considerado durante un tiempo como el poeta de la octava edición del festival de 1927, pero la Confrerie no le encargó finalmente la redacción del libreto, sin que se conozcan los motivos, ya que el Manual guarda silencio al respecto (2019:167). Para el crítico Daniel Maggetti, el hecho de que le ofrecieran o no la creación de este libreto resulta irrelevante ya que “tal y como estaba concebida, la Fête des Vignerons era incompatible con sus puntos de vista estéticos y, por lo tanto, estaba descartado que [Ramuz] contribuyera” (2000: 79). En una entrevista titulada Que pensez-vous de la Fête des Vignerons? acordada a Paul Budry en 1926, el escritor deja constancia de su visión sobre esta fiesta, que es descrita por Ramuz como una “representación de ópera”.[6]

La cita fallida es la inspiración de esta sublime parábola, Passage du poète. De esta obra, relato publicado en 1923, Ramuz realizó una versión revisada en 1929 para las Editions Horizons de France, con un nuevo título: Fête de Vignerons[7]. En ella encontramos de nuevo a Besson, el cestero, figura emblemática del poeta que llega en primavera a un pueblo de Lavaux, entra en su comunidad basada en la “separación”, la vida individualista y la codicia; todo estaba triste y cerrado, pero de la noche a la mañana, consigue que todo el pueblo se transforme: los viticultores retoman el gusto por el trabajo, la vida y el amor, y dejan de avergonzarse por ser felices. Su paso por Lavaux devuelve el sentido del trabajo y de la fiesta. Besson se marcha al final del verano, tras la Fête des Vignerons, una vez finalizada su obra.

Vignerons, chers amis, vous savez bien : cette terre, il faut d’abord avoir sué contre, avoir fumé contre, avoir pleuré contre, avoir juré contre, avoir gémi contre, lui avoir dit : non, plusieurs fois, l’avoir renié comme il a fait Saint Pierre ; c’est qu’il y a certains jours où l’amour se retourne et où l’amour agit à rebours. L’amour parfois dit non, parce qu’il a dit oui. Puis, tout à coup, il dit oui à nouveau. Car l’amour est persévérance. Et alors, peu à peu, à travers la peine, par-dessous la peine… Rappelez-vous, pas au commencement, pas même au milieu, parce qu’on est parti et puis il faut aller, il faut aller encore. Dans le bout seulement, après qu’on a payé. Mais alors ça vous est rendu. Et l’amour est récompensé… (Ramuz, 1929 : 213)

Son muchos los escritores que dejarán constancia en sus obras de la importancia de esta fiesta en la cultura, no sólo de Vevey o del cantón, sino también para el propio país. Desde Pierre Girard, libretista de la Fête des Vignerons de 1927, que describe en su obra La Suisse Romande de 1951, el carácter mágico de la fiesta :

Vevey, me disait un jour une jeune romancière, est une ville féérique. […] Or, ma foi, je suis tenté de lui donner raison, car existe-t-il une autre ville pour faire surgir des déesses sur des chars triomphaux, peupler des rues de satyres et de ménades, d’armaillis, de vignerons, de faneuses, et de “vieux Suisses”, tels qu’ils étaient à Marignan ? (Girard, 1951 : 83)

A Michel Goeldlin, que nos descubre en su obra L’espace d’un homme (1989) la Fête des Vignerons de 1955 en familia. En este relato, especie de diario de un escritor cuya pasión por la escritura se alimenta esencialmente de la exploración del mundo y de los demás, Goeldlin participa en este acontecimiento como un ciudadano más de Vevey con sus dos hijos y su mujer:

Ariane s’est muée en épi de blé, Hubert en pissenlit et en flocon de neige. Yucki et moi sommes devenus bohémiens avec cape, oripeaux multicolores et boucle d’oreille, foulards et tambourins, membres d’une tribu fantasque, hétéroclite et joyeuse suivant un chariot traîné par une jument fatiguée. Dans notre vie antérieure nous aurions été notables ou amis de noce.

Hasta Blaise Hoffmann, uno de los últimos libretistas de la fiesta celebrada en 2019, que aceptó el cargo al comienzo muy a su pesar: “si on m’avait dit alors que je rédigerais un jour les paroles des chants de la Fête des Vignerons, ce grand rassemblement poussiéreux et passéiste, cette résurgence d’un passé nationaliste, phallocrate et réactionnaire, cette vaudoiserie, cette ivrognerie, j’aurais ri. (9)”, pero que quedará finalmente subyugado por el mensaje que este acontecimiento trasmite[8]. La lista de escritores es enorme, como podemos observar. Sin pretender ser excesivamente exhaustivos, hemos querido mostrar aquí un pequeño elenco de autores comprometidos. Todos han querido contribuir con sus escritos al ensalzamiento de un evento, como decíamos al comienzo, único en el mundo.

