lunes, 11 de mayo de 2009

LA IDENTIDAD LITERARIA DE LA SUIZA FRANCÓFONA


Resumen

¿Qué lugar ocupa la literatura suiza de expresión francesa en el mundo literario francófono? ¿Cómo se define dicha literatura suiza de expresión francesa? La expresión littérature romande aparece con bastante frecuencia en los currículos académicos como una etiqueta que sirve para nombrar un específico campo de estudio. Pero ¿qué encierra o más bien qué intenta mostrar esta terminología? En otros términos, ¿cuál es su especificidad?

 

 La identidad literaria asienta sus bases sobre una identidad lingüística. En este aspecto, Suiza representa un desafío, ya que al ser una nación cuatrilingüe, su literatura se dispersa rápidamente para unirse a las grandes literaturas nacionales lingüísticas que le rodean (Francia, Alemania, Italia). Se adelanta así a ese movimiento que surge en el siglo XIX, y sobre todo en el siglo XX, que establece las literaturas nacionales independientes a la lengua en la que son escritas. Ya no se habla de una literatura anglófona, sino de una literatura inglesa, americana, canadiense, irlandesa. Esto mismo ocurre con la literatura o las literaturas de expresión francesa del ámbito francófono (Bélgica, Suiza, Québec, paises africanos, etc). Daniel Maggetti, en su tesis L’Invention de la littérature romande, afirma que la expresión littérature romande no se impone –con relación a sus homólogas littérature romane, littérature de Suisse française o littérature française de Suisse– hasta finales del siglo XIX, coincidiendo con un surgimiento de sentimientos nacionalistas en los cantones francófonos. Dicha expresión sirve en la actualidad para diferenciar la literatura suiza de expresión francesa de la literatura de expresión alemana. También es cierto que las obras de escritores de la talla de Frisch, Dürrenmatt, Hohl, Muschg, Zorn, Nizon, etc., son bastantes conocidas en el mundo literario internacional, mientras que las obras de los autores francófonos, a excepción de C.F. Ramuz y Jacques Chessex, apenas traspasan las fronteras suizas. Pero como dijo Ramuz, la literatura romande debe definirse, sobre todo, respecto a la literatura francesa de Francia. La producción llamémosla periférica pretende así distinguirse de la del centro parisino desde que, en el Discours sur les sciences et les arts (1750), Rousseau se proclamara ciudadano de Ginebra, aunque cediendo contradictoriamente al mismo tiempo a la fascinación del modelo parisino. También Amiel en su tesis de 1849 Du mouvement littéraire dans la Suisse romane et de son avenir, afirmaba que la palabra romande sería más conveniente que romane para definir esta literatura, y aunque era consciente de que por aquel entonces todavía no existía como tal, opinaba que dicha literatura “puede” y “debe” convertirse en una realidad. Esta visión de la literatura romande no se puede separar del profundo sentimiento de identidad de la minoría francófona, que defiende activamente sus intereses culturales autóctonos. Sin embargo, junto a ese deseo por encontrar una identidad propia romande se opone la tendencia inversa, universalista por vocación. Muchos escritores prefieren una apertura cosmopolita, favorecida por la riqueza multicultural y políglota de un país situado en el centro de Europa, y que siempre ha acogido a intelectuales, artistas y escritores del mundo entero a lo largo de su historia.

 

Sobre la existencia de una literatura suiza de expresión francesa

Es evidente que una literatura suiza de expresión francesa existe en la actualidad. Las numerosas editoriales y la abundante producción de libros que allí se dan son ya prueba suficiente para confirmar dicha realidad. La Suiza francófona es tierra de escritura y de escritores. Y aunque en la actualidad, su exposición mediática parece limitada, su pluralidad y su riqueza son innegables. La publicación de revistas, lecturas, concursos y páginas de Internet[i] lo demuestran plenamente. Se escribe, se publica, alimentando el sueño de una literatura suiza de expresión francesa.

