jueves, 4 de diciembre de 2008

LECTURA ECOCRÍTICA DE LA NOVELA DERBORENCE DE C.F. RAMUZ


RESUMEN

Con este estudio ecocrítico se pretende mostrar la rara y aguda sensibilidad que Ramuz posee respecto al medio ambiente de su país natal. A través de su novela más traducida, Derborence, intentaremos adentranos en su mundo particular, en su petit pays[1]. Gran conocedor del paisaje, de sus montañas, lagos, ríos y glaciares, Ramuz también sabe revelar los secretos de otro paisaje invisible pero historiado y animado por la memoria colectiva de un pueblo a través de su folclore, de sus costumbres y también de sus creencias de origen ancestral. La elección de sus personajes, campesinos del altiplano suizo, no es fortuita: en ellos encuentra representada la naturaleza en su estado más puro, ya que forman parte de un universo constituído por glaciares, pastos y bosques.
En esta comunicación se analizan los diferentes elementos que representan la naturaleza en la novela, observando cómo C.F. Ramuz logra sensibilizar al lector ante la fuerza y el misterio que de ella emanan. Su obra encierra una sútil pedagogía: Ramuz nos anima a explorar y descubrir el mundo que nos rodea, nos permite establecer un contacto con la naturaleza a través de sus cuatro elementos: el agua, el aire, el fuego y la tierra. Quiere transmitirnos su amor por ella, para que la observemos y prestemos más atención a sus ritmos y a su complejidad. Sólo de este modo acabaremos comprendiéndola y respetándola mejor. Su mensaje es claro: la defensa de la naturaleza, del paisaje y de la vida rural que considera el modo de vida más natural. En una sola palabra, el respeto por la vida.

[1] Un mes antes de morir, Ramuz escribía en un prólogo: “A force de partir, je suis resté chez moi. J’ai en commun avec M. Mariac (dont, par ailleurs, tout nous sépare) d’avoir situé tous mes livres et fait vivre (ou essayé de faire vivre) tous mes personnages dans un petit pays, le mien, qui n’a pas dans un sens, de l’est à l’ouest, plus de deux cents kilomètres, et même pas quarante dans l’autre”. Prólogo del libro de Bernard VOYENNE (1948) C.F. Ramuz et la sainteté de la terre, Paris, Ed. Julliard, dans la collection “Témoins de l’esprit”.


Esta comunicación pretende ser un ejemplo más de cómo se puede interpretar la naturaleza en una novela desde un punto de vista ecocrítico. Una gran parte del trabajo ecocrítico comparte una motivación común: el conocimiento preocupante de que hemos alcanzado la edad de los límites ambientales, una época en que las consecuencias de las acciones humanas están dañando los sistemas de recuperación básicos del planeta. Este conocimiento anima un deseo sincero de contribuir a la recuperación ambiental, no sólo en nuestro tiempo libre, sino dentro de nuestra capacidad como profesores de literatura. La literatura constituye una formidable apuesta sobre el imaginario humano respecto a todo aquello que concierne a la naturaleza. Toda obra de ficción, de cualquier género, se construye en un ambiente natural o urbano, en el que los hombres interactúan. La ecocrítica permite captar, analizar y comprender las diferentes modalidades de interacción de los hombres con su hábitat. Sus principales características son pues el uso de conceptos de la ecología aplicados a las composiciones literarias y el compromiso de incitar una conciencia ecológica a través de la literatura. La ecocrítica pretende acercarnos a la tierra y enseñarnos cómo mejorar nuestra relación con el medio ambiente. En una palabra, nos ayuda a restablecer un vínculo con el entorno y con sus habitantes, y a tener una relación más estrecha con nuestro planeta.

Los relatos dedicados a la montaña representan el último período de la creación de C.F. Ramuz, y coinciden con su plena madurez literaria. Derborence es la novela más popular y más traducida de este autor. Escrita en 1934, esta novela narra una maravillosa historia sobre las relaciones entre el hombre y la montaña, y pone en escena la eterna lucha entre las fuerzas humanas, enmudecidas por el profundo instinto de la vida, y las fuerzas de la naturaleza. El título - Derborence - designa el espacio alpestre valaisan que ocupa una de las cuencas más elevadas del macizo de Diablerets, situada al pie sur de la cima de la Tour Saint Martin y a la salida de los valles de Cheville y de la Derbonne. A lo largo del siglo XVIII, el circo de Diablerets ha conocido dos gigantescos desprendimientos. El primero, el 24 de septiembre de 1714, provocó dieciocho víctimas. El 23 de junio de 1749, el segundo desprendimiento, hizo surgir el lago de Derborence. Este derrumbamiento, el más voluminoso que se haya conocido en Suiza desde los tiempos históricos (50 milliones de m³ en total) es también el que mayor desnivelación total ha creado, alrededor de 1900 m. entre la cima de Diablerets y el lugar llamado Besson. Ramuz se inspiró de esta catástrofe para escribir una de sus más bellas novelas, Derborence (1934). El valle ha sido escogido como distrito franco federal (reserva de caza) desde 1911. Es además una zona protegida desde 1961, con numerosas cabañas que han perdido su vocación de antaño y sirven ahora de chalets de descanso para los habitantes de Conthey. Pero, sin lugar a dudas, la mejor definición de Derborence viene dada por el propio autor (DER, p.28) :

Derborence, le mot chante doux ; il vous chante doux et un peu triste dans la tête. Il commence assez dur et marqué, puis hésite et retombe, pendant qu’on se le chante encore, Derborence, et finit à vide, comme s’il voulait signifier par là la ruine, l’isolement, l’oubli. (DER. p.28)

El punto de partida para la creación de esta novela viene dado por el epígrafe que abre la obra ; esta cita fue tomada por el autor de un diccionario geográfico : “…Un pâtre, qui avait disparu et qu’on croyait mort, avait passé plusieurs mois enseveli dans un chalet, se nourrissant de pain et de fromage…” . Ramuz inventará la trama literaria a partir de este dato histórico. La historia se dividirá en dos partes: la primera cuenta la catástrofe, la segunda el retorno a la vida y al pueblo, dos meses más tarde, del único superviviente: un pastor que había quedado enterrado bajo los bloques de piedra.

Pero lo que nos interesa sobre todo aquí es la representación que Ramuz hace de la naturaleza a través de los cuatro elementos. La tierra, el aire, el fuego y el agua representan la base de la vida, constituyen la naturaleza de la que participan los seres vivos. Cada uno de estos elementos ha simbolizado a través de la historia y en diversas culturas la relación del hombre con la naturaleza y su interpretación de la divinidad. Veremos a continuación de qué forma se manifiestan estos elementos a lo largo de la novela Derborence.

[...]
El artículo puede consultarse íntegramente en las Actas de la Jornada sobre Ecocrítica que tuvo lugar en la Universidad de Oporto el 25 de Noviembre de 2008.
 [en línea] http://ler.letras.up.pt/uploads/ficheiros/6488.pdf

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