4. La Fête de Vignerons: una tradición muy viva

En el siglo XVIII, los viñedos cubrían el 59% del territorio de Vevey. En 1916, sólo el 30%. En 1955, la mitad de los habitantes de Vevey tenía un padre o un abuelo viticultor. En la actualidad, la pequeña ciudad industrial se ha desvinculado de sus orígenes rurales. Sin embargo, su entusiasmo por el festival sigue siendo grande. Calificar este milagro de "veveyano" es reductor, afirma François Margot. Es todo un país que vive en la memoria de los padres y abuelos que participaron en el evento. El cordón umbilical con la viña se cortó hace mucho tiempo, pero la fibra emocional sigue siendo muy fuerte.

La edición del 2019 se recomendó como uno de "los destinos más emocionantes del mundo" en la revista de National Geographic[9], uno de los "lugares para visitar en 2019" por el New York Times[10] y apareció en la lista de "Dónde ir en 2019" en The Guardian[11]. La próxima fiesta tendrá lugar dentro de veinte años si todo va bien y si la Confrérie des Vignerons así lo desea. La fiesta que viviremos ese año nos llevará a un mundo nuevo, hecho de sueños y emociones. Quizás ese niño - o niña- que ha observado perdido en mitad de la arena la fiesta de 2019, sea el adulto que imagine el próximo espectáculo, el de 2040. ¿Será más loca o grandiosa, o más sencilla? ¿con muchas más imágenes o más natural? Cada fiesta es diferente, cada fiesta es única. Porque siempre es otro director quien la imagina. Sin duda alguna será mágica, colorida, poética. Hará soñar a jóvenes y mayores. Será un abuelo el que contará a su nieta la historia de los viticultores y de la población local. Un espectáculo para niños, para sus padres y abuelos. La emoción traspasará como siempre a todas las generaciones.

 

Bibliografía

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Balade à travers les Fêtes des Vignerons du XVIIIe siècle à nos jours, Vevey, Confrérie des Vignerons, sd.

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Getaz, Emile. La Confrérie des vignerons et La fête des vignerons. 1941

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Gautier, Théophile. Les vacances du lundi. Paris : G. Charpentier et Cie Éditions, 1888.

Hofmann, B. Fêtes des Vignerons 2019. Les poèmes, co-editions Zoé-Campiche, poèmes, 2019a.

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Ramuz, C.F. Fête des Vignerons. Paris : Horizons de France (1929).

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Vernes-Prescott, L’Abbaye des Vignerons, son histoire et ses Fêtes, jusqu’à et y compris la Fête de 1865.



[1] Lord Byron, Le Pèlerinage de Childe Harold, chant troisième, Œuvres Complètes de Lord Byron, vol. 3, trad. Paulin Paris, adaptée par Patrick Vincent, Paris : Dondey-Duprey, 1831, p. 170-185.

[2] Las dos primeras fiestas tuvieron lugar el 9 de agosto de 1797 y 5 al 6 de agosto de 1819.

[3] La existencia de una pequeña copa, denominada "Copa de los Abades" -referencia demasiado vinculada al catolicismo- parece confirmar el hecho de que la Cofradía estaba activa antes de 1647 (fecha del primer documento escrito).  La hipótesis más formulada es que esta abadía ya funcionaba antes de 1536, fecha de la imposición de la religión protestante en el País de Vaud.

[4] Cuatro mil espectadores en 1833, ocho mil en 1951,

[5] René Morax in Ch. Apothéloz, Histoire et mythe de la Fête des vignerons, Le Cep et la rose, 1977.

[6] “C.F. Ramuz et la Fête des Vignerons”, entretien de Paul Badry et de l’écrivain paru dans L’Esprit romand en octobre 1926, repris dans le Bulletin de la Fondation Ramuz en 1977, p. 9-11.

[7] Sobre el significado del cambio del título de esta obra, léase el artículo “À la Fête des Vignerons” de Daniel Maggetti, Revue Europe nº 853, mayo 2000.

[8] Blaise Hoffmann ha escrito “La Fête” (Editions Zoé 2019) dónde nos hace partícipes de su experiencia personal como libretista de la última Fête des Vignerons.

[9]  "Dónde viajar en 2019". National Geographic. Consultado el 14 de febrero de 20220 : https://www.nationalgeographic.com/travel/graphics/best-trips-2019#hbd-section-image-vevey-switzerland

[10] "52 lugares para visitar en 2019". Los New York Times. 2019: https://www.nytimes.com/interactive/2019/travel/places-to-visit.html

[11] "Dónde ir de vacaciones en 2019: la lista caliente". The Guardian. 2018. https://www.theguardian.com/travel/ng-interactive/2019/jan/05/where-to-go-on-holiday-in-2019-the-hotlist

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