Sin embargo, lo que verdaderamente permite tener presente esta diversidad literaria no se encuentra plasmado en cifras o en estadísticas, sino más bien en palabras. En efecto, la lengua es la que reúne bajo una misma bandera a toda la producción de la Suiza francófona. Una lengua francesa que los escritores han ido apropiándose con el paso de los años; y aunque con esta apropiación persigan objetivos diferentes, siempre se ha puesto especial interés en desbaratar el academismo de la lengua de la escuela, cuyo ritmo venía dado por la gramática y los diccionarios. Citaremos aquí las figuras tutelares de la literatura suiza de expresión francesa, aquellos autores que se atrevieron a escribir una lengua francesa diferente del francés dictado por París: Jean-Jacques Rousseau (el Ginebrino) y C.F. Ramuz (el Vaudois). El deseo de ambos era escribir una lengua más musical y su atrevimiento lo pagaron con las duras críticas provenientes de la capital del hexágono. En su lengua reside pues la originalidad propia de su escritura, en esa búsqueda por hacer más popular la lengua oral y – sobre todo – el ritmo de un habla propio de aquel lugar. Escribir sobre las cosas de su región de Vaud, como concluye Ramuz en su obra Raison d’être. Nadie mejor que él podría resumir la situación que vivía la literatura suiza de expresión francesa en aquella época:

Je suis heureux d’être Vaudois ; je suis même fier d’être Vaudois. Mais c’est un pays tout petit, c’est pourquoi on ne le connaît pas, de même qu’on ne connaît guère mieux la Suisse “romande” ou “française” dont il fait partie, parce qu’elle n’est pas très grande, elle non plus, ne comptant guère que 800.000 habitants ; et, lui, le canton de Vaud, 300.000. On ne la connaît en  “littérature” et dans son passé, grâce à un ou deux de ses ressortissants ou de ses représentants, dont Rousseau, qui est Genevois, et Benjamin Constant, qui est de Lausanne, mais qui ne sont plus l’un et l’autre que des entités, des entités littéraires, ou, pis encore, “idéologiques”, très étroitement rattachées, sinon complètement incorporées, à la masse globale des écrivains français. Pour nous autres, leurs successeurs, et pas seulement ceux qui écrivent, on nous ignore, ou à peu près (Ramuz, 1968: XII, 242-243).

 

Desde entonces, la situación parece no haber cambiado. En la actualidad, la literatura suiza de expresión francesa continúa siendo una gran desconocida para la mayor parte de los lectores francófonos. Escritores de la talla de Ramuz o Chappaz son, hoy en día, poco leídos en Francia y sus obras escasamente difundidas en las librerías parisinas. Existen secciones de literatura belga, canadiense, norteafricana, pero los pocos autores suizos que pueden encontrarse todavía, o están perdidos en la sección general de literatura francesa, o no son más que un pedido que hay que realizar con mucha antelación.

Existe, sin embargo, en estos últimos años, un interés creciente sobre los estudios de la literatura suiza de expresión francesa que contribuye a colmar numerosas lagunas obvias. Historias literarias y diccionarios de autores vienen a confirmar la existencia de un hecho cultural y social que a partir de ahora será innegable, pero cuya pertinencia, según una gran parte de la doxa crítica, continúa siendo desgraciadamente limitada. Desde la Universidad de Lausana (la única universidad en Suiza que ofrece sistemáticamente clases de literatura suiza de expresión francesa) y desde su Centre de recherches sur les lettres romandes (CRLR) [ii] se trabaja desde hace años para sacar del anonimato la literatura suiza de expresión francesa. La universidad fomenta su enseñanza, integrada en los tres ciclos de estudios franceses; y en el CRLR se llevan a cabo proyectos y trabajos de investigación sobre escritores y artistas suizos de expresión francesa. Se trata principalmente, de publicaciones de cartas y documentos autobiográficos que permiten estudiar y presentar el contexto histórico y cultural de los autores estudiados y de sus obras. Han trabajado evidentemente sobre C.F. Ramuz, pero también sobre Alexandre Cingria, Guy de Pourtalès, Charles-Albert Cingria, Gustave Roud, el pintor René Auberjonois, el músico Ernest Bloch y Felix Valloton. Pero quizás su proyecto más ambicioso, tras la publicación de las veintidós novelas de Ramuz para la Biblioteca de La Pléiade en octubre de 2005, sea en la actualidad, la edición crítica de sus Obras Completas para las ediciones Slatkine, de la que ya han aparecido varios tomos.

Todavía son numerosos los tópicos que tienen que desaparecer sobre esta littérature romande, entre los cuales destacamos el de encasillarla dentro de las literaturas regionales. A lo largo de las últimas décadas muchos fueron los que quisieron incluso ignorar a aquellos autores que con su esfuerzo habían logrado que esta literatura se reconociera como tal. Históricamente, la naturalización francesa de oficio vino a recompensar a estos escritores de origen suizo, - Cendrars, Cingria, Ramuz y por qué no Rousseau – que al trasladarse al hexágono, pagaron su ascensión a la universalidad con la supresión de sus orígenes. El resultado de este ascenso fue el nombramiento inapelable de regionalismo, afectando también a todo el resto de la producción suiza de expresión francesa. El círculo vicioso parecía pues inevitable. La elección final para la literatura suiza de expresión francesa - aquélla que no se englobó en la producción francesa - parecía así permanecer entre la inexistencia y la insignificancia. Hoy en día, se le concede un grado modesto de importancia, es decir, el favor de una supervivencia eternamente marginal a la sombra de esta entidad masiva y determinante que es la literatura francesa.

 

Según muchos críticos literarios, la literatura suiza de expresión francesa sería pues, desde Amiel hasta Ramuz, desde Edouard Roud hasta Jacques Chessex, la expresión del enraizamiento a la tierra, del aislamiento en la montaña y de la introspección. Sin embargo, olvidan una dimensión fundamental en el imaginario suizo: la evasión. Cuando consultamos las biografías de la nueva generación, nos sorprende ver el número de autores que viven a caballo entre dos países o que han pasado una parte de su vida en el extranjero. Lo que podría resultar puramente anecdótico si no fuera porque esa atracción hacia otros lugares se convierte en un componente esencial de su obra literaria. La apertura al mundo podría ser la clave de una nueva identidad nacional, fundada sobre el multiculturalismo. Los jóvenes escritores reivindican la complejidad y el plurilingüismo de su país, en una Suiza en la que se hablan cuatro lenguas y en la que las fronteras interiores, ya sean administrativas, lingüísticas o religiosas nunca se retocan.

Además, existe también la cuestión de la integración de esos escritores, suizos de adopción, ya sean francófonos de origen (Cohen) o no (Kristoff), a esta literatura romande. En el caso del poeta y ensayista Georges Haldas, nacido en Ginebra en 1917, de padres extranjeros, pero formado en Suiza y totalmente implicado en la vida literaria del país, la cuestión no se plantea. Sin embargo, la situación de Albert Cohen es más delicada: nació en Corfú, emigró a Francia, y después se instaló en Ginebra como alto funcionario internacional convirtiéndose en ciudadano suizo. Aunque la inspiración, el truculento estilo oral de Solal (1930), de Mangeclous (1938) o de Belle du Seigneur (1968) no puedan compararse a Jacques Chessex o a Maurice Chappaz, y se identifique más bien a una tradición oriental, sus novelas tratan temas sobre Suiza, y en ellas se confrontan personajes judíos sefardíes con personajes de la burguesía protestante ginebrina. Otro caso particular es el de Agota Kristof (Le Grand Cahier, 1986), emigrada de Hungría, se instala en Neuchâtel y se convierte en escritora de lengua francesa. No parece sin embargo identificarse a ninguna tradición suiza de expresión francesa (tampoco húngara), aunque su última novela Hier (1995) se sitúe en una ciudad anónima que podría ser la misma Neuchâtel.

 

Realmente nada es sencillo en Suiza. Los siete millones de helvéticos hablan alemán, francés, italiano y eventualmente romanche, lengua utilizada por 60 000 habitantes y que no fue reconocida hasta finales de los años treinta. Cada región linguística posee su lote de editoriales. En la Suiza francófona, los cuatro editores principales - Zoé, L'Aire, Campiche y L'Age d'homme - publican autores suizos de expresión francesa pero igualmente traducen escritores alemánicos, tesinos o romanches. L'Age d'homme es la única editorial que se encuentra bien establecida en Francia; las restantes, Zoé, L'Aire y Campiche, confiesan sobrevivir en un peligroso equilibrio económico. El mercado suizo de expresión francesa representa menos de dos millones de personas, por eso resulta indispensable difundir sus publicaciones en Francia. Aunque para ello hay que contar con un factor importante: la curiosidad de los lectores franceses por descubrir esta literatura vecina. A excepción de Nicolas Bouvier, cuyo origen suizo se suele olvidar, siempre se ha etiquetado a los autores suizos de provincianos, e incluso de regionalistas. Hoy sorprenden por su modernidad.

Sin embargo, esta modernidad no es nueva. Ya en 1970, una cincuentena de autores de ideología de izquierda decide, por razones políticas, desolidarizarse de la Sociedad Suiza de escritores y crear el grupo conocido con el nombre de “Olten”[iii]. Entre los miembros fundadores de dicho grupo se encuentran nombres tan conocidos como Friedrich Dürrenmatt y Adolf Muschg. Este último no ha perdido nada de su inspiración contestataria. Su impetuosa obra Cinq discours d'un Suisse à sa nation qui n'en est pas une – cuyo título nos hace pensar en Une province qui n’en est pas une de Ramuz – anima a sus conciudadanos a una nueva revisión y a una saludable discusión sobre el país y su historia. Anne-Lise Grobéty se unió también muy pronto al grupo de Olten. En 1970, recién cumplidos sus dieciocho años, publicó en Ginebra una novela que provocó el efecto de una bomba. Pour mourir en février es una obra feminista que aborda el malestar de la juventud y la homosexualidad feminina, con una escritura innovadora y desestabilizante. Considerado un escritor moderno y comprometido, Giovanni Orelli, es uno de los más importantes autores suizos de expresión italiana. Una de sus obras más recientes, Le rêve de Walacek, que presenta una estructura compleja y desconcertante, tiene como punto de partida la emoción que nace de la contemplación de un cuadro de Klee visto en el museo de Berna.

Casi cuarenta años después, el trabajo iniciado por estos contestatarios parece haber dado sus frutos. Los autores más jóvenes no cesan de sorprender por su formal osadía, su originalidad y la violencia de sus temas. Sin embargo, resulta imposible catalogarles dentro de una misma escuela. No se parecen entre ellos, no evolucionan en el mismo ambiente cultural y lingüístico. La mayor parte ni siquiera se han encontrado, ni leído. Con respecto a este tema, Michel Layaz, joven escritor francófono que vive entre Lausana y París, estima que sería judicioso y lógico que cada novela publicada en Suiza fuese traducida a todas las lenguas nacionales, con el fin de que pudiera ser leída en todo el país.

 

Hace ya algún tiempo, bastante lejano, la literatura suiza de expresión francesa gozaba de buena prensa. Pero eso ocurrió hace un siglo, cuando en los Cahiers Vaudois, Ramuz y sus amigos posaron las bases de una literatura que no se centraba únicamente en París, sino que estaba abierta a las cuestiones de la lengua y de la identidad suiza de expresión francesa. Aunque breve, la existencia de los Cahiers Vaudois suscitó un entusiasmo extraordinario e hizo correr mucha tinta en la prensa de la época (Ramuz escribía por entonces en La Gazette de Lausanne).

Tras un largo silencio, la literatura suiza de expresión francesa conocerá una segunda juventud durante los años 1960-1970, gracias a editores osados y valientes como Bertil Galland (1931- ), que inicia su carrera de editor, primero tomando la dirección de los “Cahiers de la Renaissances vaudois” (1953-1971) y después creando su propia casa editorial con el distintivo de su apellido (1971) con la que portará muy alto los colores de la literatura suiza de expresión francesa. Otro editor importante fue Vladimir Dimitrijevic, poseedor de una librería en Neuchâtel primero y en Lausana después, refugiado político de origen serbio que fundará en 1966 las ediciones L’Age d’Homme. Recordemos aquí la inaudita floración de talentos tan diversos y singulares que aparecen en este periodo, entre los que destacamos a Jean-Marc Lovay, Anne Cunneo, Alexandre Voisard, Jean Vuilleumier, Nicolas Bouvier, Corinna Bille, por citar algunos de ellos. En esta época, en la que el debate entre la protesta y la tradición era tan importante, en el que se oponían los defensores de una literatura de la patria y todos aquellos que defendían una apertura más amplia sobre el mundo, la literatura de expresión francesa no tenía muy buena prensa, pero al menos se escribía sobre ella en las columnas de los periódicos. Suscitaba polémicas y debates, asustaba a las almas más sensibles, aterrorizaba a los censores; en una palabra, estaba viva.

Hoy en día, mucho han cambiado las cosas en la Suiza francófona. Se publica casi diez veces más de libros que en la época de los “Cahiers Vaudois” o de las Ediciones Bertil Galland. Y los talentos están ahí, con cada reapertura literaria, para suscitar la irritación o el entusiasmo, la admiración, los gritos de revuelta o de genio, o simplemente el reconocimiento.

Pero, como dice Jean-Michel Olivier, desgraciadamente, nadie los lee. Porque hoy, después de haber tenido una buena y una mala prensa, la literatura suiza de expresión francesa no tiene prensa de ningún tipo. Se podría contar con los dedos de una sola mano los periódicos que dedican algunas líneas a la sección literaria. A excepción de la excelente página “livres” publicada todos los martes en 24Heures, gracias a Jean-Louis Kuffer; la página del sábado del diario La Liberté, dirigido por Jacques Sterchi y del Quotidien Jurassien, realizado por Bernadette Richard, además de las páginas literarias del suplemento semanal de Temps y, por supuesto, el indispensable Passe Muraille publicado en Lausana, el resto de la publicaciones no dedican ninguna sección a la literatura. Tampoco lo hace la televisión. Mientras que las cadenas francesas presentan multitud de programas literarios: Vol de nuit en TF1, Campus en F2, Culture et dépendances en F3, el excelente programa Droits d’auteurs en ARTE, la TSR no dedica espacio televisivo alguno a la literatura suiza de expresion francesa.

Este silencio literario sólo se rompe gracias a Internet. La multiplicación de páginas web, las conexiones, los intercambios, los contactos, los encuentros, son posibles gracias a este nuevo medio de comunicación que permite circular, a un bajo coste, muchas informaciones (lo que los periódicos, por falta de espacio, no pueden hacer); que permite no sólo mantener un contacto entre lectores y autores, sino también entre los propios lectores interesados en una obra (bibliotecas, librerias, editores, imprentas, etc). Internet ha traspasado las fronteras y las lenguas, y ninguna censura parece paralizarla.

 

Bibliografía

 

AMIEL, Henri-Frédéric (1849) : Du mouvement littéraire dans la Suisse romane et de son avenir. Impr. Carey. Genève.

COHEN, Albert (1930): Solal, Col. Folio, Gallimard, Paris (1981)

COHEN, Albert (1938): Mangeclous, Col. Folio, Gallimard, Paris (1980).

COHEN, Albert (1968): Belle du Seigneur, Col. Folio, Gallimard, Paris (1998).

FRANCILLON, Roger (1996-1999): Histoire de la littérature en Suisse romande, Payot, Lausanne.

GROBETY, Anne-Lise (1970), Pour mourir en février, L'Age d'Homme, Lausana (1990).

KRISTOF, Agota (1986), Le Grand Cahier, Editions du Seuil, Paris (1995)

KRISTOF, Agota (1995), Hier, Seuil, París (1996)

MAGGETTI, Daniel (1986) : L’Invention de la littérature romande, Payot, Lausanne.

MUSCHG, Adolf (1997), Cinq discours d’un Suisse à sa nation qui n’en est pas une (Wenn Auschwitz in der Schweiz liegt), trad. Etienne Barilier, Editions Zoé, Genève/Carouge.

ORELLI, Giovanni (1998) Le rêve de Walacek, Col. L’Arpenteur, Gallimard, Paris.

RAMUZ, C. F. (1968) : « Raison d’être » dans Œuvres Complètes XII, Ed. Rencontre, Lausanne.

RAMUZ, C. F. (1968) : « Lettre à Bernard Grasset » dans Œuvres Complètes XII, Ed. Rencontre, Lausanne.

ROUSSEAU, J.J (1750) : Discours sur les sciences et les arts. Livre de Poche, Paris, 2004.



Notas

 

[i] Sobre la vida cultural de la Suiza francófona ver: www.culturactif.ch. El Centre de recherches sur les lettres romandes posee también su propia página web, unida a la de la Universidad de Lausana: www.unil.ch/crlr/.

[ii] El CRLR que fue creado en 1965 por Gilbert Guisan y dirigido desde 1980 hasta 2003 por Doris Jakubec, cumplió en 2005 sus 40 años de existencia. Su director actual es Daniel Maggetti, profesor de la Universidad de Lausana.

[iii] El grupo de Olten es una asociación profesional de escritores y de escritoras que defiende los intereses colectivos e individuales de aquellas y aquellos que escriben profesionalmente en Suiza. Actualmente, el Grupo de Olten cuenta con más de 350 miembros de todas las regiones lingüísticas: novelistas, poetas, ensayistas, humoristas, dramaturgos, traductores y traductoras literarios, suizos y extranjeros.

 

 

 

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